Alfons Pérez, del Observatori del Deute en la Globalització (ODG) analiza la política energética europea y señala cuatro elementos claves: la gran dependencia fósil y del exterior, Nord Stream 2, el imperialismo y el mercado.
[Antes de empezar, vayan por delante dos previas necesarias: aunque aquí es el epicentro de la observación, la lectura energética no lo explica todo. Es una pieza más de un rompecabezas de una complejidad tal que desborda la posibilidad de análisis de este texto. Para una mirada más amplia es muy recomendable leer a Carlos Taibo sobre Ucrania y Rusia. La segunda previa es que, como el análisis es en caliente, no querríamos pecar de oportunistas. La intención implícita del artículo es poner el acento en lo absurdo de las guerras y acoger el sufrimiento de la población civil que padece sus horrores. Vaya ahí nuestro más sentido apoyo y solidaridad.
Hechas las aclaraciones que considerábamos imprescindibles, vayamos al tema. En el Observatori del Deute en la Globalització (ODG) llevamos casi diez años analizando la política energética europea y creemos que podemos describir con detalle cómo se ha alimentado al monstruo. ¿Estáis pensado en Vladimir Putin? Pues es mucho más complejo].
Ucrania no solo es territorio de tránsito
Las exportaciones de gas ruso a Europa no empezaron hasta bien entrada la década de los setenta del siglo pasado con la construcción de grandes gasoductos como el Brotherhood (puesta en marcha en 1983) y Yamal-Europa (1997). Precisamente el Brotherhood, el Soyuz y un ramal del Yamal-Europa cruzan Ucrania para alimentar, principalmente, los países del este de Europa. Sin duda, esto confiere a Ucrania un valor estratégico y unos ingresos en forma de peajes por ser territorio de tránsito. Lo que quizás es menos conocido es que el subsuelo ucraniano también es rico en hidrocarburos. Así, la cuenca Dnipro-Donetsk acumula reservas de gas y petróleo. De hecho, la invasión rusa de 2014 en Donbass y Crimea afectó sensiblemente a Kiev porque no puede extraer esas reservas terrestres y marinas.
Además Ucrania es la séptima potencia mundial nuclear con 15 reactores y más de 13GW de potencia. La zona de la central de Chernóbil, ahora mismo ya está bajo control ruso, se utiliza como depósito de residuos nucleares.
Seguridad energética y Unión de la Energía: estrategias contra la hegemonía energética rusa
En 2014 se publicó la estrategia de seguridad energética de la Unión Europea, donde se apuntaba a sus grandes vulnerabilidades por las dependencias del exterior. La estrategia también era una respuesta a las disputas de 2006 y 2009 entre Rusia y Ucrania que provocaron una interrupción del suministro y un auténtico pánico en los países del este de la UE. Poco después, en 2015, la Comisión Europea presentó una nueva estrategia bajo un nombre de apariencia menos defensivo y más afable: Unión de la Energía, una propuesta para que la UE creara un mercado único, hablara con una sola voz y por fin se pusiera manos a la obra para reducir la dependencia energética del exterior frenar el poder del Kremlin en Europa.
En ese momento, la narrativa en Bruselas alrededor del gas dio un salto cualitativo convirtiéndose en imprescindible para la transición energética. Cabe decir que en esos momentos, el Comisionado de Energía europeo era nuestro Dick Cheney nacional: Arias Cañete.
Sea como fuere, la Unión de la Energía construyó y alimentó el relato del gas como combustible de transición. Aunque de facto la centralidad del gas le confería un mayor poder a la Rusia de Putin, el esfuerzo político, diplomático, económico, financiero y territorial estaba dirigido a la diversificar los proveedores. Cabe decir que la Federación Rusa fue durante dos décadas (1990-2010) el mayor proveedor de petróleo, carbón y gas de la Unión Europea.
En ese momento viajamos a los territorios de diversificación: Argelia y Azerbaiyán. Argelia era considerado un socio estable con el que ya existían relaciones gasistas. Aunque poner mayor presión en los territorios de extracción de Hassi’R’Mel, en el Sahara argelino tenía un precio. El progresivo agotamiento de las reservas de gas y las exigencias de la exportación, habían sugerido utilizar el fracking en el país. Tuvimos la oportunidad de entrevistarnos con quienes que habían liderado el movimiento en contra del fracking, articulados a través de las redes de desempleados. La revuelta corrió como la pólvora en el sur del país –Ghardaia, In Salah, Ouargla, Tamanrasset– y, tras las exitosas protestas, algunas personas tuvieron que abandonar el país o ocultarse tras el más absoluto anonimato.
Poco después viajamos a Azerbaiyán, una ex república soviética gobernada por la familia Aliyev desde 1991, conocidos corruptos y represores, quienes, a pesar del conflicto en el Alto Karabaj, mantienen una buena relación con Rusia. La Unión Europea llegó a un acuerdo para construir un megagasoducto desde Azerbaiyán hasta Italia, 3.500km y 45.000 millones de dólares para by-pasar a Putin; pese a los más de 50 presos políticos azeríes. Pudimos entrevistar a Kadhiya Ismaliyova, Rasul Jafarov o Intigam Aliyev; encarcelados poco después por cargos fabricados por el régimen.
Además de la vía terrestre contra la hegemonía rusa, se completaba con una vía marítima: aumentar la capacidad de importación por barco estimulando la construcción de nuevas regasificadoras.
Todo este despliegue se ordenaba a través de los listados de Proyectos de Interés Común –PIC, una categoría que ofrecía a los proyectos una substancial aportación de dinero y garantías públicas a través de bancos públicos como el Banco Europeo de Inversiones y el Banco Europeo de Reconstrucción y desarrollo.
Alemania va por libre
En medio de todo este aparente esfuerzo, en abril de 2017, Gazprom, ENGIE, OMV, Royal Dutch Shell, Uniper y Wintershall firman un acuerdo para la construcción del Nord Stream 2, un megagasoducto que conectaría la Ust-Luga en la región rusa de Leningrado con la ciudad alemana de Greifswald. Para hacerse a una idea de su tamaño: entre los dos Nord Stream podrían suministrar el gas a tres España.
El Nord Stream 2 levantó duras críticas, sobre todo desde Estados Unidos., Reino Unido y la UE. Angela Merkel lo justificó: conseguiremos el gas más barato. Le faltó decir: para nosotros. El Energiewende, la transición energética alemana, necesitaba asegurar el cierre del carbón y de las nucleares con un suministro suficientemente barato de gas.
Las críticas al Nord Stream 2 continuaron al mismo ritmo que su construcción. Este proyecto también era una herramienta para Putin: le permitía reducir las exportaciones a través de Ucrania y minimizar los 2.000 millones de euros anuales con los que alimentaba a regañadientes al gobierno de la Ucrania maidanista.
¿Qué monstruo, entonces?
Pues hay más de uno. El primer monstruo es la doble dependencia: después de una década de retórica de seguridad, unión, diversificación y de dinero público contante y sonante, seguimos con una gran dependencia fósil y del exterior. Y Rusia aún ostenta más del 40% de las importaciones de gas de la UE, ingreso seguro para el Kremlin.
El segundo es la unión soldada entre Alemania y Rusia, el Nord Stream 2. Ahora nos quieren hacer creer que paralizar su puesta en marcha es una medida de presión. Pero ¿qué presión? ¿No será, más bien, la representación material del fracaso de la política de seguridad energética europea en los términos que se planteaba?
El tercero es el imperialismo. El ruso, por supuesto, con Putin en la cabeza. Ahora bien, no se olviden del presidente estadounidense, Joe Biden, que en el conflicto actual puede golpear el avispero cuando hay un océano de por medio y menos dependencias que la UE.
Cabría un cuarto y último monstruo que no ha tenido mucha presencia en el texto: el mercado. Las sanciones económicas ejemplares a Rusia veremos qué efecto tendrán. Por el momento, la volatilidad en los precios de la electricidad, de los hidrocarburos y de muchas materias primas va en aumento y se terminará transmitiendo a la ciudadanía.
Y con tanto monstruo al final es la gente corriente, la de aquí, la de Argelia, la de Azerbaiyán y ahora muy especialmente la de Ucrania, la que acaba siendo la mayor víctima.
Fuente: https://www.climatica.lamarea.com/europa-rusia-gas-politicas-monstruo/