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Euskadi, ¿y ahora que?

Fuentes: Rebelión

La decisión de ETA de abandonar la actividad armada representa un cambio en la situación política en el País Vasco y con indudable repercusión en el resto del Estado. Hacía ya demasiados años que la actividad de ETA era una dificultad añadida para el desarrollo de movimientos políticos y sociales que permitieran una ruptura con […]

La decisión de ETA de abandonar la actividad armada representa un cambio en la situación política en el País Vasco y con indudable repercusión en el resto del Estado.

Hacía ya demasiados años que la actividad de ETA era una dificultad añadida para el desarrollo de movimientos políticos y sociales que permitieran una ruptura con el orden establecido tras la transición del franquismo.

También durante demasiados años la derecha, con la excusa de ETA, se había adueñado de un mensaje reaccionario contra lo vasco y contra sus derechos como pueblo. El PSOE había sucumbido a esa política que representaba una alianza de todo lo más reaccionario de los partidos, la judicatura, policía e instituciones del Estado. Todo lo vasco podía ser identificado con ETA, perseguido, condenado y encarcelado.

Los mínimos derechos democráticos saltaron por los aires. La Ley de Partidos restringía derechos democráticos. Otegi fue encarcelado por delitos de opinión. Periódicos y revistas cerrados sin apenas excusas. Personas amenazadas de años de prisión por el hecho de ser partidarios de la cultura vasca. Ahora se abre una ocasión para cambiar.

¿Derrota? ¿Victoria?

El primer paso lo ha dado ETA. Ahora hace falta dar más pasos para lograr resolver el conflicto político. Prácticamente todos los medios de comunicación presentan la decisión como una derrota de ETA, tanto por la presión política como por la policial. Quieren presentarlo como una derrota del movimiento independentista vasco.

Históricamente el movimiento abertzale ha contado con una dirección política y una dirección político-militar. En la mayoría de las ocasiones la dirección político-militar se impuso a la política, o, en todo caso, la dirección política se supeditaba o complementaba a la militar. Desde la última tregua la dirección política fue convenciendo a las bases y a los cuadros de que había que cambiar el rumbo, de que la vía de las armas estaba agotada, que solo la vía política permitiría aguantar al movimiento.

Sin duda que la presión policial y judicial ha tenido su importancia, pero más como expresión de que ETA ya no estaba en condiciones de aguantar la represión por agotamiento de la actividad armada. Es decir, ha existido una evolución propia del debate político en el interior del movimiento abertzale por los cambios sociales producidos en los últimos años, acuerdo en Irlanda, 11-S y desprestigio de la actividad armada, que ha obligado que ETA tomara la decisión.

En ese sentido es una derrota política por agotamiento e ineficacia de la actividad armada.

No se trata de una derrota del movimiento abertzale vasco. En todo el proceso hasta la declaración de ETA la izquierda abertzale ha tenido la iniciativa. La tuvo en la firma del Acuerdo de Gernika, por el que se definían las condiciones para que ETA diera el paso, posteriormente la Conferencia Internacional celebrada en San Sebastián, con la presencia del antiguo secretario de la ONU, Khofi Annan, y numerosas personalidades estadounidenses, inglesas e irlandesas, dio el impulso definitivo. Viendo la manifestación del sábado 22 en Bilbao es difícil imaginar que el movimiento está derrotado. Con la mayoría en la Diputación Foral de Guipúzcoa y la alcaldía de San Sebastián el movimiento nunca tuvo tanta presencia institucional.

En el terreno político a quien ha pillado con el pie cambiado ha sido al gobierno Zapatero e incluso al gobierno vasco presidido por el socialista Paxti López. Fueron incapaces de comprender lo que ya estaba cantado, su presencia en la Conferencia Internacional fue testimonial y a regañadientes y al presidente vasco la declaración le pilló en un tren en Estados Unidos.

Las víctimas/Los presos

Como sucedió en el proceso sudafricano y posteriormente el irlandés, el problema de las víctimas, de un lado y de otro, se convierte en una cuestión muy importante, tanto políticamente como por los aspectos psicológicos y personales que conlleva. La derecha y los sectores más reaccionarios pretenden a través del problema de las víctimas obligar a pedir perdón por la actividad militar y por los daños causados.

En este terreno, como en otros, habrá que aprender de las experiencias sudafricana e irlandesa. Para levantar un tiempo nuevo, de reconocimiento democrático, se necesita reconocer a las víctimas, pero no solo a las de un bando, tanto a los familiares de las víctimas del terrorismo como a los presos y a los familiares de los muertos y de los presos del independentismo vasco.

La Conferencia Internacional de Paz que se celebró en San Sebastián define el marco en el que puede realizarse: » Instamos a que se adopten pasos profundos para avanzar en la reconciliación, reconocer, compensar y asistir a todas las víctimas, reconocer el dolor causado y ayudar a sanar las heridas personales y sociales».

La propia izquierda abertzale tiene una opinión al respecto. Su portavoz Maribí Ugarteburu ha declarado: «Es necesario el reconocimiento y la reparación a todas las víctimas del conflicto, y la izquierda abertzale ya está embarcada en ese trabajo».

En lo inmediato lo más urgente es tomar ciertas medidas que muestren que también por parte del Estado se está dispuesto a dar pasos. El acercamiento de los presos es un clamor, como lo ha demostrado la manifestación de Bilbao, la libertad de Otegi, Díez y demás dirigentes abertzales condenados por delitos de opinión, la legalización de Sortu… son medidas que podrán facilitar continuar dando pasos en la dirección adecuada para la normalidad política y democrática.

Derecho a decidir

Se abre una nueva situación política, pero no solo por el abandono de la actividad armada sino también para empujar mediante la acción política y la movilización de masas para lograr un objetivo político: conquistar el derecho del pueblo vasco a poder decidir su futuro y su relación con el resto del Estado español.

Algunos han defendido durante muchos años que la existencia de ETA era un impedimento para que Euskadi lograra mayores cotas de autogobierno y pudiera ejercer el derecho de autodeterminación. Si ese impedimento desaparece las cosas no pueden seguir igual, negándole el derecho de autodeterminación al pueblo vasco. No hay ninguna duda de que ni el Estado español, ni la derecha ni el PSOE están dispuestos a ceder. Habrá que lograrlo mediante la movilización y las urnas.

Es necesario tejer el máximo de alianzas entre todas las fuerzas dispuestas a ello, desde el independentismo hasta el federalismo, desde los que quieren una Euskadi independiente hasta los que defienden una federación con el resto de pueblos de España. Una alianza que se extienda a las izquierdas del resto del Estado. Es necesario volver a estrechar lazos entre las izquierdas de todo el Estado español para defender los derechos democráticos.

El punto de partida es lograr que el pueblo vasco ejerza su derecho a decidir. Las elecciones del 20-N serán una primera prueba. Los compañeros y compañeras vascas de LIA (organización hermana del POR en el País Vasco) están comprometidos en esa batalla y apuestan por Bildu, que en estas elecciones, junto con Aralar, se denominará Amaiur.

La clase trabajadora

En ese proceso no separamos artificialmente la lucha por los derechos nacionales, por el derecho a decidir, de los derechos sociales y las reivindicaciones de la clase trabajadora. En esta nueva etapa la clase trabajadora tiene también mucho que decir.

La legítima aspiración al derecho a decidir no puede ocultar que estamos inmersos en una profunda crisis capitalista que afecta de una manera particular a la clase trabajadora, tanto en lo que respecta al paro como a la pérdida de derechos y condiciones de trabajo.

En este proceso el movimiento obrero y sus sindicatos deben poner encima de la mesa sus propias reivindicaciones y su color, el rojo, a la lucha. Y una de las tareas será acabar con el enfrentamiento entre el sindicalismo abertzale y el sindicalismo confederal. La división sindical en Euskadi es una rémora para todas las luchas y particularmente para la clase trabajadora vasca.

Una nueva situación quiere decir también que hay que poner en cuestión lo que se hizo en el pasado para encontrar los nuevos caminos que satisfagan las exigencias y reivindicaciones nacionales y sociales.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.