Los documentos secretos recién divulgados por el National Security Archive arrojan nueva luz sobre la responsabilidad del gobierno de Estados Unidos -y específicamente de la CIA dirigida, entonces, por George H. W. Bush- en la abominable destrucción en pleno vuelo, el 6 de octubre de 1976, de un avión civil cubano y el asesinato de […]
Los documentos secretos recién divulgados por el National Security Archive arrojan nueva luz sobre la responsabilidad del gobierno de Estados Unidos -y específicamente de la CIA dirigida, entonces, por George H. W. Bush- en la abominable destrucción en pleno vuelo, el 6 de octubre de 1976, de un avión civil cubano y el asesinato de las 73 personas que iban en él.
Ya se sabía, por los papeles publicados el pasado mes de mayo, que Washington conocía, por lo menos desde junio de 1976, del plan para llevar a cabo tan descomunal crimen, tenía la información acerca de quiénes serían sus autores y estaba enterado de que Orlando Bosch y Luis Posada Carriles, los principales culpables, intentaban escapar de la justicia venezolana.
Pero lo que ahora se sabe, por uno de los documentos publicado hace apenas dos días, es sencillamente el colmo: el propio gobierno de Estados Unidos era quien se ocupaba de salvar a los terroristas y sus diplomáticos en Caracas conspiraban para ello con algunos funcionarios locales.
Se trata de un mensaje cablegráfico secreto que envió a Washington el jefe de la estación de la CIA en Caracas el 14 de octubre de 1976. En su último párrafo se refiere con pelos y señales a las reuniones que en la mañana del 10 de octubre, en la tarde del día 12 y nuevamente en la mañana del 13 del mismo mes, sostuvo la Embajada estadounidense con varios personajes, incluyendo al Director de la DISIP Raúl Giménez Gainza y Orlando García, asesor del entonces presidente Carlos Andrés Pérez. El objeto de esos encuentros era la entrega de Orlando Bosch a las autoridades norteamericanas. Sin nota diplomática, ni solicitud de extradición. Nada de eso menciona el informe. En las tres reuniones sus interlocutores, supuestamente hablando en nombre del mandatario venezolano, habían prometido entregarle a Bosch. Así de sencillo.
¿En qué fuente basaba la CIA semejante información? Esta vez no era un informante anónimo. Lo identifican claramente en la página 4 y sus palabras reportando esas reuniones, debidamente entrecomilladas, son citadas con todo cuidado. Se trata, nada más y nada menos, que del Embajador de los Estados Unidos en Venezuela.
El excelentísimo señor se lamenta de que «aún no he recibido la confirmación oficial acerca de la decisión del Presidente». (o sea de Carlos Andrés Pérez).
El régimen de George W. Bush lleva tres meses amparando a Luis Posada Carriles, se niega a extraditarlo a Venezuela y pretende escudarse en inventadas argucias y supuestos tecnicismos. El papá, George H. W. Bush, no pensaba en trámites legales ni procedimientos diplomáticos, le bastaba la conjura en la sombra. Entonces, como ahora, era la extradición estilo yanki. Intentar sacar a Bosch de Venezuela en octubre de 1976 y enviarlo a Estados Unidos para impedir la justicia. Retener hoy a Posada y no extraditarlo a Venezuela, para impedir la justicia. Ahora como entonces, el hijo igual que su padre, cómplices y protectores de los asesinos. Terroristas, ellos también, y tan culpables como sus protegidos.