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Extremadura saqueada, contexto y legado

Fuentes: Rebelión

 «…esta guerra que está por comenzar y que será lenta, porque males de siglos no se curan en pocos años…» Víctor Chamorro, Extremadura afán de miseria Villanueva de La Serena, Badajoz, sábado 1 de septiembre de 1979. Los más de cien alcaldes extremeños encerrados en el ayuntamiento, en protesta por la definitiva autorización estatal al […]

 «…esta guerra que está por comenzar y que será lenta, porque males de siglos no se curan en pocos años…»

Víctor Chamorro, Extremadura afán de miseria

Villanueva de La Serena, Badajoz, sábado 1 de septiembre de 1979. Los más de cien alcaldes extremeños encerrados en el ayuntamiento, en protesta por la definitiva autorización estatal al proyecto de central nuclear de Valdecaballeros, han llamado a manifestarse. El gobernador civil prohíbe la convocatoria; los alcaldes responden, impávidos: «la manifestación se celebrará». Y efectivamente, se celebra. Entre 25.000 y 35.000 personas logran reunirse en el pueblo, muchas tras largas caminatas a través de los campos, mientras otras 10.000 o 15.000 son interceptadas por el amplio dispositivo policial que bloquea carreteras y caminos. Los congregados marchan durante horas por todo el municipio, ante la desbordada impotencia de las fuerzas de orden público, con brazaletes negros, pancartas antinucleares y banderas verdes, blancas y negras de Extremadura. «Valdecaballeros no es negociable», «regadíos sí, nucleares no», «centrales nucleares a la finca de Suárez», corean.

La de aquel histórico primero de septiembre extremeño es una muchedumbre diversa y compleja, cuidadosamente urdida durante años de movilizaciones, con epicentro en las fértiles Vegas extremeñas del Guadiana, en cuya cabecera pretende instalarse la central, y con creciente eco en el resto de la región. En 1973, el franquismo había empezado a construir los dos reactores de la central cacereña de Almaraz y a buscar ubicación para otros dos en Badajoz. Pero la muerte del dictador, el proceso de cambio político y el inesperado despertar del pueblo extremeño dinamitan los planes del oligopolio eléctrico franquista para la región. En la movilización multitudinaria contra Valdecaballeros confluyen los trabajadores jornaleros, la pequeña y mediana propiedad agraria, la izquierda política parlamentaria y extraparlamentaria, los cristianos de base, los movimientos sociales o el mundo de la cultura. La UCD extremeña, en el gobierno de la Junta Preautonómica, se parte entre la obediencia debida a las consignas nuclearizadoras de su referente estatal y el clamor antinuclear de su pueblo, incluidos muchos de sus propios electores, cargos públicos e intelectuales afines.

El movimiento contra Valdecaballeros y otras luchas ecologistas, como el rechazo a los eucaliptales, y las duras, masivas y constantes luchas por la propiedad de la tierra, el salario del trabajo jornalero o el acceso de la población rural a servicios públicos e infraestructuras esenciales jalonan la singular singladura transicional extremeña. Frente a la Transición otorgada y delimitada por las élites transformistas del régimen anterior, en Extremadura se yergue otra: una Transición desde abajo hecha, diríamos hoy evocando la poética zapatista, del color de la tierra. Junto al extraordinario rigor y provecho científico de Extremadura saqueada, es necesario recordar y reivindicar su enorme impacto como obra inmediatamente política, tanto en su misma metodología, pionera y ejemplar de investigación participativa y empoderadora, como por supuesto en sus consecuencias, como eficacísimo instrumento de concienciación de esta movilización multitudinaria en pleno desarrollo. Extremadura saqueada es una obra única, pero no una obra aislada, que no puede ser enteramente comprendida sin una mirada a la Extremadura en transición en que fue concebida.

Así, si Extremadura saqueada (1978) y su continuación El modelo extremeño (1980) desvelan la economía política de la posición subalterna de la región como colonia extractiva intrametropolitana, los ocho volúmenes de la Historia de Extremadura (1981-1984) de Víctor Chamorro, previamente esbozada en su panfleto de combate Extremadura afán de miseria (1979), recuperan con altísimo vuelo literario y humanístico su historia centenaria de opresión y sufrimientos y también el tenaz hilo de sus alteridades y resistencias, enterrados los unos y las otras en la cuneta del olvido durante cuarenta años de rocosa noche franquista. También es el momento de la literatura comprometida de Luis Álvarez Lencero, Manuel Pacheco, Jesús Delgado Valhondo o José Antonio Gabriel y Galán (y de la relectura crítica de Felipe Trigo, Luis Chamizo, Carolina Coronado, José María Gabriel y Galán y otros clásicos de las letras extremeñas), de la canción de autor de Pablo Guerrero, Luis Pastor, Juan Antonio Espinosa o Pepe Extremadura, del periodismo cívico de publicaciones como Región Extremeña o Voz Castúa o de experiencias educativas alternativas como la Escuela Viva de Orellana La Vieja. Es también cuando vecinos de pueblos grandes y chicos de la región se autoorganizan para recuperar y dignificar los restos de numerosas fosas comunes de la brutal represión franquista sobre Extremadura, represalia de dimensiones genocidas por las grandes ocupaciones de tierras de la primavera de 1936. Este clima de reivindicación se extiende a la extensa comunidad emigrada -la «tercera provincia» de la región-, que convierte los centros culturales extremeños en el exterior en potentes dinamizadores del debate y la movilización sociopolítica. Junto a la bandera verde, blanca y negra -aún no oficial para las instituciones, pero sí para el pueblo extremeño en movimiento-, incontables pintadas, carteles, panfletos, pegatinas, llaveros y otros soportes salpican el paisaje civil cotidiano de la región con mensajes contra la injusticia social, el expolio ecológico y el caciquismo político. Se fragua, en resumen, en oposición y alternativa al declinante imaginario nacional-católico de la Extremadura «tierra de conquistadores» y «solar de Hispanidad», toda una nueva identidad colectiva extremeña, de amplia base social y enérgico sentido reivindicativo de clase, medioambiental y decolonial.

La llegada del PSOE al gobierno regional en 1983 -en el que se mantendría sin interrupción hasta 2011- y la aprobación pocos meses después del Estatuto de Autonomía cierran la transición extremeña e inauguran el que podríamos denominar como régimen extremeño de 1983, coexpresión territorial concreta y en no pocos aspectos singular del régimen español de 1978. El carismático Juan Carlos Rodríguez Ibarra arranca del gobierno central socialista la paralización de Valdecaballeros a cambio de asumir la continuidad de Almaraz, que entra en funcionamiento ese mismo 1983. La reforma agraria, aparte de un par de secarrales teatralmente expropiados a la Casa de Alba, se queda en el tintero; las grandes luchas del campo se prolongarán aún durante unos años, hasta que algunos avances en la protección social, la llegada de los fondos de cohesión de la Unión Europea y la creciente integración institucional del sindicalismo terminen por dispersarlas y apaciguarlas. Las políticas educativas y culturales del nuevo poder autonómico socialista, que nace sustentado por aquella hegemonía cultural crítica del período precedente, se orientan precisamente a desactivarla, en favor de una nueva autopercepción regional selectivamente amnésica y desproblematizada, en la que la crónica de la transición extremeña a la democracia va reduciéndose paulatinamente a la crónica exegética del papel jugado en ella por el partido gobernante, sus sindicatos afines o sus capellanías culturales; baste un vistazo superficial al repositorio de tesis y publicaciones periódicas de la Universidad de Extremadura, a la Revista de Estudios Extremeños o al catálogo de la Editora Regional de Extremadura para evidenciar el ínfimo interés prestado por el régimen cultural extremeño de 1983 a la historia social, los excedentes utópicos y las demandas irresueltas del tardofranquismo y el período transicional.

Con la extinción de aquella Extremadura rebelde de asambleas, encierros y marchas en que corría de mano en mano en ejemplares ajados por el uso comunal, Extremadura saqueada y su relato crítico de la realidad regional desaparecieron de circulación. Quedaron el libro y su entero contexto entreocultos en bibliotecas públicas o privadas (y de vez en cuando, en librerías de lance) y en la memoria íntima de sus testigos y protagonistas, rara vez evocada en la esfera pública y aún menos en la institucional. Hasta que, en 2004, un nuevo megaproyecto energético, una refinería de petróleo en la comarca de Tierra de Barros, uno de los pilares de la economía agroalimentaria de la región, desentierra inesperadamente aquella misma alianza del color de la tierra entre campesinos y ecologistas que decretase el fin de Valdecaballeros. La Plataforma Ciudadana Refinería No, como un cuarto de siglo antes hicieran las Comunidades de Regantes y Comisiones de Afectados de Valdecaballeros, señalará un antes y un después en la historia de Extremadura.

Nacida de la iniciativa local en los municipios más directamente afectados, Refinería No responde al inamovible respaldo al proyecto del compacto bloque de poder regional -gobierno y oposición mayoritaria, patronal y grandes sindicatos, medios públicos y privados- mutando en una plataforma impugnatoria de amplio espectro temático y geográfico, no ya solo enfrentada al proyecto refinero sino al entero estado de cosas que lo hace posible, y capilarmente extendida por toda la región. «Extremadura es una dictadura», se corea en sus incontables acciones de protesta, en las que, de nuevo, la bandera verde, blanca y negra es exitosamente resignificada como expresión de poder popular frente al poder oligárquico que promueve el proyecto petrolero y denigra, censura y reprime a sus opositores. La lucha contra la refinería se convierte, como antes se había convertido la lucha contra Valdecaballeros, en una gran conversación sobre el pasado, el presente y el futuro de la región.

Jamás reeditado, ausente o relegado a algún ignoto pie de página de volúmenes académicos y programas de estudio, difícilmente podía Extremadura saqueada ser recuperado al presente de otra forma que no fuese la incorporación de activistas de generaciones anteriores a la extensa red de solidaridades que la Plataforma concita. Aunque la memoria institucional parecía haber suprimido con éxito de la cultura política extremeña aquel período decisivo y problemático de la historia regional y sus enseñanzas, la memoria militante sirve de reservorio de ese saber contrahegemónico, que se reactiva ante la nueva amenaza socio-ambiental y una nueva alianza ecologista y campesina. Así fue como algunos viejos y olvidados ejemplares de Extremadura saqueada empezaron a sacudirse el polvo y volver a circular de mano en mano por nuevas asambleas, encierros y marchas del color de la tierra de Extremadura.

Además de esos escasos y preciados ejemplares impresos, entre 2007 y 2008 empiezan a circular en blogs de activistas antirrefineros, páginas de información alternativa como la edición extremeña de Kaosenlared y las todavía incipientes redes sociales algunos capítulos digitalizados de la obra, que suscitan ricos debates entre nuevos activistas y veteranos de Valdecaballeros y otras luchas de la Transición. En otoño de 2008, coincidiendo con el trigésimo aniversario de su publicación, se promueve desde Villanueva de La Serena y Don Benito una campaña de peticiones a la Consejería de Cultura de la Junta de Extremadura y la Editora Regional instando a la reedición del volumen. El 24 de octubre se celebra en Don Benito un coloquio sobre Extremadura saqueada, presentado por Jesús Gómez Romero, histórico activista ecologista y vecinal villanovense, uno de aquellos jóvenes antinucleares extremeños que habían participado en su elaboración y difusión y, treinta años después, sumaban su esfuerzo a la Plataforma antirrefinera.

Con una extraordinaria inteligencia organizativa y estratégica, el movimiento contra la refinería mantuvo el proyecto contra las cuerdas durante siete años, hasta que el impacto de la crisis terminó por hacerlo financieramente inviable. Cumplida su misión, la Plataforma se disolvió, pero su relato crítico de la historia y el presente de Extremadura, coherente extensión científica y cívica del empeño de Extremadura saqueada, multiplicada en forma de informes, libros, documentales y sobre todo cientos de asambleas, conferencias y debates celebrados por todo el territorio, en los que participaron miles de extremeños, perdura como valioso capital cultural y político contrahegemónico, de renovada vigencia ante la reiterada amenaza de nuevos proyectos extractivistas en las condiciones redobladamente hostiles de crisis económica, involución política y catástrofe climática.

La reciente digitalización íntegra y libre distribución de Extremadura saqueada desde la web personal de José Manuel Naredo es una felicísima noticia. Permite, por fin, su acceso directo y generalizado a cuantos en Extremadura se movilizan hoy contra los estragos del TTIP, el CETA y otros tratados comerciales globales sobre la economía agroalimentaria regional, contra el reparto oligárquico de los fondos de la Política Agraria Común, por el cierre definitivo de la central nuclear de Almaraz, contra proyectos mineros de uranio, níquel o litio o contra los incendios y las negligentes políticas forestales que los alientan, a la vez que multiplican alternativas de desarrollo políticamente emancipadoras, económicamente justas y medioambientalmente sostenibles para la región.

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Capítulo del volumen colectivo Dominación y (Neo-)extractivismo. 40 años de Extremadura Saqueada. Pensamiento crítico y luchas por el territorio (Campo Adentro/Inland y Matadero Madrid, 2018), coordinado por David Prieto y Fernando García-Dory. http://inland.org/wp-content/uploads/GE_extremadura_saqueada_WEB.pdf

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