ALTO EL FUEGO DE ETA: CONFLICTOS INTERBURGUESES Y COMBATE DE CLASES POR LA HEGEMONÍA IDEOLÓGICA En el circo mediático, los canales de televisión no informan, sólo preparan las condiciones ideológicas para que las fuerzas político-económicas burguesas a las que representan ganen puntos en este proceso abierto tras el anuncio de ETA de alto el fuego […]
ALTO EL FUEGO DE ETA: CONFLICTOS INTERBURGUESES Y COMBATE DE CLASES POR LA HEGEMONÍA IDEOLÓGICA
En el circo mediático, los canales de televisión no informan, sólo preparan las condiciones ideológicas para que las fuerzas político-económicas burguesas a las que representan ganen puntos en este proceso abierto tras el anuncio de ETA de alto el fuego permanente. En el estado español pocos saben lo que realmente pasa, la mayoría de la gente apenas sabe lo que los intereses electoralistas de cada sector de la burguesía permiten que se sepa. Unos (el PSOE y sus aliados coyunturales) hablan de «esperanza y cautela», otros (el PP y sus aliados coyunturales) de «tregua-trampa». Por su parte, la izquierda abertzale también trabaja para que el otro sector social, la clase oprimida (en este caso de Euskal Herria), fortalezca su poder político. A pesar de la complejidad de este escenario debemos intentar extraer los elementos principales que nos permitan entender lo que está ocurriendo y afrontar el debate en las mejores condiciones posibles.
¿Qué busca ETA?
Por un lado, agudizar las contradicciones en la clase política. Una vez que el gobierno, en sus discursos televisivos, ha supeditado la creación de cualquier mesa de negociación a que ETA declare un alto el fuego, ahora la pelota queda en el tejado de los poderosos, obligándoles a salir del inmovilismo. ETA, con este alto el fuego, en principio no pierde nada: si el gobierno toma medidas en favor del pueblo vasco en lucha (acercamiento de presos, legalización de Batasuna, etc.), el proceso avanzaría en términos favorables; si la crisis interburguesa se intensifica (gracias al boicot a las negociaciones que realizará el PP), ETA habría, cuanto menos, demostrado nuevamente su voluntad de caminar hacia la paz. El «alto el fuego permanente» es, en realidad, una tregua: no es ningún abandono de las armas ni la renuncia definitiva a ellas. Es probable que desde el gobierno se haya dicho a ETA que necesitan «construir un consenso mediático mínimo» para poder abrir una mesa de diálogo. Esos requisitos mínimos pasan, en teoría, por el abandono de las armas, algo obviamente inaceptable para ETA (si abandonan las armas antes de sentarse a negociar, se quedarían sin su moneda de negociación). Entonces, para no repetir conceptos pasados y para dar una sensación mediática de que ETA «ha dado un paso más allá», el concepto utilizado ahora es el de «alto el fuego permanente». El PSOE y sus aliados han respondido automáticamente al anuncio con el unánime calificativo de «oportunidad a la esperanza» y todos tan contentos.
¿Qué busca la Izquierda Abertzale (IA)?
Algo que todos los implicados saben pero nadie dice, es que el problema real aquí no es un grupo armado por sí solo, sino el conjunto de los sectores populares en lucha, es decir, la IA. El alto el fuego de ETA sólo pretende darle la razón una vez más a la IA: la voluntad de diálogo está de su lado, no del de la burguesía. Su objetivo por tanto es participar en el proceso y conquistar, a través de la movilización (activando al máximo a su militancia y conquistando cada vez más conciencias), las reivindicaciones que se planteen en la mesa de negociación. No hay que olvidar que la IA ha planteado que la resolución del conflicto vasco pasa por la creación de dos mesas de diálogo (una con ETA y otra con los agentes sociales) y hasta ahora el gobierno sólo ha hablado con claridad de una de ellas. Al igual que en los últimos años la IA ha pasado por encima de la Ley de Partidos y del Pacto Antiterrorista, consiguiendo (entre otras cosas) que cientos de miles de personas defiendan a los represaliados en el proceso 18/98 y participen en una huelga general en respuesta a la muerte de dos presos políticos vascos en las cárceles españolas, ahora se trata de que sea el pueblo el que empuje para que las reivindicaciones inmediatas (legalización de Batasuna, acercamiento de presos a Euskal Herria, etc.) se conviertan en conquistas. Desarrollado este proceso en el tiempo, la IA se encontrará en mejores condiciones (más gente concienciada, comprometida e implicada en la movilización) para plantear reivindicaciones a mayor escala, como el derecho de autodeterminación. Así, en la primera comparecencia pública de Batasuna tras el comunicado de ETA, la formación abertzale exigió al gobierno el fin de «todas las medidas represivas y de condicionamiento de la actividad política». Es decir, Batasuna presionará para conseguir su participación en la negociación y las conquistas que puedan derivar de ella, como su legalización, y lo hará a través de la movilización social. En el mismo sentido, el secretario general del sindicato abertzale LAB llamó a poner en marcha «un auténtico tsunami social por las soluciones democráticas y la paz», que garantice la «irreversibilidad del proceso». Por otra parte, Batasuna ha insistido en que la «implicacion de la comunidad internacional en la búsqueda de una solución democrática al conflicto es un factor importante». Con este elemento se pretende blindar el proceso frente a las seguras intentonas por parte de la ultraderecha españolista de boicot. Es decir, la IA está lanzando a la población las claves para que el proceso se desarrolle, permitiendo que el pueblo vasco sepa hacia dónde tiene que caminar en esta lucha coyuntural. Hay algo que la IA ha aprendido en estos últimos años de represión salvaje: el pueblo en lucha es la mejor garantía del éxito político. Cuando el PP ilegalizó a Batasuna, a Autodeterminaziorako Bilgunea (AuB), a Herritarren Zerrenda (HZ), a Aukera Guztiak (AG)…, ETA no intensificó su actividad armada. Por contra, lleva ya cerca de 3 años sin realizar atentados con víctimas mortales. Fue la izquierda abertzale quien consiguió convertir la represión en un inmenso motivo para la movilización de masas y a día de hoy podemos entender que la respuesta construida ha sido efectiva. El poder no puede derrotar a la IA por la vía policial tan fácilmente, por eso ahora lo intentará por la vía de la desmovilización.
¿Qué busca el PSOE?
Los objetivos inmediatos son dos: a) ganar las próximas elecciones generales del 2008, atribuyéndose la consecución de una tregua de ETA y el inicio de un escenario de paz, y b) mantener a los pueblos del estado español entretenidos con este proceso de negociación mientras nos meten con calzador la nueva reforma laboral y en general las políticas neoliberales que les toca aplicar en esta legislatura. A medio-largo plazo, aunque sin la menor garantía real, el objetivo sería desmovilizar a la IA. Se trataría de algo así como «la segunda transición» (o más bien «a la segunda transición va la vencida»): al igual que los Pactos de la Moncloa sirvieron para desmovilizar a la izquierda (prácticamente en todo el estado, salvo en Euskal Herria) y profundizar la política capitalista, ahora se pretende entrar en una fase de negociación en la que, a través de la guerra de desgaste, desde el gobierno se ceda lo menos posible a cambio de que la IA desactive sus mecanismos de movilización. Por eso los dirigentes europeos saludan sonrientes a Zapatero. El PSOE no ha dudado en advertir que «el proceso será largo y difícil» y que «se tomará su tiempo» a la hora de llevar a cabo medidas. Es decir, «largo» para desgastar a la IA (en potenciales debates internos que podrían generarse alrededor de cuánto ceder y en general de cómo actuar en un proceso en el que las herramientas de presión social serán calificadas de «chantajes») y a la vez hacer tiempo para llegar en buenas condiciones a la próxima campaña electoral; y «difícil» porque sabe que el PP y los sectores más conservadores de la burguesía españolista, no se lo pondrán fácil. Ante todo, lo que no podemos perder de vista es que cualquier «diálogo» entre opresores y oprimidos no es más que una ficción basada en intereses estratégicos. Por tanto, el objetivo del PSOE en este caso es debilitar, dividir y en definitiva derrotar al pueblo vasco en lucha, allanando el camino para la «normalización» (empresarial) en Euskal Herria. El gobierno es consciente de que el PP se opondrá a las negociaciones, no sólo para evitar regalarle «la victoria de la paz» al PSOE, sino además porque el PP representa a los sectores de la burguesía que no quieren más que aplastar a la resistencia vasca. El PSOE está haciendo un esfuerzo por crear una sensación de «esperanza» (palabra que repite hasta el hartazgo), llamando a la «unidad de los demócratas». Con esto pretende forzar al PP a que respete el proceso de negociación, aceptando la posible cesión de migajas, y para que en caso de que el proceso finalmente fracase, sacar igualmente beneficio político dejando al PP como «enemigos de la paz».
¿Qué busca el PNV?
El lehendakari Ibarretxe anunció, en su primera declaración pública tras el comunicado de ETA, que «ya hemos contactado a todas las fuerzas políticas para abrir un proceso de negociaciones sin exclusión». Es decir, el PNV pretende erigirse como el protagonista, en el ámbito de Euskal Herria, del proceso de paz. Su intención es que el proceso dure lo máximo posible siempre que ellos estén en la situación de protagonistas, buscando un desgaste de la IA, a la vez que se presentarán a las próximas elecciones autoproclamándose como los conductores del proceso de paz. El mayor desafío del PNV es lograr que la mesa de negociación no suponga un fortalecimiento de la IA, y que las potenciales conquistas que de ella deriven sean victorias atribuibles a «la voluntad del PNV por lograr la paz» y no a la IA ni a ETA.
¿Qué busca el Partido Popular (PP)?
El PP va a llevar una estrategia de boicot a las negociaciones. Presumiblemente esta estrategia será dura y a la vez sutil. Será dura, en el sentido de que cada movimiento del gobierno que efectivamente suponga una suavización de la política represiva, por pequeña que sea, será respondido por el PP con la agitación parlamentaria y extraparlamentaria. Será sutil, en el sentido de que el PP no quiere aparecer ante la opinión pública como el «enemigo de la paz», sino tirar la pelota en el tejado del PSOE y dejarles a ellos como «los enemigos de España» y «el cómplice del terrorismo». Con el fracaso (provocado o no, al PP le da igual) de las negociaciones, la ultraderecha legitimaría mediáticamente su discurso de mano dura a la vez que enterraría el discurso del PSOE, intentando hacerles perder las próximas elecciones presidenciales. Las condiciones que el presidente del PP, Mariano Rajoy, ha puesto para apoyar la «negociación» son tres: que la policía y las fuerzas de seguridad del estado continúen con su actividad «antiterrorista» (o sea, acosando manifestaciones y deteniendo militantes), que el poder judicial continúe criminalizando a la IA (o sea, encarcelando activistas y manteniendo la política de ilegalización) y que la administración penitenciaria se mantenga intacta (o sea, sin acercamiento de presos y mucho menos con excarcelaciones). Es decir, que la represión continúe como si tal cosa. Para desarrollar esta estrategia el PP ya tiene puestas las bases necesarias. Su frente social, la Asociación de Víctimas del Terrorismo, ha realizado tres manifestaciones de masas en menos de dos años para derechizar a la opinión pública bajo los postulados del PP. Recientemente se realizó el III Congreso de Víctimas del Terrorismo donde el mensaje central fue la negación al «diálogo con los terroristas». Así mismo, las amenazas golpistas producidas en el marco de las negociaciones del Estatuto Catalán, reflejan el apoyo en determinados sectores del poder militar, que podrían continuar con sus amenazas en caso de que el proceso no camine por el sendero que guste al PP y al españolismo más conservador. Por último, no hay que olvidar el aumento de agresiones neonazis que vienen produciéndose a lo largo y ancho del estado español desde que el PSOE ganó las últimas elecciones. Todo esto significa que el franquismo institucional ha reactivado a sus cúpulas y a sus bases para mantener su poder político aún estando en la oposición.
Dos conclusiones para la izquierda anticapitalista en el estado español
1. Desde la concepción del poder, la negociación en Euskal Herria no puede significar ablandar la política represiva en el resto del estado. De hecho, no puede permitir que se entienda lo que está ocurriendo en Euskal Herria, como que la lucha sirve para algo… Por tanto, no es descartable que la negociación en Euskal Herria se traduzca, fuera de Euskal Herria, en un aumento (indeterminado) de la represión, para lo cual deberíamos estar despiertos y preparados.
2. Desde fuera de Euskal Herria no podemos quedarnos de brazos cruzados ante este proceso abierto. Debemos empujar, a través de la movilización, para que el proceso se desarrolle en favor de la izquierda abertzale, poner sobre la mesa las verdaderas soluciones del conflicto, reivindicar la autodeterminación de los pueblos (y por qué no, el socialismo), denunciar la constitución monárquica, rechazar la represión a cualquier nivel y sobre todo rechazar la fórmula «paz por capitalismo». Hay que contribuir con nuestras modestas fuerzas a que la ultraderecha se debilite y a que el gobierno ZP no justifique su política neoliberal con la coartada de la paz (coartada que ya ha utilizado más de una vez, empezando por la retirada de las tropas de Iraq). Esto no es cosa de la burguesía y el pueblo vasco, sino de la burguesía y de todos los pueblos que tienen algo que decir frente a la embestida del capitalismo imperialista. Todos los pueblos deberíamos empujar para extender la solidaridad, para que el pueblo vasco rentabilice al máximo el proceso y también para fortalecer la conciencia anticapitalista colectiva.
* Mariano Pujadas. Corriente Roja. Madrid.