En un gesto sin precedentes hacia las entidades de la sociedad civil, la reunión anual de la FAO sobre seguridad alimentaria dio esta semana la bienvenida a unos 150 activistas, que participaron en pie de igualdad con los delegados de los gobiernos. Los esfuerzos de la activista Sarojini Rengam por hacerse oír en las reuniones […]
En un gesto sin precedentes hacia las entidades de la sociedad civil, la reunión anual de la FAO sobre seguridad alimentaria dio esta semana la bienvenida a unos 150 activistas, que participaron en pie de igualdad con los delegados de los gobiernos.
Los esfuerzos de la activista Sarojini Rengam por hacerse oír en las reuniones sobre seguridad alimentaria mundial en Roma rara vez dieron algún fruto durante una década. La estructurada agenda de las reuniones de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación) marginaba totalmente a la sociedad civil.
Pero esta semana, a otros activistas como ella, directora ejecutiva del capítulo Asia-Pacífico de la Pesticide Action Network (Red de acción contra los pesticidas), con sede en Penang, se les concedió tiempo para transmitir sus preocupaciones hacia el fin de la reunión anual del Comité de Seguridad Alimentaria Mundial (conocido por sus siglas en inglés, CFS), que se realizó en la capital italiana.
Esta suerte de posdata de la conferencia llegó luego que los representantes de los gobiernos ya habían redactado el documento final, este viernes.
«A menudo las organizaciones de la sociedad civil eran vistas como terroristas ambientales», dijo Rengam. Pero eso ya no ocurre más. Esta semana «nuestros planteos no fueron ignorados, como en el pasado», expresó Rengam en una entrevista telefónica desde Roma. «Nuestros puntos de vista fueron tomados en cuenta, por ejemplo en materia de adquisición de tierras, que es un problema importante en Asia. Esto fue un gran salto», agregó.
Otros activistas, como Marlene Ramírez, también disfrutaron del nuevo espíritu de inclusión que se exhibió en la sede de la FAO, donde este sábado finalizará oficialmente la reunión intergubernamental de alto nivel del CFS. «Nos dio mucho poder. Tuvimos oportunidades de intervenir simultáneamente, dado que estábamos allí en un plano de igualdad con los gobiernos», dijo Ramírez, secretaria general de la Asian Partnership for the Development of Human Resources in Rural Areas (Asociación asiática para el desarrollo de recursos humanos en áreas rurales), una organización no gubernamental con sede en Manila. «Esto ha marcado una diferencia importante para la sociedad civil», agregó.
Los debates de esta semana para hallar soluciones a la seguridad alimentaria se vieron influenciados por «las voces de muchos sectores de la sociedad civil», reveló durante una entrevista desde la sede de la reunión. «Los gobiernos no oyen soluciones alternativas y la necesidad de explorar vías alternativas», dijo.
Rengam y Ramírez fueron dos de los 150 representantes de la sociedad civil de todo el mundo que participaron en la reunión de esta semana. De este modo estuvieron representadas organizaciones regionales e internacionales de agricultores, criadores de ganado e indígenas. Este quiebre en relación al formato de las reuniones convencionales de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), donde las entidades de la sociedad civil son relegadas a un espacio marginal, a veces apenas simbólico, ya está recibiendo elogios de algunos delegados gubernamentales, entre ellos los de Filipinas y Argentina.
Que los gobiernos miembro hayan reconocido el rol de las organizaciones no gubernamentales «sirve como garantía de que se escuchen las voces a las que excluimos en el pasado», dijo en una entrevista la filipina Noel de Luna, actual presidenta del CFS. «Las organizaciones de la sociedad civil están directamente en contacto con las personas hambrientas y que viven en la pobreza, y pudieron llevar esa realidad a los debates», añadió. «En el pasado, lo único que oíamos era las declaraciones de los gobiernos», dijo.
La primera señal de esta campaña para que las organizaciones de la sociedad civil fueran incluidas en el CFS surgió entre 2007 y 2008, mientras el mundo lidiaba con la suma de las crisis alimentaria y del combustible, seguidas por el colapso financiero mundial. «Se reconoció gradualmente que los temas de la seguridad alimentaria y la disponibilidad de alimentos no pueden ser resueltos solamente por parte de los gobiernos», dijo Thomas Price, director de la rama de la FAO que trabaja con los activistas. «Los gobiernos querían que este organismo (el CFS) fuera el principal en materia de seguridad alimentaria», expresó. El resultado, con las organizaciones de la sociedad civil sentadas por primera vez a la mesa, es «un cambio radical, si no revolucionario», dijo a IPS. Sin embargo, admitió que «algunos gobiernos dudan y se resisten» a la participación de esas organizaciones, mientras que otros la facilitan.
El hecho de que la FAO permita la participación de activistas de la sociedad civil en la elaboración de políticas de seguridad alimentaria se reitera en Asia-Pacífico, donde viven dos tercios de las más 1.000 millones de personas que pasaron a padecer hambre todos los días en 2009. La cantidad de habitantes de la región que se convirtieron en hambrientos crónicos pasó de 609 millones en 2008 a 658 millones en 2009. Esta cifra empaña los elogios prodigados a la región conocida por su gran crecimiento económico, que «ha beneficiado a los ricos y a la clase media, pero no a quienes viven bajo la línea de pobreza», dijo a IPS el director regional de la FAO, Hiroyuki Konuma. Ellos fueron los más afectados por las crisis alimentaria y financiera, sostuvo.
Esta desigualdad se está ampliando, y reuniones como la del CFS ayudan a abordar «no sólo los problemas de aumentar la producción alimentaria, sino (…) cómo pueden los agricultores acceder a alimentos para reducir la pobreza», agregó. «Si queremos cambiar la política, la población de cada país debe influir en la dirección política de los nuevos programas agrícolas», dijo. «Los asuntos de la seguridad alimentaria no pueden ser resueltos únicamente por las agencias de la ONU o por gobiernos individuales. Tenemos que construir la solidaridad (…) incluyendo a la sociedad civil», añadió Konuma.