«Nací en 1940 en un harén de Fez, ciudad marroquí del siglo IX, cinco mil kilómetros al sur de Madrid, una de las peligrosas capitales de los cristianos. Mi padre decía que con los cristianos, al igual que con las mujeres, los problemas empiezan cuando no se respeta la frontera sagrada o hudud. Yo nací en pleno caos, porque ni los cristianos ni las mujeres respetaban las fronteras.» (Fátima Mernissi, Sueños en el umbral. Memorias de una niña del Harén, 1994)
Así contaba sus orígenes Fátima Mernissi, reconocida escritora e intelectual feminista del mundo árabe. Falleció este lunes 30 de noviembre en una clínica de Rabat a los 75 años, tras una enfermedad que padecía hacía tres años.
Su carrera académica ha sido muy intensa, traspasando varias fronteras geográficas: luego de licenciarse en Ciencias Políticas en Marruecos, continuó estudiando en París, en la Universidad de la Sorbona, para luego hacer en Estados Unidos un doctorado en Sociología en la Universidad de Brandeis. A su regreso a Marruecos en los años 70′, ejerció como profesora en la Universidad de Mohamed V de Rabat, a la vez que se dedicó a la investigación en el Centre Universitaire de la Recherche Scientifique.
Este intenso recorrido tiene un gran mérito habiendo sido hija y nieta de mujeres analfabetas. El único idioma que había hablado era el árabe hasta los veinte años, cuando aprendió francés e inglés. Escribió varias obras traducidas a gran cantidad de idiomas como «Sexo, ideología e islam» (1975), «Sultanas olvidadas» (1990), «Marruecos a través de las mujeres» (1991), «Sueños en el umbral. Memorias de una niña del harén» (1994), «El miedo a la modernidad: islam y democracia» (2007).
Desde su propia perspectiva feminista árabe, que requiere muchos debates que abordamos en el artículo «Las mujeres en el mundo árabe y musulmán. El feminismo frente a la islamofobia occidental», Fátima Mernissi ha dado cuenta a lo largo de sus obras de cómo las mujeres marroquíes han sabido romper «los límites del harén», diagnosticando el carácter de su opresión así como las estrategias para su liberación. La opresión ejercida por lo que ella llamaba «poderes autóctonos» y la del poder colonial del imperialismo occidental, hará que sus estrategias de emancipación contengan un amplio espectro de la opresión de género: la lucha contra la marginación social, política y económica.
Mernissi ha sido tan implacable en su lucha contra los poderes políticos y religiosos de Marruecos y los países árabe-musulmanes, como crítica con sectores del feminismo europeo que según su visión subestimaban a las mujeres árabes y su poder de actuación: «Que algunas feministas occidentales vean a las mujeres árabes como esclavas serviles y obedientes, incapaces de tomar conciencia o de desarrollar ideas revolucionarias propias, sin seguir al dictado de las mujeres más liberadas del mundo (de Nueva York, París y Londres), a primera vista parece más difícil de entender que una postura similar en los patriarcas árabes.»
Desde este punto de vista, su pensamiento tuvo un doble interlocutor, que desde diferentes ángulos se conectan en la siguiente idea: la crítica a la «exotización» de las mujeres árabes consecuentemente con la pérdida de reconocimiento y de subjetividad.
Las mil y una noches, los mil y un motivos para rebelarse
Mernissi desarrolló todo su pensamiento a partir su experiencia de vida, «Tienes que aprender a gritar y a protestar, del mismo modo que has aprendido a caminar y a hablar. Llorar cuando te ofenden es como pedir más. A mi madre le preocupaba tanto la idea de que con los años me convirtiera en una mujer sumisa que en las vacaciones de verano consultó a la abuela Yasmina, conocida por no tener igual a la hora de organizar enfrentamientos.» (Mernissi, 1994)
Estas eran las primeras mujeres -su madre y su abuela- que enseñaron a Fátima Mernissi de pequeña a rebelarse en su «casa cuadrada» llena de fronteras entre hombres y mujeres. Su pensamiento quiso transmitir, a partir de su propia experiencia, que «la resistencia de las mujeres es un fenómeno autóctono». Y que la oposición y crítica a los líderes religiosos y políticos árabes, viene de las propias mujeres árabes, declarándose en rebeldía y siendo una verdadera amenaza para el sistema patriarcal.
Es por ello que las feministas y mujeres árabes han sido acusadas de «introducir ideas destructivas importadas de Occidente de Washington o de París»; una crítica bastante filosa si conocemos la propia historia de penetración imperialista y colonización europea. Fátima Mernissi partía de la idea de que el Corán había incorporado en los últimos catorce siglos los arquetipos de relaciones patriarcales que contienen las dos grandes religiones monoteístas: el judaísmo y el cristianismo, que el Islam reconoce como fuentes referentes.
A su vez, esta rebelión estuvo ligada a los procesos de lucha por la independencia nacional y antiimperialista: «Los cristianos se peleaban continuamente, igual que los musulmanes, y los españoles y los franceses casi se mataron los unos a los otros cuando cruzaron nuestra frontera. Luego, como ninguno de los dos bandos consiguió derrotar al otro, decidieron partir Marruecos por la mitad. « (Mernissi, 1994). Y según Mernissi, la frontera para las mujeres del mundo árabe en el ámbito cultural y social, se reforzaba aún más por la injerencia colonial del imperialismo.
Mernissi también cuestionaba la gran cantidad de derechos vedados para la mujer, incluso en la época pos colonial. Las condiciones laborales en relación al trabajo doméstico, los derechos de participación política, igualdad de trabajo y educación, eran derechos a conquistar para estas mujeres. La igualdad en el trabajo, con igualdad de derechos profesionales estaba ligado también a la igualdad de oportunidades para la educación.
En cuanto a la mujeres trabajadoras, Mernissi fue pionera en analizar el trabajo doméstico como una de las ocupaciones fundamentales de las mujeres marroquíes, no reconocido como tal. Para ella, las fronteras creadas por la dominación y explotación imperialista creaban otras, más invisibles para la mujer, que reforzaban enormemente las jerarquías patriarcales en el ámbito laboral. Mernissi va a denunciar que las mujeres quedaban relegadas a trabajos domésticos cada vez más invisibles y desconsiderados, sin poder ir a la escuela ni obtener un título o trabajo, ya sea en el ámbito público o privado.
Por tanto, el reconocimiento del diagnóstico de opresión, llevará a formas diferentes y variadas de emancipación. Las mujeres de Las mil y una noches, tuvieron los mil y un motivos para rebelarse; y así lo hicieron.
Racismo e imperialismo
«Tía Habiba decía que cualquiera podía conseguir que le creciesen alas. (…). – Es simple cuestión de mantenerse alerta y captar la seda crepitante del sueño alado- me dijo. Pero me indicó también que había dos requisitos previos para conseguir alas-: El primero es sentirse cercada, y el segundo creer que puedes romper el cerco.»
La mujer ha sido siempre el blanco de ataque del mundo imperialista occidental, como cobertura para cuestionar a todo el mundo árabe y musulmán «retrógrado y bárbaro» que debería dejarse dominar por las «avanzadas y civilizadas» ideas de occidente. Para Mernissi será a través del trato a la mujer que se puede ver el supuesto «atraso» de estas sociedades, llevado a cabo también por las feministas occidentales respecto a las mujeres del mundo árabe, dirigiéndose a ellas con supuestos falsos y prejuicios raciales transmitiendo así su superioridad europea, modelos racistas e imperialistas y puntos de vistas «dogmáticos» sobre «la mujer oriental» como una abstracción ideal e inmutable.
Sumamente crítica con las feministas occidentales planteaba que «Una mujer que se considera feminista, en vez de vanagloriarse de su superioridad con respecto a las mujeres de otras culturas y por haber tomado conciencia de su situación, debería preguntarse si es capaz de compartir esto con las mujeres de otras clases sociales de su cultura.»
Fátima Mernissi luchó por el reconocimiento de la profundidad de la lucha de las mujeres del mundo árabe, así como en los países coloniales o semi coloniales. Sus reclamaciones «debieron romper el cerco», para plantearse demandas claramente políticas, por igualdad de condiciones de trabajo y educación. Y ligado a ello, la lucha contra el imperialismo como la causa que recorre todos sus planteamientos en la lucha por sus derechos.
La tía Habiba de las Memorias de una niña del Harén, decía que cualquiera podía conseguir que le creciesen las alas: «Era simple cuestión de concentración. No tenían que ser necesariamente visibles como las de las aves; las invisibles eran buenas, y cuanto antes empezara una a concentrarse en el vuelo, mejor.». Creo que la cuestión es sentir las ganas incontrolables, o «la seda crepitante del sueño alado»; como los sienten, las mujeres doblemente explotadas y oprimidas, más aún de los países coloniales o semicoloniales.