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XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe [México, del 16 al 20 de marzo]

Feministas contra los fundamentalismos

Fuentes: SEMlac

Cuando se están cumpliendo 99 años desde que Clara Zetkin instituyó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, se realizará en México del 16 al 20 de este mes el XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, para analizar cuánto daño hace al mundo el fundamentalismo. Esa visión fundamentalista incrustada en nuestras […]

Cuando se están cumpliendo 99 años desde que Clara Zetkin instituyó el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer, se realizará en México del 16 al 20 de este mes el XI Encuentro Feminista Latinoamericano y del Caribe, para analizar cuánto daño hace al mundo el fundamentalismo.

Esa visión fundamentalista incrustada en nuestras cabezas y cuerpos; actitud que impide escuchar al otro, a la otra. Resultado: guerra, conflicto, violencia contra las mujeres, desazón y heridas.

Los encuentros feministas se iniciaron en 1981, época en la que se descubrió que no es suficiente tener derechos, si estos, además de no ejercerse, forman parte de un entramado social y político de simulación.

Estas reuniones son el sitio para hacer balances y analizar estrategias, poner nuevos temas y mirar por dónde va el camino. Hoy, globalización y guerra parecen coparlo todo.

El 28 de febrero, feministas mexicanas de 14 entidades del país y de todos los sectores reconocieron que hay varios feminismos y que el movimiento idealizado y de grandes masas no existe.

Reconocieron la existencia de una desvinculación con las mujeres reales, cotidianas y las activistas, académicas; mujeres políticas y grupos de interés u organizaciones no gubernamentales.

Las mujeres reales no están organizadas, guardan distancia de los temas feministas, algunas incluso los rechazan por desconocimiento. Otras no ejercen sus derechos por ignorancia y no existe política capaz de incluirlas a todas.

Consideraron en esa reunión, previa al encuentro feminista, que urge crear una base social y una masa crítica apta para hacer efectivas leyes y políticas que anuncian los gobiernos en todo el mundo, con motivo del 8 de marzo, y que las mujeres esperan sean realizables.

Las reunidas, unas 200, aprovecharon el espacio para conocer y coordinarse con las responsables de la celebración en México del IX Encuentro y para reanudar un diálogo entre todas las feministas, detenido en 2006, desde la debacle política.

Acordaron un manifiesto en contra de la militarización creciente en México, por el cese de la impunidad en materia de justicia y para denunciar las políticas de simulación que impiden el real avance de las mujeres.

También ahí se discutió, entre telones y pasillos, el problema de su participación político-electoral, al analizar que los partidos políticos rehúsan, con frecuencia, la responsabilidad de cumplir con sus postulados y promoverlas a los puestos de elección popular.

Debido al proceso electoral de 2009, también entre telones aparecieron, o se hicieron notar, diversas y variadas aspirantes a los puestos de elección popular.

Connotadas académicas como Mary Goldsmith, Teresita de Barbieri, Jenny Cooper y otras afirmaron que, en estos momentos de la historia, el problema mayúsculo de las mujeres es la precarización de su trabajo, la segregación de los puestos laborales y la crisis del capitalismo, que ha generado una agudización del patriarcado. Es la pobreza y la exclusión de las mujeres el signo de nuestro tiempo.

Ello, frente a la pérdida de valores originales del feminismo y la excesiva institucionalización de las demandas de los años setenta. Mientras, las mujeres mueren en el parto o por cáncer, crece su marginación social y son explotadas por fábricas, patrones, maridos y políticas públicas.

El encuentro

Pilar Muriedas, encargada de toda la logística de esta cita, explicó que las mujeres que lleguen de todos los países del continente serán recibidas por autobuses seguros en el aeropuerto; que habrá un cerco de seguridad en todo el centro histórico, patrullado por mujeres policías.

Informó que, por primera vez en la historia de los encuentros feministas, asistirá un porcentaje altísimo de comunicadoras, lo cual garantizará no sólo la difusión, sino una mirada pública de los análisis que se realizarán en tres ex conventos de la ciudad, incluido el de Las Jerónimas, donde Sor Juana Inés de la Cruz escribió su obra y guardó los más de 3.000 volúmenes de su biblioteca.

Se espera la llegada de unas 2.000 mujeres de toda la región, que sesionarán durante cuatro días, en los tres ex conventos mencionados del Centro Histórico, varios sitios y teatros. No se trata de un congreso, que esos se hacen nutridamente y entonces se habla de género.

Los encuentros feministas son eso, encuentros, para relacionarse, descubrir antiguas correligionarias, compañeras de lucha; para contarse cosas y compartir experiencias. Una manera de reunirse que rompió con formas tradicionales de visión patriarcal de la organización.

Pese a ello, aparecen las que, sin asumirse feministas por dentro, por fuera y por todo el tiempo, asisten porque se sienten aliadas. Ellas lo enriquecen, pero también lo confunden: no es igual la agenda de políticas gubernamentales que las demandas pendientes de las mujeres.

En ese sentido, Emilio Álvarez Icaza, presidente de la comisión de Derechos Humanos del Distrito Federal, con motivo del segundo informe de la políticas de género en la Ciudad de México, dijo que lo que hace el gobierno está bien, pero que los empresarios siguen pagando menos a las mujeres; está pendiente una legislación que proteja a las trabajadoras del hogar o domésticas y todavía no podemos hablar de que se está disminuyendo la violencia de género, a pesar de las leyes y los discursos.

Las feministas buscan analizar dónde va y está su meta principal, que es transformar la vida de todas las mujeres. Un mundo que todavía les es hostil y complicado, dijo por su parte Laura Martínez, una de las convocantes a la reunión pre-encuentro feminista y directora de un centro de atención a mujeres violentadas.

Ella recordó que de estas reuniones o encuentros latinoamericanos han salido iniciativas, convertidas más tarde en políticas o que se han vuelto días de conmemoración vacíos de contenido, como en 1981 se instituyó el 25 de Noviembre, que luego se adjudicó la ONU en 1999 como Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.

Igual que el 8 de marzo, reconocido por los gobiernos 65 años después de que Clara Zetkin lo impulsó en 1910; también en 1986 se instaló el 28 de septiembre para la lucha por la despenalización del aborto en América Latina, y sólo en la capital de México se ha conseguido, 23 años después, su despenalización.

El tema del XI encuentro es sobre los fundamentalismos, explicó María Eugenia Romero, de equipo organizador de esta cita y directora de la asociación Mujer, Trabajo y Familia del Distrito Federal, especialista en temas de población.

Dijo que, por origen, las feministas somos pacifistas, y no hay paz en ninguna parte, en ningún hogar, en ninguna escuela, parque, colectivo, sindicato o partido político, porque la verdad individual o de grupo no atiende a otro, a otra, no se dialoga. No se cede, no existe más que machismo autoritario, no importa que provenga de una mujer o de un hombre, señaló. Todo es conflicto y polarización, insistió.

De eso hablarán las feministas, porque la guerra y la violencia perjudican terriblemente a las mujeres.