Dos hombres se besan mientras una pareja de mujeres baila con soltura sin incomodar a la clientela del club privado Humboldt 67, uno de los locales que vio un filón comercial en la insatisfecha demanda de espacios recreativos para el colectivo LGBTI en la capital de Cuba. Las fiestas para homosexuales, que hace pocos años […]
Dos hombres se besan mientras una pareja de mujeres baila con soltura sin incomodar a la clientela del club privado Humboldt 67, uno de los locales que vio un filón comercial en la insatisfecha demanda de espacios recreativos para el colectivo LGBTI en la capital de Cuba.
Las fiestas para homosexuales, que hace pocos años eran ilegales y terminaban generalmente con redadas policiales, tienen ahora programas fijos en establecimientos estatales y privados de la florecida vida nocturna de esta nación caribeña.
Pero activistas alertan sobre el peligro de que este derecho traiga consigo la segregación de las personas no heterosexuales y la formación de guetos dentro de este muy diverso colectivo.
«Los lugares donde las personas LGBTI (lesbianas, gays, bisexuales, trans e intersexuales) puedan expresar sus modos y preferencias con libertad y sin presiones son necesarios», declaró a IPS el activista Isbel Díaz, del Proyecto Arcoíris, una organización defensora de los derechos sexuales.
«Pasamos de la represión en nombre de la ilegalidad, a la legalización y la visibilidad sin acompañarse de un debate ciudadano»: activista Yasmín Portales.
Pero Díaz dificulta que estos establecimientos transformen la conciencia del público heterosexual homofóbico porque son espacios lúdicos y no de activismo.
«No son generados por la comunidad LGBTI de manera autónoma, sino que buscan ganancias comerciales a partir de la leyenda de que el mercado rosa es muy solvente», matizó a IPS por su parte Yasmín Portales, también integrante de Proyecto Arcoiris.
Portales advirtió que la persecución policial disminuyó, pero ahora surge una «opinión pública» ofendida por la existencia de sitios de esparcimiento que califican de «indecentes».
«Pasamos de la represión en nombre de la ilegalidad, a la legalización y la visibilidad sin acompañarse de un debate ciudadano», opinó la activista.
Proyectos culturales independientes como El Divino y Los Dioses del Olimpo organizan espectáculos dirigidos al público homosexual en diferentes cabarets estatales de la capital.
Un público muy diverso, que puede pagar entradas de entre tres y cinco CUC (equivalente al dólar) en un país con un salario estatal promedio de 20 dólares mensuales, disfruta hasta casi el amanecer de las presentaciones de pincha discos, cantantes populares, artistas del transformismo y las danzas eróticas de esculturales modelos, hombres y mujeres.
A falta de espacios de promoción, sus organizadores divulgan las actividades a través de mensajes de texto por celulares, volantes repartidos en las calles o el «boca a boca».
Otros bares, discotecas y restaurantes se declaran amigables con la comunidad gay y lesbiana.
El estatal Escaleras al Cielo es uno de los más frecuentados por mujeres inclinadas sexual o sentimentalmente a otras mujeres, mientras los privados Le Chansonier y Esencia Habana dedican noches a la diversidad sexual.
Incluso fuera de la capital surgen estos espacios, aunque con menor frecuencia.
Es el caso de La Vaca Rosada, un bar-restaurante privado muy popular en el balneario turístico de Varadero, a 150 kilómetros al este de La Habana.
«Aunque es una zona turística, este sigue siendo un pueblo de campo y no hay tantos sitios gay como en La Habana», advirtió a IPS el dueño del local, Ever Cano, que debió empezar sensibilizando a sus 14 trabajadores en el respeto a personas y parejas de toda condición.
Cano dice que su local, enclavado en la azotea de su hogar, es más bien «gayfreindly» (amigable para la diversidad sexual). La estética gay es notoria en el diseño pop del local, los portavasos con mensajes contra la homofobia y la carta de tragos que llevan nombres como «Drag Queen Mojito» y «Vodka travesti».
«Soy de una generación que sufrió bastante por las muchas maneras en que se nos maltrató a los gays en Cuba. Fui expulsado del trabajo y del bachillerato por mi orientación sexual. Hoy me siento feliz de poder hablar abiertamente de un tema que era tabú», reveló este empresario de 52 años, también turoperador de una agencia estatal.
Cuba es un país de fuerte cultura machista y homofóbica, donde existieron agresiones públicas a personas LGBTI en las primeras décadas de la revolución iniciada en 1959.
La discriminación institucional se corrigió paulatinamente desde comienzos de los años 90, cuando se despenalizó la homosexualidad. Pero los activistas advierten que la policía todavía aplica con frecuencia sanciones por «escándalo público» a personas no heterosexuales, si son efusivos en la calle.
Una investigación sobre el transformismo cubano, publicada en 2011 por la periodista Marta María Ramírez, asegura que las fiestas gay tienen su primer período entre 1994 y 1997, cuando se celebraban clandestinamente en la periferia habanera, con la policía al acecho.
«Sin condenarse legalmente pero con múltiples pretextos para reprimirlas, resurgen con nuevos bríos hacia los años 2004 y 2005, muy esporádicas y aisladas tanto en tiempo como en espacio», resume la comunicadora en el blog TransCuba.
La Campaña en favor del respeto a la libre orientación sexual e identidad de género que desde 2007 promueve el estatal Centro Nacional de Educación Sexual (Cenesex) dio visibilidad a la comunidad LGBTI e impulsó algunas reivindicaciones.
En 2010, el Cenesex logró un convenio con el Ministerio de Cultura para la presentación sistemática de artistas del transformismo en el cabaret capitalino Las Vegas, que promueven desde el escenario el sexo seguro y la prevención de infecciones de transmisión sexual.
Bajo la luz del proscenio de Las Vegas, las anfitrionas Margot e Imperio (nombres artísticos de los transformistas Riuber Alarcón y Abraham Bueno respectivamente) salpican la conducción de su presentación con mensajes sobre el uso del condón.
No abundan estadísticas sobre LGBTI en Cuba. Pero la Encuesta sobre Indicadores de Prevención del VIH/sida de 2011, de la Oficina Nacional de Estadísticas e Información, determinó que 6,3 por ciento de los hombres cubanos entre 12 y 49 años han tenido sexo con otros hombres. De ellos, 49,6 por ciento declaró tener pareja estable.
También establece que son hombres 80 por ciento de las personas que viven con el VIH (virus de inmunodeficiencia humana) causante del sida. De ellos, 86 por ciento practica sexo con otros hombres.
La prostitución masculina y transgénero es habitual en estos lugares, donde también crece el turismo sexual, de hombres gay extranjeros, mayormente de edad madura, que vienen al país para tener sexo con otros hombres.
Alberto Roque, médico y activista gay, identificó otras discriminaciones latentes en los crecientes espacios de este tipo. A su juicio, predominan hombres gay, mayoritariamente blancos y con alto poder adquisitivo, mientras lesbianas y transexuales permanecen menos visibles.
Pensando en mujeres lesbianas y transgénero sin dinero para acudir a centros nocturnos, la afrofeminista Anabelle Mitjans creó el proyecto Motivito, que convoca a reuniones lúdicas para personas no heterosexuales en casas privadas y lugares públicos, sin pedir dinero a los asistentes.
«El mundo gay se está convirtiendo en un espacio restrictivo económicamente y de consumo capitalista, como un gueto en el que las lesbianas no somos rentables», destaca a IPS esta profesora universitaria y que se declara «queer» (personas que rompen con el esquema heterosexual, gay y lésbico).
Mitijans defiende los locales propios de la comunidad LGBTI, pero pide más. Aspira a una sociedad donde pueda compartir y divertirse con su pareja sin ser discriminada, en ningún lugar.