Uno ingresa en la sala cuadrangular y se enfrenta con un muro figurado que esconde diez nichos. En un hueco algo mayor, el cartel que anuncia lo que puede verse a continuación. En el lateral, con mirada adusta y toca de beduino, el retrato de Kader Rasul Abdula, esposo de Fatima Hamed Aziz (embarazada de […]
Uno ingresa en la sala cuadrangular y se enfrenta con un muro figurado que esconde diez nichos. En un hueco algo mayor, el cartel que anuncia lo que puede verse a continuación. En el lateral, con mirada adusta y toca de beduino, el retrato de Kader Rasul Abdula, esposo de Fatima Hamed Aziz (embarazada de 8 meses) y padre de Mariam Kader (de 7 años), desaparecidas en marzo de 1988 en Dolabi (Iraq); muy cerca, una instantánea del rostro de Silvia Harleny Álvarez Escobar, hija de Juana y de Vicente, y hermana de Irma, desaparecidos en 1983 en el Caserío Pitorial, en la región guatemalteca de Petén; y el de Juana Tenorio, esposa de Floriano Hinostroza, desaparecido el 24 de noviembre de 1984 en Ayacucho (Perú); y el de Suada Mujic, casada con Junus Mujic, hija de Surjo Jahic, y prima de Smajo Music, desaparecidos en julio de 1995 en Srebrenica (tiene otros 23 familiares desaparecidos); y el de tantos otros…
El Museu Valencià d’Etnologia expone hasta el 13 de octubre la obra más significativa del fotoperiodista Gervasio Sánchez, «Desaparecidos». La muestra recoge, a la manera de memoria vívida contra la impunidad, las fotografías relacionadas con las desapariciones forzosas que el autor tomó entre 1998 y 2010 en diez países de América Latina, Asia y Europa. Se trata, según la Comisaria de la exposición, Sandra Balsells, de «un testimonio inquietante que nos revela el cruel vacío de la ausencia, y que lucha por rescatar del olvido la memoria sepultada de las personas desaparecidas».
La muestra presenta al espectador las fotografías por áreas temáticas, con las desapariciones forzadas como argumento conductor. Arranca con una selección de instantáneas de centros de detención. Tal vez porque muchos desaparecidos han sido primero víctimas de un secuestro y después han pasado por estos macabros lugares. Junto al centro de detención de El Olimpo (Buenos Aires, febrero de 2008), desgarra contemplar la fotografía de una celda, desvencijada e iluminada con un chorro de luz al fondo, de Abu Ghraib, en Iraq, destinada a presos condenados a muerte.
El segundo bloque se intitula como los anhelos de los familiares de los desaparecidos: «Memoria, Verdad y Justicia». Monolitos, edificios, parques, museos e iglesias se han erigido -recuerda uno de los paneles- en lugares para la memoria. Así ha ocurrido en Guatemala, Argentina, Chile o Bosnia-Herzegovina, entre otros países. La cámara de Gervasio Sánchez ha captado a familiares de desaparecidos mostrando los retratos de sus seres queridos en un desértico paisaje chileno con una cruz al fondo. O a un cristo central rodeado de pequeñas cruces con los nombres de los desaparecidos en San Juan Cotzal (Guatemala), en marzo de 2009.
No tienen menor importancia los objetos de recuerdo. Para los familiares de las víctimas no cumplen la función de exvotos ni fetiches, sino que se trata más bien -advierte uno de los carteles- de «pequeños tesoros» de los desaparecidos. Radios, navajas de afeitar, relojes, medallas, libros, diarios, mechones del primer corte de pelo…La muestra del Museu de Etnologia reúne 26 fotografías de objetos. Entre otras, la cámara de fotos, pañuelo y billetes de Ahmet Abdul Samed, desaparecido el 31 de julio de 1983 en el Valle de Barzan, en el Kurdistan Iraquí.
Parte esencial de la recuperación de la memoria son las exhumaciones. Que los restos mortales vean la luz y salgan de la penumbra del olvido. En Finca La Ceiba, en la región colombiana del Meta, Gervasio Sánchez fotografió en enero de 2010 a los forenses que, a su vez, fotografiaban los restos de las víctimas; o el mismo año en Puerto Novo (Colombia), a los forenses utilizando una tumba vecina como mesa de trabajo. Más allá de la pesquisa técnica, estremece la imagen de un grupo de indígenas a la espera de la exhumación de sus familiares en Joyabaj (Guatemala), en febrero de 2009. Aparecen sentados en la parte superior de la fosa, desde donde observan los cráneos y esqueletos de sus familiares muertos.
Gervasio Sánchez inició en 1984 su recorrido profesional como fotoperiodista independiente. Su especialidad, los conflictos armados. A lo largo de 25 años ha cubierto informativamente numerosas guerras, particularmente en América Latina, África, Asia y los Balcanes. Es, asimismo, autor de numerosos libros fotográficos: «La Caravana de la muerte. Las víctimas de Pinochet» (2001); «Latidos del tiempo» (2004); «Sierra Leona. Guerra y Paz» (2005); «Vidas Minadas. Diez años» (2007); «Sarajevo, 1992-2008» (2009); «Desaparecidos» (2011) y «Antología» (2012), entre otros. Colaborador del Heraldo de Aragón, La Vanguardia y la Cadena Ser, es además desde 1998 enviado especial por la paz de la UNESCO.
Sin memoria no hay identidad. Y viceversa. De ahí la importancia de, una vez emprendidas las tareas de exhumación, llevar a cabo las oportunas identificaciones. Programas informáticos fuertemente desarrollados después de los atentados a las «torres gemelas», permiten obtener en pocos segundos información genética única de los individuos. Gervasio Sánchez deja testimonio en «Desaparecidos» de la importancia de estos procesos. Su cámara nos enseña una miríada de pequeños huesos ordenados en algún lugar de Guatemala (noviembre de 2008); y el trabajo con estos materiales óseos en laboratorios de genética de Medellín (enero de 2010) y Tuzla (Bosnia-Herzegovina), en septiembre de 2008.
Integran la muestra dos plantas de retratos, instantáneas y paneles. Como elemento de transición entre las dos áreas, reclama la atención del espectador un conjunto de 10 retratos. Todos ellos, familiares de personas desaparecidas en El Salvador, portan fotografías o simples hojas con los nombres de sus allegados. Antes de subir unas escaleras y toparse a mano derecha con estos testimonios del horror, puede visitarse una pequeña sala de vídeo donde continuamente se proyecta el documental «Víctimas del olvido».
En la exposición puede apreciarse el sutil hilo que enhebra el proceso de reposición de la memoria. Un proceso muy lento, que requiere infinita paciencia y superar una montaña de trabas. Cuando termina la exhumación y la identificación, llega el momento de inhumar. Los restos de las víctimas puede que sean reubicados en pequeños arcones o en sencillos ataúdes de madera para ser entregados a sus familiares. No se encuentran palabras para describir la imagen de los parientes de las 43 víctimas Ixhiles que murieron en los años 90 en Nebaj (Guatemala) y que se hallaron en una fosa común en 2008. Gervasio Sánchez pudo tomar esta fotografía patética y dolorosa en extremo en febrero de 2009; o la del funeral masivo por los 775 desaparecidos ya identificados en Protocari (Bosnia-Herzegovina), en julio de 2010. O la de una mujer que llora sin consuelo delante de los restos de un familiar ya identificado en Santa Marta (Colombia), en febrero de 2010.
El último apartado de la muestra se reserva para la memoria histórica de los desaparecidos en España. Un cartel aconseja al espectador que matice su mirada, porque se dispone a observar algo diferente: «España está a años luz de Bosnia-Herzegovina, Colombia, Argentina o Guatemala en la búsqueda de decenas de miles de desaparecidos provocados por la contienda civil. La desidia de las autoridades estatales, regionales y locales ha derivado en esta situación».
Hecha la advertencia, puede uno detenerse ante la fotografía de la limpieza y recogida de restos óseos en Cetina (Zaragoza), en marzo de 2010; o de forenses reforzando una calavera, para evitar que se rompa, antes de su traslado en la Puebla de Cazalla (Sevilla) en junio de 2009; O el nicho donde temporalmente están inhumadas 12 víctimas en Cetina, con una bandera republicana a modo de soporte (octubre de 2010). Más personalizados y evocadores, se incluyen seis grandes retratos de familiares de víctimas -con los restos inhumados- del genocidio franquista. Al fondo y al final de la muestra, una vez saltado el «charco», familiares de 30 desaparecidos en Argentina, Chile y Colombia cierran el trabajo de investigación y denuncia de Gervasio Sánchez. Fotografías contra la impunidad.
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