Recomiendo:
0

Dos años después (X)

Francisco Fernández Buey: estudiante antifranquista y comunista democrático, profesor universitario, maestro de ciudadanos y ciudadanas

Fuentes: Rebelión

Para Óscar Carpintero, que sigue abonando su magisterio y dando calor a la llama de siempre Estábamos en el primer capítulo del libro, el del SDEUB. Se había publicado como artículo en  Hispania Nova . Revista de Historia Contemporánea, nº 6, en 2006. FFB lo había escrito para un dossier de la revista titulado «Generaciones y […]

Para Óscar Carpintero, que sigue abonando su magisterio y dando calor a la llama de siempre

Estábamos en el primer capítulo del libro, el del SDEUB. Se había publicado como artículo en  Hispania Nova . Revista de Historia Contemporánea, nº 6, en 2006. FFB lo había escrito para un dossier de la revista titulado «Generaciones y memoria de la represión franquista: un balance de los movimientos por la memoria». Lo reproducía sin cambios. Nos habíamos quedado nosotros en el mantenimiento del término «sindicato».

A veces, con posterioridad, recordaba FFB, se había planteado dentro y fuera del movimiento estudiantil por qué se había mantenido el término «sindicato» -era, recuérdese parte del lenguaje del adversario: SEU, Sindicato de Estudiantes Universitarios- cuando la tradición republicana con la que se pretendía enlazar había usado términos como «federación» (el caso de la FUDE años después) o «asociación» para las organizaciones estudiantiles.

En realidad, admitía FFB, esa era «una cuestión que apenas llegó a plantearse en aquel momento». No hubo entonces ninguna discusión sobre el uso de ese término. Al menos en Barcelona.

«La razón principal para utilizar el término «sindicato» cuando creamos el SDEUB era la oposición y el contraste con el «sindicato» realmente existente, el del régimen franquista: frente a este sindicato, de origen fascista, antidemocrático, queríamos una organización libre y democrática, propia de los estudiantes. Se tenía noticia, vaga y vaporosa, de la existencia en la clandestinidad de algunas organizaciones estudiantiles de la época de la República, como la FUE o la FENEC, pero en las asambleas de 1965-1966 estas organizaciones apenas se manifestaron».

La reivindicación democrática unitaria, lo esencial, lo importante, era: «una organización libre y democrática, propia de los estudiantes. Y la concreción de eso: frente a SEU, SDE!. Para un estudiante de entonces, y él creía que se podía decir lo mismo para Barcelona que para Madrid, «el peso de la diferencia recaía en la «D», no en la «S».»

Pudo haber en las cabezas de los estudiantes que conocían la historia de la FENEC y la FUE una razón adicional señala FFB: tampoco se quería volver al pasado, aunque el pasado fuera mirado con ojos afables. Y, además, eran muy otras las circunstancias.

Durante el invierno de 1965 a 1966 hubo muchas asambleas en las Facultades y escuelas universitarias de Barcelona. Se hablaba en ellas de la consolidación del sindicato democrático recién creado. Para lograr su consolidación se pensaba que había que hacer cuatro cosas:

«[…] celebrar una asamblea fundacional en la que participaran todos (o la gran mayoría de los representantes estudiantiles recientemente elegidos), redactar una Declaración de Principios del SDEUB con la que pudiera estar de acuerdo la mayoría de los estudiantes universitarios, promover un Manifiesto a favor de una universidad democrática que desarrollara la declaración de principios y discutir unos Estatutos para garantizar el funcionamiento democrático de la organización. Poco a poco se fue llegando a la conclusión de que lo conveniente era que estos tres documentos (declaración de principios, manifiesto y estatutos) fueran aprobados en la asamblea constituyente.

La elaboración de los Estatutos del SDEUB fue una tarea muy laboriosa, recuerda FFB. Desde noviembre del 65 hasta marzo del 66, casi medio año. Se hicieron decenas de asambleas, en condiciones nada fáciles, para discutir, matizar y precisar los estatutos en casi todas las facultades y escuelas barcelonesas. En su opinión, «fue un proceso muy notable, dominado por el perfeccionismo y hasta por cierto formalismo». Se discutieron muchas, muchísimas enmiendas en las Facultades. «Sobre todo, como es natural, en la Facultad de Derecho».

Finalmente, se preparó un texto que las integraba. Iba a ser leído en la Asamblea Constituyente. FFB señala que los estudiantes y algunos profesores antifranquistas de Derecho jugaron un papel esencial en el proceso.

Sin embargo, la mayoría de los estudiantes activos en el SDEUB estaban en otras Facultades -Filosofía y Letras, Económicas, Medicina, Arquitectura, Ingenieros y Farmacia- y, además, daban mucha más importancia al Manifiesto y a la «Declaración de Principios» -una de síntesis de aquél- que a los Estatutos: su cumplimiento no era fácil mientras no fuera legalizado el SDEUB.

Por entonces, aunque se reivindicaba, no había visos de legalización.

«La redacción de la Declaración de Principios y del Manifiesto se delegó en comisiones mixtas de estudiantes y profesores. El Manifiesto, que acabó siendo el documento principal del SDEUB, se tituló «Por una universidad democrática». Y el principal redactor del mismo fue el profesor Manuel Sacristán, que había sido expulsado de la universidad al final del curso anterior por sus ideas comunistas.»

La expulsión duró años y años, hasta la muerte del dictador golpista (exceptuando una incorporación clandestina en la que Alfons Barceló jugó un papel muy importante). Como se verá, el farmacólogo García Valdecasas, entonces rector de la Universidad barcelonesa (¡y pocos años más tarde maestro de un gran amigo de Sacristán y de FFB: el científico internacionalista republicano Eduard Rodríguez Farré!), tuvo un papel destacado en la expulsión (El texto del Manifiesto está publicado en el III volumen de «Panfletos y Materiales»: Intervenciones políticas, Barcelona, Icaria, 1985).

La mayoría de las asambleas que tuvieron lugar en Barcelona durante esos meses -octubre del 65, marzo del 66- simultanearon dos reivindicaciones comenta FFB: reconocimiento del sindicato recién creado y reincorporación del profesor Sacristán.

«En muchas de estas asambleas se añadía otra exigencia: reincorporación de los profesores universitarios expulsados de la Universidad de Madrid un año antes [López Aranguren, García Calvo, Tierno Galván, Montero Díaz]. Esta otra reivindicación estuvo muy presente en los profesores universitarios que acompañaban a los estudiantes del SDEUB o les ayudaban pidiendo el reconocimiento oficial del sindicato libre. El caso más notorio de aquella solidaridad con los profesores expulsados de la Universidad de Madrid fue la dimisión del catedrático de Estética de la Universidad de Barcelona José María Valverde.»

Nulla esthetica sine ethica , no hay estética sin ética. No entonces, tampoco ahora.

La actuación del entonces rector de la Universidad de Barcelona ante las reivindicaciones de los estudiantes, recuerda FFB, tanto en lo que hacía a la autoorganización como en lo que se refería a la petición de muchos estudiantes y algunos profesores a favor de la reincorporación de Sacristán, «fue directamente represiva y de colaboración con las autoridades gubernamentales y la brigada político-social».

A la altura de las circunstancias fascistas de la época, a la altura-bajura de la cosmovisión del rector.

«Ante la abstención generalizada en las elecciones oficiales del SEU García Valdecasas obligó a los estudiantes a presentar un documento en el que tenían que justificar el no haber participado en ellas aduciendo motivos de enfermedad o cualquier otra excusa similar, bajo la amenaza de abrir expediente a quienes no entregaran los correspondientes justificantes. Consiguió así que algunos estudiantes, presionados por las familias, lo hicieran. Pero se ganó el desprecio de estudiantes y familias por la farsa y la humillación que aquello representaba.»

En el caso de Sacristán, comenta FFB, el rector Valdecasas consiguió encontrar otro profesor que se prestara a sustituirle en sus clases de filosofía en la Facultad de Económicas, don Francesc Canals muy conocido en la época -y en épocas posteriores- por sus ideas y actuaciones reaccionarias. Yo mismo lo sufrí algunos años después en la Facultad de Filosofía. Tras la muerte del general golpista, un crucifijo seguía presidiendo sus metafísicas clases de oscura, y en ocasiones pueril, metafísica y cristiana teología en el seminario del Departamento de la segunda planta de la Facultad. Sus apasionadas vinculaciones con los guerrilleros de Cristo Rey, gentes con las que había que ir con muchísimo cuidado, varios de los profesores de su departamento estaban en la misma línea de combate praxeológico fascista, eran más que conocidas. Sin oposición interna que se recuerde. Se pueden citar nombres de algunos o muchos profesores sumisos o serviles. No es necesario probablemente.

Lo apuntado dio lugar a otro conflicto directo con la mayoría del estudiantado. Canals se encontró con la oposición de los estudiantes y no logró ni tan siquiera empezar las clases de filosofía -obligatoria en primer curso con el nombre de «Fundamentos de Filosofía», la asignatura que había impartido Sacristán- en la Facultad de Económicas.

Apenas pudo pasar de hacer, FFB estaría presente seguramente, un discurso anticomunista ante el prolongado y más que justificado abucheo de cientos de estudiantes.

«A partir de ahí el rector Valdecasas pasó a la represión directa: abrió las puertas de la universidad a la brigada político-social y a la policía armada y al mismo tiempo abrió expedientes administrativos a todos los estudiantes de Económicas de los que tenía noticia que se habían solidarizado con el profesor Sacristán y opuesto a su sustitución por Francesc [SLA; entonces Francisco y muy Francisco, como Franco] Canals.»

Varios de estos estudiantes expedientados tuvieron que cambiar de distrito universitario para continuar su carrera. No sé si Quim Boix llegó a encontrarse en estas circunstancias. Conjeturo que sí.

Ese fue el contexto del proceso que llevó a la constitución formal del SDEUB el 9 de marzo de 1966, el día siguiente del día internacional de la mujer trabajadora, una fecha que entonces no se celebraba en España… ni tampoco nuestra tradición de izquierda tenía aún muy presente.

«Mientras tanto, los estudiantes partidarios del sindicato libre dieron un paso importante desde el punto de vista organizativo: reforzaron la junta de delegados (formada por los delegados de las facultades y escuelas elegidos en las elecciones libres de aquel año) con una comisión más amplia en la que entraron delegados anti-SEU de los años anteriores con el objetivo, entre otros, de preparar la asamblea constituyente del sindicato. Para una organización estudiantil universitaria, en la que, por la duración de las carreras, se pierdan pronto dirigentes y experiencias adquiridos, la colaboración y la fusión de delegados o representantes nuevos y veteranos tiene mucha importancia».

Y no sólo desde el punto de vista organizativo, sino también «por lo que esto último supone de transmisión de ideas y experiencias vividas.»

En cualquier caso, señala y remarca FFB, la formación de esta junta de delegados ampliada -llegó a reunir una veintena de personas, duplicando casi el número de los delegados del 65-66- fue fundamental en la preparación de la asamblea constituyente del SDEUB.

No fue nada fácil organizarla. Finalmente se celebraría, como se comentó, el 9 de marzo y en el convento de los padres capuchinos de Sarrià. Nada menos. De ahí el nombre: la capuchinada.

¿Por qué no era fácil? Por lo que todos suponemos…

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de los autores mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.