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Frenesí de la reproducción

Fuentes: Modemmujer

Nuevos métodos para hacerse de una familia biológica

Bautizado como «The Century of A.R.T.»[1] por Carl Djerassi -uno de los padres de la píldora-, el siglo XXI se anuncia lleno de proezas para «ayudar a la naturaleza» de quienes quieren tener un hijo que porte sus Genes. 

  

Aunque todavía la mayor parte de las sociedades occidentales no logra reconocer que «cualquier forma de parentesco es legítima» -como decía Judith Butler en entrevista reciente-, lo descubierto por científicos de distintos países para «ayudar a quienes quieren ser padres» abre un amplio abanico de posibilidades.

 

Parejas gay, parejas lesbi, parejas buga con problemas de fertilidad, solteras y solteros que quieren tener descendencia sin complicarse la vida buscando con quien, mujeres que llegaron a la menopausia sin tener tiempo de embarazarse… «todos» podremos tener Hijos Biológicos gracias a los avances de la tecnología.

 

Yo lo viví

 

«Amo a un hombre. Me pide que tengamos un hijo. Cuando cogemos le cuesta trabajo… Un día descubro que es gay. Él lo niega hasta el final: no quiere ser discriminado. Nos separamos, lastimados ambos. ¿Tenía tantas ganas de un hijo que buscaba a una mujer para lograrlo o trataba de ser socialmente aceptado?»

 

Después: «Amo a una mujer. Quiere ser madre. En Amsterdam, desde hace décadas, las parejas de mujeres puede recurrir a la inseminación artificial, incluso pueden participar en el acto. Pero Amsterdam queda muy lejos… Se va. Consigue un marido con el que hoy tiene trillizas «.

 

Y hoy: «A muchas el tiempo se nos pasa volando… Nunca nos damos tiempo para pensar seriamente en la reproducción, hasta que un día, cerca de los cuarenta, un ginecólogo -cualquiera- nos suelta: «un útero que no da hijos da problemas». De todas maneras, yo sigo sin saber si algún día quiero ser madre. ¿Cuánto tiempo más puedo pensarlo?, vivo sola y por lo pronto tengo otros planes».

 

«Un hombre y una mujer»

Experimentando con ratones y ovejas, los científicos han encontrado maneras de tener hijos que poco tienen que ver con las usadas antaño.

 

Para tenerme a mí, por ejemplo y como decía mi mamá, mi papá tuvo que poner una semillita en su cuerpo de una manera que es de buenos modales callar. Los métodos que ofrece la ciencia en la actualidad pueden ser dichos sin sonrojo ni titubeos. Enumeremos súper esquemáticamente algunos, empezando por el más simple, aclarando que todos son llevados a cabo en lugares asépticos por gente de bata blanca y títulos universitarios. A) Mi papá y mi mamá no logran reproducirse, como son bugas muy obvios piensan que tenerme es su función principal. En caso de que el problema sean las semillitas de mi mamá, se consiguen algunas de otra mujer; en el laboratorio el material genético de la «donadora» es reemplazado por el de mi mamá, que ha sido extraído de células somáticas de otra parte de su cuerpo. Un tratamiento a base de sustancias y/o electricidad en un petri dish lo habilita para la fusión con una de las semillitas de mi papá. El «óvulo fertilizado» se coloca en el útero de mi mamá bajo anestesia total; me desarrollo y nazco. Si en cambio, el problema son las semillitas de mi papá, la novedad es que, para que yo me produzca, no es necesario su semen: también sus células somáticas son suficientes. Después del petri dish viene el implante. Al cabo de nueve meses nazco de manera clásica. B) Supongamos ahora que mi mamá es -como se decía en otros tiempos- de «orientación sexual diferente»: mis mamás deciden cual de las dos me va a portar, se extraen semillitas del cuerpo de una de ellas; con células de la otra se hace la fertilización en el petri; el óvulo se coloca en el útero, etcétera.[2] Ahora bien, si mi papá deseara tenerme con otro papá, también deberá conseguir algunos óvulos y pedir que se inserte su material genético -¿algún científico estará trabajando para que pueda contener el de ambos?-. Del petri, el óvulo pasa a un útero, ya sea artificial -como los que actualmente está afinando el equipo de Tokio (vean imagen)- o de «sustitución» -como se llama al que se renta a una mujer, sin duda más suave y cálido-. C) Si lo que sucedió fue que mi mamá se concentró en su carrera y llegó a los sesenta sin poderme tener, la biotecnología también le ofrece una solución. Digamos que no tuvo la precaución de congelar algunos de sus óvulos cuando tenía veinte años, en este caso adquiere algunos de una «donadora», hace reemplazar el material genético por el suyo y… el resto del procedimiento ya lo conocen. D) Finalmente, imaginemos que mi papá o mi mamá quiere tenerme, pero no piensa establecer vínculos de pareja con alguien. Decide clonarse. Su orientación sexual is none of our business. Yo portaré casi exclusivamente sus genes. Naceré después de un proceso muy parecido a los descritos anteriormente. Mi papá o mi mamá también es mi hermano o mi hermana, algunos simplemente y con desdén me llamarán replicante.

Una cuestión de linaje

 

Que cada quien tenga derecho a reproducirse como le plazca, suena magnífico. Los proezas de la biotecnología, como dice Bruce Bagemihl, son especialmente importantes para los queers. En la mayor parte de los países las personas solas, de cualquier orientación sexual, no tienen derecho a adoptar, «a los gays se les sigue separando de sus hijos (y) a las lesbianas se les impide recurrir a los bancos de esperma para embarazarse. (…) El avance sería más significativo si se dejara de estigmatizar, e incluso se valorara, a los individuos (bugas o gays) que eligen no tener hijos o que deciden criar niños que no comparten todos o ninguno de sus genes».[3]

 

A la generación de nuestras madres poder formular que la maternidad era una vocación forzada las metió en verdaderos aprietos. Como habían sido educadas bajo la creencia de que la maternidad es «natural», la posibilidad de la anticoncepción trastocó todas sus vidas. Por eso tal vez a nosotros, que hemos vivido entre los dilemas que han tenido para conciliar la percepción de su cuerpo, su sexualidad y proyectos, la repentina cuestión del hijo propio a cualquier precio nos deja perplejos.

 

La fiebre del Gen, ¿es sólo locura de los blancos más ricos? Transmisión de herencias, mejoramiento de rasgos y aptitudes, deseos de encontrar la continuación de sí mismos. Hijos sin enfermedades, hijos más inteligentes, hijos sin defectos, bellos hijos… Mientras los genetistas prometen el oro y el moro, los fantasmas de supremacías de todo tipo proliferan. Para colmo, desde el lanzamiento del proyecto Genoma algunos comenzaron a desarrollar fantasías de dominio: «El Gen -amo y señor del universo viviente, detentor del programa definitivo- podrá ser manipulado a la carta, una vez controlado y exhaustivamente mapeado».

 

¿Será?

 

«La visión de un programa que prevé todo de antemano y posee el poder de creación y explicación (…) es predarwiniana, incluso religiosa en su estructura intelectual», afirman los anarcogenetistas Pierre Sonigo y Jean-Jacques Kupiec[4] que militan por una reconceptualización a partir de la célula. «Hay que introducir el azar en el funcionamiento de los genes. (…) No somos resultado de un plan -ayer divino, hoy genético-, sino de la conjunción de intereses de los millares de células que nos constituyen».

 

«Avanzando a base de equivocacioncitas»

 

¿Sabían que, salvo la clonación humana, todos los métodos que les describí están siendo ya utilizados?[5] Como el estadio de las investigaciones es aún incipiente, quienes no pudieron contenerse han tropezado con estos inconvenientes: altos porcentajes de pérdidas del producto antes de que llegue a término, muertes a temprana edad, malformaciones, síndrome de Down, problemas inmunológicos y/o respiratorios para el recién nacido; stress y depresiones para los padres…

 

Por su parte, la superstar Dolly the sheep, es al interior un organismo que prolifera de manera no muy canónica. Su padre conceptual, Ian Wilmut, se opone a la clonación de humanos revelando que la así llamada oveja no sólo es obesa, sino que padece muchos problemas orgánicos y envejece de manera acelerada. Un estudio reciente mostró que tenía su edad más la de su madre-hermana. Entonces, la hija de Dolly: ¿tiene su edad más la de su madre-hermana más la de su madre-hermana-abuela? ¿Qué clase de línea generacional es ésta?

 

Norte y Sur

Por lo pronto, las manipulaciones genéticas salen en unos 200,000 dólares; la renta del vientre de una madre portadora, entre 10 mil y 20 mil dólares; los óvulos de jovencitas, hasta 30 mil dólares. Como el experimento no sale a la primera, cualquiera de las técnicas mencionadas requiere una gran cantidad de óvulos: alrededor de 150 para cualquier fertilización in vitro, mientras para la clonación se necesitan 1,000 (o sea la participación de 100 mujeres -este tipo de ovulaciones masivas se inducen con un tratamiento hormonal, cuyas consecuencias no se mencionan). El porcentaje de éxito casi nunca rebasa el 30%. Hoy, sólo alguien que tiene ingresos de 3 millones de dólares podría optar por la clonación.[6]

 

Mientras tanto, en otras regiones del mundo -Latinoamérica, la India, China, etcétera- las metas de las tecnologías de la reproducción son radicalmente distintas. Acabo de leer, por ejemplo, que en México un grupo de hombres mixtecos[7] demandaron a la Secretaría de Salud por haberlos esterilizado, bajo engaños y amenazas de retiro de la ayuda de Procampo y Progresa. Qué decir de la colocación de DIU’s, hormonas Norplant o ligamientos sin el consentimiento de las mujeres. La literatura sobre el tema es amplia, pero no se preocupen, yo no voy a seguir.

 

Un colofón, una súplica

Cuando en 1997 el Instituto Roslin anunció el nacimiento de Dolly, La Jornada realizó una encuesta entre los científicos, la respuesta casi unánime fue: «que no se detenga la ciencia, que avance». Yo también, no ha habido día desde que me propuse escribir este texto, que no me haya esforzado en decir como ellos: ¡que avance! No ha sido fácil. El terreno de la reproducción no tiene nada de neutro. Qué bonito que algún día pudiéramos servirnos de esas tecnologías sin riesgos, en un mundo sin desequilibrios ni discriminación. Ahora, a parte de las deficiencias técnicas, son muchos los fantasmas e intereses que las habitan: Hombres y Mujeres, Straights y Queers, Norte y Sur… Aparecen incluso donde una menos lo espera: desde la asignación de fondos para la investigación hasta las distintas maneras de concebir un organismo, una molécula. Así que si trabajamos duro, tal vez The Century of ART será el veintidós.

 

No repitamos, colegas, el error de los futuristas, Morin tiene razón: la ciencia ¡con conciencia! Filósofos, juristas, psicoanalistas y artistas, a sus puestos. Por favor.

 

[1] El Siglo de las Tecnologías de Reproducción Asistida (por sus siglas en inglés).

[2] Hasta ahora, a dos mujeres les resultaría imposible tener un hijo hombre si quisieran hacerlo únicamente con su material genético. Para sortear el problema, hoy por hoy, tendrían que recurrir a células de un «donador». ¿Un obstáculo que tal vez pronto podría ser franqueado? Vean lo que acaban de publicar genetistas norteamericanos: «Científicos y no científicos pensábamos cómodamente que el cromosoma Y era el especialista de las características masculinas. By default y tradición (¡by default y tradición!), pensábamos que el cromosoma X era sexualmente neutro o especialista en características femeninas. Sin embargo, nuestros descubrimientos indican que la especialización del cromosoma X en la producción de esperma es mayor que la del cromosoma Y». David Page: «The masculinization of the X chromosome: many genes for early male sperm production reside on the X chromosome» in Nature Genetics, abril 2001, (www.wi.mit.edu)

[3] Bruce Bagemihl: «Beastly Homosexualities», texto con el que participó en el simposio «Next Sex» del Festival Ars  Electronica, Linz 2000. (www.aec.at/festival2000/)

[4] Sonigo, Pierre y Kupiec, Jean-Jacques. Ni Dieu ni gène, Seuil, París, 2001.

[5] En los sitios de Libé y la BBC News on line encontrarán muy buenos dossiers y foros de discusión sobre el tema.

[6] Martin Hutchinson (editor económico y comercial de United Press International): «Le boom de la gène-économie. Le marché des clones ou l’avenement de l’homme-dieu», Futuribles. Analyse et prospective, núm. 264, París, mayo 2001.

[7] La Jornada, viernes 14 de septiembre de 2001.