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¿Fue Pemán fascista, misógino y asesino?

Fuentes: Rebelión

Hace un mes el pleno del ayuntamiento de Jerez de la Frontera acordó retirar el busto de José María Pemán instalado en el Teatro Villamarta. Los medios de comunicación han tratado la noticia desde distintos puntos de vista y familiares del propio escritor gaditano han llegado a interponer una demanda a Ana Fernández, concejala de […]

Hace un mes el pleno del ayuntamiento de Jerez de la Frontera acordó retirar el busto de José María Pemán instalado en el Teatro Villamarta. Los medios de comunicación han tratado la noticia desde distintos puntos de vista y familiares del propio escritor gaditano han llegado a interponer una demanda a Ana Fernández, concejala de IU, por el empleo de la palabra «asesino». No está de más que profundicemos un poco en lo sucedido y, ante todo, en el personaje que nos ocupa.

La polémica en torno a la retirada del busto de Pemán

A finales de la anterior legislatura municipal, con el PP en el gobierno, se inauguró la ubicación del busto en la antesala del teatro jerezano. En marzo IU presentó una moción para que se retirase, haciéndose eco de la propuesta planteada por la Plataforma por Memoria Democrática de Jerez y basándose en la legislación vigente. Después de distintos avatares y ya con el nuevo ayuntamiento surgido de las elecciones de mayo la iniciativa volvió a ser presentada, contando con el apoyo de Ganemos Jerez y el PSOE.

Hace unos días me enteré que familiares de Pemán habían presentado una demanda de conciliación por un delito de calumnias contra Ana Fernández. Consideran que el honor y la dignidad de su padre ha sido mancillado por la calificación de «asesino» utilizada por la concejala jerezana de IU durante la sesión plenaria. Para ser más concreto, la expresión completa fue la de «fascista, misógino y asesino».

El pasado miércoles me llegó un correo de la Asociación para la Recuperación de la Justicia y la Memoria Histórica «Jerez Recuerda», en el que se adjuntaba un comunicado de dicha asociación anunciando que «se presentará, si es requerida, para declarar como testigo de que la complicidad de José María Pemán en crímenes de lesa humanidad y de instigación a los mismos fue un hecho histórico más que evidente». Por otra parte, IU de Jerez ha mostrado su apoyo hacia Ana Fernández, a la vez que ha aclarado algunos pormenores de lo ocurrido. Curiosamente, y casi de inmediato al acuerdo tomado por el ayuntamiento de Jerez, el actual alcalde de Cádiz, José María González, se opuso a que algo parecido pudiera ocurrir en su ciudad con la retirada del nombre del Teatro Pemán, justificándolo con un «ha sido y será de forma indeleble uno de los mayores representantes de las letras gaditanas».

No ha faltado la controversia mediática en torno a lo ocurrido. Los medios conservadores han lanzado una ofensiva en una doble dirección: de un lado, la defensa de la figura de Pemán, aderezada de sus méritos literarios; de otro, la reiterada oposición a todo lo que esté relacionado con la memoria histórica de la guerra civil y el franquismo, y a la responsabilidad de quienes perpetraron graves delitos.

Y es aquí donde José María Pemán cobra importancia. Desde quienes le defienden se quiere resaltar ante todo la figura de un intelectual de primera fila, dados sus méritos como escritor, poeta, autor teatral, periodista e incluso orador. Y, a la vez, quieren dejar de lado su participación en varios momentos relevantes de nuestra historia y especialmente su apoyo activo a las dictaduras de Miguel Primo de Rivera y de Francisco Franco.

El político e intelectual monárquico, autoritario y católico integrista

José María Pemán fue un hombre fiel al medio social en que nació. Vinculado a la burguesía comercial gaditana y a la terrateniente jerezana (1), siempre se movió en los ambientes que le correspondían por origen, si bien alejado del liberalismo y con un escoramiento claro hacia el autoritarismo y el integrismo católico.

Durante la primera de las dictaduras Pemán formó parte de la primorriverista Unión Patriótica y en varias ocasiones fue representante en la Asamblea Nacional Consultiva. Después, ya en la IIª República, estuvo vinculado a grupos monárquicos de extrema derecha y a la revista Acción Española, un refugio-vivero de políticos e intelectuales reaccionarios. e incluso tuvo cierta relación con el golpe militar que el general Sanjurjo encabezó en 1932. Formó parte del grupo acción española, También llegó a ser elegido diputado entre 1933 y 1936, dentro de una candidatura conservadora.

Ya durante la Guerra Civil formó parte del primer gobierno del bando sublevado, conocido con eufemismo de Junta Técnica del Estado, en el que fue titular de la Comisión de Cultura y Enseñanza, equivalente al ministerio de Educación. Y fue con él cuando se inició la tarea de depuración de las personas del mundo de la enseñanza. En una de las órdenes se decían cosas, luego cumplidas a la perfección, como éstas: «es necesario garantizar a los españoles, que con las armas en la mano y sin regateos en los sacrificios y sangre salvan la causa de la civilización, que no se volverá a tolerar, ni menos a proteger y subvencionar a los envenenadores del alma popular, primeros y mayores responsables de todos los crímenes y destrucciones que sobrecogen al mundo y han sembrado de duelo la mayoría de los hogares honrados de España» (2).

Alberto Reig Tapia ha calificado a Pemán de tradicionalista fascistizado (3). No resulta desatinada tal apreciación, sino todo lo contrario, teniendo en cuenta que supo compatibilizar en lo político-ideológico sus orígenes anclados en el tradicionalismo monárquico con el fascismo preponderante en buena parte de Europa, con Franco, de hecho, como tercera espada, junto a Mussolini y Hitler. El fascismo español tuvo mucho de esa amalgama de católicos integristas, monárquicos alfonsinos, carlistas, fascistas, nazis, militaristas… Todo un bloque político basado en una base social, con hegemonía en la vieja oligarquía, que boicoteó desde el primer momento a la república y sus reformas, y que finalmente optó por la vía de la violencia: «Dios nos ha mandado la suprema lección de una guerra, que por eso digo que era conveniente; conveniente para que en su transcurso nos purifiquemos» (4).

Pemán fue una figura de primera fila de esa amalgama, siempre dispuesto a lo que le mandasen, disciplinado incluso hasta integrarse en la FET y de las JONS, las siglas que desde 1937 representaban la fusión del tradicionalismo integrista y el fascismo. Y fue también, al decir también de Reig Tapia, un «genuino intelectual ‘orgánico’, firmemente comprometido en la legitimación del poder autocrático» (5).

Enemigo de cualquier veleidad que no contemplase la concentración del poder, la primacía de la religión católica y la reivindicación de un pasado glorioso -que sitúa desde el medievo, pero con el esplendor en el siglo XVI- unos versos suyos (6) lo ilustran claramente:

Cuando hay que descubrir un Nuevo Mundo

o hay que domar al moro,

o hay que medir el cinturón de oro

del Ecuador, o alzar sobre el profundo

espanto del error negro que pesa

sobre la Cristiandad, el pensamiento

que es amor en Teresa

y es claridad en Trento,

cuando hay que consumar la maravilla

de alguna nueva hazaña,

los ángeles que están junto a su Silla,

miran a Dios… y piensan en España.

Misógino declarado, por no decir descarado, a él se le deben palabras como: «Dios hace las cosas bien y con orden. ¿Para qué iba a construir con excesivo mecanismo intelectual el alma de un ser destinado, por esencia, a las bellas sinrazones del cariño?»; o también: «Cuando Dios quiso sancionar el pecado original, impuso a la mujer un doble castigo: el dolor de la maternidad y la sujeción al varón, que la dominaría» (7).

En sus versos sigue presente esa misoginia (8), que en ocasiones centra en las mujeres «rojas» y en la línea de lo que el «científico» nazi Antonio Vallejo-Nágera intentó demostrar por aquellos años:

Así gritan, al fondo de la calleja oscura,

los bramidos de las fieras,

de mil hombres borrachos de locura

y mil sucias rameras,

en furia de sexo hambriento y sin ternura.

No faltan tampoco versos donde mezcla su odio hacia las mujeres y el antijudaísmo (9), como lo que dedica a la diputada del Frente Popular Margarita Nelken:

Y aquella tarde, contra

las luces del crepúsculo sangriento,

una Walkiria rubia, desmelenada al viento,

llena los aires de rencor: «Las piedras

del Alcázar -les grita- serán lechos

de vuestras mujeres y nuestros milicianos»

Y las uñas sangrantes de sus manos

repintadas, profanan la serena

tarde y la dulce Sagra de abejas de oro llena.

¡Ay maldita, maldita

tú la hebrea; la del hijo sin padre: Margarita!

¡nombre de flor y espíritu de hiena!

Precisamente el antisemitismo de Pemán es resaltado por el historiador Herbert R. Southworth (10), para quien el Poema de la Bestia y el Ángel no es otra cosa que una transcripción lírica de la obra Protocolos de los sabios de Sión, de la que dice que «eran muy populares en España, en los medios aristocráticos y clericales». No debemos olvidar que en la «conspiranoia» victimista franquista del primer momento se empleó tanto lo de la conjura comunista como la judeo-masónica.

Fuera ya de su responsabilidad en la Comisión Técnica del Estado desde 1938 y acabada la guerra siguió jugando un papel importante como propagandista del régimen y como tal, como intelectual orgánico. Entre sus obras se encuentra una Historia de España contada con sencillez. Para los niños… y para muchos que no lo son, dedicada al propio Franco y donde aplica un relato histórico acientífico y maniqueo, algo que, por otr a`rate, no le importaba. En su apología del dictador escribió: «Franco no es el ‘dictador’ que preside el triunfo de un partido o sector de la nación. Es el padre que reúne bajo su mando, como una gran familia, todas la fuerzas nacionales de España» (11).

No dejando nunca de ser franquista, pero como tantos otros monárquicos, con el tiempo fue alejándose del activismo político fascista y en algún momento dejando caer, con mayor o menor descaro, que en realidad no fue lo que fue. Sus artículos en ABC buscaban encontrar un mayor acomodo en el juanismo monárquico e incluso, como ha señalado Rodríguez-Puértolas, intentó reivindicarse en El Séneca a través de un «personaje socarrón» que pretendía «compendiar el espíritu irónico andaluz» (12).

¿Fascista, misógino y asesino?

Decir que José María Pemán fue un fascista, teniendo en cuenta su participación activa en el bando sublevado durante la Guerra Civil y, al menos, durante los primeros años de la postguerra, resulta evidente. Decir que fue misógino, tampoco resulta errado. ¿Y asesino? Lo que no se puede hacer es negar la responsabilidad que tuvo como partícipe de las decisiones políticas desde su puesto de miembro de la Comisión Técnica del Estado y como propagandista de quienes provocaron esos años de plomo y sangre. Sobre sus méritos literarios, que cada cual los disfrute, si es que puede.

Para Oñate Méndez, su evolución política de los últimos años, siempre dentro del conservadurismo, no fue otra cosa que haber entendido que «la revolución había dejado de ser un problema» (13). Cumplido su papel, Pemán se habría permitido apuntarse al célebre aforismo de Lampedusa en su novela El Gatopardo: «Si queremos que todo siga igual, es necesario que todo cambie». Y encima con el precio de la desmemoria, algo que en Jerez se han negado a que se siga permitiendo.

Notas

(1) Alfonso Oñate Méndez (2006), «José María Pemán, toda una vida dedicada al orden», en Ubi sunt? Revista de historia, n. 19.

(2) Citado en Alberto Reig Tapia (1999), Memoria de la Guerra Civil. Memorias de la tribu, Madrid, Alianza Editorial, p. 257.

(3) En la obra antes citada su autor dedica a Pemán dos capítulos, en el segundo de los cuales, «Propagada e ideología: el intelectual orgánico», se refiere a él como tradicionalista fascistizado (pp. 269-272).

(4) Reig Tapia, p. 253.

(5) Reig Tapia, p. 272.

(6) Poema de la Bestia y el Ángel, publicado en 1938 por Ediciones Jerarquía.

(7) Citados tanto en wikanda.es como en wikipedia.org.

(8) Poema de la Bestia y el Ángel.

(9) Poema de la Bestia y el Ángel.

(10) El mito de la Cruzada de Franco, Paris, Editions Ruedo Ibérico, 1963, p. 84 y n. 488 de pp. 227-229.

(11) Julio Rodríguez-Puértolas (1986), Literatura fascista española, v. 1 Historia, Madrid, Ediciones Akal, p. 666.

(12) Rodríguez-Puértolas, p. 669.

(13) Alfonso Oñate Méndez.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.