No estoy seguro de que en Cuba se tenga la exacta dimensión de lo que ha representado en nuestro tiempo Desiderio Navarro, fallecido este pasado jueves 7 de diciembre. Vivimos tan de prisa e inmersos en los apremios de lo cotidiano que en no pocos casos se nos escapa poder apreciar lo que en verdad […]
No estoy seguro de que en Cuba se tenga la exacta dimensión de lo que ha representado en nuestro tiempo Desiderio Navarro, fallecido este pasado jueves 7 de diciembre. Vivimos tan de prisa e inmersos en los apremios de lo cotidiano que en no pocos casos se nos escapa poder apreciar lo que en verdad es esencial. Pensé en ello en varias de las cinco emisiones de entrega de los Mil y un textos, al comprobar la relativa baja asistencia de interesados en acceder de manera absolutamente libre a tan impresionante compendio del mejor saber humanístico contemporáneo. ¡Y después hay que oír a algunos que se quejan de no tener la indispensable bibliografía en el ámbito de las ciencias sociales para poder acometer determinada investigación académica!
Por supuesto que para sumergirse en las profundidades conceptuales del rico universo de la culturología, hay que tener ganas y voluntad pues si se hace en serio, ello implica una buena cantidad de horas nalgas en un asiento. Yo lo he intentado en la medida que está a mi alcance y en ello, para mí ha sido fundamental la ayuda recibida de parte de Desiderio Navarro y de lo que es su prolongación, o sea Criterios, que ha sido mucho más que una revista o un centro teórico-cultural.
En no pocas ocasiones, durante mis estancias como profesor invitado en distintas universidades fuera de Cuba, me han preguntado cómo hago para estar relativamente al día en materia de lecturas teóricas, teniendo en cuenta lo difícil que es acceder a tal clase de materiales desde nuestro país, a lo que habría que agregar mi condición de persona ciega. Entre los argumentos que he manejado para responder semejantes interrogantes, siempre he aludido a la ayuda que para mí ha sido contar con la amistad de una figura como Desiderio Navarro, porque además de todos los materiales que él ha puesto a la disposición de los interesados en poseerlos, tengo que decir particularmente que él me facilitó numerosos libros en formato digital y que cada vez que apelé a su persona para conseguir este o aquel material, Navarro se mostró solidario conmigo y tarde o temprano me lo hacía llegar. Es algo que siempre le agradeceré.
Quien nunca se haya acercado a la revista Criterios, debe saber que los autores escogidos por la publicación a lo largo de su historia -la mayoría de ellos presentados por primera vez en nuestra lengua- han estado entre las personalidades de mayor destaque en su momento en las líneas académicas representadas por ellos, tanto en sus países de origen como a escala internacional, y han pertenecido a las más diversas tendencias de la humanística contemporánea.
Criterios surge en febrero de 1972, con un número especial (el 100) de La Gaceta de Cuba, órgano de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba. Aquel fue un número monográfico, dedicado a los problemas de la teoría y la crítica literarias. Entre los materiales que incluía (además de textos de autores locales sobre el pensamiento francés y checo), aparecía lo que a la postre resultó la especificidad de la publicación ideada por Navarro: traducciones de artículos de destacados teóricos extranjeros, de otro modo inaccesibles por entonces para la gran mayoría o la totalidad de nuestros estudiosos (en esa primera entrega: un formalista ruso, dos estructuralistas checos y un neoestructuralista ruso casi desconocidos en el mundo de habla hispana, a saber, Tyniánov, Mukařovský, Vodička y Meletinski).
Como expresaba Desiderio Navarro -el gestor, alma y hacedor del proyecto-, Criterios ha respondido a la urgente necesidad de que a críticos, investigadores, profesores y estudiantes universitarios, escritores y artistas de Cuba y de lengua española en general -o sea, de la América Latina y, también, de la europea España- se les ofrezca la posibilidad de sostener un contacto directo, amplio, continuo y sistemático con lo mejor del pensamiento mundial sobre la literatura, el arte y la cultura y en relación con la metodología de la investigación y crítica de éstos.
Desiderio siempre argumentó que ese contacto, en muchos casos durante lustros y décadas, se ve muy demorado por razones lingüísticas (la escasez o ausencia total de traductores especializados en estas ciencias o de investigadores culturales que dominen ciertas lenguas, en particular las de Europa oriental y Asia), por causas ideológicas y políticas, pero también, sobre todo en la América Latina de nuestros días, por motivos económico-comerciales (la no-importación de libros y revistas especializados de ciertos países o los elevadísimos precios de las publicaciones científicas importadas y de los derechos de reproducción, la disminución de los títulos teóricos en las editoriales locales por su orientación hacia ganancias más rápidas y masivas, entre otras limitaciones que impone el subdesarrollo económico al aprovechamiento de la información científica foránea).
En semejante infausto panorama, Criterios ha tenido como especificidad el ofrecernos traducciones de artículos sobre los más diversos problemas de la literatura, las artes plásticas, el teatro, la música, el cine y el arte y la cultura en general, textos redactados por eminentes teóricos extranjeros, de otro modo inaccesibles a la gran mayoría o la totalidad de nuestros estudiosos del tema.
Vale también resaltar que esta publicación se ha caracterizado a lo largo de sus 45 años de vida, por lo que puede catalogarse como una «actividad divulgativa» independiente de las coyunturas político-culturales nacionales y de las valoraciones oficiales sobre tendencias teóricas o autores en Cuba y en los respectivos países de origen.
Fiel a dicho postulado, Navarro consiguió lo que no dudo en catalogar de proeza; es decir, que su revista nunca se haya vinculado de manera exclusiva a alguna escuela, moda o tendencia teórica y en sus páginas ha habido espacio para autores de múltiples orientaciones metodológicas y disímiles países. Así, hemos podido leer materiales que van desde un enfoque en el que prevalece el marxismo «ortodoxo» y «heterodoxo», hasta otros en los que se apuesta por el estructuralismo, la teoría de la recepción y el postestructuralismo postmoderno.
Si seguimos la trayectoria de Criterios a lo largo de sus 45 años de existencia, como ha expresado la escritora y profesora Maggie Mateo: «es posible apreciar cómo los trabajos que divulga vibran en profunda consonancia con lasinquietudes y puntos más candentes del debate cultural y artístico de cada etapa del contexto insular.»
Gracias a la visión ecuménica que todo el tiempo animó el accionar en vida de Desiderio, en las páginas de Criterios hemos podido leer a autores como Bajtín, Todorov, Eco, Moles, Genette, Uspenski, Bürger, Kristeva, Tarasti, De Marinis, Dubois, Huyssen, Markiewicz, Eagleton, Morawski, Clifford, Sławiński, Foster, Popovič, Bourdieu, Flaker, Fischer-Lichte, Hutcheon, Ďurišin, Lachmann, Even-Zohar, Barilli, Marin y Vattimo, entre muchos otros representantes de los estudios literarios, la estética, la culturología, la teoría de las artes plásticas, el teatro, el cine, la televisión, la música, la antropología y la sociología de la cultura; o escuchar en directo conferencias de personalidades como Loman, Jameson, Culler, Prince, Pavis, Ivanov y Pfister, llegadas a Cuba solo por la amistad y el respeto que profesaban por la figura de Navarro.
Si en el plano cultural y pese a la voluntad de los castradores de sueños y reticentes a todo tipo de transformación hemos sido testigos de un fuerte proceso de desautomatización, de superación de muchos tabúes (aún quedan unos cuantos pendientes), de erradicación de absurdos dogmas y formas unívocas de pensar, como expresión de un cambio de mentalidad, hay que decir que a ello ha contribuido el accionar de Desiderio y Criterios al poner a artistas, intelectuales y funcionarios en contacto con lo mejor del pensamiento mundial acerca de la cultura, en su sentido más abarcador, y así propiciar que todos los interesados (siempre que lo deseemos) estemos menos desinformados.
A partir de este 7 de diciembre de 2017, el hombre que fue él solo un organismo cultural, como lo definiese Gerardo Mosquera, ya no está físicamente entre nosotros. Nos queda su legado a favor de la comprensión del rol de los intelectuales y artistas en una sociedad como la cubana. En mi caso, no lo recordaré únicamente como el autor de artículos y libros críticos y polémicos, como eminente lingüista, como un erudito y políglota descomunal, sino como un amigo pensador, un marxista no adocenado ni dogmático, con el que sostuve intensas charlas telefónicas o instructivas conversaciones en sus oficinas en el edificio del ICAIC en 23 entre 10 y 12, fluidos intercambios de correos electrónicos y que siempre me ayudó en cuanto estuvo a su alcance.
Por último, quiero concluir esta evocación de Desiderio Navarro con unas palabras suyas que me parecen definitorias para comprender su quehacer en pro de la reflexión y el debate imprescindibles en Cuba y que ojalá llegase el día en que muchos de los llamados entre nosotros «decisores» hicieran suyas:
«…he dedicado más de 35 años de vida a abrirles horizontes del pensamiento teórico mundial a mis compatriotas, porque, en mi concepción del socialismo, creo que tienen derecho a conocer por lo menos lo mejor, lo más importante o lo más influyente de lo que pasa en el pensamiento cultural más allá de las costas de nuestra isla; derecho a ser revolucionarios o socialistas o marxistas no por ignorancia, por forzoso desconocimiento de todo lo demás, sino, como yo, justamente por el máximo conocimiento personalmente posible de lo que ocurre en el pensamiento en escala mundial.»
Fuente: http://www.caimanbarbudo.cu/articulos/2017/12/gracias-desiderio/