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Una vez más los madrileños se quedaron con las ganas de ser los protagonistas de un evento de repercusión planetaria

¡Gracias Rio!

Fuentes: Rebelión/Pátria Latina

Se rompió el sueño. Cuando en el Bella Center, en la ciudad de Copenhague, se abrió el sobre que contenía el nombre de la ciudad ganadora de los Juegos Olímpicos de 2016, Madrid se paralizó. A esa hora ya eran millones de españoles los que permanecían atentos a sus pantallas de televisores, ordenadores o escuchaban […]

Se rompió el sueño. Cuando en el Bella Center, en la ciudad de Copenhague, se abrió el sobre que contenía el nombre de la ciudad ganadora de los Juegos Olímpicos de 2016, Madrid se paralizó. A esa hora ya eran millones de españoles los que permanecían atentos a sus pantallas de televisores, ordenadores o escuchaban la radio en sus transistores, teléfonos móviles y coches. La sorpresa fue rotunda. No había una palabra sino tres: ¡Río de Janeiro! Cientos de miles de personas recibieron la noticia del fracaso en la plaza del Palacio de Oriente. Lo que hasta entonces había sido un día expectante, con fiesta y diversión, esperando casi seguros que esta vez las Olimpiadas serían para los españoles, no escondieron luego las lágrimas de frustración y tristeza. Habíamos perdido incluso a la tercera.

La ciudad carioca irrumpió, silenciosa, entre tres de las más grandes del mal llamado primer mundo, para decirles que aunque nadie contaba con ellos, ahí estaban, también, compitiendo por dar lo mejor de sí mismos como ciudadanos, gobernantes y un país entero empeñado en el sueño de décadas de un continente entero.

Atrás quedaron Chicago, primera eliminada, y la evidente favorita en todas las encuestas debido al «Efecto Obama». En España se creía, de hecho, que la lucha final la protagonizarían la Ciudad del Viento y Madrid. Y el presidente más poderoso del mundo fue, sin embargo, el primero en abandonar, junto a su esposa y verdadero empuje de la campaña, Michelle Obama, la ciudad patrocinadora de la elección de la ciudad elegida.

Luego cayó Tokio, a la que de nada valió servirse de una poderosa campaña medioambiental y ecologista en sus construcciones y todas las infraestructuras de apoyo, para unos juegos en los que los japoneses no habían puesto demasiada ilusión.

Madrid se jugaba mucho más. Era la tercera vez que se presentaba y la segunda consecutivamente con el mismo equipo de gobierno de la ciudad. El alcalde, Alberto Ruiz Gallardón, del que todos quisieron captar la imagen posterior al anuncio de su derrota, fue la persona más buscada e interrogada después de la amarga noticia.

En España, que la capital no saliera como ciudad organizadora se interpretará no sólo en clave económica o deportiva, sino también en clave política sobre el destino del excepcional alcalde al que muchos ven culminar su carrera en el Palacio de la Moncloa, ejerciendo de Presidente del Gobierno, en pocos años.

El caso es que, una vez más, los madrileños se quedaron con las ganas de ser los protagonistas de un evento de repercusión planetaria que impulsaría sin duda la proyección internacional de la capital del Reino de España. Pero otros ciudadanos, los más escépticos, nos alegramos profundamente de que las cargas que tendríamos que soportar con unos cuantos años más de obras inacabadas, ruidos infernales a cualquier hora del día y en cualquier parte de la ciudad, impuestos y precios de una gran cantidad de artículos que subirían para afrontar los gastos ingentes que generaría un movimiento de tal magnitud dentro de los límites metropolitanos, acabaran de una vez ahora que ya no hay motivos para tanto alarde. ¿O se atreverá el señor Galladón con otra intentona?

A Madrid se le rompió el sueño tan dulcemente acariciado una vez más.

Ahora queda decir GRACIAS RIO DE JANEIRO, por darnos la posibilidad no sólo de soñar, sino también de asegurarnos que ese sueño se haga realidad con la organización de unos Juegos Olímpicos en el continente sudamericano, que es noticia de primera plana en los medios internacionales de comunicación cuando suceden grandes catástrofes humanas, de guerras fratricidas entre hermanos y miserias compartidas por casi todos. ¡Gracias! Por la confianza que habéis tenido en quienes os han representado en la presentación y defensa de vuestra candidatura, y en especial en el presidente Lula Da Silva, quien se mostró auténtico y humano ante la noticia que seguro marcará uno de los mejores días de su vida, al menos de la política.

Gracias Río, porque ahora os toca a vosotros dar al mundo la verdadera imagen de un continente que además de miseria, desigualdades y desastres, encierra muchos valores, riqueza humana y condiciones para que el deporte se vea encumbrado a la cima del Olimpo de los dioses del valor y el esfuerzo desde una ciudad grandiosa, abierta, alegre y organizada. Una ciudad que, como confiamos todos los latinoamericanos, sepa estar a la altura de las circunstancias y diga al mundo con claridad «¡Nosotros también podemos!»

Gracias Río de Janeiro.

Deglis Yero Labrada es corresponsal de Pátria Latina en Madrid