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¿Gran coalición o gobierno de cambio?

Fuentes: Rebelión

«Hemos tenido una investidura en negativo. El candidato se ha empeñado en su minoría frente a la mayoría que lo queríamos apoyar». Marcelo Expósito, diputado de En Comú Podem, describía así en su cuenta de Twitter la doblemente fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez de los pasados días 2 y 4 de marzo. Rechazado […]

«Hemos tenido una investidura en negativo. El candidato se ha empeñado en su minoría frente a la mayoría que lo queríamos apoyar». Marcelo Expósito, diputado de En Comú Podem, describía así en su cuenta de Twitter la doblemente fallida sesión de investidura de Pedro Sánchez de los pasados días 2 y 4 de marzo. Rechazado a derecha e izquierda, el proyecto de gobierno de PSOE y Ciudadanos solo sumaba los 131 votos de sus respectivos 90 y 40 diputados y de la representante de Coalición Canaria. Por contra, a lo largo del debate quedaba de manifiesto que una coalición de PSOE, Podemos y sus confluencias, Izquierda Unida y Compromís sí podría formar gobierno, con el respaldo de sus 161 diputados y el apoyo externo o la abstención de los grupos catalanes y vascos. Más de un mes después, y ya solo a dos semanas de que el cronómetro constitucional cierre el plazo para la formación de gobierno y demande la convocatoria de nuevas elecciones, la situación sigue siendo esencialmente la misma.

Desde una perspectiva sistémica continuista, el mejor escenario tras las pasadas elecciones del 20 de diciembre hubiese sido un gobierno de coalición entre Ciudadanos y cualesquiera de los dos grandes partidos, quedando así el otro como principal fuerza de oposición y alternativa electoral. Pero el tremendo castigo sufrido por ambos actores del desacreditado turno bipartidista, el insuficiente crecimiento de Ciudadanos y la notable remontada de Podemos lo hicieron imposible: para garantizar la exclusión de Podemos iba a ser preciso un acuerdo entre los dos grandes que, como mínimo, asegurase la abstención de uno al acuerdo del otro con Ciudadanos. Pero esta abstención inicial tendría luego que convertirse en una sostenida colaboración legislativa, pronto indiscernible de una gran coalición de pleno derecho -aquella «gran coalición en diferido» a la que irónicamente se refirió Pablo Iglesias-, lo que trasladaría de hecho el liderazgo de la oposición a Podemos, con consecuencias potencialmente catastróficas para el PSOE en próximas llamadas a urnas: solo desde la presidencia del gobierno, con Ciudadanos como socio menor, es posible para los socialistas conciliar esta «gran coalición en diferido» con su propia supervivencia como organización política de masas con vocación de gobierno. El Partido Popular, sin embargo, y a pesar de la creciente presión de grandes grupos de comunicación y agentes económicos, se niega a permitir con su abstención este gobierno de Sánchez y Albert Rivera, insistiendo en participar de una gran coalición de pleno derecho, capitaneada por su mayoría relativa de 123 escaños -entre otros motivos, cabe entender, porque solo desde el ejecutivo puede deflectar el impacto del interminable rosario de pequeños, medianos y tremendos casos de corrupción que le salpican, que de otro modo podría terminar saldándose con una tajante escabechina entre su actual equipo dirigente, Mariano Rajoy incluido.

La remontada electoral de Podemos y sus confluencias fue, por muy poco, insuficiente para completar su objetivo declarado de sobrepasar al PSOE y convertirse en segunda fuerza parlamentaria, pero sí bastó para trasladar al escenario parlamentario la crisis política manifiesta en el campo social desde la «primavera española» de 2011-2012, agravada además por este sobrevenido desencuentro entre los intereses de conjunto del sistema político y los intereses específicos de cada uno de sus dos grandes partidos. En este escenario inédito e incierto, y aún al precio de extensas y dolorosas cesiones programáticas, Podemos supo retomar inteligentemente la iniciativa, poniéndose a disposición del PSOE para la composición de un gobierno de coalición proporcional, a la vez que articulando, con los grupos minoritarios, la geometría de apoyos y abstenciones necesaria para hacer ese gobierno parlamentariamente viable.

Para Sánchez, la oferta constituye un dilema casi trágico: de la mano de Podemos puede ver más despejado su camino hacia la presidencia que de la mano de Ciudadanos, pero mientras que el entendimiento con Ciudadanos -y por extensión, con el Partido Popular- le compromete con una versión muy escorada hacia la derecha de su programa electoral, del todo conforme a las demandas de poderes fácticos autóctonos y foráneos aunque probablemente decepcionante para muchos de sus votantes, el acuerdo con Podemos le compromete con una versión más nítida y enérgicamente socialdemócrata, que inevitablemente le conducirá a una dura negociación con Bruselas y Berlín sobre la aplicación de las medidas de austeridad o las condiciones de amortización de la deuda, y a un no menos duro enfrentamiento con las élites corporativas españolas sobre la reforma fiscal progresiva, la revalorización de derechos y rentas del trabajo y otras medidas de signo redistributivo.

Sánchez debe elegir, en resumen, entre ser un presidente y asumir unos retos seguramente muy distintos a los previstos cuando lanzó su candidatura, o renunciar a la presidencia y, muy probablemente, también al liderazgo de su partido. Después de unas nuevas elecciones, que previsiblemente arrojarán un resultado muy similar al actual -o que, si finalmente alcanza un acuerdo electoral con Izquierda Unida, podrían ya convertir a Podemos en segunda fuerza política del país-, poco o nada podrá hacer ya Sánchez para evitar una gran coalición de hecho o de derecho con el Partido Popular, sin más agenda que la profundización de las inclementes políticas de austeridad neoliberal de las últimas legislaturas, y comprensiblemente reticente al esclarecimiento, hasta sus últimas consecuencias, de la epidemia de corrupción y clientelismo que asola la vida pública de nuestro país. Si haber allanado el camino a esa funesta gran coalición no es el legado político por el que Pedro Sánchez quisiera ser recordado por las venideras generaciones de españoles, dispone aún del tiempo y la autoridad para impedirlo.

Publicado originalmente en Diario Hoy, 18/04/2016: http://www.hoy.es/nacional/201604/18/gran-coalicion-gobierno-cambio-20160418001959-v.html

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.