¿Por qué se ha de falsear la historia? ¿Por qué se ha de tomar pretexto de una mentira para derramar la sangre y segar los recursos del país? José Martí ¿Qué palabras tomar para describir a los «cubanos» que tienen la desfachatez de calificar al dictador Fulgencio Batista como un «gran demócrata»? ¿De cuales terminologías […]
¿Por qué se ha de falsear la historia? ¿Por qué se ha de tomar pretexto de una mentira para derramar la sangre y segar los recursos del país?
José Martí
¿Qué palabras tomar para describir a los «cubanos» que tienen la desfachatez de calificar al dictador Fulgencio Batista como un «gran demócrata»? ¿De cuales terminologías «apropiarse» para ilustrar a estos nostálgicos de marines, gánster y salones de juego?
La historia exige argumentos, pruebas y testimonios. Los adjetivos son «imprescindibles» para nuestra espiritualidad, pero son recursos efímeros. Se deshacen como hojas secas en medio de la nada. Ante estas preguntas se impone lo sustantivo de la palabra en todo su esplendor.
Estos descerebrados de la historia han vivido y viven bajo en la amparo de sucesivas administraciones de los Estados Unidos. De los gobiernos occidentales que siguen las reglas de juego de su «Amo y Señor». No faltan entre estos cavernícolas los que tergiversan la historia. O los que escriben «grandes obras literarias», bajo la aureola de ser unos escritores o escritoras best sellers, «objetivos e independientes», ¿Independientes de quién?
Son los mercenarios del dinero y las listas de éxito. Son los «intelectuales» construidos y sostenidos por las corporaciones mediáticas que secundan el «pensamiento» más reaccionario. Son los «destinados» -según ellos- a democratizar a Cuba. Eso sí, bajo la subvención económica, el amparo y la complicidad de los que les pagan para conducir la historia del Gran Archipiélago Caribeño hacia otros derroteros.
Calibran su escritura distante de la idiosincrasia, la cultura y la tradición histórica de un pueblo que ha luchado por la soberanía y la independencia contra dos grandes potencias: la Colonia Española y el Imperialismo Norteamericano.
Dentro de ese grupo de trasnochados en permanente resaca -tras 53 años de Revolución victoriosa-, están los terroristas de «Alfa 66». Una organización criminal con base en Miami que ha montado sede en Madrid. Dentro de su mismo perfil está el llamado «Movimiento Nacionalista Cubano Omega 7», que -según informes del mismísimo Buró Federal de Investigaciones (FBI)- están considerados uno de los grupos terroristas más peligrosos de los Estados Unidos.
No puedo dejar de nombrar a los delirantes cavernícolas de «Vigilia Mambisa», herederos de las prácticas del dictador Batista. Se les rompe el hígado cada vez que tratan con improperios y obscenidades a los cubanos que seguimos defendiendo a Fidel y Raúl. A la Revolución que es el pueblo. Un pueblo glorioso, noble y solidario, Martiano y Antiimperialista.
En esta lista de descerebrados, debo incluir a los terroristas internacionales que siguen bajo el mandato de la «Fundación Nacional Cubano Americana» afincada en los Estados Unidos con su «alumno estrella», Luis Clemente Posada Carriles. Un asesino convicto y confeso, que presume de un historial criminal propio de la «soldadesca» de los campos de concentración nazi y de los capos de las mafias internacionales. Un genocida en toda regla que no será olvidado por los cubanos y cubanas que amamos la paz y luchamos por ella.
En torno a esta panda de criminales está la «Rosa Blanca» continuidad de los «Tigres de Masferrer». Una organización fundada por el esbirro Rolando Masferrer Rojas, bajo la tutela de «el gran demócrata», si dudas un auténtico escuadrón de la muerte.
Nombres como Sosa Blanco, -un policía sanguinario de los selectos de Batista-, que tenía el sobrenombre de: ¿Qué pasa si Sosa pasa?, no podemos anularlo de nuestra memoria. Las siniestras «Pascuas Sangrientas», forma parte de la cronología de hechos execrables en la que fueron masacrados 23 jóvenes para dar un escarmiento a los simpatizantes de la pujante lucha que conducía el compañero Fidel. Era de la misma especie el testaferro Esteban Ventura Novo.
Cuba es una nación que sembró raíces de dignidad y humanismo con el legado de José Martí, con la grandeza de Carlos Manuel de Céspedes. El accionar de Antonio Maceo, Máximo Gómez e Ignacio Agramonte son parte de esa herencia que nos ha dejado la historia. Como otros tantos patriotas que dieron su vida por hacer de nuestra patria, una República libre e independiente de la Colonia Española.
Entre las mujeres cubanas fue grande la obra de Celia Sánchez Manduley, de Haydée Santamaría, de Melba Hernández y Vilma Espín. Mujeres herederas de la sabia y la fortaleza de Mariana Grajales. La obra de la Revolución se ha construido y se seguirá construyendo por la hidalguía de la mujer cubana. Ellas son parte esencial del gran proyecto humano, «por los humildes y para los humildes».
Los cubanos que hacen historia hoy, como René González, Fernando González, Antonio Guerrero, Gerardo Hernández y Ramón Labañino, -presos en las cárceles de los Estados Unidos o truncado su derecho a volver a su país por ser antiterroristas-, tomaron de la gallardía y grandeza de Julio Antonio Mella, de Rubén Martínez Villena, de Antonio Guiteras, de Camilo Cienfuegos y Ernesto Che Guevara.
La «amnesia» de estos manipuladores de la Historia de Cuba les nubla la memoria. Padecen de un «desliz» que apunta hacia la peregrina idea de reconstruir el pasado. Pretenden darle colores ajenos subvirtiendo la verdad. Es indigno pasar por encima del dolor y la gloria de muchos hombres y mujeres que entregaron su vida por la justicia. Aspiran a «envolver ese pasado en «papel extraño», para que las miradas cautivas e ignorantes la acojan como el verdadero texto de la historia.
Los tiempos pretéritos no hay que «empaquetarlo» de telas y lazos. Se exhibe tal y como es, sin cortapisas, sin adjetivos. La palabra basta para encumbrarla, los hechos son la mejor fortaleza de sus semillas.
En la historia de nuestra familia también se habló de ese pasado sombrío y terrorífico de la década de los cincuenta. Era el período final de la caída de un dictador que huyó como lo que siempre fue. Un cobarde vestido de militar y traje importado por sus patrocinadores, los Yankis.
Rafael Guerra Vives (1934-1958), nació en la provincia de Camagüey. Los estudios le trajeron a la capital. Matriculó en la Facultad de Agronomía de la Universidad de La Habana. Se vinculó a las luchas políticas de este histórico recinto estudiantil, que era el núcleo más activo en contra de la dictadura de Fulgencio Batista.
Nos contaba mi madre que «Rafaelito» -como lo llamaban en nuestra familia-, era un joven muy alto, de pocas palabras y carácter muy serio. Aficionado a los deportes, en particular al baloncesto. Eran los tiempos de lucha contra Batista, que desataba una guerra frontal contra los estudiantes universitarios que exigían un cambio en la sociedad. El recinto de la Universidad de La Habana era el escenario de batallas políticas para borrar de la nación cubana, toda esa lacra de maleantes, corruptos y asesinos institucionalizados.
El 2 de agosto de 1958 «Guerrita» tenía una cita con su novia. Ese día los esbirros del siniestro Esteban Ventura Novo lo tomaron preso y lo introdujeron de manera violenta en un coche. Lo estaban buscando por su activa participación en la lucha Revolucionaria.
Poco después fue víctima de la tortura. La brutalidad de estos criminales pretendían sacarle información sobre sus compañeros de lucha. Las atrocidades cometidas contra el no lograron sus objetivos. Los días de búsqueda de la familia por las estaciones de policía terminaron en el necrocomio. Su cadáver estaba marcado por la barbarie de estos sicarios.
En las sesiones de tortura le habían arrancado las uñas de los pies y de las manos. El abdomen estaba lleno de hematomas. Tenía los tobillos fracturados y los pies quemados. La espalda estaba marcada por los golpes de fusta. Su cuerpo exhibía numerosas heridas perforantes. Los ojos arrancados, los genitales mutilados. El maxilar inferior fracturado y la región occipital totalmente destruida. Después de muerto le había hecho siete disparos de bala, por ese enfermizo y cobarde ensañamiento de sus torturadores.
Mi madre estuvo en el sepelio, su tumba estaba cerrada bajo la custodia de un policía batistiano que no permitía abrir la tapa del féretro. En un momento de descuido de «el vigilante», un amigo de la familia hizo una foto. Una foto de nuestro primo Rafael Guerra Vives «Guerrita». Una foto que ha quedado como prueba imborrable de la brutalidad de esos cobardes torturadores que se ensañaron con su vida. Una vida truncada cuando tan solo tenía 23 años.
PD: Hago uso de esta foto que forma parte del patrimonio familiar contando con la expresa autorización de mi madre.
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