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Gurriel y la bandera cubana

Fuentes: Progreso Semanal

Al terminar el último juego de la llamada Serie Mundial de Béisbol de Estados Unidos ocurrió un hecho poco esperado, el pelotero Yulieski Gurriel celebró el triunfo de su equipo arropado por una bandera cubana. Según me contó un amigo, ello despertó el aplauso de los fanáticos que se reunían en un lugar de La […]

Al terminar el último juego de la llamada Serie Mundial de Béisbol de Estados Unidos ocurrió un hecho poco esperado, el pelotero Yulieski Gurriel celebró el triunfo de su equipo arropado por una bandera cubana.

Según me contó un amigo, ello despertó el aplauso de los fanáticos que se reunían en un lugar de La Habana para presenciar el juego en vivo y una emoción similar, aunque en la intimidad del hogar, la sintieron millones de cubanos que vieron el partido un día después por la TV nacional.

Se habían sentido reflejados en la victoria de algo tan ajeno como un equipo de Texas y fue así gracias al gesto de este muchacho que seguía siendo «el Yuli» para ellos.

Después de una brillante carrea, Yulieski Gurriel abandonó Cuba junto con su hermano menor, otro prospecto de la pelota cubana, el 8 de febrero de 2016, una vez terminada la Serie del Caribe en República Dominicana. A pesar del sensacionalismo que rodeó el acontecimiento -fuga del hotel en autos militares dominicanos, traslado clandestino a Haití y aparición en Miami-, es una historia bastante común para la mayoría de los 23 cubanos que hoy juegan en las Grandes Ligas norteamericanas.

Cuba tiene poco que hacer para contrarrestar esta hemorragia constante de sus mejores peloteros, toda vez que debe competir en desventaja con el prestigio, la fama y los enormes ingresos que ofrece el béisbol norteamericano, especialmente en una época en que la comercialización del movimiento deportivo ha superado las barreras nacionales y éticas que antes lo limitaban.

Se trata de un robo de talentos mucho más grave que el que ocurre en cualquier otra parte del mundo, toda vez que Cuba efectivamente ha invertido en el desarrollo integral de estos atletas, pero no es un fenómeno muy distinto a lo que está ocurriendo con muchos jóvenes cubanos. Su causa fundamental es la misma: Cuba produce un talento, en este caso deportivo, que el país no puede retribuir a plenitud y el mercado se aprovecha de ello. A esto se suma que emigrar no tiene las connotaciones políticas que tenía antes. Cuesta trabajo convencer a estos jóvenes que jugar pelota en cualquier parte constituye un acto antipatriótico, aunque el paquete de la deserción casi siempre incluye alguna que otra declaración política y están obligados a firmar contratos que les prohíben jugar en Cuba o beneficiar al país con sus ingresos.

Tampoco el pueblo cubano los percibe de una manera negativa y el triunfo de sus peloteros en cualquier parte continúa siendo una fuente de orgullo nacional. En esto radica el impacto del gesto de Guriel con la bandera. Es una demostración de que el amor por Cuba está presente de manera abrumadora en los miles de cubanos que hoy viven en todo el mundo.

Debe ser visto como una fortaleza de la nación que permite abrir caminos en una política más inclusiva respecto a la emigración y sus relaciones con la sociedad cubana, hasta llegar a convertirlo en un fenómeno normal, lo que se denomina la circularidad migratoria, para lo cual se requiere importantes modificaciones de las normas existentes.

A más corto plazo, es un sentimiento que potencia la posibilidad de atenuar los efectos más negativos de la salida del país de aquellos jóvenes que tanto pueden contribuir a su desarrollo. Incluso en la pelota, basta revisar lo que en febrero pasado declaró el propio Gurriel a Play Off Magazine:

«La verdad es que siempre se extraña, uno nunca va a olvidar todos esos grandes momentos que vivió en el béisbol cubano. No pierdo la esperanza de regresar algún día al país que me vio nacer y al que le debo todo lo que soy para representar con orgullo, una vez más, la camisa de las cuatro letras».

Contra esa manera de pensar, común en la mayoría de los cubanos que andan por el mundo, no puede, a la larga, ninguna política norteamericana, pero hay que acabar de entenderlo.

Fuente: http://progresosemanal.us/20171106/gurriel-la-bandera-cubana/