Aurelio Alonso (12 de agosto de 1939), cubano, sociólogo, profundo conocedor de la realidad de su país. En la década de los años 60 fue miembro del equipo de dirección de la famosa, polémica y desaparecida revista Pensamiento Crítico (1967-1971), una publicación dedicada a discutir el pensamiento y la practica revolucionaria, incluyendo la cubana, desde […]
Aurelio Alonso (12 de agosto de 1939), cubano, sociólogo, profundo conocedor de la realidad de su país. En la década de los años 60 fue miembro del equipo de dirección de la famosa, polémica y desaparecida revista Pensamiento Crítico (1967-1971), una publicación dedicada a discutir el pensamiento y la practica revolucionaria, incluyendo la cubana, desde una óptica marxista. Actualmente es subdirector de la revista Casa de Las Américas. Entre sus libros publicados vale destacar Iglesia y política (2000) o El laberinto tras la caída del muro (2006). Como articulista son cientos los trabajos publicados en los más diversos medios de información internacionales.
Cuba se acerca a la celebración de su 50 aniversario ¿vivió aquel acontecimiento? En caso afirmativo ¿Cómo lo recuerda?
Me resulta difícil decir que no viví el acontecimiento de la victoria, aunque físicamente no estaba aquí. Como he contado en otras ocasiones, me hallaba finalizando estudios en un college en Nueva Jersey. No obstante, durante los primeros meses de establecimiento del poder revolucionario mis padres me hacían llegar por correo, en paquetes casi semanales, la prensa diaria y la Bohemia, para que pudiera seguir los acontecimientos paso a paso. Además de la correspondencia y las conversaciones telefónicas, que se hicieron más frecuentes. Creo que al final mi rendimiento académico bajó, pero no me preocupaba mucho. De modo que lo que viví con mucha claridad fue la percepción de la tensión entre aquel torbellino de soberanía estrenada que se desencadenó en la Isla y la intransigencia de quienes creían que les tocaba decidir cómo había que hacer las cosas después de la victoria. La urgencia del regreso a Cuba comenzó a hacerse obsesiva para mí en tanto me percataba de que no estaba en el lado de la net en que debía estar. Aunque también regresaba cargado de incertidumbres, que solo podría despejar a medida que me involucrara.
¿Qué influencia considera ha tenido la Revolución cubana en su entorno social?
Siento que es difícil hablar de «entorno social» sin fijar límites connotativos. En las escalas más globales, la Revolución cubana generó una sacudida sumamente intensa en nuestro entorno social (no sólo el personal, aunque también). La radicalidad de las reformas económicas y sociales no se limitó a alterar la propiedad agraria e inmobiliaria, como todos sabemos, sino que tocó a todo el espectro económico en el marco de los primeros años. Y a toda la configuración social, porque nada puede tocar con tanta fuerza a la economía sin incidir en las relaciones entre sus actores, individuales y colectivos. Confieso que viví este proceso con convicción, identificado con toda acción compatible con el curso socialista, sobre todo en la medida en que se hacía identificable con la reacción a una postura hostil norteamericana, o reflejara una muestra de soberanía.
¿Qué opinión le merece el bloqueo norteamericano a Cuba? ¿Aconsejaría a la nueva Administración norteamericana su levantamiento atendiendo al reclamo de la opinión pública internacional, especialmente a los resultados de las votaciones de la ONU?
Para no hacer de mi respuesta un artículo, que mucho se ha escrito, me limito a decir que el bloqueo es un acto de fuerza injustificable de la potencia hacia el país dependiente. Ni siquiera admisible bajo el argumento de hacer saltar en el corto plazo un gobierno abominable por lo que expropio, o despótico repudiado por el pueblo. La historia mostró que el despotismo era un ardid y que no funcionaría el repudio. Y que el bloqueo, lejos de hacer saltar al gobierno, iba a imponer condiciones de asfixia material sobre la población. Esta voluntad de volverlo un acto genocida se revela, a mi juicio, en el tránsito de Kennedy a Johnson. La reiteración y la universalización del repudio al bloqueo en el concierto internacional, han dejado aislado a los Estados Unidos en la Asamblea General de Naciones Unidas, y se ha convertido en una escandalosa arbitrariedad e imposición de fuerza.
El tema del bloqueo está en el centro de la política cubana que cualquier presidente electo que arribe a la Casa Blanca tiene que afrontar. Es el tema definitorio. La cuestión de la base de Guantánamo se vincula a la historia de la usurpación territorial, y ahora al terrorismo de Estado. La arbitrariedad judicial y carcelaria que rodea todo el proceso de los cinco cubanos en las cárceles de los Estados Unidos impone el reclamo sostenido frente a la injusticia. Pero cuando hablamos del bloqueo hablamos de la configuración estratégica de una política hostil, de la matriz de una relación determinada de poder. No es posible predecir desde ahora como se va a conducir la nueva Administración demócrata al respecto. Pero sabemos que existen áreas en las cuales una proyección más flexible sería igualmente bienvenida dentro de los Estados Unidos. Creo que sería bueno tomar el tema donde parece haber quedado con Kennedy antes de que lo asesinaran: si es rigurosa la anécdota del periodista francés Jean Daniel, que trajo a Fidel en aquellos días la apreciación de que la conversación, el intercambio en torno a posiciones y perspectivas, a relaciones y principios, podía ser abierta.
¿Cuáles considera son la «asignatura pendiente» del proceso revolucionario cubano?
La «asignatura pendiente» del proceso revolucionario cubano es tan grande que no cabe dentro de una respuesta. Y no se piense que lo digo en función de sus reveses, de sus errores, de sus deformaciones y de sus fracasos. Lo digo ante todo porque parto de la inmensidad de lo que tendría que llamar la «asignatura vencida», que hay que comenzar por tomar en cuenta para ser consecuentes con el enunciado de la pregunta. No haré el rosario de observaciones puntuales; me limitaré a esbozar un desafío de cuatro dimensiones interrelacionadas, con bloqueo o sin bloqueo sobre nuestras cabezas. En la dimensión económica todo el arco de reformas futuras debería armarse sobre la perspectiva de un cambio de estructura que rompa con la identificación de la socialización con la estatización, y con el fundamentalismo centralista de la administración: que admita la diversidad de formas de propiedad como un elemento orgánico de una economía socialista deseable, una revalorización del papel de la autogestión, y una descentralización hacia los niveles provincial y municipal. La institucionalidad política debe evolucionar hacia formas nuevas de democracia; digo nuevas, porque de ningún modo se trataría de retornar a las viejas. Pienso en un socialismo nacido de la democracia y una democracia nacida del socialismo. Y que el derrumbe del Este es la demostración de que el socialismo no se sostiene sin democracia. Esta implicaría un peso específico decisivo de la participación escalonada en los niveles de decisión, que está lejos de haberse logrado. Creo que la formación para la participación, para la eficiencia, para la desalienación deja mucho que desear si se comparar con lo logrado para la entrega y la solidaridad. En el plano ético coexisten avances y estancamientos. Hay que recomenzar la lucha por el hombre nuevo, y, entre muchas cosas, esto supone sacar el deseo del automóvil (que el siglo XX capitalista impuso como emblema del modo de vida) del centro de las aspiraciones del ser humano. E instalar la cultura del ambiente. Creo muchas más cosas pero no hay espacio ahora. Aclaro que sólo expreso mis opiniones, y de ningún modo hago vaticinios.
¿Cuáles son sus expectativas de la Revolución cubana en los próximos años?
Es difícil calcular en cifras los «próximos años». Si nos guiamos por las vacilaciones y hasta interrupciones que han sufrido los procesos de reformas, y otras rupturas de coherencia, habría que ser muy prudente en prevenir inmediatez. No somos pocos los decepcionados por la lentitud y las reticencias (aun si comprendemos la virtud de la prudencia). Si tomamos en cuenta, en otro sentido, que nos hallamos en un tiempo de cambio de generación, con un fuerte capital profesional en todos los sectores, incluido el de la economía, y con una convicción socialista generalizada, creo que podemos hacer una apuesta al ingenio, a la creatividad y al talento, sin que merme el sentido de la militancia. Creo que la apertura, e incluso el llamado a la opinión, a la crítica, al debate, que se ha dado a partir de 2007 es ya un signo importante. Si se logra sostener — si no se pierde — y se convertir en un caudal de nuestra cultura socialista. Y de ahí van a salir las cosas de una forma o de otra. Soy optimista.