Mi hijo ha descubierto Halloween y yo que la paternidad consiste en joderse. Hice un simulacro en mi cabeza intentando evitar que nos convirtiese en una familia de Oklahoma. Verás, hijo, esto es una imposición imperialista, un proceso de aculturación que yo evitaría, nosotros en estas fechas somos más de llevar flores al cementerio. Ni lo intenté, porque sus argumentos hubieran sido letales: amigos, disfraces, sustos y caramelos. Toca salir a la calle, calabaza en mano, a aguantar a niños pequeños, medianos y ya en edad de comenzar a ganarse la vida como youtubers, dándote a elegir entre truco o trato. Creo que trato es darles caramelos para que se les pique la dentadura, pero aún no he entendido de qué va lo del truco. Mientras me entero y no, me meteré en el papel mirando, como miraba Freddy Krueger, a toda criatura que se nos acerque disfrazada de Frankenstein, bruja, vampiro o zombie. ¿No querías terror?
Hablando de muertos vivientes, el rey Juan Carlos ha reaparecido con sus memorias bajo el brazo. Las edita el Grupo Planeta. Una nueva estrella ha llegado a la galaxia literaria en la que brilla Juan del Val. Si ven que Letizia Ortiz no aparece en actos públicos durante la próxima semana, sepan que está encerrada en su cuarto con el libro del emérito en una mano y la otra vendada de golpear la mesilla. El emérito la culpa de haber jodido a su familia. También acusa al rey Felipe de haberle dado la espalda y dice no entender por qué su queridísima esposa Sofía todavía no ha ido a visitarlo a Abu Dabi. No sé, ni que hubiera hecho yo algo. Por los fragmentos que se van conociendo, el libro es un disfrute auténtico en el que el monarca, como un Vini al que le niegan el Balón de Oro, se reivindica a sí mismo arremetiendo contra todo y contra todos. Le debemos la democracia, nos explica a los españoles, ese invento creado por él mismo en 1978 con tanto éxito que hoy nos copian países como Canadá, Portugal, Alemania, Japón o Chile. Incluso los antiguos griegos.
Quizá de todos los fragmentos que se van conociendo, mis favoritos sean los que se refieren a los referentes vitales de nuestro rey. Uno es Franco, para tremenda sorpresa de todos los que pensábamos que Juan Carlos era de Podemos. Fue una especie de padre, dice el emérito, que reconoce que nunca permite que se hable mal del dictador en su presencia. En su lecho de muerte, Franco agarró de la mano al joven Juan Carlos y le pidió que preservase la unidad de España. Como no me dijo nada más, entendí que tenía vía libre para traer la democracia, explica en sus memorias. Y como tampoco le dijo nada de comisiones y mordidas, pues ya sabemos. Su otro ídolo es Clint Eastwood. Entiendo que quienes leen habitualmente mis columnas estén en alerta por mi enfermiza tendencia a mezclar realidad y humor, así que voy a repetirlo de nuevo. El otro referente vital del rey Juan Carlos, según cuenta en sus memorias, es Clint Eastwood. Coincidieron un día en un evento y al sonarle el móvil a uno de ellos, el otro descubrió que compartían tono de llamada: “El bueno, el feo y el malo”. De ahí en adelante, una historia de amor que marcó al emérito hasta el punto de que, cada mañana, al despertarse, recuerda el consejo que le dio el bueno de Clint: no dejes entrar al viejo. Por eso intento mantenerme siempre ocupado, para no dejar entrar al viejo, dice Juan Carlos, explicando en parte su frenética actividad empresarial.
En sus memorias, Juan Carlos denuncia ser el único español que ha cotizado 40 años sin cobrar pensión –en el próximo libro pedirá un crowdfunding–, y añade que ha sido injustamente condenado al aislamiento sin motivo o que tiene la sensación de que otros están escribiendo su historia por él. Por eso este libro de memorias, cuyo nombre es Reconciliación, en plan si lo nombro sucede. También admite errores. Quizá no estuvo bien aceptar aquellos 100 millones de dólares del rey de Arabia. Pero quién no ha aceptado algún regalo en su vida y qué es una mancha de 100 millones entre una merecida fortuna estimada por Forbes en 1.800 millones de euros.
Admite Juan Carlos que lo de Corina fue un error, como lo fue aquella excursión a Botsuana. No especifica si el error tuvo que ver con que nos enterásemos, pero deja claro que aquella pequeña anécdota no le arrebató su pasión por la caza. “En España, con cada disparo certero, nos felicitamos y nos aplaudimos”. Que alguien con su biografía fraternal siga celebrando los tiros bien pegados nos presenta bien a este personaje que anuncia en sus memorias que su intención es acercarse poco a poco a España en sus días finales, y que despedirá en Sanxenxo la temporada deportiva. “Cada vez que vuelvo a Galicia, me siento el rey de los mares”. Mítica película de piratas.


