Jesús Cantero Sarmiento es un conocido espeleólogo e investigador con muchos años de experiencia. Desde la época de la Dictadura, parte de su interés estuvo centrado en desentrañar los enigmas abiertos en torno a la Sima de Jinámar, un profundo cráter volcánico ubicado en Gran Canaria, donde hace 70 años las brigadas del amanecer falangistas […]
Jesús Cantero Sarmiento es un conocido espeleólogo e investigador con muchos años de experiencia. Desde la época de la Dictadura, parte de su interés estuvo centrado en desentrañar los enigmas abiertos en torno a la Sima de Jinámar, un profundo cráter volcánico ubicado en Gran Canaria, donde hace 70 años las brigadas del amanecer falangistas arrojaban a quienes defendían la legalidad republicana. «La Sima fue un auténtico tabú durante el franquismo. Pero continúa siéndolo hoy», manifestó al equipo de Canarias-Semanal que lo entrevistó. Cantero es, posiblemente, la persona que más veces ha descendido a la Sima. Los datos que aportan sus pesquisas poseen un gran valor para la recuperación de nuestra historia más reciente. «Mientras en Alemania, Italia, Chile y Argentina se aborda con valentía el horror del pasado – dice Cantero- , aquí el recuerdo todavía provoca auténtico pánico».
Canarias-semanal: Al parecer, la Sima de Jinámar ha sido uno de tus temas favoritos a lo largo de tu vida. ¿Cuál es el origen de ese interés?
Jesús Cantero: En Gran Canaria, cuando éramos niños, se hablaba en voz baja sobre la Sima de Jinámar. Era un asunto tabú al que la gente se refería con mucho miedo. Recuerdo que una vez, estando en la Plaza de Santa Ana con unos amigos, me señalaron a un señor que pasaba en aquel momento por allí. Me dijeron que era un falangista que había tirado a muchas personas por la Sima. El individuo en cuestión tenía un tic que consistía en limpiarse obsesivamente la mejilla. Los niños me relataron que lo hacía porque en el momento en que iba a tirar a una de sus víctimas al agujero de la Sima, ésta le escupió la cara y por ello se limpiaba continuamente el rostro. Yo no sé si aquello era realmente una leyenda o no. Pero para mi universo infantil resultó un escalofriante impacto. Esta anécdota que les cuento pone de manifiesto la sensibilidad que había entonces en la sociedad grancanaria en relación con la Sima de Jinámar. Hasta los niños se ocupaban de estos temas susurrando, para que nadie les oyera. Más tarde, ya siendo un adulto, era muy aficionado a la espeleología y al montañismo. Y aparte de mi interés científico y deportivo, tuve una especial curiosidad por todo lo relacionado con la Sima, porque ello significaba la recuperación de un pasado reciente de Canarias que sistemáticamente se había tratado de borrar de nuestra memoria. Bajé en el orden de 14 ó 15 veces al lugar. No fui el primero en hacerlo. Antes habían descendido otros. El primero que bajó por ella lo hizo mucho antes de que estallara la Guerra Civil. Se trataba de un alemán. Descendió por primera vez en 1915. Sin embargo, posiblemente sea yo el que más veces ha bajado.
¿Cuál es el estado de conservación de la Sima?
La Sima, en contra de lo que se pueda pensar, se va ensanchando a medida que se desciende por ella. Termina, como puede verse claramente en el libro Los volcanes de las islas Canarias, en una gran montaña de roca suelta con una pendiente de 45 grados aproximadamente. Esta configuración permitía que en determinados puntos se pudieran encontrar restos humanos en la superficie. Pero es debajo de esa gran montaña de escombros donde podría estar oculto el grueso de los restos humanos. En la época en que yo descendía a la Sima se encontraba bastante bien conservada. Me refiero, por supuesto, al contenido. Luego comenzaron a realizarse cursillos de iniciación a la espeleología y, naturalmente, el escenario cambió. El tráfico humano cambia y deteriora el espacio. Pero en la época en que yo empecé a descender, 1967, no era mucha la gente que había bajado, y todavía podía encontrarse un número indeterminado de restos humanos, que conservaban la posición anatómica.
Y tú, personalmente, ¿qué encontraste allí?
Como ya he dicho, en los años sesenta aquello estaba relativamente bien conservado, pese a los intentos de sepultar aquel testimonio a base de arrojar materiales desde la superficie. Todavía pueden encontrarse huellas de explosiones realizadas desde la boca del agujero. Por una serie de datos, suponemos que en 1945 la derecha, aterrorizada por la victoria de los aliados, intentó tapar la Sima. Los jerarcas de la dictadura temían que las tropas de los vencedores entraran también en España y Canarias, y acabaran con el Régimen. Por eso quisieron ocultar aquel testimonio de sus crímenes. Pero la eficacia de este procedimiento debió de ser relativa. La conclusión que hemos sacado es que terminaron poniendo a una cuadrilla de trabajadores, que intentaron cubrir parte del fondo de la Sima con el material volcánico que aquí conocemos con el nombre de picón. Y, a efectos de ocultamiento, eso fue desde luego más eficaz que las explosiones.
Personalmente, tuve la posibilidad de hacer dos hallazgos significativos. Uno de ellos fue un fragmento de cráneo perforado por una bala, por encima del lugar que correspondería a la ceja. Posteriormente, un experto determinó que se trataba de un orificio ocasionado por un proyectil de nueve milímetros. En realidad, el descubrimiento lo hizo un joven cursillista que iba junto a mí durante una exploración y me lo entregó. Lamento no recordar su nombre. Hay que tener en cuenta que aquello se rescató en plena época de la dictadura y, por ello, había que mantenerlo en manos privadas. Consideramos en esos días que el biólogo Carlos Bosch Millares podía ser un excelente custodio. En su casa estuvo el fragmento de cráneo hasta que acabó la dictadura. Luego lo entregué a un Museo para que se encargara de él. Y allí permanece, junto a otros cráneos encontrados en diferentes expediciones.
Pero hay un hallazgo especialmente valioso. En una ocasión, bajando por el pedregal del fondo de la Sima, al pisar se movió una piedra y quedó al descubierto un antebrazo con sólo el cubito y el radio. En el antebrazo, colocada en su lugar, había una muñequera de cuero con su hebilla. Tiempo después, contemplando unas fotos del histórico luchador de lucha canaria Florido, desaparecido durante la guerra civil, descubrí con sorpresa que en una de sus muñecas tenía una muñequera idéntica a la que yo había encontrado. Muy próximo a este antebrazo había dos esqueletos que tenían botas y correaje. Esto podría confirmar la leyenda popular que dice que el luchador Florido, en el momento de ser arrojado a la Sima, se llevó con él a dos falangistas que trataban de empujarlo. De todas formas, se trata sólo de una hipótesis que debería ser confirmada con la aportación de más datos, ya que muchos obreros usaban por aquel entonces ese tipo de muñequeras.
Al margen de la investigación que tú y otros pudieron realizar in situ sobre la Sima, ¿contaste con otras fuentes que aportaran más luz sobre lo que allí pudo suceder?
Sí. Al margen de mi actividad como espeleólogo yo estaba muy sensibilizado con todo lo relacionado con la Sima de Jinámar y, paralelamente, realizaba mis investigaciones. Conté con la enorme suerte de encontrarme con un testigo directo de aquellos acontecimientos. Se llamaba Francisco y trabajaba en el Museo Canario. Este señor, con el que hice amistad, vivía en el año 36 muy cerca de la Sima. Por entonces debía de ser sólo un adolescente. Me contó que por las noches, desde su casa, podía oír los gritos y los disparos en la boca del agujero. Me contó que cuando se marchaban los falangistas los muchachos se acercaban a ver si había quedado alguien con vida. En una ocasión, contemplaron como a cierta profundidad había quedado enganchado el cadáver de un joven de unos 17 años. Cuando al día siguiente volvieron para comprobar si todavía estaba, observaron con sorpresa que ya había desaparecido. En otra ocasión me dijo que en el primer escalón de la boca de la Sima vieron los cuerpos de dos militares. Era tal el horror que los gritos provocaban en su familia, que pronto tuvieron que mudarse del domicilio porque no podían resistir aquella tensión. Este señor falleció recientemente. Un investigador trató de ponerse en contacto con una de sus hijas, pero ella rechazó rotundamente hablar sobre el tema. Resulta curioso que la hija tenga actualmente más miedo de hablar sobre ello que su padre hace años. Hay un muro de silencio que aún hoy se resiste a ser derrumbado.
Tuve un compañero de trabajo en el laboratorio de carreteras de Obras Públicas, bastante mayor que yo, al que en una ocasión, cuando pasábamos a la altura de Jinámar, le dije. «Mira, Rafael, por ahí está la célebre Sima de Jinámar». El hombre empezó a temblar y a perder el color. Le pregunté que qué le pasaba. Entonces me contó, a duras penas, que siendo soldado y encontrándose en Telde, unos falangistas le habían dicho: «Soldado, acompáñenos porque hoy somos pocos y necesitamos más gente». Y este hombre tuvo que acompañar a la rueda de presos que iban a ser arrojados al agujero de la Sima.
Dicen, Jesús, que muchos de los cadáveres que eran arrojados a la Sima de Jinámar, aparecían luego en la costa, en un lugar conocido como la «Mar Fea». ¿Qué hay realmente de cierto en eso?
No, eso es totalmente incierto. Se trata, sin embargo, de una leyenda muy antigua. Ya sobre la época de la Conquista se ha escrito que los hábitos de los franciscanos mallorquines arrojados a la Sima por los canarios aborígenes aparecían luego en ese lugar que conocemos como la Mar Fea. Pero no, no pudo ser así. Quizás resulte interesante, para ilustrar más la carga de fantasía que tiene la invención, aclarar cuál es el origen de la Sima como fenómeno geológico. La Sima es realmente un volcán, una de las últimas erupciones que se dieron en la Isla de Gran Canaria. En el lugar que conocemos por la Sima de Jinámar se produjo una erupción en forma de chimenea que expulsaba lava líquida por su cono. Por presión hidrostática, el volcán reventó más abajo, y entonces la chimenea, que estaba llena de lava, al salir ésta por otro lugar, vació totalmente el cráter original. La Sima no tiene ninguna comunicación con el mar. Los muertos que aparecieron en la Mar Fea posiblemente eran víctimas asesinadas en otros lugares, que luego fueron arrojadas mar adentro, cerca de esta zona de la costa. En aquellos años se comentaba que los muertos que aparecían por la Mar Fea estaban envueltos en sacos. Lo cual puede venir a confirmar lo que decimos. La desaparición de personas que luego eran encontradas en sacos fue muy frecuente en la Gomera y en Tenerife. No tiene nada de extraño que similares procedimientos se utilizaran en algunos casos también aquí.
¿Qué número de personas calculas que pudieron ser asesinadas en la Sima de Jinámar?
Resulta muy difícil aventurar un número acerca de las personas que pudieron ser asesinadas allí. Uno de los primeros grupos que bajaron, llamado El Bohío, integrado, por cierto, por gente más bien de derechas – entre ellos se encontraba un militar -, contabilizaron hasta trece esqueletos en superficie. Quiero enfatizar lo de superficie, porque esto significa que gracias a los grados de inclinación de la montaña de piedras y lapilli arrojados desde el exterior, no habían sido ocultados. La gente del grupo Bohío bajó por primera vez en 1955. Ellos comentaban en sus corrillos que cuando lo intentaron por primera vez, la Guardia Civil les impidió el descenso. Pero, tiempo después, terminarían haciéndolo en secreto. Sin embargo, en la medida en que se multiplicaron los descensos también se multiplicaron los nuevos hallazgos de restos humanos. Pero actualmente son muy pocos los restos que quedan en superficie. Han ido desapareciendo poco a poco. Los deportistas que han bajado últimamente me han relatado que en superficie ya no quedaba nada. De todas formas, no hay que confiar mucho en esos testimonios. No son expertos. Los restos no son como los de las películas de espeleología, en las que están ahí bien colocaditos, esperando que uno los descubra. Están dispersos, fragmentados, a veces ocultos. Los deportistas no se aperciben del detalle. Recientemente, el doctor Echevarría, un forense de la Universidad del País Vasco, me comentó que había encontrado los restos de dos personas, de 19 y 40 años, aproximadamente. Él filmó esos hallazgos. Hay que suponer que debajo de las piedras se encuentran más restos.
Paradójicamente ha sido a partir de la desaparición de la dictadura cuando el expolio ha aumentado. En la actualidad incluso se arroja basura en el lugar. Es una grave falta de respeto a la memoria histórica de nuestro pueblo. A veces da la sensación de que alguien está especialmente interesado en borrar esa dramática huella de nuestro pasado. Es una manera de solidarizarse con los asesinos.
En cualquier caso, lo que queda en superficie no conserva siquiera la posición anatómica inicial. Se han realizado muchos descensos y todo se ha dispersado. Yo tengo la certeza de que incluso miembros de cuerpos institucionales bajaron cuando la muerte de Eufemiano Fuentes. Digo esto, además, porque hay pruebas de ello. En la boca de la Sima han quedado clavadas unas grandes clavijas. No corresponden, desde luego, a las que utilizamos los espeleólogos, sino que son de las que usan los bomberos y otros Cuerpos. Es decir, cabe suponer que por allí descendieron Cuerpos pertenecientes a instituciones del Estado.
Pero no sólo han sido restos de hombres los que han aparecido en el fondo de la Sima. También fue encontrado un esqueleto con restos de ropa de mujer. Yo mismo pude ver después el calzado, y era evidente que pertenecía a una mujer. No suelo hablar de ello en las entrevistas porque los historiadores, entre ellos Sergio Millares, mantienen que durante aquellos años no hubo ninguna mujer desaparecida. Pero hay muchos espeleólogos y cursillistas que tuvieron la oportunidad de ver estos restos. Entre ellos Humberto Hernández, José Julio Cabrera Mújica, José Luís Gallardo, Silverio López Márquez, José Regidor, Federico Rodríguez Navarro… Creo que sería interesante retomar de nuevo este asunto e investigar sobre él.
¿Hay miedo todavía a hablar de la Sima?
Absolutamente. La Sima de Jinámar fue un auténtico tabú durante el franquismo. Pero aún continúa siéndolo hoy. Ya en las postrimerías del franquismo recuerdo, por ejemplo, que en una ocasión trató de hacerse un artículo con mucho material grafico sobre el lugar, desde un punto de vista estrictamente deportivo, para el periódico La Provincia. En el reportaje fue preciso ocultar el nombre de la Sima para que lo publicaran en ese periódico.
Resulta curioso que setenta años después todavía Jinámar provoque pánico en muchos. Incluso entre mis compañeros espeleólogos hay temor a hablar sobre ello. Los espeleólogos no pueden considerarse hombres cobardes. Se juegan el tipo en cada uno de sus descensos. Sin embargo, a muchos de ellos les cuesta comentar este asunto. Una muestra de este pánico la podemos encontrar todavía en los propios medios de comunicación. La televisión autonómica nos hizo, hace relativamente poco tiempo, un reportaje en la misma boca de la Sima. Pues bien, del reportaje que nos hicieron sólo se visionó el 10%. Quitaron lo más comprometido y luego, para compensar, exhibieron un reportaje sobre un personaje siniestro de la época, el General García Escámez, cantando sobre él loas y excelencias y poniendo de relieve lo «bueno» que había sido.
La extrema derecha ha tratado de difundir la idea de que lo ocurrido en la Sima de Jinámar fue un bluff, una invención. Un falangista, Jiménez Marrero, tuvo como dedicación especial durante años desmentir lo ocurrido. En cierta forma es comprensible que personajes como éste se empeñaran con tanto ahínco en este tipo de labores. Pero ahora se ha agregado a la lista de los ‘revisionistas históricos’ Juan Rodríguez Betancor, un ex comunista conocido en la clandestinidad como «Jurobe» y hoy flamante directivo de una Federación Empresarial de la ciudad de Telde. ¿Qué opinas sobre este sorprendente cuestionamiento?
Opino que lo menos que se puede tener en esta vida es un poco de vergüenza.