Texto presentado por Hernando Calvo Ospina en el Coloquio Internacional «Por una Civilización de la Emancipación Humana: Trans-revoluciones, Revoluciones Individuales y Colectivas», realizado en París los días 2, 3 y 4 de diciembre 2011, y organizado por la Asociación Elan Retrouvé, de Francia, y el Centro Nacional de Educación Sexual de Cuba, Cenesex.
Hace unos años di una conferencia en una universidad española. Al llegar el momento del debate uno de los presentes me preguntó por qué los latinoamericanos teníamos fobia a los homosexuales. No era el tema de mi charla, pero no quise dejar pasar la oportunidad. «No es fobia, respondí: desgraciadamente es herencia. Una de tantas». En la sala se instaló el silencio y algunos intercambiaron miradas. Como deduje que nadie entendió, pasé a explicar.
Aunque solo es conocido por sus catastróficas profecías, Nostradamus fue médico. Y recetaba el agua como medicamento contra las enfermedades. La mugre incuba los males. Pero la Europa cristiana tenia al agua solo para el bautizo. Recordemos que la reina Isabel la Católica se bañó unas tres veces en su vida, y el Rey Sol de Francia lo hizo una sola vez. Cuando el cristianismo se impuso en España y los musulmanes fueron expulsados, los reyes mandaron destruir todas las duchas públicas que ellos habían construido. La Iglesia veía el agua, el baño, como un camino al pecado por dar placer al cuerpo. Se dijo que por el agua los hombres musulmanes se dedicaban en esos lugares a fornicar entre ellos.
Cuando los europeos, en especial los españoles enviados por doña Isabel, llegaron al continente americano encontraron que los nativos disfrutaban a plenitud con el agua. Es más: muchos de sus ritos sagrados se realizaban en ríos y lagunas. Si ya por ello merecían ser asesinados bajo la cruz y la espada, el que en muchas de estas sociedades nuestras se practicara el homosexualismo libremente, antes o después de un baño, mereció que varios millones murieran.
El 99% de los conquistadores españoles, ingleses, franceses, holandeses y portugueses que llegaron eran aventureros, delincuentes y asesinos, por lo tanto muy machos. Para estos machos la homosexualidad era muestra de debilidad, de feminidad, y les producía asco. Y la cultura del vencedor se impuso.
– ¿De dónde viene esa imagen de machos que tienen los latinos?, ha sido otra pregunta.
Casi que por herencia. El machismo nos lo regalaron los europeos, pero como imagen se moldeó y se expandió desde Estados Unidos. Al macho latino se le imagina con bigotes, rudo, aprovechado físicamente de las mujeres, y regularmente violento. Y aunque no se crea, esta es una imagen de «marketing» que empezó a tomar camino a comienzos del siglo pasado. El prototipo de macho es Pancho Villa, y no de gratis. Digamos que él es el «culpable». En marzo de 1916, este revolucionario mexicano hizo lo que no se había hecho y lo que nunca se ha vuelto a repetir: traspasó la frontera estadounidense y atacó el poblado de Columbus, en Nuevo México, barriendo el cuartel militar. La reacción no se hizo esperar: las tropas estadounidenses lo persiguieron hasta muchos kilómetros adentro de México, sin lograrlo capturar. Entonces su imagen empezó a ser ridiculizada en todos los medios de prensa estadounidenses, y los europeos no se demoraron.
– ¿Por qué amamos a la madre y la castidad de las mujeres?, me preguntó un día una joven francesa.
Herencia, dije. La madre es sinónimo de María, la virgen. Por algo María es el nombre más popular en el cristianismo. María trajo a este mundo a Jesús de Nazaret sin que un terrenal la tocara, ni su esposo José. Solo una paloma, el espíritu santo, que entró por la ventana y la embarazó. Además, en 1854, el Papa de Roma dijo que María había llegado a este mundo sin «pecado concebida», o sea que su madre tampoco fue tocada por mano de hombre para concebir a María. Y esa virginidad de María es la que le ha dado el prestigio de intocable, de inmaculada. Nuestras madres deben ser muestra de ello. Lo escribieron los hombres en la Biblia para que sus mujeres siguieran el ejemplo de pureza. Nuestra madre, nuestra esposa, antes que mujeres son Marías vírgenes. Deben vivir para la devoción, el sufrimiento y la entrega al esposo e hijos. No pueden pecar y apenas gozar de su cuerpo.
A nadie se le ha ocurrido tener como madre a una Eva, la que hizo pecar a Adán con SU manzana pélvica, y culpable de que dios nos castigara expulsándonos del paraíso. Aunque el hombre siempre sueña con la Eva, pero fuera de la casa. La Iglesia nos ha enseñado que el paraíso está lleno de pobres y el infierno de Evas y maricones.
– ¿Por qué algunas mujeres no son recordadas igual en la historia latinoamericana?, me increpa una estudiante en Bruselas
Herencia, siempre herencia. Y puse dos ejemplos. Manuelita Sáenz, una ecuatoriana. Aunque desde el año pasado tiene el título de Gran Libertadora, se le sigue recordando casi como una puta porque hasta en los textos de estudio se da a entender. Ella fue el gran amor del libertador Simón Bolívar. Ella lo acompañó, se batió a su lado espada en mano, contra de las tropas españolas. Vestía uniforme militar, algo escandaloso para las damas de la época. Pero más escandalizó porque pertenecía a la gran burguesía y era casada con un inglés. Los poderosos enemigos de Bolívar, españoles y criollos, empezaron a construir la imagen de «la» Manuela, la puta. Vivía en Colombia a la muerte de Bolívar, entonces de ahí la expulsaron, y ni su país le permitió el ingreso. Murió bien pobre, exiliada en un pueblo perdido del Perú. La rebeldía no se perdona. Y menos si eres mujer.
La Malinche era una india mexicana, que ayudó como pocas a la invasión y genocidio de su pueblo. Traicionó y entregó los secretos de los suyos a los europeos. Los que escribieron la historia oficial, los vencedores, la catalogan como madre simbólica de los mexicanos. Tiene muchas estatuas.
En Cartagena, Colombia, está una de las estatuas más populares del país, la de la india Catalina. Ella también traicionó a su pueblo, hasta entregó a su propio padre para que lo asesinaran por rebelde.
Los europeos nos enseñaron que traicionar es buen negocio si se hace a su lado.
– ¿Por qué quieren esconder que la pintora Frida Kahlo era bisexual? Alguna vez me preguntaron
Por herencia. Pero por suerte ha primado su valor artístico como pintora a sus placeres sexuales. Aunque esta mexicana estaba casada con el también pintor Diego Rivera, disfrutó de su cuerpo hasta la saciedad. Miembro del Partido Comunista, fue la amante, entre varios, del político ruso León Trosky y su esposa, pero también de Tina Modotti, María Félix y de una buena cantidad de mujeres, prestigiosas o simples ciudadanas. Decía que el placer de la piel la inspiraba, pero sobre todo la ayudaba a sobrellevar los males que aquejaron su cuerpo durante casi toda su vida. Para la «buena sociedad» mexicana, cortada con la misma tijera que la europea y estadounidense.
Para terminar falta otra historia. Pero antes quiero recordar las palabras de Monseñor Gaillot (1) y de la recién fallecida Danielle Mitterrand (2), cuando me decían en entrevistas que el futuro vendrá de América Latina. Es cierto. Es en el único lugar del mundo donde las sociedades se están transformando social y políticamente. Donde se está luchando para acabar con tantas taras, tantas malas herencias que nos han dejado más de quinientos años de colonialismo ideológico y cultural europeo. Cuba es la vanguardia. La lucha no es fácil, pero se está haciendo. Hemos sido un subcontinente rebelde. Desde que llegaron los europeos no ha pasado un día sin que allá no se luche, en cualquier rincón, por transformaciones individuales y colectivas.
Y ahora sí voy a terminar. Voy a narrar algo que nunca he contado, ni a mí familia. A finales de 1985 estaba en la cárcel de Quito, Ecuador, como preso político, con otro compañero. Decidimos fugarnos. Preparando el plan, junto a dos asaltantes de bancos y dos ladrones de ganado al por mayor, nos dimos cuenta de que necesitábamos a alguien de confianza que hiciera el puente con los compañeros nuestros en el exterior. Mi esposa de entonces no podía ser, ni ningún compañero, al existir la posibilidad de que fueran seguidos. Uno de los asaltantes y un ladrón propusieron que fueran sus «mujeres». Ellos metían las manos a la candela por ellas. Se aceptó. Y ellas empezaron a colaborar como si fueran militantes. Ellas caían regularmente en la cárcel por prostitución callejera. Se quedaban unos dos días, pagaban la multa y salían de nuevo. Nunca nos pidieron nada a cambio, fuera de un paquete de cigarrillos o una comida de vez en cuando. Todo estaba listo para la fuga el primero de enero de 1986. Pero cuatro días antes, a mí y a mi compañero nos expulsaron para Perú. El plan tuvo que detenerse, pero unos meses después la fuga se concretó. Ellas cumplieron a riesgo de sus propias vidas. Nunca supe sus verdaderos nombres, no sé si viven, pero hoy, aquí, quiero aprovechar para agradecerles. Y también decirles que siempre han tenido todo mi respeto y admiración, porque demostraron que no son la escoria social que dicen que son las de su «categoría».
Porque «Lola» y «María» eran dos travestis.
Muchas gracias.
Hernando Calvo Ospina.
rCR