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Hezbolá hace historia

Fuentes: Asia Times

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

El estadista británico Sir Winston Churchill dijo una vez: «La historia será amable conmigo, ya que tengo intención de escribirla yo.» En otra ocasión, dijo: «Aunque estoy preparado para el martirio, es algo que preferiría posponer.»

Pienso en esas dos citas, cuando imagino a Hasan Nasrallah, secretario general de Hezbolá, sentado en algún sitio en Beirut, observando como el miércoles sus aliados y oponentes elaboraban trabajosamente un acuerdo en Doha – a su favor.

Debe haberse sentido muy feliz porque todas las resoluciones de Doha fueron hechas a medida del gusto de Nasrallah. Terminó por conseguir lo que había estado pidiendo: sobre todo más influencia para la oposición en el gobierno libanés, y la capacidad de vetar cualquiera resolución que vaya en contra de los intereses de Hezbolá.

Es verdad que no habrá elecciones parlamentarias anticipadas (que Hezbolá había solicitado) para expulsar a la mayoría parlamentaria de Saad al-Hariri, pero a todo el tema de Hezbolá y sus armas se le restó importancia en la reunión de Doha.

Como combatiente que a menudo dijo que busca el martirio en su guerra contra Israel, Nasrallah, como Churchill, ciertamente preferiría que éste fuera pospuesto. Necesita tiempo para gozar de los frutos de la victoria lograda por Hezbolá en Qatar. Podría ser idolatrado por millones de árabes, visto como un héroe de la guerra, y un líder carismático, honesto e inspirador. Podría ser odiado más allá de lo imaginable por sus oponentes, visto como terrorista y secuaz iraní. Pero dejando las emociones a un lado – en realidad no cuentan en la política – el hombre ha demostrado su intención, con éxito, de escribir la historia, a su manera.

Cuando Israel se retiró del sur del Líbano en 2000, sus oponentes arguyeron que Nasrallah estaba liquidado. El joven líder se había legitimado durante casi 10 años como combatiente por la libertad, alguien que era necesitado para combatir la ocupación israelí. Ahora que el Líbano era libre, en teoría, ¿para qué servía Nasrallah o las armas de Hezbolá? No podía seguir conservando armas, combatiendo a los israelíes y atraer a su electorado ahora que los israelíes habían abandonado el Líbano.

Pero sobrevivió. Cuando el presidente sirio Hafez al-Assad murió en junio de 2000, el mismo argumento volvió a aparecer, diciendo que una Siria emergente podría ser incapaz de cumplir sus promesas a Hezbolá. También sobrevivió. En 2004, Naciones Unidas aprobó la Resolución 1559, exigiendo el desarme de Hezbolá. Un año después, resonaron voces a través de toda la comunidad internacional, llamando a Nasrallah a deponer sus armas.

El joven líder libanés, pensaba la gente, no podría enfrentar a EE.UU., Francia y la ONU. Cuatro años más tarde, la Resolución 1559 pasó a la historia en lo que se refiere a la implementación de la parte sobre las armas de Hezbolá. El mismo fuego fue usado en su contra en 2005, cuando fue asesinado el ex primer ministro Rafik al-Hariri y de nuevo en 2006, cuando Israel lanzó su gran guerra contra el Líbano, con la intención de aplastar a Hezbolá. La guerra terminó, y aprobaron la Resolución 1701, apartando a Hezbolá de su campo de batalla en la frontera israelí. Incluso entonces, Nasrallah sobrevivió.

Hace dieciocho meses, Nasrallah ordenó a sus partidarios que fueran al centro de Beirut, a una manifestación sin fin orientada a derribar al gabinete del primer ministro Fouad al-Siniora, respaldado por los saudíes. El líder de Hezbolá se había enfrentado en una guerra de palabras con el gobierno libanés pro-occidental de Beirut, acusándolo de conspirar con los estadounidenses y los israelíes durante la guerra del verano de 2006.

Entre otras cosas, lo culpó por la Resolución 1559, y dijo que habían pedido a Israel que extendiera su guerra, de manera que pudiera librarlos de Hezbolá. Posteriormente, en noviembre de 2006, los ministros chiíes representantes de Hezbolá y de su partido gemelo Amal, renunciaron al gabinete Siniora. Nasrallah argumentó que ese gabinete era anticonstitucional porque los chiíes habían dejado de participar.

Los saudíes y los estadounidenses respaldaron a la Coalición 14 de Marzo, sin embargo, se negaron a ceder bajo presión y se aferraron a Siniora. Fue una guerra por encargo entre EE.UU. y Arabia Saudí por una parte, e Irán y Siria por la otra. Los estadounidenses simplemente no querían permitir que Irán obtuviera una ventaja. Observadores afirmaron que esa vez, Nasrallah había querido abarcar demasiado.

Pasaron dieciocho meses, y no llegaba ninguna solución. Nasrallah seguía negándose a ceder – insistiendo en que Siniora ya no era primer ministro del Líbano – y bloqueó cualesquiera negociaciones respecto a las armas de Hezbolá. El partido sólo se desarmaría, argumentó, una vez que las Granjas de Sheeba fueran liberadas.

La semana pasada la confrontación se hizo violenta, cuando combatientes armados de Hezbolá chocaron con aquellos financiados por, y leales a, el líder de la mayoría parlamentaria, Hariri. La violencia estalló después de que el gobierno libanés tratara de desmantelar la red de seguridad de Hezbolá, afirmando que era ilegal, y despidiera al comandante de seguridad del aeropuerto de Beirut, quien es leal a Hezbolá. Fue un ataque contra las armas de Hezbolá, afirmó Nasrallah, agregando que en la resistencia, los sistemas de comunicación y seguridad son no menos valiosos que las bombas y los misiles. «Cortaremos el brazo de quienquiera trate de desarmar a Hezbolá,» fueron las palabras de Nasrallah enfurecido. «Se utilizarán armas para proteger las armas,» agregó, descartando una promesa anterior que había hecho de jamás utilizar internamente las armas de Hezbolá.

Sus hombres siguieron ese ejemplo, invadieron vecindarios enteros leales a Hariri, y desarmaron a su bloque. Una vez que lograron un control total (en el breve período de seis horas) llamaron al Ejército libanés para que viniera y se hiciera cargo. La Coalición 14 de Marzo dirigida por Hariri alegó juego sucio, y lo mismo hizo Arabia Saudí, afirmando que Hezbolá había lanzado un golpe y ocupado Beirut. El Ministro de Exteriores saudí Saud al-Faisal comparó la invasión israelí de la capital libanesa en 1982 y la ofensiva de Hezbolá en 2008, afirmando que Nasrallah era un nuevo Ariel Sharon.

Todos pensaron que al utilizar sus armas internamente, Nasrallah había disparado su última bala. Algunos escribieron sobre una próxima guerra civil entre suníes y chiíes. Otros especularon que ahora sería más fácil para la comunidad internacional y para el Estado libanés salir adelante con un argumento contra las armas de Hezbolá, ahora que habían sido utilizadas internamente. Fue el error de su vida, dijeron muchos, hablando de Nasrallah.

Bajo un fuerte cabildeo de la Liga Árabe, EE.UU., Francia y los pesos pesados del Golfo como Qatar, todas las partes tomaron un avión y partieron a Doha, dejando atrás a 82 civiles muertos en Beirut. Residentes de la capital libanesa los despidieron con grandes pancartas que decían: «Si no os ponéis de acuerdo, no volváis.»

Los participantes en la Conferencia de Doha incluían al dirigente cristiano Michel Aoun y el presidente del parlamento Nabih Berri (dos aliados de Hezbolá), personalidades favorables a EE.UU. como Samir Gagegea y Walid Jumblatt, independientes como el veterano periodista y miembro del parlamento Ghassan Tweini, junto con Hariri, y Siniora.

El único participante ausente fue Nasrallah, quien no pudo realizar el viaje a Qatar por motivos de seguridad. Durante cinco días los dirigentes reunidos se encontraron bajo auspicios qataríes (en un momento bajo la supervisión directa del jeque Hamad). Consultaron permanentemente con los estadounidenses, los franceses, los saudíes, los sirios y los iraníes. Finalmente lograron un acuerdo el 21 de mayo que parecía satisfacer a todos.

El acuerdo de Doha declara que:

Nº 1. Todas las partes involucradas se reunirán el domingo para elegir un presidente del Líbano. El sillón presidencial ha estado vacante desde noviembre de 2007 y aunque todas las partes aceptaron llevar a ese puesto al actual comandante del ejército Michel Suleimán, nadie parecía saber como hacerlo a través del parlamento. El general Suleimán, calificado de pro-sirio y pro-Hezbolá, nunca fue uno de los favoritos de la Coalición 14 de Marzo, ni del ex comandante el ejército Michel Aoun, quien también tenía los ojos puestos en el sillón vacante en el Palacio Baabda.

En noviembre de 2007, a Aoun le convencieron de aceptar un compromiso; si no podía ser rey, por lo menos tendría que aceptar ser entronizador. Los sirios respaldaron la elección de Suleimán, ya que siempre sospecharon de Aoun, que había sido anti-sirio durante su prolongado exilio en París, durante el auge de la hegemonía siria en el Líbano.

Nº 2. Un nuevo gabinete de 30 miembros será creado dentro de la próxima semana por alguien de la Coalición 14 de Marzo. No habrá elecciones parlamentarias anticipadas, y el bloque de Hariri seguirá dominando el parlamento hasta 2009. Esto significa que se quedarán con el control del puesto de primer ministro. Siniora, quien describió el acuerdo como un «gran logro en la historia de la nación árabe,» renunciará y será reemplazado por una de dos opciones, o el propio Hariri, o el miembro pro-Hariri del parlamento, Mohammad al-Safadi.

Pero el nuevo gabinete tendrá 16 puestos para la mayoría de Hariri, 11 para la oposición dirigida por Hezbolá, y tres a ser nombrados por le presidente. Ya que Suleimán tiene buenas relaciones con Hezbolá, esto significa que los tres nombrados por él, estarán más o menos aliados con los once en manos de la oposición dirigida por Hezbolá. Eso lleva el número total de ministros del equipo contrario a Hariri a 14. Pueden tener poder de veto sobre cualquier legislación aprobada por el equipo de Hariri.

Ese veto será utilizado si el equipo de Hariri trata de aprobar algún decreto relacionado con el Tribunal Internacional relacionado con el asesinato de Rafik Hariri, aprobado bajo el Capítulo Siete de la Carta de la ONU. Este nuevo gabinete significará un problema inmediato para EE.UU., que apoyó a Siniora y que extenderá un apoyo incondicional a cualquiera que sea el nuevo primer ministro del 14 de Marzo.

¿Pero cómo van a encarar a los 11 ministros en el nuevo gobierno, que son leales o miembros de Hezbolá? ¿Los ignorarán – actuando como si no existieran – como lo hicieron con Hamas en Palestina? ¿O se tragarán sus grandes palabras y los verán como un factor estabilizador, como lo hicieron con los sadéristas que fueron ministros de gabinete bajo Nuri al-Maliki en Iraq?

Nº 3. Todas las partes se comprometen a no renunciar del gobierno u obstaculizar su trabajo. Esto fue hecho para asegurarse de que Hezbolá no se vaya del gobierno, como lo hizo con Siniora en noviembre de 2006.

Nº 4. El Líbano adoptará una ley de 1960 para las elecciones parlamentarias de 2009, con enmiendas en el distrito de Beirut.

Nº 5. Todas las partes se comprometen a abstenerse de utilizar armas para resolver conflictos políticos.

Nª 6. La seguridad sigue estrictamente monopolizada por el Estado, y no puede haber un Estado dentro del Estado en el Líbano.

Nº 7. Para mostrar su buena voluntad, la oposición dirigida por Hezbolá desarmará las carpas que había erigido en el centro de Beirut (el corazón del reino de Hariri) devolviendo la vida al distrito comercial de la capital libanesa.

¿Quién gana ahora en la política en Beirut? En cuanto a evitar otra guerra civil, todos los lados ganan, sobre todo el pueblo libanés. Ciertamente, Hezbolá salió victorioso. Así lo hicieron los sirios e Irán. Los sirios, en particular, parecen estar en el séptimo cielo, ya que poco después del anuncio del acuerdo en Doha, apareció otra declaración, esta vez desde Damasco, Tel Aviv y Ankara, diciendo que conversaciones indirectas habían comenzado entre Siria e Israel, bajo los auspicios de los turcos.

El único lado que podría no estar demasiado feliz con lo que sucedió en Doha es Arabia Saudí. El acuerdo fue negociado por los qataríes y no por los saudíes, aunque habían sido los que supervisaron el acuerdo en Taif, que condujo al fin de la guerra civil en 1990.

Los sirios, a quienes habían tratado de marginar en Beirut para llevar al poder al 14 de Marzo, ciertamente demostraron que todavía tienen mucho peso en el Líbano, aunque habían estado fuera – desde el punto de vista militar- desde 2005. Los agentes de Arabia Saudí fueron derrotados en lo militar en las confrontaciones callejeras de la semana pasado, y en lo político en Doha. Después de todo, a pesar de todo el parloteo a lo «macho», habían terminado por ceder y aceptar las exigencias de la oposición dirigida por Hezbolá. Hezbolá y sus amigos recibieron efectivamente el poder de veto que habían querido desde hace tiempo, mantenido sus armas, y obtenido un presidente para el Líbano que no es miembro de la coalición del 14 de Marzo.

Nasrallah está escribiendo historia como Churchill pero tal vez con una pluma diferente y con escritura diferente.

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Sami Moubayed es un analista político sirio.

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http://www.atimes.com/atimes/Middle_East/JE23Ak03.html