Continuamos con el análisis de perspectivas de la industria nuclear que ya iniciamos el mes pasado referido a España, y que ahora aplicaremos a la Unión Europea (UE). Se trata de ofrecer datos contrastados para promover un rechazo mayoritario y racional a la energía atómica, para ayudar a tener una visión de la realidad hasta […]
Continuamos con el análisis de perspectivas de la industria nuclear que ya iniciamos el mes pasado referido a España, y que ahora aplicaremos a la Unión Europea (UE). Se trata de ofrecer datos contrastados para promover un rechazo mayoritario y racional a la energía atómica, para ayudar a tener una visión de la realidad hasta bien avanzado el siglo XXI.
Un análisis de este tipo responde a la necesidad de que la sociedad tenga voz en las decisiones sobre política energética. Política que, hoy por hoy, está determinada exclusivamente por las decisiones de la industria, con un margen estrecho de participación de las instituciones y la apelación puntual a «expertos», como recurso para legitimar lo que ya se ha decidido en función de las cuentas de beneficios de las compañías.
En el caso de España (ver mt.e 162 noviembre), se llegaba a la conclusión de que, siguiendo el camino abierto por Garoña, las centrales nucleares cerrarán cuando las empresas eléctricas lo decidan. Y en caso de que esa decisión se vea afectada por factores sociales o políticos, la sociedad deberá pagar una vez más, pues está demostrado que cerrar centrales puede generar más beneficios que mantenerlas funcionando. Curiosa paradoja que ilustró la moratoria nuclear de 1984, y que podría volver a repetirse con ocasión del cierre.
Toca pues, ir más allá de España. Existe un cierto tipo de resistencia a las nucleares que se limita a repetir continuamente que la industria está en imparable decadencia, difundiendo selectivamente noticias del extranjero. La difusión selectiva de noticias ahorra avanzar un pronóstico sobre cuál será el momento final de la tal decadencia. Porque no será lo mismo una decadenciaque se resuelva con el cierre de las centrales nucleares en los próximos 10 años, que una que lo retrase hasta finales de siglo.
Comencemos por sentar unos puntos básicos; el primero la referencia temporal de la decadencia. Si la política actual de la industria nuclear se compara con las fantasías propagandísticas de los años 50 del pasado siglo, o incluso con la retórica del denominado «renacimiento» de 2001 – 2011, el termino «decadencia» es incluso prudente para describir lo que está pasando.
Pero, si en lugar de partir de esas referencias, las políticas actuales se valoran desde la estrategia desplegada a partir de 1986, inicio de la catástrofe de Chernóbil, debemos sustituir «decadencia» por otro término más adecuado: adaptación. Adaptación de la industria nuclear a crecientes desigualdades globales, a convulsiones ecológicas y sociales resultado del cambio climático, y a un futuro energético confuso marcado por la necesidad de mantener el BAU [1], o algo que se le parezca, en determinadas regiones del mundo.
En la actual situación energética, la palabra «decadencia» podría aplicarse a cualquiera de los elementos del sistema. Podríamos referirnos a la «decadencia» en el suministro de combustibles fósiles, a la «decadencia» de la centrales térmicas, a la «decadencia» de las grandes redes centralizadas, etc. Y si no aplicamos «decadencia» a todos esos campos es porque nunca han usado la retórica triunfalista y fantasiosa propia de la energía nuclear.
Por consiguiente, intentemos afinar el análisis, partir de la realidad, ajustar los escenarios a cada región, a cada trayectoria histórica y política. Si en el caso de España, las conclusiones eran evidentes, procedamos a analizar las perspectivas en el caso de la UE (incluyendo aún al Reino Unido) teniendo en cuenta que, al igual que España, cada país es un caso individual con sus propias pautas de información / desinformación propias, como se deduce del análisis del «cierre» nuclear de Bélgica y Suiza [2].
Una parte de los países de la UE comparten algo: la cultura de la resistencia a la energía nuclear iniciada en la década de los años 70 / 80 del pasado siglo. Pero más allá de esa cultura las diferencias sociales, políticas u organizativas son abismales. Traer a colación noticas sobre Alemania, Francia, Suecia, etc., sin contextualizarlas, como si todo lo que sucede formase parte de una misma dinámica, no sólo es una frivolidad, es una irresponsabilidad. Veamos los datos.
Descontando los casos de España, que ya hemos analizado, de Alemania, cuyas 8 centrales cerrarán en 2022 -mediante el pago a las empresas propietarias, Eon, RWE y Vatenfall, de sustaciosas compensaciones económicas pendientes de concretar- [3] y de Bélgica, que ya fue analizado en su día; según el informe The World Nuclear Industry Status Report 2017 (WNISR2017) combinado con la web de la World Nuclear Association (WNA), hay 11 países de la UE (Bulgaria, Eslovaquia, Eslovenia, Finlandia, Francia, Hungría, Países Bajos, Reino Unido, República Checa, Rumanía, y Suecia) en los que funcionaban, en 2016, 103 reactores nucleares [4].
De esos 103 reactores, 22 entraron en funcionamiento entre 1973 y 1980, es decir, que en 2020 llevarán funcionando más de 40 años; en el extremo contrario tenemos 18 reactores que se conectaron por primera vez entre 1990 y 2007, es decir, que en caso de imposición de los 60 años de funcionamiento, funcionarán hasta pasada la mitad del siglo XXI. Entre ambos extremos, un grupo de 77 reactores, aquí hay que sumar los 7 de España y los 7 de Bélgica) que llegarán a 40 años operativos en el curso de la próxima década (2020 – 2029), pero que si se consigue la imposición de los 60 años, extenderán su amenaza hasta la mitad del presente siglo.
A ello hay que añadir los proyectos de construcción de nuevos reactores dentro de la UE, El WNISR,2017, un documento especialmente crítico con la retórica nuclear, considera que cuatro de ellos estan lo suficientemente avanzados como para conectarse a la red antes del 2020: dos en Eslovaquia (Mochovce 3 y 4) y los dos prototipos EPR, que acumulan un retraso tan considerable como la voluntad de ponerlos en funcionamiento: Olkiluoto 3, en Finlandia; y Flamanville 3, en Francia. Su conexión a la red, unida a los más que probables 60 años operativos, alarga la presencia nuclear hasta el último tercio del siglo XXI (2079).
Esos son los términos exactos de la decadencia nuclear en la UE: un mínimo de 22 reactores (o un máximo de 94) que marcarán el futuro de Europa hasta más allá de la mitad del presente siglo, y sin contar con lo que se planea en otros paises europeos que no están en la UE, y que trataremos el próximo mes.
La industria nuclear se adapta, abandona las fantasías que siempre la han acompañado y se centra en su mejor mentira: que es necesaria para «paliar» las consecuencias del cambio climático. Según en qué países actúa recurre a uan batería de mentiras complementarias: incremento de precios provocados por el cierre, fiabilidad, carácter imprescindible dada la condición de tal o cual país (en el caso de España, la supuesta «isla energética» que supone la Península), cobertura de una demanda creciente, y bla, bla, bla…
Semejante constatación no hace sino remarcar la necesidad de mantener la resistencia contra la energía nuclear, y aprovechar cualquier oportunidad que brinde la legislación de cada país con centrales para acelerar su cierre, movilizando políticamente la sociedad. Se trata de una tarea urgente por dos motivos: porque la industria nuclear no cesa en su actividad para hacer normal la terrorífica convivencia con la contaminación radiactiva, y porque la experiencia nos demuestra que un accidente que evolucione a catástrofe marcará el futuro de las personas en amplias zonas de Europa hasta mucho más allá del siglo XXI.
Notas:
Los datos generales de este artículo provienen del informe The World Nuclear Industry Status Report 2017 (WNISR2017), disponible en http://world-nuclear.org/getmedia/b392d1cd-f7d2-4d54-9355-9a65f71a3419/world-nuclear-performance-report-2017.pdf.aspx , y de la página de la World Nuclear Association:http://www.world-nuclear.org/ correspondiente a cada país.
Los detalles, junto con otras informaciones relativas a la energía nuclear en noviembre pueden encontrarlos en la HEMEROTECA DE NOVIEMBRE.
[1] Se denomina BAU (iniciales que corresponden a las palabras Bussines As Usual) al planteamiento de transformaciones en el sistema energético sin transformaciones sociales aparejadas. En un escenario BAU las pautas sociales se mantienen inalteradas y la transformación se limita a sustituir las fuentes energéticas fósiles y nucleares por otras renovables. El despilfarro, las desigualdades crecientes, los problemas y conflictos sociales y técnicos vinculados a la producción distribución y consumo de energía simplemente se ignoran.
Para profundizar en la falacia de una transición energética en claves de BAU ver:
http://crashoil.blogspot.com.es/2012/03/que-es-el-bau.html
[3] Ver:https://elpais.com/economia/2016/12/06/actualidad/1481029233_852085.html
y WNISR pags. 53/54
[4] Son, Bulgaria (2), Eslovaquia (4 +2), Eslovenia (1), Finlandia (4 +1), Francia (56 +1), Hungría (4), Países Bajos (1), Reino Unido (15), República Checa (6), Rumanía (2), Suecia (8). Para más detalles consultar la HEMEROTECA DE NOVIEMBRE.
Miguel Muñiz es miembro de Tanquem les Nuclears – 100% EER, y del GRUPO IMPULSOR ILP 2020 LIBRE DE NUCLEARES. Mantiene la página de divulgación energética http://www.sirenovablesnuclearno.org/
Fuente: http://mientrastanto.org/boletin-163/notas/hipotesis-de-un-futuro-nuclear-2