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La conmemoración del 24 de febrero

Historia y verdades irrefutables

Fuentes: Rebelión

La prensa mercenaria multiplica la imaginación de los apátridas que en mi país son pagados para representar «la oposición al régimen». Varios cables desinforman con mítines y manifestaciones dicen que ocurridas en estos días de febrero. Nada se informa sobre las plazas y parques que el pasado 24, fueron escenario en todo el archipiélago de […]

La prensa mercenaria multiplica la imaginación de los apátridas que en mi país son pagados para representar «la oposición al régimen». Varios cables desinforman con mítines y manifestaciones dicen que ocurridas en estos días de febrero. Nada se informa sobre las plazas y parques que el pasado 24, fueron escenario en todo el archipiélago de hermosos y masivos actos de patriotismo. Conmemoramos el 116 aniversario del inicio de la guerra de 1895, etapa final del proceso independentista del Siglo XIX cubano.

Los historiadores, maestros y activistas revolucionarios trabajamos para que c ada acto de recordación, por muy modesto que sea, resulte en un encuentro del pueblo con su propia historia, un ir de las actuales generaciones revolucionarias hacia sus propias raíces. Consideramos que la reflexión histórica enseña a comprender lo que es una revolución, a entender la complejidad del proceso y de las luchas personales y colectivas que constituyen una revolución. Insistimos -no lo hemos logrado aún- en que la historia se constituya en un arma de la prospectiva. La sabemos insustituible si de pensar el hacer actual y el proyecto país se trata.

Uno de esos actos, que casualmente nunca ven ni enfocan con sus cámaras los corresponsales de la prensa interesada en vender la imagen de oposición, se desarrolló en la mañana del pasado 24, en el Parque Central de la capital cubana, contó con la presencia y participación varios centenares de estudiantes de las escuelas aledañas y sus maestros, junto a una combativa tropa de veteranos de la Asociación de Combatientes de la Revolución Cubana, pueblo, transeúntes y no pocos turistas y visitantes que a esa hora temprana iniciaban su andar por las calles del histórico centro habanero. Comparto con los lectores la intervención que a solicitud de los organizadores realicé en esta actividad. He incorporado en el texto las respuestas a varias interrogantes, que una vez terminado el acto me fueron formuladas por los participantes.

Las guerras contra la dominación de la corona española han sido profusamente estudiadas, pero la labor de los historiadores no termina en la develación de ciencia, en el mundo de la Academia, el ensayo o el libro; además debemos ser capaces de convertir los hechos en razones, de renovar nuestra lectura de presente, inmersos en el seno del movimiento social. Ante la avalancha de mensajes codificados por la propaganda enemiga, frente a una labor de diversión ideológica que se especializa cada vez más, y tiene en el desmontaje de la historia cubana una de sus direcciones principales, resulta un deber compartir la labor escolar, la conmemoración y el acto de calle, con muchos otros compatriotas, con los amigos de la América y el mundo.

El 24 de febrero de 1895

El 24 de febrero continuó el proceso revolucionario emprendido por Carlos Manuel de Céspedes del Castillo (1819-1874), el 10 de octubre de 1868, en el ingenio Demajagua, en la región de Manzanillo. La historiografía burguesa hizo énfasis durante muchos años en que la Guerra de los Diez Años terminó con el Pacto del Zanjón, en el que un comité de jefes de las fuerzas insurrectas mambisas, firmaron el fin de las hostilidades militares con el gobierno español. Para quienes rescatamos por sobre los reveses, aquellos hechos que marcan los cambios trascendentales de futuro, aquella guerra grande termina con el canto al patriotismo y la intransigencia revolucionaria del general mulato Antonio Maceo y Grajales (1845-1896) en la Protesta de Baraguá el 15 de marzo de 1878: No puede haber paz sin independencia y abolición de la esclavitudi, precisó para todos los tiempos, quien ya representaba la llegada, a golpe de machete, valor e inteligencia, de los sectores populares al liderazgo histórico de la revolución emancipadora.

José Julián Martí y Pérez (1853-1995), el hijo de una humilde familia habanera de migrantes españoles, fue conciencia y vida de la preparación y conducción del nuevo estallido independentista. Con el espíritu de intransigencia de la Protesta de Baraguá y la mística revolucionaria de un Apóstol, Martí se entregó a la labor emancipadora. La emprendió en primer lugar contra los apátridas de entonces y los que habían renunciaron a seguir en la pelea, para ensayar las fórmulas del reformismo autonomista, o trabajar por la anexión al imperio del Norte.

Martí estudió con profundidad las causas y factores que propiciaron los reveses de los cubanos entre 1868 y 1880. Enfrentado a las frustraciones y el desánimo que dejó la primera contienda, se situó en el problema principal: «Nuestra espada no nos la quitó nadie de la mano, sino que la dejamos caer nosotros mismos»ii, afirmará. Aludía así a las divisiones y pugnas entre los patriotas que condujeron al fracaso de aquel esfuerzo heroico.

De la evaluación de errores y victorias extrajo José Martí como conclusión esencial que la nueva guerra había que dirigirla de otro modo, y elaboró las concepciones político – estratégicas que sirvieron de base a la guerra de 1895. Trabajó ardua e intensamente para dar solución a los principales problemas que en la Guerra pasada se confrontaron. Y para ello concibió y organizó el Partido Revolucionario Cubano (PRC), que fundó el 10 de abril de 1892. Ese Partido, constituido en las filas de la emigración en Estados Unidos primero, y con representación, más tarde, en suelo cubano, se propuso alcanzar no solo la independencia de Cuba, sino también la de Puerto Rico. Martí sería electo para el más alto cargo, el de Delegado.

No fue una tarea fácil la de vencer las divisiones y pasiones desatadas en el campo patriótico, la de asumir un discutido liderazgo sobre aquellos que peinaban canas y tenían la gloria de años de combate. Venció sobre dudas, y prejuicios, contra la desidia de los sietemesinos, la lucidez política, las inigualables dotes de organizador, la honradez y pasión de Apóstol de Martí. La grandeza del internacionalista dominicano Máximo Gómez Báez (1836-1905), de Calixto García Iñíguez (1839-1898), Antonio Maceo, y de los más preclaros líderes del mambisado fue también decisiva, supieron ver en el hombre joven, al dirigente capaz de conducirlos a la victoria.

El PRC, partido de democracia de base, disciplina consciente, militancia activa, dirección centralizada y rendición de cuentas del liderazgo a las bases, se develaría como el más eficaz instrumento para forjar la necesaria e imprescindible unidad, canalizar la más amplia participación de los y las patriotas, y dirigir la preparación de la guerra con criterio político.

A la clase trabajadora de la emigración y al naciente movimiento obrero dentro de Cuba, dirigió Martí su más fina labor de propaganda y reclutamientoiii. El marxista Carlos Baliño López (1848-1926) en Tampa y Cayo Hueso -fundador junto a Martí del PRC- y el líder anarquista E nrique   Roig  San  Martín (1843-1889) en la capital insular, serán figuras claves en la convocatoria política independentista.

Tuvo que batallar Martí contra el miedo al negro sembrado en no pocos, en constantemente manipulación por la propaganda colonialista. La población negra y mulata pronto descubre los valores del Delegado del PRC, y muchas sociedades y liceos de negros y mulatos libres se convierten en lugares de propaganda y conspiración independentistaiv.En su regreso y trajines revolucionarios en La Habana de 1878-1879, Martí había encontrado identidad de ideas y una sólida amistad en el mulato matancero Juan Gualberto Gómez (1854-1933), líder del movimiento contra la discriminación racial, por el mejoramiento de la situación de la población negra y mestiza. En la preparación de la nueva guerra Juan Gualberto será el Delegado en La Habana del PRC.

Martí no sólo contó con el concurso de los patriotas veteranos, sino también con el aporte de la más joven generación de cubanos y cubanas a los que llamó «pinos nuevos»v. Como lo hizo en la contienda iniciada en 1968, la mujer cubana en esta hora ocupó su lugar de vanguardiavi. Se estima que entre 1892 y 1898 existieron alrededor de 85 clubes patrióticos femeninos en la emigración, y unos 20 más en la isla. Misiones importantes fueron confiadas por el jefe revolucionario a las patriotas cubanas. Se destaca Isabel Rubio (1837-1898) a la que conoce en Cayo Hueso en 1885, y nombrará su agente personal y del Partido Revolucionario Cubano para la provincia de Pinar del Río.

En el mar de pueblo organizado por Martí, l os pastores cubanos acompañaron en la emigración al PRC. Y en la Isla, mientras la jerarquía católica hacía causa común con la corona europea y trataba de privilegiar el culto a la Inmaculada Concepción de la Santísima Virgen María, «patrona de España, y de sus Indias y de los Ejércitos Nacionales «, el pueblo católico se congregaba junto a la Virgen «mambisa» de la Caridad del Cobre -que había acompañado al padre de la patria Carlos Manuel de Céspedes-, y sacerdotes criollos como el reglano padre Guillermo González Arocha (1868-1939), brindaban su concurso a la conspiración independentistavii.

La amplia unidad de fuerzas sociales que teje Martí, no solo la realiza para hacer la guerra: «¿La Revolución? La Revolución no es la que vamos a iniciar en las maniguas, sino la que vamos a desarrollar en la República», le confesará a su colaborador y amigo Carlos Baliñoviii. Para Martí la creación de un Estado nacional no sólo implicaba la ruptura con el poder extranjero, sino también el replanteamiento de la sociedad colonial. Sostenía un proyecto de república soberana, solidaria, democrática, con justicia social -«con todos y para el bien de todos»ix-, donde avanzara la prosperidad ciudadana y floreciera la cultura nacional. Se percibe en esta lucidez, el estudio de la realidad postcolonial latinoamericana, la crítica a las repúblicas oligárquicas y dependientes de liberales y conservadores, y la preocupación por poner a tiempo valladares a los apetitos expoliadores.

Los Estados Unidos contra la Revolución

A finales de 1894, los planes insurreccionales estaban listos para dar reinicio a las hostilidades, se preveía el levantamiento de los comprometidos tanto en el Occidente como en el Oriente y el desembarco de tres expediciones con los principales jefes por las provincias orientales, Camagüey y la región central.

El 10 de enero de 1895, las autoridades norteamericanas confiscaron las tres embarcaciones que estaban destinadas a partir hacia Cuba, y con ellas, todos los materiales y pertrechos de guerra celosamente preparados por Martí, para armar a 1 000 hombres. Se trata de la frustrada expedición que conocemos por nombre del puerto floridense de la Fernandina, donde se produjo el vil acto de confiscación del Gobierno de los Estado Unidos. Quedaron así en manos yanquis los recursos brindados para la guerra por los humildes trabajadores tabaqueros de la Florida, que junto a otros cientos de emigrados y emigradas, colectaron centavo a centavo, en años de enormes esfuerzos y penurias familiares.

El revés de la Fernandina pudo haber sido el fin del esfuerzo revolucionario. Pero el terrible golpe no disminuyó la capacidad de lucha de Martí. Los preparativos comenzaron de nuevo. La guerra revolucionaria era ya un proceso inevitable y otro plan de alzamiento fue concebido de inmediato. «Yo no miro a lo deshecho, sino a lo que hay que hacer»x, afirmaría Martí.

Lejos de producir desaliento, el fracaso del Plan de Fernandina fortaleció la decisión de los revolucionarios, y fueron muchos los que quedaron asombrados por la magnitud del esfuerzo, así como convencidos del buen empleo de los fondos donados por ellos para propiciar el inicio de la Revolución. Amaron más aún los cubanos y cubanas de bien, a aquel hombre que en las frías jornadas del invierno neoyorquino, llegaba con un precario abrigo, y una levita siempre pulcra, pero con evidente desgaste, a quien vieron subir a una tribuna con las suelas de los zapatos desgastadas, en la seguridad de sus pies húmedos, de sus carnes castigadas por el frío norteño. Así, el revés levantó aún más la confianza en Martí y fue acicate para que se apresurara, sin más dilación, el ansiado levantamiento en armas dentro de la Isla.

El 29 de enero de 1895, a solo 19 días de la pérdida de la Fernandina, Martí cursó la orden del levantamiento simultáneo. La orden iba remitida al Delegado en La Habana del PRC Juan Gualberto Gómez, con copias para los principales jefes. Con la aceptación de estos, los complotados acordaron aceptar la propuesta del general negro José Quintino «Quintín» Bandera Betancourt (1834-1906) de fijar como fecha del alzamiento el 24 de febrero, primer domingo de carnaval.

En la fecha acordada se produjeron los levantamientos armados simultáneos que había organizado el Partido Revolucionario Cubano. Según varias fuentes, en unas 35 localidades de distintas partes del país se sublevaron los patriotas aquel 24 de febreroxi, aunque inicialmente solo en la región oriental, sobre todo en su parte sur, pudieron consolidarse las fuerzas mambisas.

La guerra revolucionaria

Iniciada la guerra en Cuba, las autoridades colonialistas arrecian las medidas represivas. Martí trabaja intensamente para logra el arribo al país de los principales jefes. Viaja a República Dominicana y el 25 de marzo, desde Montecristi, junto con Máximo Gómez, da a conocer el Manifiesto «El Partido Revolucionario Cubano a Cuba», exponiendo los fundamentos de la revolución que se iniciaba.

En momentos tan intensos reverdece el conflicto personal entre dos paladines Antonio Maceo y Flor Crombet Tejera (1851-1895). Martí toma la decisión que más conviene a la causa. Gómez apoya a Martí y con su sabiduría y prestigio aconseja al Titán de Baraguá. Lo más importante es llegar a Cuba y ponerse al servicio de la causa, Maceo acepta aunque siente afectada su dignidad personal. Más allá de cualquier disenso personal estaba la Patriaxii.

De Puerto Limón, en Costa Rica salen el 25 de marzo Maceo y Flor. El primero de abril desembarcaba cerca de la desembocadura del río Baracoa. Y ese mismo día salían Martí y Gómez de Montecristi, y llegan a su destino el día 11 de ese mes por Playitas de Cajobabo, Guantánamo. La presencia de los principales jefes revolucionarios da nuevos bríos a la contienda, se producen alzamientos e incorporaciones masivas.

El 5 de mayo de 1895 se celebra la entrevista de la Mejorana entre Gómez, Martí y Maceo. El 13 de mayo Antonio y José Maceo logran en Jobito una de las primeras victorias insurrectas. Junto a los Maceo participa activamente el veterano capitán mambí José Tolón (Lai Wa) con 12 combatientes chinosxiii.

El 18 de mayo José Martí escribe la carta inconclusa a Manuel Mercado, donde ratifica la naturaleza antimperialista y la vocación latinoamericanista del Partido y la guerra revolucionaria que dirige. Como sabemos al día siguiente, el 19, cae en combate.

La guerra iniciada por Martí, con Gómez y Maceo, se prolongó cerca de tres años y medio. Los cubanos nos enfrentamos al mayor ejército que España puso sobre nuestras tierras de América, más incluso que el que la corona europea movilizó durante las contiendas en las que perdió frente a Simón Bolívar (1783-1830) y  José de San Marín (1778-1850) su dominio sobre la América continental. Por la parte española participaron 250 000 hombres de su ejército regular, dirigidos por más de 40 experimentados generales, cerca de 700 jefes y unos 6300 oficiales; así como el Cuerpo de Voluntarios, los guerrilleros, y otras tropas auxiliares al servicio de la metrópoli, calculadas en más de 80 000 hombresxiv.

Toda la colosal fuerza militar que España concentró en la Isla, equipada con los más modernos medios de la época -vendidos por la naciente industria bélica de los Estados Unidos-, no pudo quebrar la voluntad de resistencia, la preparación militar y la inteligencia de los guerrilleros mambises del Ejército Libertador, con no más de 45 mil efectivos. La invasión de Oriente a Occidente realizada por Gómez y Maceo es considerada por los estudiosos una de las hazañas militares y políticas, más destacas del Siglo XIX.

Maceo muere en una acción militar en Punta Brava, el 7 de diciembre de 1896, pero es unánime el criterio de historiadores y politólogos acerca de la inevitable derrota española por las fuerzas cubanasxv.

El 20 de mayo del 1902

El triunfo de las armas cubanas y la aspiración a lograr la independencia no resultó posible por la intervención del gobierno imperialista de los Estados Unidos a partir de abril de 1898. Nada justifica la intervención y ocupación militar yanqui. Las pruebas de la conspiración anexionista se encuentran en la documentación estadounidense de la época.

Con razones mentirosas y un falso compromiso de procurar la independencia, logran paralizar, confundir y sobre todo dividir a la dirigencia mambisa, que ya no contaba con la sagacidad política de Martí y Maceo. Con la decisiva colaboración del Ejército Libertador bajo el mando del General Calixto García, en no más de tres meses las tropas estadounidenses logran consumar la derrotan de la ya agotada corona española.

A las fuerzas mambisas se les prohíbe entrar en Santiago de Cuba y en las principales poblaciones. Tampoco los cubanos son invitados a sentarse en la mesa de negociaciones. El de 10 Diciembre 1898, norteamericanos y peninsulares firman en Paris el tratado que terminó la dominación de España sobre Cuba. El 21 de diciembre el Delegado del PRC Tomás Estada Palma (1835-1908), traiciona la confianza que en el habían depositado los patriotas tras la muerte de Martí, y autodisuelve el Partido. El 1 de enero 1899 la ex metrópoli formalmente pasó el gobierno a los Estados Unidos.

Los espurios objetivos de la intervención y la guerra contra España, quedaron al desnudo con la actuación de las autoridades norteamericanas desde la Gobernación militar. Esta se dedicaría a crear las condiciones para la anexión, sembrar disensos, extorsionar, movilizar adeptos, reclutar secuaces y encubar la traición dentro de las propias filas mambisas.

Y si definitivamente los imperialistas no alcanzaron convertirnos en una colonia como si lo hicieron con la hermana Puerto Rico, fue por la resistencia cubana a la idea anexionista, por la presencia de un pueblo en armas, convencido de su dignidad nacional en treinta años de combates anticolonialistas. Logran desarmarlo, disolver y romper sus instituciones representativas, pero le temen. Aporta la sabiduría de un grupo de patriotas que en la difícil coyuntura, no renuncian a la defensa de la nación independiente. Que utilizan las circunstancias y contradicciones de la política estadounidense de la época para hacer avanzar la salida republicana, y evitan que los ocupantes realizaran contra el pueblo las masacres que si sufrieron los patriotas y pobladores filipinos.

El nacimiento de una república oligárquica y neocolonial, con la independencia secuestrada por la Enmienda Platt y las riquezas nacionales en manos de los monopolios yanquis, los terratenientes y el clero reaccionario, la cooptación de una parte importante del liderazgo mambí para la política antinacional, la exclusión racista de la población negra -cerca del 60 por ciento de los combatientes del Ejército Libertador-, la negación del derecho al sufragio de los más desposeídos, analfabetos y mujeres, conformaron una parte sustantiva de la realidad, pero no la totalidad histórica.

El fin de la ocupación militar el 20 de mayo del 1902, el fracaso de los planes netamente anexionistas, y el reconocimiento de la República de Cuba, fueron conquistas que se arrancaron al imperio. El resultado de tres décadas de combate y construcción de idealidad revolucionaria e independentista. De hecho no hubo en los representantes del mambisado patriótico imposiciones acatadas y culpablesxvi. Fue una puja entre los intereses nacionales y el poder imperial. Salvador Cisneros Betancourt, Juan Gualberto Gómez, Manuel Sanguily Garritte (1849-1925), dejaron en sus discursos y réplicas de entonces, memorables monumentos de denuncia frente a la política imperialista.

La República de 1902 resultó el espacio mínimo pero definitivo, para la reorganización y forja de los nuevos sujetos históricos, la realización de resistencias, luchas y nuevas batallas emancipadoras. Donde la liberación nacional se articularía definitivamente con la justicia social, donde nacionalismos, socialismos y marxismos configurarían el escenario de la Revolución del 30, para ser la antesala del movimiento definitivo que en 1953, año del Centenario del nacimiento de José Martí, bajo la conducción martiana y leninista de Fidel Castro Ruz (1926-), iniciaría el fin del capitalismo en Cuba. No tenemos pues, porque dejarle a los apátridas y a la contrarrevolución la efeméride del 20 de mayo.

El 24 de febrero del 2011

Rememorar el 24 de febrero en el año que conmemoraremos los 50 aniversarios de la declaratoria del carácter socialista de la Revolución, de la Victoria de Girón y del nacimiento, desde el pluripartidismo revolucionario del triunfo de enero de 1959, del partido único de todos los revolucionarios cubanos, nos coloca, en un privilegiado escenario. Nos impone la necesidad de pensar nuestra contemporaneidad: ¿Son las dificultades actuales, superiores a las que enfrentaron Martí, Gómez, Maceo y sus compañeros y compañeras? ¿Qué se puede parecer más a la lucha de ideas de hoy, que aquella incesante prédica martiana por la Revolución, enfrentándose a los que estaban comidos de desilusión, cansancio y pugnas intestinas, a los apátridas y mercenarios que proponían remedios reformistas que no habían sido capaces de solucionar uno solo de los males del colonialismo? ¿Acaso somos diferentes a los héroes y las heroínas del 24 de febrero de 1895?

El Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz, en un discurso que sentó pautas para la historiografía nacional, el 10 de octubre de 1968, en conmemoración del Centenario del inicio de la gesta independentista de los Diez años, develó la dialéctica de los más de cien años de luchas de la Revolución Cubana: «Nosotros entonces hubiéramos sido como ellos, hoy ellos habrían sido como nosotros»xvii.

Me ratifico en el criterio de que vivimos momentos tan épicos como aquellos del 24 de febrero de 1895. El fin del Siglo XX y esta primera década del XXI, ha sido el período más dramático y peleado de la historia nacional. Pienso que en muchos espacios, en las plazas viejas y en las nuevas que edificaremos, hay que erigir junto a las estatuas de los titanes de las guerras pasadas, los monumentos imperecederos a los cubanos y cubanas en el período especial, a sus familias, a la mujer sostén y alma de la sobrevivencia, resistencia y rearticulación económica y social.

Es tiempo sobre todo de balance y cambios trascendentales, que se hacen desde la madurez de una dirección, que nos ha dado la victoria en el último medio siglo de vida de la nación cubana Tiempo en que se forjó una cultura política y un sujeto revolucionario popular que ya tiene en sus manos el curso definitivo de los acontecimientos.

Verdades irrefutables

La historia no es la que se quiera escribir, sino la que realmente sucedió, y la nuestra define verdades irrefutables:

Primero: Esta es una nación construida con el bravura y la inteligencia de todos y todas, de la simiente de los indígenas que sobrevivieron al genocidio de la conquista y colonización, de los negros esclavos, campesinos y artesanos peninsulares, de los culíes chinos, de muchos otros migrantes de América y del mundo, de sus hijos e hijas. La indoamericanidad, la negritud y universalidad de nuestros padres, dio esa mezcla real y maravillosa de la cubanidad, que se hizo cultura y sentido de nación en estas guerras por la liberación nacional. Esa diversidad de origen y condición -hoy enriquecida con nuevas y más humanistas percepciones de la normalidad en las diferencias-, es nuestra fortaleza. Somos indoamericanos y más. Somos afroamericanos, afrodescendientes y más. Somos hispanoamericanos y más, somos hombre o mujer y más. Somos cubanos y cubanas. No hay definición más exacta y definitiva que esta. No hay condición de igualdad, de derecho y deber superior a esta.

Segundo: Nuestra Revolución, con su estilo, con sus características esenciales, tiene raíces muy profundas en la historia patria. La existencia de la nación cubana ha estado siempre fundamentada en la unidad política de sus combatientes y en el apoyo decidido de las masas trabajadoras. Maceo, Martí, Gómez, desembarcan acompañados de un puñado de hombres y unas pocas armas. El ejército estaba aquí, en el pueblo; y las armas estaban aquí, en manos de los explotadores. No es casualidad que este fuera la intención revolucionaria de Julio Antoni Mella (1903-1929), Antonio Guiteras Holmes ( 1906-1935 ) y que Fidel Castro la llevará a cabo definitivamente con la expedición del Granma el 2 de diciembre de 1956.

Tercero: De José Martí a Fidel Castro el liderazgo en Cuba pasa siempre por la prueba de las masas, nuestro pueblo ha desarrollado una peculiar y sabia sensibilidad para sentir la grandeza de sus servidores, les exige ejemplaridad y eticidad, capacidad de expresar y representarles en sus más íntimos anhelos, valentía y audacia, certeza y resultados.

Cuarto: En Cuba las ideas han dado sus batallas junto a los acontecimientos. La conquista de la hegemonía ideológica, de la moralidad revolucionaria, siempre ha sido terreno de pelea. La historia cubana ha sido y es una realidad de hombres y mujeres perfectibles, que han estado en confrontación con sus errores, confusiones, dudas, prejuicios, ambiciones y miedos. Hemos tenido traidores y mercenarios de uno y otro género, de todos los colores de piel, de todos los sustratos sociales, intelectuales e iletrados. Y por cada apátrida, han existido y existen centenares, miles de cubanos y cubanas, que llevan en si todo el decoro del mundo, todo el sentido de progreso y Revolución de su época. En cada coyuntura decisiva ha florecido la dignidad y el honor.

Quinto: Las derrotas que hemos tenido han sido en lo fundamental, fruto de nuestros propios errores, de las contradicciones no resueltas, de la desunión dentro del propio campo revolucionario. La solución de este peligro no pasa por discursos, si por la construcción efectiva de unidad y socialidad revolucionaria todos los días, a toda hora. Pasa por la entrega personal y el patriotismo de cada revolucionario, por su sentido del deber, por la postergación de lo secundario en función del interés superior de la Revolución.

Sexto: La causa de Cuba ha estado indisolublemente ligada a la de los pueblos de América. La solidaridad y el internacionalismo, cuya figura suprema en la independencia es el Generalísimo Máximo Gómez, resulta esencia e identidad del devenir de la historia patria.

Puerto Rico aún es colonia. América Latina y el Caribe se debaten hoy en el dilema de su segunda independencia. Estas son tareas martianas pendientes.

Séptimo: El gobierno de los Estados Unidos como representante de los grupos de poder hegemónico e imperialista de ese país, fue el aliado principal del colonialismo europeo y el enemigo histórico de la nación, de la independencia, la soberanía y la felicidad de los cubanos y cubanas.

Octavo: Para los fines de la Revolución Cubana, para cumplir sus tareas históricas de liberación y realización nacional, construir una patria feliz y próspera, crear, consolidar y enriquecer la unidad de todos los patriotas frente a los retos emancipatorios y la constante agresividad del vecino imperialista, para cumplir nuestro destino solidario e internacionalista, José Martí creó un Partido Revolucionario, un solo Partido para todas y todos los que se decidieran a pelear y vencer por tan trascendentales objetivos. Cuando la negación de la causa independentista por el Presidente Estrada Palma resultó evidente para Máximo Gómez, en proclama de 1904, que tituló «A los cubanos», el Generalísimo retomó la necesidad de la constitución de un partido de «genuinos revolucionarios»xviii.

Frente a nuevo aniversario del 24 de febrero, en este año de cincuentenarios revolucionarios, en vísperas del VI Congreso del Partido Comunista de Cuba, recomiendo a mis compatriotas reflexionar una vez más sobre esta historia y sus verdades. También, por supuesto, invito a que lo hagan nuestros amigos del movimiento revolucionario-y a los que no lo son-.

Resulta que en los espacios nacionales e internacionales donde analistas serios y otros no tanto, adelantan prescripciones y diagnósticos sobre Cuba, casi nunca está presente ese sujeto intangible, pero definitivamente objetivo que es la Historia.

NOTAS

i Rolando Rodríguez: La protesta de los Mangos de Baraguá contra el Pacto del Zanjón, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1999, p 104-105

ii José Martí: Discurso en conmemoración del 10 de Octubre de 1868: Obras Completas, Tomo IV, Editora Nacional de Cuban, La Habana, 1963, p 248

iii Ver: José Cantón Navarro: Algunas ideas en relación con la clase obrera y el socialismo, Concurso 26 de julio, Dirección Política de las FAR, La Habana, 1970.

iv Ver: Oílda Hevia Lanier: «Otra contribución a la historia de los negros sin historia, Debates Americanos, La Habana, No. 4, julio-diciembre de 1997, p 77-89; Fernando Martínez Heredia, Rebecca J. Scott y Orlando García Martínez: Espacios, silencios y los sentidos de la libertad. Cuba entre 1878 y 1912, La Habana, Editorial de Ciencias Sociales, 2002.

v José Martí: Discurso en conmemoración del 27 de noviembre de 1871, Tampa 27 de noviembre de 1891, Obras Completas, Ob. cit., p 283.

vi Ver: Raquel Vinat de la Mata: «A cien años de una experiencia (participación fémina en la lucha independentista cubana, 1895-1898)», Cuadernos cubanos de Historia 1, La Habana, Editora Política, 1998, p. 109-119.

vii Ver: Rigoberto Segreo Ricardo: Iglesia y nación en Cuba (1868-1898) Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2010; Israel Valdés: Clandestinos por la independencia, Editorial Unicornio, La Habana, 2009.

viii Julio Antonio Mella: «Glosas al pensamiento de José Martí», Mella Documentos y Artículos, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, p 269

ix José Martí: Discurso en el Liceo Cubano, Tampa, 26 de noviembre de 1891, Obras Completas, Ob. cit., p 269

x José Martí: Carta a Máximo Gómez, enero de 1895: Obras Completas Ob. cit., p 17.

xi Pedro Antonio García: «24 de febrero de 1895. ¿Un solo grito?», Revista Bohemia, http://www.bohemia.cu

xiiJosé Luciano Franco: Antonio Maceo. Apuntes para un historia de su vida, Editorial de Ciencias Sociales, La Habana, 1975, tomo II, p 90 y ss. Ver también: Hugo Crombet Bravo: La expedición del honor, Editorial Oriente, Santiago de Cuba, 2003.

xiii Ver: Juan Jiménez Pastrana, «Los chinos en la Historia de Cuba. 1847-1930» Editora Política, La Habana, 1983.

xiv Raúl Izquierdo Canosa: « 24 de febrero de 1895. Un sueño postergado», Instituto de Historia de Cuba, http://www.ihc.cu/art/2402.htm

xv Ver: Raúl Izquierdo Canosa: El despojo de un triunfo, 1895-1898. Ediciones Verde Olivo, La Habana, 1998

xvi Jorge Ibarra Cuesta: Máximo Gómez frente al imperio 1898-1905, Editorial de Ciencias Sociales, 2000, p 132.

xvii Fidel Castro Ruz: D iscurso pronunciado por el Comandante Fidel Castro Ruz, en el resumen de la velada conmemorativa de los cien años de lucha, efectuada en La Demajagua, Monumento Nacional, Manzanillo, el 10 de octubre de 1968, http:// www.cuba.cu/gobierno/discursos

xviii Jorge Ibarra Cuesta: Ob. cit., p 174.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.