1 Orfeo, trovador, no soporta la muerte de su amada Eurídice. Le canta tan tiernamente que ninfas y dioses, conmovidos, le permiten ir a rescatarla a los infiernos, a condición de no mirarla hasta salir de ellos. Contra las fuerzas infernales no tiene el trovador más armas que su voz. ¿Si logra conmover dioses, aplacará […]
1
Orfeo, trovador, no soporta la muerte de su amada Eurídice. Le canta tan tiernamente que ninfas y dioses, conmovidos, le permiten ir a rescatarla a los infiernos, a condición de no mirarla hasta salir de ellos. Contra las fuerzas infernales no tiene el trovador más armas que su voz. ¿Si logra conmover dioses, aplacará demonios? Su melodía los apacigua, pero en la boca del Averno voltea para ver a Eurídice y esta desaparece. Desdeña Orfeo a los dioses que no lo ayudaron a rescatar su amor; al final es devorado por las Furias. El horror del mito no consiste en el trágico desenlace, sino en la repetición incesante.
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Quien se da al amor o a la belleza se entrega a las Furias. Devorando pagan demonios y dioses el instante de felicidad que solo el creador puede concederles. No murió Orfeo una vez: expira siempre cuando la tiniebla se venga de la luz que la hiere. No perece Orfeo nunca: con cada amanecer y cada creador renace, para darle sentido a la vida que no puede vencer la muerte. El nombre de Demonios y Furias es Legión: Orfeo es Único, o tal vez infinito. Por eso trabaja tanto el mal en su contra.
3
Las Furias del Imperio se desatan sobre el pobre país de poetas. En vano quiere el pueblo apaciguar demonios con armonías de fraternidad. Furias neoliberales secuestran a Orfeo, lo torturan, le cortan las manos, lo asesinan. Con Víctor Jara desciende todo su país a los infiernos. Poco después muere Pablo Neruda, herido de metástasis y de ira. Su más fiel colaborador asegura que los demonios lo envenenaron. No sería la única víctima de Fieras que muerden cuerpo y alma.
4
Dejemos sin mirar atrás los parajes del Tártaro donde cayeron Elvis Presley, Janis Joplin, Jimmy Hendrix, Sid Vicious, Kurt Cobain, Robert Johnson, Brian Jones, Michael Jackson, quienes para arrojar luz se encendieron en el desenfreno de las drogas o las elusivas amadas o la agresión contra el cuerpo. Contra todos se alzaron en su momento las Furias, los escándalos, los procesos. A todos aplica el epitafio en griego de la tumba de Jim Morrison en el cementerio del Pére Lachaise: «Kata ton daimona eaytoy«, cada quien es su demonio. Cada Eurídice trae consigo su infierno. Iluminar es consumirse.
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La historia tiende a repetirse. Quizá es el bolero que tararea Felipe Pirela mientras se interna en la noche después de su última presentación en el Night Club puertorriqueño donde, según la leyenda, cerró cantando «Sombras». Varios fogonazos rasgan la oscuridad. Las Furias del plomo anónimo cortan el aliento del Bolerista de América.
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Vea por ejemplo ese muchacho abandonado que para escapar de la soledad se disfraza de rockero y desciende a los infiernos de la industria cultural donde no encuentra a Eurídice pero casi lo devoran promotores y fans y mercaderes de pacotilla Beatle. En vano menospreciará al cuarteto de ídolos que creó y a las multitudes delirantes y se refugiará a cambiar pañales y hornear su propio pan en un apartamento del Central Park. John Lennon es investigado y acosado por Furias del FBI y de la CIA, para terminar devorado a balazos por una Saña que lo imita haciéndose llamar John Lennon y casándose con una japonesa. El anonimato se venga de quien se ha hecho un nombre; la esterilidad, de quien crea.
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Considere al Cantor del Pueblo Venezolano, con sus temas populares que las disqueras aborrecen, los discjokeys vetan, los medios ponen en cuarentena, los gobiernos abominan y sólo las multitudes cantan y repiten en actos de solidaridad y de protesta como si sintieran que se están celebrando a sí mismas. Alí Primera maneja de noche: una camioneta enorme lo impacta, lo saca de la vía y lo precipita a un barranco. Alí escapa de su despedazada cacharra, se esconde de los agresores que lo buscan minuciosamente, maldiciendo: «¿Dónde estará ese c…?». Tan seguro está Alí de que se trata de un atentado, que publica en la prensa remitidos donde narra los hechos y consigna su temor de ser asesinado con el pretexto de un falso accidente. Semanas después muere en aparatoso choque, que la investigación declara no intencional ¿Quién investigará el Infierno?
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¿Quién pues mató o mando a matar a quién, cual mató y quién vive? ¿Lo secuestraron o lo incomunicaron o lo deportaron? ¿Era Facundo o John o Alí o Felipe o Conrado? El odio muere solo. Alguien entona una canción: vivimos todos.
Fuente: http://laventana.casa.cult.cu/modules.php?name=News&file=article&sid=6296