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Entrevista a Josefa Sánchez, socióloga y activista climática

«Hoy los despojos racistas se justifican con el imperativo de salvar el planeta»

Fuentes: Climática [Foto: Josefa Sánchez en una imagen cedida]

La investigadora mexicana publica ‘Despojos racistas. Hacia un ecologismo anticolonial’, un ensayo que expone cómo la transición energética da continuidad y profundiza la lógica colonial.

El colonialismo del siglo XXI, explica Josefa Sánchez Contreras, ensayista, investigadora y activista socioambiental mexicana, parte de la necesidad de cambiar de modelo energético para mitigar la crisis climática. Pero con una oculta paradoja: el despliegue de megaproyectos de energías renovables tiene una profunda dependencia hacia los combustibles fósiles y la extracción minera. “Es decir, tiene una gran dependencia del mismo régimen que nos ha llevado a la catástrofe climática y energética”, denuncia en su reciente libro Despojos racistas. Hacia un ecologismo anticolonial, de Editorial Anagrama.

Lo que este colonialismo energético no oculta es el imperativo que justifica el avasallamiento de los territorios, un dedo que, además de sojuzgar, acusa y equipara resistencia con negacionismo. “Es un discurso muy difícil de desmantelar. Porque si una comunidad se opone, se la acusa de estar oponiéndose a mitigar la emergencia climática, a superar la crisis energética, a transitar de fuentes fósiles a fuentes renovables. Esto me parece un gran riesgo y una dificultad para visibilizar este colonialismo energético”, advierte Sánchez, contratada temporalmente como investigadora en el Departamento de Sociología de la Universidad de Granada.

Licenciada en Sociología por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) y magíster en estudios latinoamericanos por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), la autora le da continuidad a su primer ensayo Colonialismo energético: territorios de sacrificio para la transición energética en España, México, Noruega y el Sahara Occidental (Icaria, 2023) con una publicación que revela que “ningún paisaje, ningún territorio, ningún pueblo quedará a salvo ante la insaciable demanda de crecimiento capitalista”. 

Un ejemplo es España, que en siglos pasados ha ejercido el papel de colonizador, pero que hoy, por su riqueza energética y mineral, por la necesidad de abastecer al norte de Europa, está sufriendo estas lógicas coloniales. 

Este mes se ha retomado el caso del agricultor peruano que ha sentado en el banquillo a una energética alemana por el deshielo de los glaciares. El caso tiene mucho de David vs. Goliat. Pero esconde un trasfondo sistémico. ¿Qué nos dice este juicio?

La noticia esconde que estamos ante una nueva oleada de despojos de los territorios, sobre todo de los pueblos indígenas en América Latina. ¿Y por qué digo nueva oleada? Porque en esta ocasión, a diferencia del colonialismo del siglo XX, los despojos se justifican en el imperativo de mitigar la emergencia climática y de superar la crisis energética. Es decir, megaproyectos eólicos y fotovoltaicos que se venden como la superación a la crisis de los combustibles fósiles. Este argumento es sumamente complicado para las comunidades que están defendiendo su territorio. Aparece como más avasallante y más difícil de desmantelar. Porque si una comunidad se opone, se la acusa de estar oponiéndose a mitigar la emergencia climática, a superar la crisis energética, a transitar de fuentes fósiles a fuentes renovables. Esto me parece un gran riesgo y una dificultad para visibilizar este colonialismo energético.

Este imperativo es tan novedoso como perverso. El colonialismo responsable de la crisis climática culpa a las comunidades del sur global, que poco han contribuido a esta emergencia, de retrasar y oponerse a la transición energética por no aceptar este nuevo avasallamiento.

Sí, definitivamente. En los siglos pasados, el colonialismo también ejercía estos despojos. En mi libro señalo que los despojos ejecutados por el colonialismo en los siglos XVI, XVII, y XVIII estuvieron justificados por un racismo. El racismo tuvo esa función de esclavizar, de ocupar las tierras. En las sociedades postcoloniales se siguen reproduciendo estos despojos, pero esta vez con el argumento de mitigar la emergencia climática. Hay un racismo reconfigurado. No hay un racismo abierto, el racismo biologicista del siglo XIX. Pero sí hay un racismo en tanto que los programas para mitigar la emergencia climática están encaminados a privilegiar, a sostener el privilegio de un modo de vida imperial, de un modo de vida reducido a un sector de la humanidad.

¿Esto por qué es racismo? Porque, una vez más, se edifica sobre esa jerarquía racializada. Quienes quedan tipificados en ese estrato más alto de la jerarquía racial es, precisamente, la blanquitud. Los otros sectores quedan fuera de los beneficios de los programas encaminados a superar esta crisis. Entonces, una vez más, los pueblos indígenas, los pueblos de África, vuelven a ser despojados de su humanidad. Cuerpos desechables que, en muchos casos, migran para transformarse en mano de obra en Estados Unidos y Europa. Un racismo reciclado.

Hay una imbricación muy estrecha entonces entre racismo, despojos y emergencia climática. Otra de las tesis fundamentales del libro es que en la medida que la crisis climática se vaya agudizando, las relaciones coloniales también se van a ir incrementando. En este escenario, los discursos racistas volverán a escena con mucha más fuerza.

¿Cómo se sale de este bucle? ¿Hay alguna esperanza?

El último capítulo del libro se llama “Hacia un ecologismo anticolonial y antirracista”. Es una suerte de apuesta por generar puentes entre las defensas de los territorios que están llevando muchos pueblos indígenas en el Sur Global con los ecologismos del Norte global. Para eso necesitamos que estos ecologismos asuman posturas abiertamente anticoloniales y antirracistas, que entiendan que la crisis climática no se va a resolver si no se impugnan esos colonialismos que dieron origen, precisamente, a la catástrofe ambiental que estamos viviendo. No vamos a solucionar la crisis climática con las mismas lógicas que la generaron. Es como caer en la misma paradoja. La propuesta es romper esa paradoja. No es fácil. 

Entiendo que esta impugnación requiere poner en crisis el modelo de producción y consumo que tenemos aquí en Europa, un cuestionamiento que aún asoma lejos. 

Es muy complicado cuestionarse el modo de vida. El primer paso por entender que el planeta es finito. Que no es más que extirpar la subjetividad del colono que piensa que puede dominarlo todo, incluso, la tierra, que hasta puede transformar radicalmente la noción de naturaleza. En este sentido, es importante entender que tampoco todas las sociedades del Norte Global tienen acceso a estos recursos extraídos de otras sociedades. Hay muchas desigualdades al interior de las regiones más ricas. Tenemos que hablar de redistribución energética, de acceso energético, incluso dentro del Norte Global, Esto pasa, en parte, por identificar y cuestionar a los sectores que más consumen. Cuando buceamos en cifras, nos encontramos que es el 1% más rico de la población mundial. Somos más las personas afectadas que los privilegiados de estos despojos.

A nivel político, hay una derecha y una ultraderecha que niega la crisis climática. Y hay una socialdemocracia, una izquierda institucional, que está totalmente aferrada al capitalismo verde para superar una emergencia que sí reconoce. ¿Hay una omisión generalizada de estos despojos?

Estamos navegando entre posturas negacionistas o posturas tecno-optimistas. Queda claro que no estamos de acuerdo para nada con el negacionismo. Pero tampoco avalamos la idea de que el capitalismo verde nos va a permitir sortear estas crisis. Puede sonar un poco injusto, pero ambas posturas siguen reproduciendo los racismos y siguen proponiendo más despojos. Son dos narrativas que, al cabo, nos conducen a las mismas dinámicas de despojos. Las posturas negacionistas son abiertamente racistas, xenófobas, que apuestan por seguir cerrando las fronteras. Eso está muy claro. Ahora bien, las posturas ancladas en la transición energética tienen que poner en crisis que la solución es técnica, que el crecimiento económico puede ser verde y viable junto con la existencia de la vida en este planeta. Pienso que ambas posturas deben ser cuestionadas. Es necesario generar una tercera narrativa. Y aquí volvemos a la propuesta de generar puentes entre los ecologismos, los defensores de los territorios, los movimientos antirracistas, los migrantes. 

¿Hay colonialismos internos dentro del norte global? Se habla mucho de que España, por su riqueza en energía verde y en minerales, es la tierra de sacrificio del norte de Europa.

Estoy de acuerdo en que hay territorios de sacrificios al interior de España. Es alarmante lo que está ocurriendo con el intento de reabrir minas, lo que nos muestra a su vez la escasez de materiales a la que nos enfrentamos y la demanda exponencial de minerales que está requiriendo este modelo de descarbonización. Pero en términos conceptuales, pensar el colonialismo interno dentro de España o dentro de Europa me parece problemático.

Estamos en un debate si podemos hablar de colonialismo interno o no. Porque es como soslayar el colonialismo del cual sigue siendo responsable España en Ceuta y Melilla o en el Sahara Occidental. Muchos otros colonialismos siguen vivos. ¿Qué nos está indicando el hecho de encontrar lógicas coloniales en los megaproyectos de energía y minería al interior de Europa? Que al final del día ningún paisaje, ningún territorio, ningún pueblo quedará a salvo ante esta demanda de crecimiento capitalista. Va a ser necesario colonizar todo el planeta. Hay jerarquías raciales, claro. Primero se empieza por los pueblos indígenas, los pueblos afros y las periferias europeas. Y después ya veremos lo que queda. 

¿La resistencia social de vecinos de países desarrollados es un escollo para un capital acostumbrado a avasallar comunidades históricamente sojuzgadas?  

Celebro la aparición en España de plataformas y de vecinos asociados para defender su territorio con articulaciones que exceden a las comarcas afectadas. Es muy interesante lo

que está ocurriendo. Y creo que es una gran oportunidad también para repensar los territorios históricamente sacrificados. Porque las renovables se van erigiendo sobre otras lógicas de desmantelar los territorios, de vaciarlos. Por eso, la propuesta del libro es la de tratar de articular todos estos procesos, de visibilizar cómo las infraestructuras verdes están despertando nuevos conflictos socioterritoriales.

¿Se puede pensar a una España culpable del colonialismo de siglos anteriores, pero también víctima del actual colonialismo energético?

Esto lo trabaja mucho mi compañero Javier García Fernández, un historiador andaluz. España es colona y es colonizada. Ha tenido el papel de colonizador, pero ahora está sufriendo estas lógicas coloniales. Por eso insisto tanto en mi libro en entender que la crisis climática está muy vinculada con el colonialismo histórico. Si los países del norte no se sacuden de esos colonialismos, no impugnan y rompen con estas lógicas, seguirán replicando prácticas que, en muchos casos, sufrirán en carne propia. España es hoy territorio sacrificable para Europa.

Fuente: https://climatica.coop/entrevista-josefa-sanchez-libro-despojos-racistas/