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Huir de toda reflexión crítica o cómo volverse tonto si uno no lo era ya

Fuentes: Rebelión

«Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos» Rafael Alberti ¡Qué bien se está en verano oiga! La sombrita, la playita y la cervecita. Esto sí que es «vidita». Si usted es uno de esos privilegiados que no sólo tiene trabajo, sino también vacaciones está de enhorabuena, este artículo […]

«Yo era un tonto y lo que he visto me ha hecho dos tontos»

Rafael Alberti

¡Qué bien se está en verano oiga! La sombrita, la playita y la cervecita. Esto sí que es «vidita». Si usted es uno de esos privilegiados que no sólo tiene trabajo, sino también vacaciones está de enhorabuena, este artículo es para usted. Ha llegado el momento que tanto ansiaba. Por fin podrá hacer uso de cualquiera de nuestros productos vacíos que tanto se prodigan en verano y disfrutar de unas alienadas y alienantes vacaciones. ¿Usted es de playa o montaña? No piense mucho en la respuesta. Mejor modele sus gustos, sus hábitos, su concepción del ocio y alcance así la pretendida felicidad. Tenemos felicidad envuelta para todos los gustos. Venga a enlatarse con nosotros, le prometemos nula reflexión y un preconcebido esparcimiento. Una ración de «vacaciones» bien hecha, con salsa, la justa para empalagarse, condimentada con una buena dosis de uniformidad de pensamiento. Justo lo necesario para que «desconectar» de su rutina mientras sigue bien conectado en la nuestra. Pase, pase, no se quede ahí, venga con nosotros a disfrutar de nuevas frustraciones. Sí, tiene razón, estoy con usted, no son nuevas, más bien reiterativas, y muy reconocibles, como todos los veranos. ¿Pero qué esperaba? ¿Volver a aquellas luminosas playas de la infancia? No sea iluso. Esas, como «los oscuros golondrinos», no volverán. El sol de la libertad ya nunca nos dará de frente. Las arrugas que pueblan nuestra cara, forjadas con años de alienante frustración, nos impiden ver al astro… y como decía Sartre hace falta un sol doble para alumbrar el fondo de la estupidez humana.

Por tanto, a qué espera para comprar uno de nuestros paquetes de verano edulcorada con el vacío que genera la irreflexión. No piense, ¿para qué? es una cualidad poco apreciada en los días que nos ha tocado vivir y lo único que genera son dolores de cabeza innecesarios. Mejor déjese llevar por la frivolidad. Si no quiere ahogarse no nade contracorriente. «Desconecte». Nadie se lo merece más que usted. Adore al «me, mi conmigo» y déjese embriagar por el dulce «non fare niente» sin pausa pero con prisa, mientras la otredad se deshace en el olvido. El «Otro», el ajeno, el diferente, el extranjero, no debe encontrar espacio en su pensamiento. Esa cultura del grano en el culo, la injusticia, el individualismo, la marginalidad, apéndices que siempre levamos pegados en nuestras «no tan santas posaderas». Ese escozor tan difícil de quitar en esencia no es más que el enemigo, el rival indeseado, no tanto por dónde se ubica, sino por donde lo ubicamos. Mejor huir de él, sí, huyamos del otro y de sus problemas. E n estos días de inflación individualista la evasión es la vida real. De ahí que nuestro pequeño mundo, ese tan perfectamente aislado y protegido que tenemos tras cerrar las «puertitas» de nuestras «casitas», sea tan fantástico que no nos deje más remedio que querer huir de él ¿Adónde? Eso es lo de menos, cualquier sitio es bueno si nuestra bendita paz calcina nuestros sesos.

Así que ya sabe, huya con nosotros y sea un tipo ufano más, alguien que en verano sepa jactarse de no pensar. Aparque todo juicio crítico y súbase a nuestro auto, equipado con un motor dócil para seguir la línea de mando. Para facilitar la huida, nuestros vehículos están desprovistos de espejos retrovisores para evitar mirar atrás, no vaya a ser que alguien pueda encontrarse con su sombra y le haga reflexionar sobre quién es, qué representa o de qué huye. Deje atrás a todos aquellos que no tienen vacaciones o, por no tener, no tienen ni trabajo. Nuestros coches están equipados con música liviana para evitar que en alguna emisora inoportuna pueda aparecer un tema escabroso como los refugiados, las hambrunas en el cuerno de África o en definitiva algo que evidencie la necesidad de una mayor justicia social, la base de toda dignidad humana. No se preocupe, la injusticia, como la víbora, solo muerde a los pobres, a esos desgraciados que van descalzos. Además nuestro paquete tiene como regalo de bienvenida un par de buenas botas, para pisar a su gusto por doquier. Usted, clase media, cada vez más pequeña, se lo merece. Sumérjase pues en nuestra refrescante frivolidad, fría como nuestra humanidad. Relájese con la prensa del corazón, esa misma que nos hace tomar consciencia de la arrogancia de la estupidez humana y dedíquese a los verdaderos temas del verano tales como la canción del verano, «despacito» o «rapidito», qué más da total de que sea tan insoportable como nefasta para el cerebro. Nosotros ahogaremos por usted cualquier conciencia que «tenga a mal» llamar a su puerta. Hágame caso, dedíquese a no pensar, que ya seguiremos pensando nosotros por usted y no me negará que no lo hacemos bien. Deshumanizamos tan bien que casi deberíamos asustarnos. He dicho casi…pero así somos nosotros, los esclavos de las entelequias que difumina el capitalismo. Este verano como ocurre cada 30 de junio, nos dirán que el mundo se vuelve a paralizar para no «arrancar» hasta el 1 de septiembre. Una nueva alienación prefabricada para descansar de la alienante vida laboral y todo ello sin pensar en lo que hace… el neoliberalismo no será justo, pero él sí que lo tiene todo bien pensado.

José Antonio Mérida Donoso, profesor asociado en la Universidad de Zaragoza y profesor de secundaria.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.