Un artículo editorial publicado el 24 de marzo por el semanario The Economist, vocero de la oligarquía financiera británica, cuenta historias y hace pronósticos aventurados sobre Cuba que pretenden hacer ver que la Isla «ha iniciado un cambio trascendental en ruta hacia el capitalismo que tendrá grandes implicaciones para Estados Unidos y el resto de […]
Un artículo editorial publicado el 24 de marzo por el semanario The Economist, vocero de la oligarquía financiera británica, cuenta historias y hace pronósticos aventurados sobre Cuba que pretenden hacer ver que la Isla «ha iniciado un cambio trascendental en ruta hacia el capitalismo que tendrá grandes implicaciones para Estados Unidos y el resto de América Latina».
Lamenta de que «incluso dos décadas después de la caída del muro de Berlín, Cuba sigue siendo uno de los pocos países del mundo donde vive el comunismo».
Echando garra a elementos de las gastadas manipulaciones y mentiras de la campaña mediática anticubana que hace medio siglo paga y sufre la ciudadanía de Estados Unidos, el editorial pretende desvirtuar la actualización del modelo económico y social que ha emprendido Cuba en aras de la continuidad del avance económico y el desarrollo de los valores éticos y políticos que corresponden a la actual etapa del socialismo en Cuba.
Con total ignorancia de las diversas políticas públicas de la revolución y de sus puestas en práctica desde 1959, confunde la modificación de los métodos y estilos de trabajo que lleva a cabo Cuba para garantizar la irreversibilidad del socialismo y de las ventajas sociales alcanzadas. Trueca la proyección actual de la lucha de los cubanos con lo que sería un bochornoso e inaceptable regreso al capitalismo.
El editorial sugiere «a los forasteros que viajen a Cuba que se interesen por conocer de qué manera ellos pueden contribuir a la aceleración de los cambios». Quienes sigan esa recomendación de The Economist coincidirían con los propósitos de las reformas que en la Isla se llevan a cabo, solo que la dirección de los cambios que se están produciendo difiere diametralmente de aquella a que aspira el capitalismo mundial.
Reconoce que los grupos de disidentes que Estados Unidos patrocina en Cuba son pequeños y aislados, y que el resto de Latinoamérica apoya a Cuba; solo que, respecto a esto último, argumenta que no lo hacen de buena gana sino porque prefieren aceptar las reformas antes que enfrentarse a ellas.
Irrespetuosamente, o ignorando la militancia revolucionaria de los presidentes brasileños (el dirigente obrero Lula DaSilva y la guerrillera urbana Dilma Rouseff), The Economist atribuye el apoyo entusiasta de éstos a la obras de ampliación y modernización del Puerto del Mariel, al interés por dotar a Cuba de «una herramienta capitalista útil».
«Desgraciadamente -dice The Economist- la política de los Estados Unidos hacia Cuba ha sido una rabieta frenética de cincuenta años en vez de un coherente plan para estimular una transición a la democracia».
Es sabido que en el lenguaje imperialista «transición a la democracia» significa «regreso al redil». Afganistán, Irak y Libia lo están padeciendo.
The Economist, critica la debilidad que muestra EE.UU. ante las presiones del lobby anticubano opuesto a toda negociación con la Isla y considera que, si no hay en Cuba cambios satisfactorios para Occidente, sobrevendrá una guerra civil que sería un baño de sangre. En el colmo de desconocimiento de los motivaciones patrióticas de los cubanos que dan solidez a la revolución, especula el editorial que las poderosas y eficientes fuerzas de seguridad e inteligencia cubanas se convertirían, en medio del caos, en mercenarios al servicio del crimen organizado y el narcotráfico, al verse atraídos al conflicto los cubanoamericanos del sur de la Florida.
Pero donde el artículo de The Economist muestra peor calidad de periodismo, desde el punto de vista técnico y profesional, es en las conclusiones cuando define a Cuba como «esquina declinante de una América Latina en ascenso y en gran parte democrática».
Sin reconocer que el actual ascenso de Latinoamérica y los avances democráticos en la región son, en sobresaliente medida, fruto de la exitosa resistencia de los cubanos al asedio de Estados Unidos a lo largo de más de medio siglo, el editorial del The Economist llama a Washington a un cambio de su política: «Tras 50 años en los que ha sido una excepción, el destino de la isla se parece crecientemente al de la región. Es tiempo de que aquellos a ambos lados de estrecho de la Florida lo reconozcan. Medio siglo de fracasos es evidencia suficiente para apoyar un cambio de política», afirma la revista de los grandes capitalistas británicos.
Cuba ha demostrado que la sumisión a Washington no es una predestinación insalvable para las naciones del hemisferio y que la independencia de los pueblos sometidos en todo el mundo es viable y sostenible a base de resistencia, sacrificio, coraje y solidaridad.
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