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Imagen de lo cubano

Fuentes: La Jiribilla

IMAGEN DE LO CUBANO En el largo proceso de cimentación de cualquier país, se conjugan muchos y muy diversos elementos, que con el devenir del tiempo apenas son perceptibles a simple vistas. Hay, sin embargo, otros factores que apenas entrando por las puertas de la nación, ya se advierten como potentes pilares. Así resulta la […]

IMAGEN DE LO CUBANO En el largo proceso de cimentación de cualquier país, se conjugan muchos y muy diversos elementos, que con el devenir del tiempo apenas son perceptibles a simple vistas. Hay, sin embargo, otros factores que apenas entrando por las puertas de la nación, ya se advierten como potentes pilares. Así resulta la devoción de la Virgen de la Caridad del Cobre por la abrumadora mayoría de los cubanos.

Si su primera y ya remota aparición en la Bahía de Nipe ante los tres juanes es realidad o leyenda, «esto no cambia nada», como escribiera monseñor Carlos Manuel de Céspedes y García Menocal, a propósito del valioso libro de Olga Portuondo Zúñiga: La Virgen de la Caridad del Cobre: Símbolo de cubanía. Lo importante es que «entró en nuestra historia», desde aquellos tiempos en que se estaba trenzando sobre el suelo de la Isla un entramado social con ingredientes indios, hispanos y africanos, de donde finalmente surgió el cubano. Y aunque todavía muchas razones anden guardadas en el misterio, integrantes de esas etnias o criollos que eran ya el resultado de la fusión de todas ellas; fueron progresivamente manifestando su amor por esta virgen.

Llegara de donde llegara la imagen que se atesora en su santuario del santiaguero de El Cobre, después infinitamente repetida en otros templos y en los hogares familiares, es históricamente probable que cuando el cubano cobró conciencia nacional, entre las pertenencias caras a su identidad, había tomado para siempre a la Virgen de la Caridad del Cobre. No es para nada casual que el 2 de enero de 1869 Carlos Manuel de Céspedes, presidente de la República de Cuba en Armas, la visitara en su iglesia de El Cobre. Ni tampoco que Antonio Maceo, que en realidad se llamaba Antonio de la Caridad Maceo y Grajales, llevara siempre prendida a su camisa interior una medallita con su imagen. Por eso esta deidad católica, que desde los inicios de las luchas independentistas contra el colonialismo español fue denominada «La Mambisa», fuera proclamada Patrona de Cuba, por expresa petición de nuestros veteranos de aquellas contiendas.

Al verificarse el proceso sincrético, mediante el cual los negros africanos traídos como esclavos a la mayor de las Antillas, identificaron los santos de sus tierras de origen, con las imágenes del culto católico; cupo a la Virgen de la Caridad encarnar a Oshun, sin duda, uno de los orishas de mayor poder de convocatoria entre los creyentes de la santería cubana.

A lo largo de los siglos se ha consolidado el mito de la Virgen de la Caridad, el amor por Oshun, a quien en pícara confianza cualquiera puede invocar como «Cachita». Por ello en la noche de cada siete de septiembre en los templos o en incontables casas de la nación se espera que sean las 12 de la noche. Se aguarda con impaciencia que ya sea día ocho, para brindar un homenaje a la Caridad, en su día.

El pasado martes siete acudí con unos amigos a la parroquia consagrada a la Virgen de la Caridad en el capitalino municipio de Centro Habana. Ante una nave colmada de público, se inició una ceremonia que daba prueba una vez más de la significación de ella, para nuestra identidad nacional. Las quedas conversaciones de los asistentes, fueron interrumpidas por una hermosa coral que interpretó «La Bayamesa», de Céspedes, Fornaris y Castillo Moreno. La mismísima pieza que se considera el punto de partida del cancionero trovadoresco cubano. Cuando no habíamos salido de esa honda sorpresa, esa misma agrupación comenzó a cantar «La Bayamesa», de Perucho Figueredo, nuestro Himno Nacional y en segundo todos los presentes cantábamos también con verdadera emoción. Vi entonces a mucha gente con lágrimas en sus ojos. Era un público variado, personas con expresión de beatitud católica y otras muchas casi siempre llevando alguna prenda amarilla, que es el color de Oshun. Era un público muy semejante al cubano que somos en cualquier otra parte y otra celebración, del cual emanaba un espíritu de fraternidad.

A partir de la respetada libertad de credos que hay en nuestro país, se puede ser ateo o ser creyente de cualquiera de las religiones existentes. Se puede adorarla como santa católica, o como deidad de ascendencia africana, o no reconocer en Cachita ninguna relevancia religiosa. Pero sin lugar a dudas nadie, cubano o extranjero, que quiera de verdad entender arboladura de nuestra identidad nacional, puede darse el lujo de obviarla. La Caridad, cantada por trovadores populares o por poetas de alta estima, puesta una y otra vez en telas y hecha vibrar en esculturas, es uno de los más grandes factores de unidad de nuestra patria.