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Intento hacer mis pinitos eco-decrecentistas

Fuentes: Rebelión

Es difícil, aunque se tenga conciencia ecologista caminar hacia la resilencia restauradora de nuestra casa común, la biosfera. Pero yo estoy haciendo los primeros pinitos, y aunque no es suficiente, sí que predispone en ese sentido:

– He prescindido del auto (en alguna medida he dejado de ser «autero» y también autista) ya llevo 15 años sin él. Es más económico, ecológico y decrecentista coger taxis que tener tu propio auto garaje y gasolinera y trozo de autopista.

–  He comenzado a usar la bolsa de tela para el pan, no cuesta tanto hacerse la idea, aunque el asesino hábito de la bolsa de plástico rápida lo tenemos demasiado incrustado más que en el cerebro en los actos reflejos.

– Trato de comprar siempre que me es posible a granel y en pequeña tienda. Frecuento las verdulerías ecológicas.

– Estoy empezando a usar el pañuelo moquero de tela, no el ya superasumido pañuelo desechable de papel.

– Tengo tendencia vegetariana pero sin llegar al veganismo cuaresmático. Por ejemplo, en un restaurante no vegetariano pido dos primeros platos para eludir el clásico segundo plato que casi siempre consiste básicamente en carne.

– Compro geles y detergentes a granel en una tienda de productos ecológicos de limpieza, llevo mi envase desde casa, como de niño llevaba a la lechera a la lechería.

–  Sólo entro en los supermercados cuando la estructura del comercio lo hace inevitable, por ejemplo para comprar leche (las lecherías desaparecieron por desgracia) o para comprar estropajo sintético (el estropajo de esparto tan natural ya no lo venden o es extremadamente difícil de encontrar), sólo dejo de ir al pequeño comercio cuando voy al mercado a sus pequeños puestos, allí es menos frecuente que te vendan productos alimenticios tratados antiecológicamente y trasladados desde las chimbambas y produciendo por ello gran contaminación de CO2.

– He dejado de hacer macroviajes en avión a las chimbambas, ellos suponen el 12% de la contaminación de CO2 planetaria.

– Sólo compro mi ropa cada 10 años pues la ropa raída es hermosa y la tengo cariño. Por tanto no pongo nunca el pie en tiendas de INDITEX.

– Reciclo el aceite de frituras usado depositándolo en contenedores especiales para esta acción ecológica, existentes en mi mercado de alimentación.

– No uso la bici porque no tengo la suficiente habilidad pero me parece que es un uso excelente.

– Rechazo la obsolescencia programada y no la uso porque tiendo a comprar, siempre que puedo, objetos robustos e irrompibles, por ejemplo vasos, como los de antes que aún venden en algunos sitios.

– Eludo, siempre que puedo, todo aquello que sea de usar y tirar. Por desgracia existen productos comerciales asesinos de personas y animales, que ningún mortal actual puede evitar, por ejemplo, bolsas y envases de plástico, papel (que aunque es degradable es muy contaminante en su fabricación), etc.

Soy consciente de que estará pensando la inmensa mayoría, en cuanto a lo de practicar todas esas austeridades que llevo mencionadas, “que con tanta austeridad la vida no merece vivirse”. Pero se engañan, peor que esta sana austeridad es el despilfarro consumista, la adicción a comprar muchísimo más de lo necesario y carecer de lo necesario, la angustia de la insatisfacción constante a que nos somete el marketing para que no paremos nunca de comprar, con la finalidad de que el crecimiento oligárquico sea constante e indefinido. Y a toda esta angustia y esta mala vida hay que sumar las repercusiones que tiene este despilfarro constante, en cuanto al ataque de nuestra casa común (la biosfera) se refiere, contaminación de CO2,  agotamiento de recursos tanto renovables como no renovables, contaminación y salinización del agua potable, deshielo de los casquetes polares, cambio climático, pandemias, etc.

En resumen que al final se puede comprender que es mucho más satisfactoria la austeridad ecológica que la angustia consumista que nos ofrece el marketing. Así como también hay que considerar esas continúas recomendaciones, tan en boga, de lo imprescindible de las prisas y de la velocidad que nos conducen al trabajo esclavo para producir lo innecesario. Además todas estas influencias malignas nos están conduciendo a un próximo multicolapso suicida.