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Pepitas de Calabaza y la FAL editan una selección de textos del médico fusilado en 1936 por el bando fascista

Isaac Puente: salud, anarquía y cuidado del cuerpo

Fuentes: Rebelión

Médico, militante de la CNT, naturista, autor del libro El Comunismo Libertario y otras proclamas insurreccionales, Isaac Puente Amestoy (Las Carreras, Vizcaya, 1896) “fue uno de los teóricos más importantes del anarquismo ibérico (…), que continuó trabajando en su pueblo hasta que fue ejecutado a manos fascistas en septiembre de 1936”. Son algunos de los rasgos biográficos destacados por la Editorial Pepitas de Calabaza y la Fundación Anselmo Lorenzo, que en noviembre de 2021 publicaron la primera edición del ensayo de 284 páginas Un médico rural.  Isaac Puente.

Fue encarcelado en múltiples ocasiones (enseñó a leer, escribir y ejerció de facultativo con otros presos). Se desempeñó como galeno en Maeztu (Álava) y otros 15 municipios de la zona (“espacio geográfico que en la época contaba con un solo médico –Isaac Puente- pero con 29 sacerdotes”, subrayan los editores). Un médico rural se divide en dos partes, con 25 textos dedicados a la salud y otros 28 sobre la Anarquía.

El prólogo, escrito por Federica Montseny en agosto de 1938, destaca al hombre de ciencia, el ánimo de divulgación y sus estudios –entre otros-, sobre la tuberculosis: “Prosigue y amplía, enriqueciéndola, la tesis de Queraltó sobre el origen social de la dolencia y la pofilaxis y la terapéutica igualmente sociales aplicadas a la misma; y en ese volumen Embriología, que es como una síntesis de cuanto se ha dicho alrededor del tema”.

Isaac Puente conoció los efectos de la pandemia de gripede 1918-1920, que causó decenas de millones de muertos en el planeta. Los editores de Un médico rural subrayan que, en relación con los microbios, Puente sostenía principios muy similares a los defendidos –en el siglo XIX- por el biólogo y químico francés Antoine Béchamp: “Hemos topado con dos estupideces: una, la de querer exterminarlos con desinfección y desinfectantes sin hacer nada porque el medio les fuera adverso, sino al contrario; otra, la de librarnos de la infección, haciéndonos la ilusión de que nos apartábamos del microbio huyendo de los enfermos”.

Desarrolló esta idea en diferentes textos; por ejemplo en la revista Estudios (junio de 1931), uno de cuyos artículos –Los microbios: ¿son causa de enfermedad?– concluye: “Los gérmenes microbianos no deben ser mirados como causa, sino como efecto de la enfermedad. No es a ellos a quienes hay que atacar, sino al desequilibrio orgánico, o a la impureza humoral que les brinda condiciones para vegetar”.

En un artículo anterior (Responsabilidad social del médico. En la publicación cultural y científica Generación Consciente, julio 1926), el doctor se muestra contrario a que los médicos se limiten únicamente al desarrollo de su carrera profesional y la acumulación de prestigio.

Así, frente a un ambiente social “podrido de egocentrismo” (individuos encerrados en su cascarón), se trata de que cada facultativo se convierta en núcleo difusor del “culto a la salud”; y de la divulgación de conocimientos por ejemplo en la prensa: “Desenmascarar la carne, el alcohol y el tabaco como francamente nocivos para la salud”.

En otros términos (¡Usted debe ser sólo médico!, CNT Madrid, julio 1933), “si la Sanidad fuera otra cosa que un cuerpo de funcionarios parásitos del Estado, antes que a destruir especies vivas, menospreciando su papel en un ciclo de la materia orgánica, se consagraría a buscar una forma de convivencia social en la cual la salud merecería los máximos respetos (…)”.

La editorial Txalaparta publicó en 2007 Isaac Puente. El médico anarquista (edición del periodista Francisco Fernández de Mendiola); otra lectura de interés es Alpinismo, de Isaac Puente, editado por Piedra Papel Libros en 2019. La recopilación de Pepitas de Calabaza incluye un artículo sobre la Medicina Social, que el médico rural sintetiza en el tratamiento siguiente: alimentarse bien, descansar un par de semanas, cambiar de condiciones meteorólogicas y buscar una habitación soleada; estas prescripciones se consideraban un “lujo” para la población desposeída (revista Mañana de Barcelona, mayo 1930).

En un contexto de capitalismo sin escrúpulos, el autor de El comunismo libertario reivindica el trabajo del médico artesano frente a la industrialización y especialización de la medicina; de este modo, “analistas, radiólogos, urólogos, cirujanos y muchas divisiones más tienen a veces que juntarse para atender a un mismo enfermo”.

Además, criticaba Isaac Puente en junio de 1930, la especialización conduce tanto a la división del trabajo como a una eliminación paulatina de la figura del médico general, “que se basta para tratar a los enfermos”. El cuestionamiento se extiende a la doctrina médica que se “expende” en la Universidad, institución burguesa que ha “dado pábulo a la idea de que la enfermedad es una contingencia fortuita, algo así como un castigo de los dioses adversos o un capricho de la fatalidad (…)”.

¿Qué relevancia tiene el naturalismo en la medicina, la educación y la política? El divulgador anarquista abordó este punto en un texto publicado –en 1930- en el suplemento del periódico anarquista argentino La Protesta: “Nada hay más eficaz que las fuerzas de la naturaleza, dejadas en libertad de obrar. Nuestra actuación debe limitarse a suprimir todo lo artificioso en la alimentación, en el género de vida y en el ambiente”.

La recopilación de Pepitas de Calabaza y la FAL termina con el enunciado de los 12 puntos que Isaac Puente consideraba el eje del comunismo libertario (El Trabajo, Soria, abril 1933); entre otros la abolición de la propiedad privada y la autoridad; residenciar toda la soberanía en la asamblea; la abolición del salariado; el cultivo en común de la tierra y el uso de la maquinaria –la industrialización- “en alivio de la necesidad de trabajar”.

Es decir, la Anarquía en contraposición al Estado (“la más nefasta de las instituciones sociales y el sostén de todas las injusticias”); la Política (“la más repugnante de todas las farsas”); y a la Autoridad (“un veneno que destruye los sentimientos humanos”). El artículo se titulaba Como el aire público, la libertad vigoriza (CNT, Madrid, mayo 1933).

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.