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El sociólogo Albert Mora analiza procesos de integración y convivencia multicultural en el estado español

Islamofobia: odio y rechazo a la mezcla cultural

Fuentes: Rebelión

En 2014 (últimas cifras del padrón) vivían 5.023.487 inmigrantes empadronados en el estado español. El «pico» en la presencia de población extranjera se produjo en 2011, según el INE, 5.751.487 personas. El punto de partida de este proceso se inicia en torno al año 2000, de hecho, el sociólogo Joaquín Arango califica como «década prodigiosa» […]

En 2014 (últimas cifras del padrón) vivían 5.023.487 inmigrantes empadronados en el estado español. El «pico» en la presencia de población extranjera se produjo en 2011, según el INE, 5.751.487 personas. El punto de partida de este proceso se inicia en torno al año 2000, de hecho, el sociólogo Joaquín Arango califica como «década prodigiosa» de la inmigración en España el periodo 2000-2010. Pero a partir de 2012 se constata un descenso de la población inmigrante, en parte por las nacionalizaciones, ya que la tasa de retorno a los países de origen es baja.

Hoy son pocas las personas inmigrantes que llegan a España en busca de trabajo, y lo hacen sobre todo en procesos de reagrupación familiar. Además, a diferencia de países como Alemania e Inglaterra, donde el «grueso» de la población inmigrante aterriza en los años 50-60 del siglo pasado, en España el proceso se retrasa hasta finales de los 90 (el primer «pico» se produce en esas fechas con la migración ecuatoriana, por la crisis de 1998-1999 en el país latinoamericano).

La llegada de personas inmigrantes hace que en los países destinatarios se empiece a hablar de convivencia, integración y multiculturalidad. Y que se produzcan también casos de xenofobia y choques con la población extranjera. En estas discusiones, sostiene el profesor de Sociología de la Universitat de València e investigador del Institut de Drets Humans, Albert Mora, «siempre terminamos hablando del Islam». Por ejemplo, cuando Sarkozy abre a finales de 2009 el debate sobre la identidad nacional francesa (iniciativa impulsada por el Ministerio de Inmigración e Identidad Nacional), el centro de atención acaba siendo la población musulmana. Aunque no exclusivamente, pues según la Federación Internacional de Derechos Humanos, cerca de 9.000 gitanos rumanos y búlgaros fueron expulsados de Francia en 2009. Ese mismo año Berlusconi endureció la normativa sobre censos, realojos y expulsiones de la población de etnia gitana.

Un vistazo a los periódicos permite realizar una aproximación a la islamofobia en el estado español. La edición catalana de El País informaba el 24 de febrero de 2014 de que los Mossos d’Esquadra denunciaron al concejal de Plataforma Per Catalunya en Tortosa (Tarragona), Jordi Casanova, por un supuesto vínculo con el ataque a la nueva mezquita de este municipio. El día antes de la inauguración, aparecieron en el edificio religioso pintadas racistas y trozos de cabeza de cerdo. Las puertas del centro cultural islámico de Vall d’Uixó (Castellón) fueron objeto de un pequeño incendio después de ser rociadas con gasolina, según informaba el diario Levante-EMV el 11 de enero de 2014 (se trataba del tercer ataque en los últimos meses).

El 23 de octubre de 2013 El Periódico Mediterráneo llamaba la atención de la quinta mudanza de la mezquita de Burriana (Castellón) «para evitar quejas». La mezquita de Gandía (según informaciones de Levante-EMV el 28 de marzo de 2010) fue atacada con cócteles molotov en el día de mayor afluencia a este espacio de culto. Otros ejemplos son más recientes, de la última campaña electoral, cuando el candidato del PP a la alcaldía de Cornellà, Daniel Serrano, propaló la consigna «No a la gran mezquita». El exalcalde de Badalona, Javier García-Albiol, del PP, apeló a «limpiar» la ciudad (tercera de Catalunya, con 220.000 habitantes).

Albert Mora estudia desde el año 2000 diferentes procesos de integración y convivencia multicultural, sobre todo en relación con la población musulmana. Uno de sus trabajos de investigación trata del conflicto en torno a la mezquita de Santa Coloma de Gramenet, en 2004, que podría extenderse a otras ciudades (en Santa Coloma residen 118.738 personas, de las que 24.434 son extranjeras). Anteriormente, en la década de los 80, explica Albert Mora, los lugares de culto islámico no fueron foco de conflicto en España por dos razones: la menor presencia de población inmigrante y el hecho de que no pudiera agitarse, todavía, la consigna del «terrorismo islamista» (los atentados contra las «torres gemelas» de Nueva York se produjeron en 2001).

El conflicto de la mezquita de Santa Coloma de Gramenet comenzó en febrero de 2004 en Singuerlín, un barrio obrero edificado en los años 70 con la afluencia de población inmigrante, principalmente andaluza. Una parte de los vecinos se dirigieron al ayuntamiento para transmitirle que no querían la mezquita en el barrio. Las justificaciones se han repetido en otras ciudades: supuesto incumplimiento de las condiciones para la instalación de la mezquita o posibilidad de masificaciones; y la existencia de otras prioridades en el barrio, antes que los oratorios.

«Los vecinos consideran que la obligación del ayuntamiento es resolver el conflicto a favor de los autóctonos, pues son -así piensan- los verdaderos vecinos, no los que vienen de fuera», explica Albert Mora. El estudio sobre la evolución del racismo y la xenofobia en España, de los profesores de la Universidad Complutense Cea d’Ancona y Miguel S. Vallés, señala que en torno al 50% de la población autóctona española considera que los nacionales han de tener prioridad (frente a los extranjeros) a los recursos sanitarios o la plaza en un colegio.

Recuerda el investigador que la comunidad musulmana tenía derecho a la apertura de la mezquita de Santa Coloma (incluso pagaba el alquiler del local), que en la práctica permanecía cerrado. El consistorio se comprometió entre los meses de febrero y octubre a buscar un local alternativo, pero al no cumplirse con el compromiso y llegar el Ramadán, la comunidad musulmana decidió abrir el oratorio. Decenas de vecinos organizaron «caceroladas» y «pitadas» de manera espontánea en la puerta de la mezquita, para impedir los rezos. En la puerta, un cordón de los Mossos d’Esquadra impidió el enfrentamiento.

«Llegaron ultraderechistas de fuera de la ciudad», apunta Albert Mora. Finalmente se habilitaron dos barracones en las afueras de Santa Coloma, medida que se anunció como «transitoria» pero que hoy se mantiene. Según el investigador, «esto es general, ha ocurrido en otros muchos municipios catalanes: llevar las mezquitas a las afueras, a los polígonos industriales». Señala además una palmaria contradicción: «Hay un miedo a la mezcla, al tiempo que se exige la integración de las personas migrantes». El docente también destaca el papel de la sociedad civil y la izquierda alternativa -por ejemplo el Ateneu Julià Romerà- que en la puerta de la mezquita exhibieron pancartas pidiendo respeto y silencio para las oraciones. «Y eso que la mayoría eran personas ateas».

¿Cuál es la línea de actuación, en términos generales, de las administraciones municipales? En el estado español viven cerca de 1,5 millones de musulmanes, de los que 300.000 cuentan con la nacionalidad española. Según Albert Mora, «los ayuntamientos se ponen habitualmente del lado de quienes ven como potenciales electores, y la mayoría de los musulmanes no tienen derecho al voto». En la legislatura 2011-2015 la organización xenófoba Plataforma Per Catalunya contaba con tres regidores en Santa Coloma.

En municipios como Benicarló, de 26.521 habitantes (5.855 extranjeros) en la provincia de Castellón, se puede hablar de un conflicto no explícito, pero sí latente. En el centro de la localidad se ubica un oratorio islámico, del que no hay reclamos ni avisos en la puerta. La segunda mezquita, una gran nave industrial, se localiza en las afueras. Desde la N-340 puede observarse a grupos de personas musulmanas cruzando la carretera nacional -sin paso para peatones ni semáforos- para acceder a la mezquita. El primer contingente de población extranjera es el marroquí, que trabaja principalmente en la agricultura. El ejemplo de Benicarló pone de manifiesto que el número de inmigrantes (musulmanes) no es la única causa que explica los conflictos. En Singuerlín (Santa Coloma), la población musulmana era menor. También lo es en Dresde, donde en octubre de 2014 empezó a movilizarse PEGIDA (Patriotas Europeos contra la Islamización de Occidente).

Durante unos años el municipio valenciano de Gandía (76.497 habitantes, de los que 16.346 son extranjeros) impulsó diferentes experiencias de mediación intercultural, que constituyen la alternativa a la islamofobia. En 2003 se adaptó la biblioteca del municipio con un proyecto intercultural que terminó exportándose a países como Holanda o Uruguay. La iniciativa consistió en crear una junta con personas de las comunidades extranjeras (búlgaros, marroquíes o argelinos, entre otros) para comprar libros o periódicos en sus lenguas. Estos grupos de población también organizaban sus actividades a través de la biblioteca.

En 2005 el ayuntamiento constituyó asimismo una Concejalía de Cooperación e Integración, que apostó -por ejemplo- por un centro intercultural o lugar de encuentro para gente de origen diferente. Asociaciones como Midrashic integraron a personas inmigrantes y vecinos de Gandía. En 2011 se produjo un punto de ruptura con la llegada de Arturo Torró (PP) a la alcaldía de este municipio. Torró cerró el centro intercultural. También tomó la decisión de informar a la Policía Nacional sobre los datos de los inmigrantes «sin papeles» que fueran a empadronarse en Gandía. «Esto es ilegal», asegura Albert Mora.

El sociólogo resume que la realidad de España es «diversa», aunque haya una tendencia a representar «como a alguien de fuera a quien en un momento dado vino de otro país; cuando se ve a una mujer con el hiyab, se piensa que es de fuera, aunque cuente con la nacionalidad española». Se produce una suerte de «extranjerización perpetua», agrega Albert Mora, por ejemplo cuando se habla de inmigrantes de «segunda generación» (son hijos de inmigrantes, pero ellos no lo son). Además, se tiende a confundir «integración» con «asimilación», y a distinguir entre españoles «de pura cepa» y quienes vienen de fuera. O se plantea la equiparación entre Islam y terrorismo, si es que no se asocia la religión musulmana a un ideario machista, fanático y peligroso para Europa. «Se hacen referencias además a un radicalismo islámico, pero lo que muchas veces encontramos en ciudades como Santa Coloma, Badalona o Vall d’Uixó es lo contrario, un radicalismo antiislámico», concluye el investigador.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.