Izquierda Unida se debate en una crisis permanente desde hace años, su propia supervivencia es puesta en cuestión, y, al tiempo, representa una necesidad, la única opción de levantar una alternativa transformadora frente al sistema. Desde su nacimiento, Izquierda Unida afrontaba una triple tarea para definir su personalidad: demostrar que era «algo más» que el […]
Izquierda Unida se debate en una crisis permanente desde hace años, su propia supervivencia es puesta en cuestión, y, al tiempo, representa una necesidad, la única opción de levantar una alternativa transformadora frente al sistema.
Desde su nacimiento, Izquierda Unida afrontaba una triple tarea para definir su personalidad: demostrar que era «algo más» que el PCE, emerger como una alternativa de la izquierda frente al PSOE y adquirir unas señas de identidad propias.
En una primera etapa el esfuerzo se vio recompensado; por un lado algunas formaciones minoritarias de la izquierda se unieron al proyecto lanzado por el PCE, consiguiendo una cierta apariencia de «movimiento político y social», por encima de un partido concreto y, por otro lado, el abandono de cualquier principio socialista y el abandono de las promesas por parte del Gobierno de Felipe González facilitaron tanto las señas de identidad definidas como la virtualidad de ser la alternativa de recambio dentro de la izquierda al desgaste de un PSOE que practicaba una política derechista. Los ejemplos más espectaculares, pero no los únicos, fueron la reconversión industrial, los GAL y, sobre todo, el referéndum de adhesión a la OTAN.
Durante años, a pesar de los errores, algunos inevitables y otros claramente evitables, IU parecía tener un campo que le llevaba hacia la hegemonía en la izquierda, el desgaste del PSOE repercutía en crecimiento de la coalición de izquierdas. Pero fracasó en el momento decisivo: el PSOE fue derrotado desde la derecha, no desde la izquierda, y ante los ojos de algunos sectores IU apareció como un factor que había allanado el paso a la derecha (la famosa acusación de «la pinza»).
Y, en poco tiempo el panorama del «sorpasso» se convirtió en la lucha por la supervivencia. Y así sigue siendo hasta la fecha. Tras la pérdida del horizonte de llegar a ser la alternativa de la izquierda, IU vive sin rumbo histórico, en una crisis permanente.
El trauma de IU
La experiencia ante el gobierno de Felipe González dejó un trauma político en IU y la reacción ha sido llegar al polo opuesto. Ante la llegada de nuevo del PSOE a la Moncloa se apoya toda su política con un miedo cerval a desmarcarse, a quedarnos solos, a que pueda parecer que estamos con la derecha. Es lógico que el gato escaldado huya del agua fría o que un niño pequeño busque las imágenes de la televisión en los agujeros del enchufe, pero no es admisible que una organización inspirada, al menos en teoría, en el marxismo, reaccione como un péndulo ante una experiencia negativa, sustituyendo el análisis político el balance y la crítica por el comportamiento instintivo irracional. Esta conducta, lejos de recuperar el apoyo de IU entre los sectores de la izquierda, lo que provoca es una simpatía engañosa de la prensa y del aparato del PSOE y el Gobierno.
Sin embargo el apoyo de IU no crece, es más, se ha roto por vez primera lo que hasta ahora era casi una ley; cada vez que las encuestas reflejaban una caída del apoyo al PSOE, a su vez indicaban un aumento, más o menos correlativo, del apoyo a IU, y viceversa.
En los últimos meses se han publicado encuestas que al tiempo que pronostican una caída del voto PSOE, lo hacen también del voto a IU. ¿Qué está pasando?
Debemos huir de una interpretación simplista, pues la situación no carece de complejidad, pero de lo que no debemos huir es de una interpretación sobria de los hechos y seguir diciendo, como un boxeador sonado: «el PP ataca, no podemos separarnos del gobierno ZP», «somos una oposición exigente e influyente».
¡Claro que el PP ataca! Lo increíble sería que no lo hiciera. Existen diferencias muy marcadas entre la coyuntura política y económica en que ZP ha accedido al gobierno y las que rodearon el ascenso de Felipe González.
En octubre de 1982, el PSOE ganó las elecciones tras la descomposición del partido de Suárez, la UCD, y la propia burguesía, quedó desarbolada después de haber quemado todas sus cartas en el período del 77 al 82. El «centro» de Suárez se reveló como algo incapaz de contener a la derecha franquista y al movimiento obrero, aunque cumplió el papel de un paréntesis que alejó la crisis prerrevolucionaria de los años 75-77. Fraga y su Alianza Popular, eran un mero espantajo en el papel patético del franquismo «convertido» a la democracia, y la opción golpista había sufrido un descalabro, tras varias intentonas, como consecuencia del fracaso del golpe de Estado del 23 de febrero del 81, y la propia monarquía se veía en una situación comprometida.
Tras las vacilaciones iniciales, los estrategas de la burguesía española comprendieron que los fracasos acumulados de Fraga, Suárez y Tejero hacían imposible una alternativa a corto plazo frente al PSOE. Tenían dos opciones: o «aguantar el chaparrón» hasta que recompusieran sus fuerzas, u otra más sagaz, que fue la que emprendieron, la de «influenciar» sobre el gobierno de González para evitar una política de izquierdas. ¡Y vaya si lo consiguieron! La prueba fue la adaptación del gobierno de Felipe a las exigencias fundamentales de la burguesía, incluidas algunas (recorte de libertades democráticas ) que se desprendían de la negociación para desactivar el golpe de Estado del 23-F.
Así se emprendió la reconversión industrial enfrentándose a los trabajadores que le habían puesto en la Moncloa. Utilizaron una represión brutal que dejó escritas páginas negras en Sagunto, Reinosa y tantos otros sitios. La postura del gobierno y la dirección del PSOE, alineada con la patronal en la Ley de Pensiones llevó a la ruptura con UGT. Los máximos dirigentes de este sindicato, Nicólas Redondo y Antón Saracíbar, ambos diputados, votaron en contra abandonando la disciplina de voto y renunciando posteriormente a los escaños. La metamorfosis OTAN ( de «No a la OTAN», pasando por «de entrada NO» a «Sí a la OTAN» ), sirvió para que muchos comprendiesen que aquel gobierno nunca se comprometería con una política de transformación de la sociedad, y fue la ocasión que proporcionó alas a una alternativa de masas a su izquierda con el proyecto de Izquierda Unida. Por si quedaban dudas, Felipe González apoyó la guerra del Golfo, colaborando con el imperialismo norteamericano y agotó la capacidad de espanto con los GAL.
Después de una experiencia de este calibre deberíamos tener más cuidado a la hora de aparecer comprometidos como «socios», aunque seamos socios «exigentes e influyentes», con un gobierno del PSOE.
La ofensiva del PP
Claro que podrían decirnos, para justificarlo, que ZP está a la izquierda de Felipe González. Nada más lejos de la realidad. Hace pocos meses del referéndum por el tratado constitucional europeo, y allí tuvimos la ocasión de comprobar el ideario liberal del actual gobierno, y nos sobran los ejemplos en política internacional con casos como Colombia, Marruecos, y sobre todo Afganistán, el trato a los inmigrantes en las fronteras de Ceuta y Melilla, o la ley de educación y la reforma laboral en preparación.
El cambio fundamental respecto a la época de González está en la actitud de la derecha, la ofensiva del PP, la jerarquía eclesiástica y militar, la patronal…Todos los elementos de la burguesía están en una batalla sin cuartel contra el gobierno, y, además, están envalentonados por su debilidad, y algunos elementos están llegando a coquetear con el golpismo. Tienen muy claro que, a pesar de todo, este no es su gobierno, y quieren tener a «los suyos» cuanto antes de vuelta en la Moncloa.
Las diferencias son esenciales: la burguesía no atravesaba un época de crisis como la de la Transición, mantenían el gobierno y sus planes eran seguir más años ante una coyuntura favorable y una oposición incapaz de desbancarles. Fue la intervención en la guerra de Irak y, fundamentalmente, el atentado del 11 M, lo que provocó la caída del gobierno del PP que, además, no sufrió un descalabro pues mantuvo un importante apoyo especialmente entre las capas medias. A diferencia del 82, la burguesía, no necesitaba en absoluto un gobierno PSOE para mantener la paz social, que en ningún caso se veía amenazada, vivían una coyuntura económica favorable con grandes beneficios contando con la colaboración habitual de las direcciones de UGT y CCOO para alcanzar acuerdos con el PP. La derecha se sintió rabiosa ante una derrota inesperada y tras los momento de duda se lanzó a una ofensiva que el gobierno ZP es incapaz de frenar pues hace concesiones constantes que envalentonan a la derecha. Así lo hemos visto con la guerra, se retiró de Irak pero se aumentaron las tropas en Afganistán. Con la LOE ha sido una concesión muy amplia a las reivindicaciones clerical-derechistas y en el proceso autonómico es desde las propias filas del PSOE de donde surgen algunas de las voces más intolerantes con los derechos democráticos de los pueblos que componen el Estado español.
Pepito Grillo
Y en todos estos casos la dirección de IU que preside Gaspar Llamazares ha mostrado su falta de iniciativa para convertirse en una referencia para la izquierda apareciendo como el «Pepito Grillo» del PSOE no como una alternativa frente a su política.
Flaco favor le hacemos no sólo a IU sino a la izquierda en general manteniendo esta política, pues colaborar a facilitar los retrocesos del gobierno ZP frente a los embates de la derecha supone allanar el camino a la ofensiva del PP.
Las medidas iniciales del gobierno PSOE respondían a la presión en la calle que les había llevado al triunfo, pero ahora, frente a una izquierda desmovilizada, el PP ha tomado las calles. El papel de IU tendría que ser el de colaborar a una nueva movilización de la izquierda, pero no se puede movilizar para apoyar a un gobierno que se aleja de las políticas de izquierdas. El papel de «socio» debe transformarse en el de oposición de izquierdas si queremos jugar el papel que corresponde a una organización que lucha por la transformación socialista de la sociedad. Una cosa es sostener el gobierno de ZP frente a un eventual gobierno del PP, en lo que nadie debiera tener ninguna duda, y otra muy distinta implicarse en la política derechista de los dirigentes del PSOE.
Nueva escisión de IU a la vista.
Ahora la crisis de IU entra en una nueva fase. Nuestra propia supervivencia esta en juego, al menos como una organización con representación parlamentaria. Uno de los mayores errores de Llamazares y su equipo fue la presión constante para convertir a IU en una especie de remedo de «los verdes alemanes», es decir, seguir el modelo de Iniciativa per Catalunya Verds (ICV). Así, intentaron el cambio de nombre, que fue rechazado por la organización en su VII Asamblea. Pero no cejaron en su empeño y colocaron el nombre «Verdes» en la fusión de grupo parlamentario con ICV en el parlamento español, y, lo que es más importante, su política pasó a ser la de sentirse parte del gobierno sin estar en él.
De esta manera la dirección de IU nos ha arrastrado a una situación de crisis interna permanente y nos ha puesto a los pies de los caballos, pues ahora, el gobierno del PSOE por un lado, e ICV por el otro preparan un nuevo intento de arrojar a IU fuera de la escena política. Nos explicamos: ICV ha firmado un protocolo con organizaciones «Verdes» para presentarse a las elecciones en todo el Estado español. Puede que no obtengan representación, pero pueden arrascar lo suficiente para dejar a IU fuera de parlamentos y ayuntamientos en muchos casos.
Pero lo más grave es que, por un lado sectores de la propia IU participan de este pacto (por ejemplo en Aragón donde ya han organizado un mitin conjunto con ICV) siendo las primeras ratas que saltan del barco, y, por otro lado, la propia dirección de IU es incapaz de reaccionar política y organizativamente para sacarnos de esta crisis. En la última reunión de la Presidencia Ejecutiva Federal, el día 4 de Febrero, Gaspar Llamazares y su equipo presentaron un documento que mantiene el vuelo de las gallinas, incapaces de remontar las perspectivas y planteamientos para encabezar la reconstrucción y la movilización de la izquierda. Y lo ganaron por los pelos: 36 votos a favor, frente a una inusual abstención de protesta que reunió 30 votos y otros 5 votos en contra.
Ante el desgaste de la actual dirección, algunos compañero tienden a personalizar las responsabilidades, como se hizo al final de la época de Anguita. Es un grave error. La oposición interna a la política que representa el equipo de Gaspar Llamazares no puede llevarnos a colaborar a destruir las posibilidades de IU en una guerra civil sin cuartel, ni puede llevar a juntarse «todos contra Gaspar», y aceptar como buenos a aquellos «hábiles» que después de años de políticas de derechas, y de ahogar la democracia interna, que han contribuido al retroceso de la coalición, quieren aparecer ahora como piezas clave en la recuperación de IU. No hay líderes salvadores.
La paradoja es que existen muchas personas que se sienten de izquierdas y que buscan una alternativa, que critican, desde fuera, la situación de IU pero que no dan el paso de incorporarse a la militancia activa, y sin embargo, si lo hicieran, el cambio sería inmediato, pues las Asambleas de base languidecen, y la incorporación de nueva gente provocaría un giro determinante en la organización, generando una nueva dinámica tanto en la base como en la dirección.
El cambio que IU necesita es sencillo y consiste en dejar que la base militante que aún queda, unida a todos aquellos que estén dispuestos a incorporarse a esta tarea, tome en sus manos la organización y que el objetivo que presida nuestra política no sea otro que el de la transformación socialista de la sociedad. Ese es el objetivo que necesitamos para marcar el camino que sitúe a IU en su lugar en la política y en la sociedad y nos saque de la crisis permanente.
Que seamos una oposición exigente en la defensa de los derechos de aquellos a quienes representamos, las familias obreras y la juventud, y que seamos influyentes entre estos sectores representando sus aspiraciones y reivindicaciones.
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Alberto Arregui y Henar Moreno son Miembros de la Presidencia Ejecutiva Federal de IU.