Traducción de Susana Merino
Jaffa, una de las ciudades más antiguas del mundo, era también una de las más prósperas y pobladas de Palestina. Con sus extensos e interminables naranjales proporcionaba trabajo, desde la recolección de la fruta hasta su acondicionamiento para la exportación, no sólo a los palestinos sino también a obreros llegados de Egipto, Siriao o Líbano.
En 1948, más de 4.000 bombas cayeron sobre Jaffa. De 85.000 habitantes sólo quedaron 3.000. El gobierno israelí confiscó los naranjales y se apropió de la naranja Jaffa, convertida en símbolo de los productos de la colonización.
Para contar esta «mecánica de la naranja» y la ocupación de Jaffa, Eyal Sivan llena la pantalla de una multitud de imágenes y de representaciones y cede la palabra a numerosos interlocutores palestinos e israelíes, historiadores, escritores, investigadores, obreros… Un trabajo notable basado en archivos, fotografías, pinturas, videos y testimonios impactantes.
Se ven en primer término los años 20. Árabes y judíos trabajan juntos en una relación que ha sido extirpada de la memoria de ambos pueblos. Los judíos no poseían entonces más que el 7 ó el 8 por ciento de las tierras y los campesinos palestinos que les transmitían sus conocimientos estaban lejos de imaginar que de los surcos de sus alumnos saldrían sus colonizadores.
La ruptura se produjo con la llegada de los kibutz: «Para ellos nosotros éramos los traidores» señala un agricultor israelí que recuerda: «Querían imponernos una forma judía de trabajar». Pero lo ideal es una cosa y otra la realidad. Su piel blanca y su incapacidad para trabajar la tierra no les impedirán perseverar. La colonización será metódica y rigurosa como atestiguan los abundantes documentos e imágenes de antes de 1948.
Los comienzos de la fotografía se remontan a 1839 y Khalil Khaed es el primer fotógrafo palestino que inmortalizó a los palestinos en las plantaciones de cítricos y su relación carnal con la tierra. Luego los israelíes van a borrar la presencia árabe y a imponer sus propias representaciones: «Se apropiaron primero de la imagen y luego de la tierra» menciona una historiadora israelí: «Los judíos querían transmitir una visión europea de Palestina: Oriente visto por Occidente». Con la pintura sucede otro tanto, los colones pretenden ser los continuadores del orientalismo. Se disfrazan de lo que vienen a reemplazar. Su discurso es «la tierra árabe mal explotada y poco fértil» La propaganda sionista recurre a una iconografía muy bien organizada y controla todas las imágenes con el objeto de estimular el mito de una tierra abandonada que ellos vienen a modernizar. «El cliché según el cual la colonización es portadora de progreso» subraya Elias Sanbar. Y que decae ante las imágenes de trabajo saludable, de cantos, de bailes, de mujeres radiantes, emancipadas y en shorts… El realismo socialista a la israelí, el sueño colonial que produce las naranjas que Oriente envía a Occidente.
La naranja se convierte en un símbolo de la ideología sionista. «El Israel de las naranjas es un Israel sin árabes» sintetiza un historiador. Desde 1948 los israelíes se adueñan de la marca Jaffa. Hasta 1970 se producirán más de 5 millones de empaques por año. Las inversiones en presupuestos publicitarios son enormes: «Jaffa es a la fruta lo que Coca Cola es a las bebidas» Volviéndose marca Jaffa ha desaparecido como ciudad, absorbida hoy por Tel Aviv.
Fuente: http://blog.mondediplo.net/