Al frente de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA) han estado desde su creación en 1977 distintos diplomáticos que han respondido dentro de matices diferentes a las políticas de hostilidad contra Cuba de las administraciones de James Carter, Ronald Reagan, George Bush, padre, William Clinton y George W. Bush, hijo. […]
Al frente de la Sección de Intereses de Estados Unidos en La Habana (SINA) han estado desde su creación en 1977 distintos diplomáticos que han respondido dentro de matices diferentes a las políticas de hostilidad contra Cuba de las administraciones de James Carter, Ronald Reagan, George Bush, padre, William Clinton y George W. Bush, hijo.
Pero, entre todos ellos, James Cason, representante del gobierno de George W. Bush-ha sido el peor de todos en razón de sus insolentes, injerencistas y provocadoras acciones y declaraciones desde que puso un pie en tierra cubana el 10 de septiembre de 2002, hace exactamente dos años y diez meses.
El pasado 4 de julio, según publicaron el Nuevo Herald, de Miami, y algunas agencias noticiosas, Cason montó su última payasada para celebrar el día de la independencia de Estados Unidos. Reunió en los jardines de su residencia a los cabecillas de los grupúsculos y a periodistas denominados independientes que figuran en el listado de asalariados favoritos de la Sección de Intereses de Estados Unidos, y entre tragos de whisky y otras bebidas alcohólicas de fama mundial, develó una réplica de la estatua de la libertad de unos 9 metros de altura que portaba en su antorcha un disco con el número 75, en alusión al número de sus mercenarios que fueron juzgados y sancionados a distintas penas de prisión por tribunales cubanos en marzo de 2003 por conspirar en un plan de desestabilización del país y crear pretextos para una agresión militar norteamericana a Cuba.
Lo que hizo Cason el 4 de julio no era ninguna novedad. Su mente, indudablemente, está programada para la repetición o para obedecer las órdenes de sus jefes, tan escasos de creatividad como él mismo. En la última Navidad, como es sabido, montó un arbolito con igual diseño en los jardines de la Sección de Intereses de Estados Unidos, frente al Malecón habanero. Los artistas plásticos cubanos, incluyendo a los caricaturistas, le dieron contundente respuesta levantando gigantescos murales con las fotos de torturas de los soldados norteamericanos a prisioneros en la cárcel de Abu Ghraib y con caricaturas ridiculizando al Jefe de la SINA.
Cason aprovechó el encuentro para lanzar ataques contra la Revolución Cubana, y aseguró que el gobierno de Fidel Castro «está literalmente en las últimas» y que «no puede durar mucho». En la sección La Coletilla, del sitio digital Cubadebate, se ha propuesto que le den al cabo Cason el Premio Oppenheimer, en alusión al columnista plumífero del Miami Herald que a inicios de los 90 se embarcó con el libro «La hora final de Fidel Castro». Han transcurrido ya casi 15 años y Fidel Castro sigue dirigiendo los destinos de Cuba, en una hora que se prolonga… A Cason, sin duda alguna, su odio hacia la Revolución Cubana lo apresa de tal manera que ni siquiera se da cuenta de que hace el ridículo cada vez que abre su boca.
Sus enfoques políticos sobre Cuba han sido totalmente desacertados y mentirosos. Por ejemplo, luego del brutal atentado terrorista a las Torres Gemelas de Nueva York aseguró a la prensa que Cuba había sido el único país de América que no se había unido a las sinceras condolencias recibidas por Estados Unidos. Desconoció, de tal manera, que el Gobierno de Cuba condenó enérgicamente los hechos del 11 de septiembre, expresó condolencias al pueblo norteamericano e incluso le ofreció entonces asistencia médica y humanitaria.
Cuando llegó a La Habana hace casi tres años declaró que iba a facilitar su residencia como sede para que los opositores a la Revolución se reunieran con diplomáticos de diversos países, se pronunció en contra del comercio de Estados Unidos hacia Cuba, pues «Cuba no es un mercado importante» y, además, «no va a pagar» por los productos que adquiera. Y, adoptando pose de guapetón, dijo que iba a recorrer seis mil millas en Cuba, con el propósito de dar apoyo a los grupúsculos contrarrevolucionarios, a la vez que no ocultó el objetivo de organizar un partido político dentro de la Isla. Cason pensaba, sin duda, que Cuba seguía siendo una neocolonia yanqui y que él, como antes de la revolución lo hicieron los embajadores Summer Wells, Jefferson Caffery o Earl T. Smith, podía decidir sobre los asuntos internos de Cuba. Se equivocó, totalmente. Esos fantasmas del ayer ni sus métodos y prácticas tienen cabida en una Cuba verdaderamente independiente, soberana y libre.
Dicen las informaciones que Cason cumplió el 4 de julio su última actividad oficial en Cuba, pues ya concluye su misión. Como única gloria, si es que cabe así llamarlo, se lleva haber sido el Jefe de la SINA más grosero, provocador e insolente que ha pasado por Cuba. Demostró, en fin, que muy poco aprendió en las aulas universitarias sobre la carrera diplomática y la ética. Actuó, en fin, como un tozudo seboruco. No otra cosa, por supuesto, se podía esperar de él, pues su pasado al lado de Otto Reich y otros terroristas, en la guerra sucia contra Nicaragua, lo señalaban como un elemento retrógrado, cavernícola.