El Gobierno Valenciano (PSPV-PSOE, Compromís y Unidas-Podemos) aprobó en noviembre, mediante Decreto, la declaración de 2022 como Año Joan Fuster (1922-1992); el objetivo es la conmemoración del nacimiento -hace un siglo- del intelectual valenciano.
Además el Consell anunció la constitución de una Comisión para el desarrollo de los actos, adscrita a la Presidencia de la Generalitat, y un Comité de Honor.
En el comunicado que informaba de la declaración (noviembre 2021), se destacaba en Joan Fuster la condición de ensayista, abogado y poeta inserto en “una tradición humanista adaptada a la modernidad”, que mantuvo “una actitud pública por las libertades democráticas, especialmente en el ámbito valenciano”.
Asimismo se cumple el 60 aniversario de una de las obras fusterianas de referencia –Nosaltres els Valencians-, ensayo publicado en 1962 por Edicions 62. En la introducción, Fuster explicita su “obsesión por la vida y destino de mi pueblo (valenciano)”. El libro se circunscribe al “caso valenciano”, sin adentrarse en lo que debería ser el “marco previo”: la “mentalidad común, unidora, con la lengua, de los Països Catalans”. Además augura posibles reacciones hacia el libro, entre otras, una “discrepancia más o menos irreductible”.
Tras sufrir un atentado en 1978, El País informó –en septiembre de 1981-, del estallido de dos artefactos en la vivienda de Joan Fuster, en el municipio de Sueca; el autor de Diccionari per a Ociosos (1964) –obra traducida a diferentes lenguas-; Literatura Catalana Contemporània (1972) o Contra Unamuno y los demás (1975), se hallaba en ese momento en su domicilio. Tras las explosiones, que afectaron especialmente a la biblioteca, políticos y autores del mundo cultural estuvieron en el lugar de los hechos.
“Fuster ha sentado con su obra las bases del moderno nacionalismo valenciano, que germinó como un brote aislado hace ya dos décadas, y hoy impregna, en mayor o menor medida, a todas las formaciones políticas de izquierda”, contextualizaba el diario.
Sobre este punto reflexionó Josep Alapont Martí en una jornada sobre El fusterianisme polític i la lluïta per la llengua, organizada por La Fènix. Universitat Popular en colaboración con el periódico La Directa. “El legado político e intelectual de Fuster continúa siendo incómodo, ya que cuestiona los marcos de identificación nacional hegemónicos”, concluyó Alapont en su ponencia.
Alapont Martí relaciona, en un artículo de La Directa, la vigencia de la obra fusteriana con la denuncia de algunos déficits actuales; en concreto, “la marginación y negación institucional del catalán, el retroceso en su uso social y la inefectividad de las políticas lingüísticas para paliarlo” (el informe de la ONG Plataforma per la llengua, de 2021, cifra en el 32,4% el porcentaje de población que, dentro del dominio lingüístico, habla el catalán de manera habitual).
Remarca asimismo que, a finales de los años 70, el autor valenciano se situó en la “trinchera cultural”, en parte porque “las instituciones políticas se desentendían de construir estos marcos, o bien oponían resistencia”; por ejemplo, en 1971 se constituyó la asociación cívica Acció Cultural del País Valencià, legalizada en 1978; entre los fundadores figuraban Joan Fuster, Manuel Sanchis Guarner, Joan Francesc Mira y Eliseu Climent.
Fueron los años de la denominada Batalla de Valencia (1976-1981), y la violencia ejercida por la extrema derecha en la calle; y también la época del denominado blaverismo (por la franja azul en la enseña valenciana), que defendía –a menudo de manera violenta- el secesionismo lingüístico respecto a la lengua catalana.
¿Se trataba únicamente de un conflicto identitario? “Por todo lo que representaba como ideólogo del valencianismo antifranquista, atacar a Fuster era el expediente que utilizó la extrema derecha franquista para atacar a la izquierda y desestabilizar la constitución del régimen democrático autonómico; la disputa simbólica fue una manera de esconder un ‘juego o contrajuego’ de clase”, explica Josep Alapont.
En mayo de 1976 Joan Fuster publicó un artículo –Contra els nacionalismes– en el periódico Avui. Subrayaba que los “nacionalismos” no surgen en el vacío, sino en conflicto frente a otro “nacionalismo”; así, el 2 de mayo español contra la Francia de Napoleón; o la expresión “pérfida Albión” frente al Imperio Británico.
El autor de los ensayos Combustible per a falles (1967), El blau en la senyera (1977) y País Valencià, per què? (1982) añadía en el texto de Avui: “Todo ‘nacionalismo’ es ‘nacionalitis’, una inflamación de lo que uno es, en determinadas reclamaciones. Sería muy agradable que unos y otros dejasen de esgrimir la ‘nación’ como un arma –sentimiento o resentimiento- y denunciasen el juego o contrajuego de ‘clase’ que se esconde”.
Finalmente, Fuster concretaba el desiderátum en el artículo: “Si un día los Carrillos, los Felipes –incluidos los venerables ‘felipes’, con minúscula, que pasaron por la prisión-, y los troskos y los ácratas supervivientes, llegan a desprenderse del nacionalismo que han mamado de la ‘clase dominante’, el futuro empezará a ser fluido».
Josep Alapont Martí recuerda una afirmación rotunda de Fuster: “El País Valenciano será de izquierdas o no será”. ¿Qué alcance tuvo la propuesta política fusteriana de los Països Catalans? Se celebraron las elecciones generales en el estado español (junio 1977) y, en el País Valenciano, logró la victoria el PSOE (13 diputados), seguido de UCD (11), el PCE (2); y la Alianza Popular (AP) de Fraga Iribarne con un escaño. En 1982 las Cortes Generales aprobaron el Estatut d’Autonomia de la Comunitat Valenciana, “dentro de la unidad de la Nación española” (Artículo 1).
Joan Fuster había participado en la elaboración del Avantprojecte d’Estatut del País Valencià d’Elx, de 1976, junto a intelectuales y profesionales del ámbito cultural como Enric Solà, Josep Benet, Max Cahner, Rafael Ribó y Eliseu Climent.
Editado clandestinamente en Barcelona, el Avantprojecte nunca entró en vigor; el preámbulo establecía en el primer párrafo: “Pese a que las líneas básicas que inspiran el Avantprojecte tienen bien claro el concepto de unidad nacional de los Països Catalans, el texto se ciñe al ámbito geopolítico del País Valenciano y sólo propone la catalanidad como un objetivo a construir entre todos”; un año antes Fuster había recibido el Premi Nacional de les Lletres Catalanes, que otorga la entidad Òmnium Cultural.
La Fènix. Universitat Popular es un espacio de debate y proyecto político valenciano que desarrolló –entre octubre y marzo- el curso Història Política de les esquerres valencianes, en la Facultat d’Història de la Universitat de València. En la sesión del 2 de febrero intervino el investigador Enric Agost Carceller, con una ponencia sobre Els moviments de renovació pedagógica (MRP). Paradigma de la transformació social al País Valencià.
Una de las fuentes de información es Repensar l’escola. Les Escoles d’Estiu del País Valencià, título de una exposición organizada por la Generalitat Valenciana, a finales de 2020, en las que se da cuenta del trabajo de las MRP desde su impulso inicial (1976), en el final de la dictadura.
Los MRP cobraron fuerza durante la Transición, enlazaron con el ideario renovador de los maestros de la II República, la Escuela Nueva, las pedagogías progresistas y la difusión del pensamiento crítico. “Eran tiempos de incertidumbre donde el Estado democrático y la escuela pública estaba por definir”, subrayaba el catálogo.
Asimismo, los MRP rechazaban el autoritarismo y el modelo de enseñanza rigorista y rutinaria implantado durante la dictadura (la Ley General de Educación y Financiamiento de la Reforma Educativa, de 1970, impulsada por el ministro Villar Palasí, fue la última del sistema educativo franquista).
Enric Agost pone el foco en la precariedad laboral de los maestros de la época, su lucha por derechos como el de asociación y por las mejoras salariales de los docentes.
Y profundiza en los antecedentes de las Escoles d’Estiu: “Desde las escuelas organizadas por la educadora catalana Rosa Sensat, hasta las ikastolas de Euskal Herria, y con la cooperación de los freinetistas franceses, las casas editoriales y los exiliados –que traían materiales didácticos desde Francia burlando la censura-, el norte de la Península Ibérica se convirtió en un puente de savia nueva que nutría a los educadores del estado español”.
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