El abogado socialista, que ha apoyado el proyecto de despenalización del aborto en el Congreso, habla de la misoginia presente en la discusión de los parlamentarios y dice estar preocupado de que el sector más retrógrado de la DC anule a la izquierda dentro de la Nueva Mayoría.
Cuando Juan Pablo Mañalich entraba a la sala donde la comisión de salud de la Cámara de Diputados iba a discutir el proyecto de ley de despenalización de la interrupción del embarazo en tres causales, se presentó un grupo de cuatro mujeres. Cada una cargaba un pequeño féretro entre sus manos que, según explicaron, simbolizaban cadáveres de niños asesinados por un aborto. Eran férreas opositoras al proyecto de ley que el abogado venía a defender.
– Bueno, en rigor no soy un partidario del proyecto. Me parece que el proyecto es fundamentalmente conservador, yo soy partidario de un régimen de aborto libre en todo caso. Pero, a pesar de lo radicalmente restrictivo e insuficiente del proyecto, se da la paradoja de que uno es invitado a defenderlo porque es imprescindible que, dado el statu quo, esto llegue a ser ley- se preocupa de aclarar Mañalich.
Feminista, pro Asamblea Constituyente y a favor del matrimonio homosexual e hijo de Jaime Mañalich. Se inscribió en el Partido Socialista apenas 24 horas después de que Piñera asumiera como presidente y su padre como ministro de Salud en 2010. Desde la trinchera del derecho -es doctor en Derecho en Alemania y profesor de la Universidad de Chile- se ha dedicado a luchar por la agenda de las demandas ciudadanas. Entre ellas, el aborto libre, que lo llevó a exponer en las comisiones de salud y de constitución de la Cámara.
Durante los debates, ¿te dio la impresión de que existe una alianza entre parlamentarios de la derecha y la DC en la discusión de este proyecto?
Sería puramente subjetivo… Me parece, eso sí, que por el uso de la palabra en las dos sesiones los diputados de la DC tenían protagonismo natural, como que los destinatarios privilegiados de las exposiciones de los invitados y el aprovechamiento del espacio para hacer preguntas giraba en torno a quienes aparentemente tienen hoy día la manija para determinar cómo van a ser aprobados los proyectos.
¿Qué opinas de que sea la DC, el sector más conservador dentro de la Nueva Mayoría, quien esté llevando la batuta?
Eso reproduce algo más general que es la debilidad que resulta para una coalición, en este caso de gobierno, pretender quedar conformada a lo largo de un espectro tan disímil de posiciones políticas. El debate político en el Chile actual se da al interior de los límites de la NM, esto es una muestra de ello. La derecha argumenta pero de modo más bien testimonial. En este caso se trata del esfuerzo de los sectores menos a la derecha de la nueva mayoría de persuadir a sus correligionarios DC de que el proyecto del aborto debería ser aprobado.
La DC es uno de los principales opositores, principalmente a la tercera causal, y ya ha tenido dos triunfos: que se aplace el proyecto para marzo y que se considere una indicación para que el equipo de profesionales tenga la obligación de informar de la violación a la Fiscalía aún sin consentimiento de la mujer. ¿La Nueva Mayoría está sucumbiendo al liderazgo de este partido?
Participo en una naciente corriente de opinión al interior del PS, la izquierda socialista, que mira de modo crítico la manera en que se ha validado este entendimiento transicional entre la DC y el PS. En el último comité central nuestra representante emitió el único voto en contra del pacto electoral para las elecciones municipales entre el PS y la DC. Pero creo que en este caso hay un asunto de aritmética política: los votos necesarios para que el proyecto sea aprobado son votos que en parte tienen que provenir de congresistas de la DC. Evaluar cuánta concesión ha habido del gobierno en aceptar ciertas solicitudes o imposiciones… puedo decir que no me sorprende que la cosa se esté dando así, lo cual no quiere decir que no me parezca preocupante.
¿Qué es lo preocupante?
Lo preocupante radica en cómo la necesidad de mantener una alianza entre el centro y la izquierda política al interior de la Nueva Mayoría amenaza con que las posiciones de izquierda terminen asimilándose acríticamente, de modo no reflexivo, con lo que demanda el centro político. De hecho se ha estado discutiendo el extremismo de centro como una posición, que yo no identificará con la generalidad de la DC, pero sí con sectores especialmente oídos que hablan en nombre de la DC pero no representan el sentir de la colectividad. Sectores que tienen una voz que parece ser amplificada y que distorsiona cuál es la base demográfica de apoyo al gobierno. Si uno mira las encuestas, hay una vastísima mayoría de ciudadanos, en torno al 75%, que declaran estar a favor de que el proyecto de las tres causales se apruebe.
Patricio Walker ha dicho que sin la DC la Nueva Mayoría sería como la UP. Es sólo una de las declaraciones propias del impasse que han protagonizado la DC con el PC. ¿Pueden convivir visiones tan distintas en una coalición?
La coalición no va a encontrar otra plataforma de sustentación que no sea el programa, cuya vocación es claramente transformadora. Es lo que le da sentido a la idea de que la Nueva Mayoría no es algo así como la Concertación aggiornada con convergencia del PC, sino que pretendía ser respuesta a una demanda que la sociedad chilena había planteado en el proceso de las movilizaciones de 2011.
¿La DC no es un estorbo para esa fuerza transformadora?
No usaría la expresión estorbo porque creo que en las bases de la DC, y parte de su dirigencia, hay un compromiso con el programa de gobierno. Lo que uno esperaría es que ese compromiso pudiese expresarse más nítidamente en el discurso oficial del partido. Me preocupa que la voz de la DC quede identificada con aquellos sectores que tienen menos simpatía con la vocación transformadora que inspira el programa.
Misoginia en el Congreso
¿Cuáles son las consecuencias de que el proyecto de despenalización del aborto llevara la indicación de la denuncia a la Fiscalía aun sin el consentimiento de la mujer embarazada?
Llevaría a que la mujer vea condicionada la posibilidad de liberarse de la carga de llevar adelante ese embarazo, resultado de una violación, a una carga adicional que es un proceso penal con posibilidad de segunda victimización. Eso supone una falta de consideración por los intereses fundamentales de la mujer embarazada que se apoya en un principio de misoginia.
¿Se le baja el perfil a lo que implica para una mujer ser violada?
Completamente. Eso se expresa en la liviandad con que ciertos detractores sostienen que ahora se está generando un incentivo para que cualquier mujer que pretenda interrumpir su embarazo diga que es víctima de una violación. La manera en que eso ha sido planteado muestra, incluso de parte de políticos y académicos mujeres, un grado de sexismo machista sumamente preocupante.
¿Ese machismo ha marcado la tramitación?
El proyecto es abiertamente insuficiente porque, incluso si llegara a aprobarse la versión original, la legislación chilena seguiría siendo sexista. El proyecto nada, nada, supone en reconocimiento de una agenda mínimamente feminista que yo suscribiría. Simplemente nos saca de una situación que es escandalosamente inaceptable y lleva a una situación que sigue siendo inaceptable pero con algo menos de escándalo. Es bien ridículo, vergonzoso, para la así llamada democracia chilena postdictatorial que estemos discutiendo esto recién hoy día y tan tímidamente.
Aun así la posibilidad de que se legalice el aborto genera escandalización.
Eso muestra la muy creciente distancia que hay entre la manera en que se debaten políticamente en las instancias institucionales y el sentido común que es posible reconocer en la ciudadanía.
Votaste por Michelle Bachelet, dado cómo se han desarrollado estos proyectos que han tenido indicaciones que los hacen más conservadores, ¿volverías a votar por este programa de gobierno y por esta presidenta?
Para mí fue muy importante que a la coalición gobernante entrasen fuerzas políticas que históricamente habían establecido una alianza, la alianza entre PC y PS. Puesto de nuevo en esa situación lo correcto sería apoyar un proyecto político de esas características. Ha habido errores, cierta frivolidad en la tramitación de algunos proyectos emblemáticos, muy poca claridad estratégica y algunos asuntos de público conocimiento que han golpeado directamente el liderazgo de la presidenta. Pero soy socialista y creo que el momento llama a apoyar al gobierno para que lo que está en juego sea resuelto del modo más favorable posible. No asumir esa posición clientelar de radical irresponsabilidad política que hace que quien votó por una determinada fuerza se queje por lo que resultó. Que los ciudadanos asuman que en último término una democracia se sustenta en el concurso de la voluntad de las mayorías.
Dices que eso debe ser lo que reine en la democracia, pero la mayoría de la población está a favor de la despenalización del aborto en tres causales y lo que se está tramitando va en contra de que el proyecto sea así, entonces ¿qué debe hacer el gobierno?
El gobierno tendría que perderle temor a esgrimir esos antecedentes que son indicativos de un parecer ampliamente extendido.
Pero lo que se está haciendo es abogar por una política de consensos, ¿te parece errado?
Depende de lo que termine siendo convertido en ley, ahí se va a ver cuánta voluntad política había de parte del gobierno. Es un proyecto en el cual debería manifestarse un compromiso político no dispuesto a verse sometido a ese modo de renuncia, porque eso es políticamente pan para hoy y hambre para mañana.
¿Haber corrido la tramitación del proyecto de esta semana a marzo es una renuncia?
Es muy temprano para afirmar eso. Si esta postergación hace posible que el proyecto sea aprobado en la versión original, la cuestión de la postergación no me interesa. Ahora, si esta postergación propicia un proyecto cercenado que termina desdibujando la tercera causal y confirmando una concesión indebida a fuerzas retrogradamente conservadoras al interior de la coalición de gobierno…
Te consideras feminista, me imagino
Me considero socialista y creo que el socialismo bien entendido tiene que hacer suya la demanda que el feminismo ha levantado. Es un desafío en general para las fuerzas políticas de izquierda moderna dejar de mirar esa agenda como una agenda particular del feminismo; no puede haber igual distribución de autonomía en una sociedad si las cargas asociadas al igual ejercicio de la sexualidad no son socialmente distribuidas. Por eso creo que este es un debate en que la voz de un partido que pretende ser socialista tendría que ir mucho más allá de lo que está proponiendo el proyecto. Más allá del realismo que impone la política contingente.