Por fin. El Estado, que incumple de forma flagrante el protocolo de Kioto, se ha dotado de un Plan Nacional de Asignaciones (PNA) y ha traspuesto la directiva para que se pueda afrontar el comercio de los derechos de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Hay algunas voces que se han alarmado por las […]
Por fin. El Estado, que incumple de forma flagrante el protocolo de Kioto, se ha dotado de un Plan Nacional de Asignaciones (PNA) y ha traspuesto la directiva para que se pueda afrontar el comercio de los derechos de emisiones de gases de efecto invernadero (GEI). Hay algunas voces que se han alarmado por las exigencias derivadas del PNA, como la de Josep Sánchez Llibre, cuyo artículo publicado en este mismo periódico el 15 de septiembre apuntaba en esta dirección. Son estas voces las que hablan de mala negociación del Gobierno español, obviando que es España uno de los países de la OCDE con mayor asignación en crecimiento de gases de efecto invernadero.
Pero nada más lejos de la realidad. El PNA es más una oportunidad que un riesgo. El modelo de crecimiento español es profundamente ineficiente e insostenible. En los últimos años, por cada punto de crecimiento del PIB la demanda energética ha subido el doble. En este contexto, el cumplimiento con Kioto es una oportunidad para hacer del crecimiento económico un modelo de calidad y no de derroche.
De hecho, el PNA, en vez de haber sido un instrumento exigente con algunos de los sectores menos eficientes, ha dado margen para que éstos no se tengan que abrochar el cinturón todo lo que podrían. El ejemplo paradigmático está en el sector eléctrico. Compañías destacadísimas del sector asumían menores cuotas de asignación que las que finalmente les han sido otorgadas. Así, mientras el crecimiento previsto para el conjunto de los sectores afectados por la directiva supone un crecimiento de las emisiones de un 24% respecto al año de referencia, el sector eléctrico tiene previsto un crecimiento del 35,5%. Desmontado el tópico de que éste es un plan exigente con los sectores afectados, el PNA tiene un segundo problema: los tiempos para cumplir con Kioto.No se reparte el esfuerzo a lo largo de los años y se concentra en exceso en el último cuatrienio (se disminuyen las emisiones un 0,2% los primeros tres años y un 16% en el periodo 2008-2012).
¿Cuáles son las claves para cumplir con Kioto? En el modelo profundamente insostenible de crecimiento de los últimos años, mucho tiene que ver el modelo de ocupación del territorio que se ha producido. La primacía de las infrastructuras viarias o del AVE por delante del ferrocarril convencional y polifuncional ha sido una constante. Algunas consecuencias del tipo de infraestructuras y de modelo territorial son el colapso del transporte de mercancías por carretera, el ser el segundo país productor y consumidor de cemento del mundo, o el segundo de la UE en incremento de compra de vehículos privados. Éste es por tanto el primer cambio político y cultural de nuestra sociedad. Se trata de una apuesta por las ciudades compactas en lugar de las difusas. Pero mientras el cambio llega, hay medidas que pueden ser de aplicación casi inmediata. La asunción de medidas que permitan el impulso de lo que algunos denominamos una nueva cultura energética. La mejora de la eficiencia energética, el ahorro y apostar con claridad por las energías renovables es el único camino hacia un desarrollo sostenible. Un paso en ese sentido ha sido la aceptación por parte del Gobierno de una moción presentada por el grupo de Izquierda Verde de impulsar en el marco de la reforma fiscal la penalización del derroche energético y primar el ahorro y el consumo de energías renovables. La fiscalidad ecológica puede ser el punto de ambición necesario para cumplir con Kioto.
JOAN HERRERA,
diputado de ICV y portavoz del grupo de Izquierda Verde en el Congreso