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Kléber Ramírez Rojas y la pedagogía comunera

Fuentes: Rebelión

Kléber Ramírez Rojas fue uno de los teóricos más influyentes en la visión política de Hugo Chávez que desembocara en el 4 de febrero de 1992. Nació en Chiguará, pueblo del estado Mérida en 1937 y murió en 1998. Fue militante de la Juventud Comunista, fue uno de los fundadores del Frente de Liberación Nacional […]

Kléber Ramírez Rojas fue uno de los teóricos más influyentes en la visión política de Hugo Chávez que desembocara en el 4 de febrero de 1992. Nació en Chiguará, pueblo del estado Mérida en 1937 y murió en 1998. Fue militante de la Juventud Comunista, fue uno de los fundadores del Frente de Liberación Nacional y de las Fuerzas Armadas de Liberación Nacional y posteriormente coordinador nacional del Movimiento Político Ruptura y del PRV. Su trajinar político se fundamentó en un proceso intelectual orgánico basado en la radical transformación de la realidad venezolana. Al respecto señalaba que la crisis del Estado venezolano se resolvía solamente con la liquidación y entierro de ese estado Gomecista, creando uno nuevo: el Estado Comunero. Kleber Ramírez Rojas estuvo en Nicaragua unos ocho meses antes de la caída de Somoza, visitó Vietnam y estrechó la mano de Ho Chi Ming en 1961, además estuvo en Irak, China y la Unión Soviética. En su libro «Venezuela: La cuarta República» dice que «los partidos políticos no son instituciones permanentes, tienen vigencia en determinado momento; luego su razón de ser desaparece o puede desaparecer, para convertirse en verdaderos empresas expoliadoras de las necesidades y esperanzas populares, son epifenómenos; cambian sus líderes y sus plataformas», y continúa más adelante, «la única realidad es el pueblo, con sus necesidades anhelos e inquietudes.

La sociedad debe ser dirigida por los que trabajan realmente, no por los que viven del engaño a los demás, sería más conveniente crear una Fuerza Revolucionaria Socialista, con una estructura horizontal de amplia participación que apoye el proyecto del Presidente y su gestión, hacia la conformación de una sólida estructura comunitaria, partiendo de la enseñanza hacia la transformación del hombre individual hacia el hombre colectivo y políticamente formado para que entonces ese hombre nuevo y políticamente culto vaya desarrollando los núcleos comunales en función de un trabajo de Formación Socialista, humana, con una Educación Política integral de crecimiento sostenido y objetivos claros hacia la Patria nueva, llena de ciudades y nuevos espacios comunales, municipios federales donde surjan las empresas de producción social, que serán en la medida del cumplimiento de los términos empresas propiedad de las comunas formadas y preparadas en el conocimiento y manejo de las mismas. Además de esta manera, también crearemos el sentido de pertenencia necesario para defender este proceso de País y lo más importante, el revolucionario tiene que demostrar con hechos y acciones personales lo que pregona, como promotor y activista de una causa justa de inclusión. El partido concebido como reunión de militantes por un objetivo electoral o sólo político se convierte en una estructura vertical rígida que termina por expoliar las necesidades de sus militantes y sólo los utiliza para la consolidación de apetencias de poder personal o grupal en perjuicio de las mayorías».

 

Kleber Ramírez Rojas señala que es requisito de los demócratas auténticos, vincularse activa y realmente al Pueblo, y orientarlo hacía su emancipación. Entendió como pocos que el saber y el trabajo deben ser piezas del mismo engranaje y por eso hablaba del «Pueblo Armado» en todos los sentidos: armado en la conciencia; en las ideas; en la moral; en la organización y la movilización; en la producción; en las armas; en alianzas y praxis perseverantes y transformadoras. Al respecto dice: «estos son los requisitos para liberar a los humildes, los explotados y los reprimidos; o mejor para que ellos se liberen en contextos revolucionarios junto a sus liderazgos legítimos y debemos insistir en vencer al imperialismo que hoy sigue interviniendo contra las luchas de los pueblos. Es necesario, entonces, ir al encuentro del pueblo y decidir con base a sus creencias. Nadie debe hablar a nombre de éste si vive aislado de nuestra gente, atrincherado en su pequeño comando, en unas siglas, o en sus partidos» y luego señalaba lleno de alegría «chico es el poder popular y no otro». Por supuesto, «los renegados y conversos no tienen espacio en este nuevo proceso; mucho menos, los oportunistas pragmáticos, ni los academicistas retóricos, ni los neutrales indiferentes».

«Necesitamos claridad y perseverancia. Convencimiento y pasión. Entrega y sacrificio ¡Cuán exigente es el apostolado político en función colectiva! Cuán heroica es la coherencia entre la predica y la práctica. Cuan débil suele resultar la condición humana para darle curso cotidiano a las luchas sin impaciencias, ni ambiciones, ni inmediatismos, ni prepotencias sectarias, que dividen y dispersan los esfuerzos del movimiento popular contra el Estado neoliberal. Era y es en este contexto de ideas y urgencias de contenido ético y de ideario político, donde se inscribe el pensamiento y plática para el debate, el combate y la esperanza; para la reflexión y la acción, siempre en función del Pueblo. Pero no de cualquier Pueblo, concebido para el Pueblo popular y revolucionario»

Kleber Ramírez Rojas entendió la necesidad de darle vida a un nuevo proyecto político nacional. Necesidad teórica y práctica porque él señalaba que «primero son las ideas que moverán voluntades al unísono y en la misma dirección, y en segundo lugar las formas de lucha». La línea de fuerza fundamental que, en su criterio, debía orientar la construcción de una nueva República era «producir alimentos, ciencia y dignidad«. Quizás sea éste uno de los mejores ejemplos de pedagogía comunera que debe sustentar el saber y el trabajo.

Alí Ramón Rojas Olaya es Rector de la Universidad Católica Santa Rosa.

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