Como parte de sus actividades para el 2007, el balance anual de la ACVC decidió iniciar una campaña internacional contra la empresa estadounidense Monsanto. El glifosato es el principio activo del herbicida con nombre comercial Roundup producido por Monsanto. Millones de litros de este herbicida son asperjados sobre el valle del río Cimitarra cada año, […]
Como parte de sus actividades para el 2007, el balance anual de la ACVC decidió iniciar una campaña internacional contra la empresa estadounidense Monsanto. El glifosato es el principio activo del herbicida con nombre comercial Roundup producido por Monsanto.
Millones de litros de este herbicida son asperjados sobre el valle del río Cimitarra cada año, destruyendo cultivos de alimentos, contaminando cuerpos de agua y afectando gravemente la salud humana, la flora y la fauna regional.
Las fumigaciones, pese a lo esperado por el gobierno colombiano y la administración de los Estados Unidos, no han logrado acabar con los cultivos de coca. Por el contrario, estos se han multiplicado. Los cultivos de coca son una actividad económica y existirán mientras no se resuelvan los problemas estructurales del campo colombiano con alternativas viables a la coca.
La política fracasada de las fumigaciones se mantiene obedeciendo a un negocio mortal multimillonario donde participan el gobierno gringo, los lacayos colombianos y la Monsanto.
La historia de la Monsanto es una historia de muerte. Fue fundada en 1901 como compañía química por John Francis Queeny, quien se trajo la tecnología para fabricar sacarina, el primer edulcorante artificial, de Alemania a los EU. Su sede se encuentra en San Luis, Misuri.
En los años 20, Monsanto se convirtió en uno de los principales fabricantes de ácido sulfúrico y otros productos químicos básicos para la industria, y es una de las cuatro empresas que han permanecido entre las diez mayores empresas químicas estadounidenses en cada década desde 1940.
En 1947, un carguero francés que transportaba fertilizantes de nitrato amónico explotó en un muelle apenas a 80 metros de la fábrica de plásticos de Monsanto en Galveston, Texas. Murieron más de 500 personas en lo que se consideró uno de los primeros grandes desastres de la industria química.
La fábrica producía plásticos de estireno y poliestireno, que aún hoy son componentes importantes de los envases alimenticios y otros productos de consumo. En los años 80, la Agencia de Protección Medioambiental de los EU catalogó al poliestireno como el quinto producto químico cuya producción genera más desechos peligrosos.
Monsanto tiene experiencia previa de negocios industriales puestos al servicio de la guerra química. El herbicida Agente Naranja, usado por las fuerzas militares estadounidenses para destruir el ecosistema de los bosques húmedos de Vietnam y la vida de millones de vietnamitas durante la guerra de los 60, era una mezcla de 2,4,5-T y 2,4-D que se podían conseguir de diversas fuentes, pero el Agente Naranja de Monsanto tenía concentraciones de dioxina mucho más altas que el producido por Dow Chemical, el otro mayor fabricante del herbicida.
Los herbicidas de glifosfatos como el Roundup suponen al menos una sexta parte de las ventas anuales de Monsanto. Monsanto está promocionando agresivamente a Roundup como un herbicida de uso general seguro.
La Coalición del Noroeste para Alternativas a los Pesticidas, con base en Oregon, revisó 408 estudios científicos sobre los efectos de los glifosfatos y de las aminas polioxietilenas que también se usan en el Roundup, y llegó a la conclusión que el herbicida es mucho menos benigno de lo que sugiere la publicidad de Monsanto: «Los síntomas del envenenamiento agudo en los humanos después de la ingestión de Roundup incluyen dolores gastrointestinales, vómitos, hinchazón de los pulmones, neumonía, pérdida de conciencia y destrucción de células rojas. Trabajadores que mezclaban, cargaban y aplicaban glifosfatos informaron de irritación de ojos y piel».
Los informes sobre los efectos en la salud humana de los campesinos del Magdalena Medio verificados después de las fumigaciones indiscriminadas de cada año son irritación en los ojos y la piel, náuseas, mareos, dolores de cabeza, diarreas, visión borrosa, fiebre y debilidad. Se han presentado igualmente casos de aborto en las mujeres de la región. El gobierno colombiano ha anunciado una nueva ola de veneno este año en el Magdalena Medio a partir del mes de febrero. El negocio de la muerte continúa.
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César Jerez / Agencia Prensa Rural