Cuando el progreso inventó los plásticos, nos convirtieron en consumistas de plásticos. En consumistas de usar y tirar. Todos pensábamos que no había inconveniente en tirar todo aquello nada más usar. Rápidamente nos olvidamos de la bolsa del pan, de la huevera, de la cesta de la compra, de la lechera, de la palabra granel, […]
Cuando el progreso inventó los plásticos, nos convirtieron en consumistas de plásticos. En consumistas de usar y tirar. Todos pensábamos que no había inconveniente en tirar todo aquello nada más usar. Rápidamente nos olvidamos de la bolsa del pan, de la huevera, de la cesta de la compra, de la lechera, de la palabra granel, etc., etc. Todo se convirtió, de pronto, en desechable.
En efecto, a todos nos pareció que no había inconveniente en tirarlo todo, pues el planeta y los océanos eran inmensamente grandes. Sí, es cierto los océanos y el planeta son increíblemente grandes, pero la demografía humana también lo es, y crece vertiginosamente, esto se puede comprobar en el mareante reloj: http://www.worldometers.info/es
Pero, en el año 2050 habrá más toneladas de plástico en los océanos que toneladas de peces. Esto lo supieron pronto los progresistas-productivistas del CRECIMIENTO, que siempre están bien informados pero sólo tiene miras cortoplacistas. Y el crecimiento era lo más sagrado de todo para los miopes, o más bien fanáticos de la religión del crecimiento. Algo completamente sagrado, desde luego por encima de la vida y de la muerte de la humanidad y del planeta.
Estos cortoplacistas del crecimiento nos dijeron alegremente que «había que vivir el presente». Tenían grandes ansias de embeberse en su fanatismo del crecimiento, a partir de los préstamos y de la creación de seudo solventes que no traían más que burbujas económicas. Pero no importaba por encima de todo estaban las cifras macroeconómicas del crecimiento del PIB. Y nos lo creímos, a pie juntillas, «eso del presente». Pero si no tienes una concepción inmovilista del mundo y de la vida, podrás comprobar que el presente no existe, hablar de él es puro engaño, él sólo existe en la muerte. Es como un fotograma de la cinta de un film, como una fotografía inanimada.
Sólo existe pasado y futuro, sucediéndose cada micro-segundo. Un pasado que deja, inevitablemente, su impronta positiva o negativa en el futuro. Hay que insistir en que lo del presente es solo una ficción, una desafortunada ilusión en la que hemos caído miles de millones de ilusos. Y todos estamos pagando muy caro esa ficción, ese ciego engaño con sus resultados: el Cambio Climático; la acelerada extinción de especies; la venta de nuestra alma, de por vida, a los bancos a cambio de una hipoteca de 40 años; más de 25.000 muertes de hambre en el mundo al día, el agotamiento final de los recursos planetarios; etc.
Es, precisamente, este crecimiento del PIB tan vanagloriosamente valorado como lo más indispensable es, precisamente, el que nos ha robado el alma, la vida, el futuro,…
Es el que esta inundando los inmensos océanos y todo el planeta de inmensa «humanidad».
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