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La bota Monreal acolchonada: marca registrada

Fuentes: Rebelión

Cuando pinché la dirección electrónica que un amigo me enviaba, vía chat, en la que Pedro Monreal hablaba de mi artículo Cuba: revolución vs centrismo procesos culturales y estrategias políticas, aparecido en La Jiribilla, pensé que sería inútil intentar un debate con tales líneas de argumentación. Había leído sus anteriores desvelos por la compilación de […]

Cuando pinché la dirección electrónica que un amigo me enviaba, vía chat, en la que Pedro Monreal hablaba de mi artículo Cuba: revolución vs centrismo procesos culturales y estrategias políticas, aparecido en La Jiribilla, pensé que sería inútil intentar un debate con tales líneas de argumentación. Había leído sus anteriores desvelos por la compilación de Manuel Henríquez Lagarde y había comprendido su método escolástico de presentación de las ideas: fuegos artificiales de metodología aplicada que devienen en conclusiones sofísticas. Y, como suele pasar viciosamente en la Academia, circunscrito solo al universo citado en el propio texto que se cita, sin investigación ni relaciones. Así es posible ignorar la obra que uno ha hecho, y ha publicado, y se encamina el sofisma hacia la simplificación y el descarte, que es lo que intenta en ese caso.

Lo primero que hace el profesor Monreal, fiel a su monótono método escolástico, que él parece tomar como el non plus ultra de las Ciencias Sociales, es reconstituir mis preceptos en su propia reseña, o sea: anuncia que «toco de oído» (supongo que suponga que soy un sociólogo que no sabe de sociología) y me descarta porque no digo qué es el neoliberalismo.

¿Puede ser esto serio?, me pregunté al leerlo. Sé que no lo es, como tampoco puede serlo la teoría del Choque de Civilizaciones o los alaridos propagandísticos de Fukuyama. Pero tanto Huntington como Fukuyama fueron convertidos en Biblias de la ideología neoliberal y, justamente, de la justificación del exterminio del otro, ya sea porque se le toma como practicante de civilizaciones bárbaras, ya como partidario de ideología de transformación revolucionaria al comunismo. Son dos tópicos de execración por antonomasia que el profesor Monreal, tan pretendidamente fáctico en sus exposiciones, ignora. Él procede como uno de esos relojes antiguos cuyo tic tac se escucha a cada paso, dejándonos creer que de su sonido brota la ley de conducción del universo.

Ni siquiera se toma el trabajo de darse una vuelta por mi blog e intentar hallar momentos de análisis del neoliberalismo o, de lo que hay varios ejemplos, de llamados a atender estas manifestaciones en las condiciones de economía mixta de la transición socialista. Tampoco se toma el trabajo de conseguirse mi libro Sentido intelectual en era de globalización mecánica, publicado por la Editorial de Ciencias Sociales y premiado en el primer Certamen Bolívar-Martí, del ALBA, donde le sobraría tela por donde cortar al respecto y el que no puedo, supongo que al menos esto admita, concentrar en un artículo que tampoco busca hablar de ello. El propio título del artículo aparecido en La Jiribilla dice, claramente, cuál es su objetivo. A Monreal -lo que puedo sostener con toda la irreverencia que también nos da la ciencia- le interesa solo descartar y reducir. Y no le queda otro remedio, entonces, que reducirse a sí mismo desde la exposición. Como la presenta con su escolástica académica de Siglo XX, algunos pudieran creerse que ha sido exhaustivo y concluyente.

Al descender en su artículo, en el que se centra en sus verdaderos objetivos de descrédito, Enrique Ubieta y Elier Ramírez, o al tomarse la paciencia de leer el resto de sus desvelos acerca de las ideas que se han desplegado en contra de lo que varios aceptamos en llamar centrismo, aunque es en verdad contrarrevolución con máscara de progre, puede corroborarse que su método parte de la conclusión para usar el argumento como tedioso camino al regreso del círculo vicioso: sostener la preponderancia del capital en la economía. Pero tampoco, me he dicho al caer en la trampa de aceptar la polémica, el paciente profesor es un reloj antiguo que marca imperturbable esa escolástica deudora de la ideología neoliberal hegemónica, (como la de Huntigton o Fukuyama, o Hart o Negri, más a la camuflada, aunque la de Monreal sin el glamur de ninguno de aquellos); una ideología neoliberal que no solo pudiera encontrar en unas pocas cosas que he escrito y publicado, sino en todos los rincones de la globalización, más que nada en hechos quemantes que se toman como norma civilizatoria, desde la explotación por maquilas hasta la magnificación de los dueños de los monopolios. Solo los peores ciegos no ven este fenómeno y evaden la verdadera esencia de sus causas. Para decirlo en compacto: el neoliberalismo se halla, profesor, en el sistema de partidos políticos garante de la economía del capital que se legitima a sí misma como democracia.

El profesor Monreal actúa, lo he comprendido al cabo, como uno de esos relojes infantiles de tecnología avanzada, que fingen dar la hora para que los niños se entusiasmen en sus juegos de roles. En esos juguetes es siempre el mismo el tiempo, sin espesor ni evolución (espero que no espere que remita a dónde puede hallar estudios sobre el espesor del tiempo). Desde la Ciencia, ciertamente, no es muy serio esa actitud del profesor Monreal, pero desde la hegemonía de esos poderes globales del neoliberalismo, a los que responden sus tesis y sus intentos de simplificación y descarte, es una bota acolchonada que sueña con presentar su opresión como un gran lecho de espumas al que solo es preciso sacudir algún que otro rezago de polvo acumulado.

Blog del autor: http://ogunguerrero.wordpress.com/

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.