Las piscifactorías son una de las alternativas principales para reducir la sobrepesca y la presión ejercida por el ser humano a los océanos. Sin embargo, el forraje utilizado para alimentar a los pescados de cría se compone de un aceite y harina fabricado con otros peces que son pescados en libertad. Esto pone en entredicho la sostenibilidad de estas ‘granjas’ de peces.
53 millones de toneladas de pescado. Esta es la cantidad anual de peces que se producen en el mundo en los sistemas de acuicultura, una práctica de crianza que se impulsó para combatir la sobrepesca y reducir la presión ejercida a los ecosistemas marinos. En Europa, España es el principal acuicultor, produciendo el 23% del total de peces, 348.395 toneladas anuales, según los datos de la Asociación Empresarial de Acuicultura de España (APROMAR). Le sigue Reino Unido, responsable del 16% de la producción del continente y Francia, con el 12% del total. Estos datos, no obstante, son la cara visible. Así lo revela una investigación reciente de la fundación holandesa Changing Markets sobre los impactos que hay tras este tipo de actividad económica.
Para mantener el rendimiento de las piscinas de agua marina o salada, los productores requieren de una ingente cantidad de recursos. El sistema alimentario lleva a las sociedades a consumir peces situados en lo alto de la cadena trófica, especies que son en su mayoría omnívoras y que requieren, para sobrevivir, alimentarse de otros animales. Al igual que las granjas porcinas requieren de forrajes para engordar a los cerdos antes de su sacrificio, la acuicultura necesita un pienso específico que se fabrica con otros peces situados en la parte baja de la cadena alimenticia. Para su fabricación se capturan al año unas 15 millones de toneladas de pescado que son triturados y convertidos en aceite o harina (FMFO, por sus siglas en inglés, Fish Meal and Fish Oil), tal y como informa la investigación de la fundación holandesa.
Un ejemplo claro es el salmón –uno de los productos marinos más demandados en los supermercados– cuya cría en los sistemas de acuicultura requiere de una alimentación basada en un 25% de harina de pescado y un 15% de aceite de pescado, además de otros nutrientes de apoyo sacados de vegetales como la soja, cuyo cultivo está desembocando en la sobreexplotación y la tala masiva de bosques.
«Capturamos peces que no nos gustan para transformarlos en pienso con el que alimentar a las especies que sí nos gustan»
«Vamos al mar a capturar pequeños peces que no nos gusta comer para transformarlos en pienso con el que alimentar a las especies que sí nos gusta comer. Somos así de exquisitos. También, siguiendo prácticas paloelíticas, recolectamos (que no producimos) pequeños crustáceos para alimentar a las crías de los peces que cultivamos. Pero cada vez que realizamos una transformación tenemos pérdidas. Entonces, ¿por qué no nos comemos el pienso directamente? Quitaríamos escalones del proceso y lo haríamos más efectivo, más sostenible», reflexiona José Miguel Cerdá-Reverter, director del Instituto de Acuicultura Torre de la Sal, en un artículo de divulgación.
El documento de Changing Markets –fundación que también ha investigado los vínculos empresariales del lobby del plástico español– pone el foco sobre los efectos negativos que tiene este tipo de producción en los océanos, ya que para frenar la sobrepesca de especies codiciadas, se está terminando con poblaciones de especies que no eran vistas para consumo por las sociedades europeas. Gambia es quizá el ejemplo más representativo de cómo el camino hacia la sostenibilidad del Norte Global se sustenta en la presión sobre el Sur Global. Tanto es así, que los datos muestran que en 2016 la pesca de alimentos destinados a FMFO terminó con el 40% del total del pescado que habitaba en las costas del país africano.
Los datos revelan también que la demanda de peces forrajeros incrementó la captura de especies como la sardinela en la costa de Mauritania hasta tal punto que, en dos años, las toneladas pasaron de 440.000 a 770.000 toneladas. En Perú también se han documentado extracciones radicales de especies dedicadas a la fabricación de pienso como la anchoveta, un animal que juega un papel esencial en los ecosistemas de la zona, ya que es el alimento principal de grandes mamíferos marinos y aves acuáticas.
¿Bienestar animal?
«Los peces capturados para consumo humano directo o indirecto (a través de los piensos para animales de granja) sufren inmensamente durante los procesos de captura, desembarque y matanza», expone la investigación. Cómo en todos los procesos productivos ganaderos y pesqueros, la cría y fabricación de estos piensos es polémica desde el punto de vista del bienestar animal. Por lo general, relata la investigación, los animales de cría mueren asfixiados al ser sacados del agua sin ningún mecanismo que disminuya su dolor. Algunos lo hacen durante el procedimiento de eviscerado y procesamiento, ya que se mantienen con vida y no son aturdidos.
Para evitar el sufrimiento y garantizar unos estándares mínimos de bienestar animal, el propio Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca recomienda utilizar métodos de aturdimiento como el uso de descargas eléctricas, percusión o choque térmico. De esta forma, el piscicultor debe cerciorarse que el 100% de los animales han quedado inconscientes, sin capacidad para moverse.
En una investigación realizada en 2018 por la organización Essere Animali se constataba la crueldad de la cría en algunas piscifactorías del norte de Italia. Y es que, además de la falta de mecanismos que garanticen el mínimo sufrimiento antes del sacrificio, el proceso de cría tampoco está exento de polémicas. En las imágenes –recogidas en su día por Público– se ve cómo entre 150.000 y 300.000 ejemplares permanecen hacinados en unos tanques de agua que apenas les garantiza la movilidad.
Que el bienestar animal no está garantizado en las piscifactorías no es algo que defiendan únicamente los sectores animalistas. La propia Comisión Europea concluyó en un informe publicado en el año 2017 que la mayoría de instalaciones de acuicultura del continente no estaban cumpliendo con el Código Sanitario para los Animales Acuáticos de la Organización Mundial de Sanidad Animal (OIE).
Changing Markets apunta a los supermercados españoles
El uso generalizado de los piensos FMFO hace que las cadenas de supermercados ofrezcan productos con un gran impacto ambiental oculto. La propia organización holandesa ha analizado los pescados ofertados por las diez principales establecimientos de alimentación de España y ha certificado que, en líneas generales, la cadena de suministro acuícola que hay tras los peces ofertados tiene una puntuación en sostenibilidad que no supera el 13%, lo que deja al Estado español por detrás de otras potencias europeas como Alemania o Reino Unido, donde se han elaborado estudios similares.
«Los españoles están consumiendo mucho más pescado salvaje del que creen»
La Fundación explica que, después de haberse puesto en contacto con las principales cadenas de supermercados que operan en España, «ninguna tiene un objetivo claro» para disminuir el uso de piensos elaborados con pescados salvajes en sus alimentos de acuicultura.
Desde la organización señalan que, de alguna forma, «los españoles están consumiendo mucho más pescado salvaje del que creen», ya que los animales de piscifactorías, en teoría un método más sostenible para los océanos, «se alimentan de pescado extraído de los mares».
La industria de la acuicultura en España
Los últimos datos de la patronal de la acuicultura revelan que en España hay un total de 5.075 establecimientos del sector. De ellos, 4.793 son bateas de moluscos, 166 son piscifactorías continentales de agua dulce donde se cría trucha arco iris y esturión, 43 son establecimientos marinos y 73 de playa o costa. En cualquier caso, las estadísticas muestran que en la última década el número de centros ha disminuido, pasando de los 5.313 que había en 2007 a los 5.075 actuales.
Entre las cinco principales especies de pescado criadas en las piscifactorías españolas destaca:
- Dorada: en el último año se produjeron 13.000 toneladas con un valor total de 60,8 millones de euros. España es el 5º criador mundial.
- Lubina: los datos reflejan que el pasado año la cría dejó 27.000 toneladas de este pescado, con un valor de 136 millones de euros. España es el cuarto productor del mundo.
- Rodaballo: la patronal de la acuicultura estima que en el último año se criaron 8.258 toneladas de este animal, dejando a España a la cabeza de Europa.
- Lenguado: España es el cuarto criador del viejo continente en acuicultura, con 818 toneladas producidas en 2019.