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La carne argentina, entre la recuperación y el impacto ambiental

Fuentes: IPS

Un grupo de vacas se amontona para alimentarse ante los pesebres instalados en los corrales de engorde al aire libre, conocidos como feedlots, que se han impuesto en Argentina, a medida que la ganadería intensiva se ha impuesto al modelo extensivo en el país. Crédito: Cortesía de Ana García BUENOS AIRES, 24 jul 2018 (IPS) […]

Un grupo de vacas se amontona para alimentarse ante los pesebres instalados en los corrales de engorde al aire libre, conocidos como feedlots, que se han impuesto en Argentina, a medida que la ganadería intensiva se ha impuesto al modelo extensivo en el país. Crédito: Cortesía de Ana García

BUENOS AIRES, 24 jul 2018 (IPS) – La carne vacuna es uno de los símbolos que han identificado históricamente a Argentina. Tras años de vacas flacas, la producción y las exportaciones crecen, igual que el debate sobre el impacto ambiental de la actividad, que está en el radar de los ecologistas y de los actores productivos.

El problema de las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) de la ganadería, que son metano y óxido nitroso, se planteó desde la Cumbre de la Tierra de Río Janeiro de 1992.

Pero «Argentina costó mucho que se lo tomara en serio», dijo a IPS el veterinario Guillermo Berra, que lideró el primer grupo investigador del tema en el gubernamental Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria (INTA).

«La intensificación de los procesos de producción a través de ‘feedlots’, o corrales de engorde, ha mejorado los rendimientos últimamente y por eso ha contribuido a reducir la emisión de GEI, pero ha generado otro problemas, que es la contaminación de suelos y aguas subterráneas», explicó.

De acuerdo al último Inventario Nacional de GEI, que Argentina presentó el año pasado ante la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (CNMUCC), la actividad agropecuaria, incluida la deforestación, genera 39 por ciento de las emisiones totales.

Si se profundiza en los datos surge un detalle significativo: la ganadería es el subsector de mayores emisiones, por encima del transporte, con 76,41 millones de toneladas anuales de dióxido de carbono (CO2) equivalentes, o un 20,7 por ciento del total.

La llamada «fermentación entérica», que hace referencia al metano que el ganado vacuno libera a la atmósfera como resultado de su proceso normal de digestión, es el principal rubro.

Sebastián Galbusera, profesor de Economía Ambiental en la Universidad Nacional de Tres de Febrero, dijo a IPS que «estos resultados no deberían sorprender en un país donde la actividad agropecuaria es clave. Pero nos indican la complejidad que presenta el desafío de reducir las emisiones».

«El objetivo debe ser mejorar la productividad de los sistemas ganaderos. El índice de destete, que refleja la proporción de vacas que produce el ideal de un ternero por año que está listo para ser engordado, es de 60 por ciento, cuando en Estados Unidos es del 85. Mejorar ese índice significaría producir más carne con las mismas emisiones», agregó.

Argentina supo ser el mayor exportador mundial de carne vacuna a comienzos del siglo XX. Sin embargo, la ganadería no experimentó en las últimas décadas el mismo desarrollo tecnológico que la agricultura, que le ganó espacio y la condenó a esos corrales de engorde al aire libre o zonas marginales.

Osvaldo Barsky, investigador de la historia rural en Argentina, detalló a IPS que «con la incorporación de tecnologías y variedades, la agricultura se expandió sobre las mejores tierras».

«En la ganadería los procesos fueron más lentos e incluso hubo momentos de mucho retroceso, como cuando el presidente Néstor Kirchner (2003-2007) prohibió temporalmente las exportaciones para contener los precios internos», explicó.