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Entrevista al historiador Eduardo González Calleja, autor de 1934. Involución y revolución en la Segunda República (Ed. Akal)

«La clase obrera controló buena parte del territorio asturiano en la Revolución de 1934»

Fuentes: Rebelión

“Era una clase proletaria fuertemente ideologizada y movilizada”, sobre todo en la zona central de Asturias, subraya el historiador Eduardo González Calleja en la obra 1934. Involución y revolución en la Segunda República (Ed. Akal, 2024).

En concreto, de los 110.000 trabajadores censados en Asturias, cerca de la mitad eran mineros o metalúrgicos; y de los 75.000 organizados en sindicatos, la mayoría (58%) lo estaban en UGT, y el 35% en la CNT.

Es uno de los posibles para iniciar la lectura del volumen, de 472 páginas, sobre la Revolución de Octubre de 1934; El catedrático de Historia Contemporánea en la Universidad Carlos III, Eduardo González Calleja, es también autor de Política y violencia en la España Contemporánea (dos volúmenes en Akal, 2020 y 2024).

Además del texto de González Calleja, otra de las últimas fuentes de interés sobre el proceso revolucionario es la novela gráfica La balada del norte (en cuatro volúmenes), del ilustrador asturiano Alfonso Zapico. La siguiente entrevista se realizó por correo electrónico.

-Destacas la Revolución de Octubre de 1934, durante la II República española, como “la última gran revolución proletaria en Europa”; ¿qué interpretación de los episodios ha realizado la historiografía ultraconservadora?

En su momento, la publicística antirrepublicana pintó los sucesos de Asturias con los negros trazos de la anarquía revolucionaria, en la senda de la Comuna de París, acontecimiento que luego, paradójicamente, sirvió para ensalzarla en los medios de izquierda. Desde la transición, la extrema derecha postfranquista la ha denigrado como «golpe de Estado socialista» o, más recientemente, como un contubernio socialista-catalanista, con una intencionalidad presentista más que evidente.

 La obra de Pío Moa 1934: comienza la Guerra Civil, el PSOE y la Esquerra emprenden la contienda (2004) es el mejor ejemplo de esta tendencia distorsionadora de lo sucedido.

-¿Qué hechos, a grandes rasgos, distinguieron al estallido revolucionario, la huelga general y las dos semanas de lucha en Asturias? El proceso fue caracterizado como la Segunda Viena.

Sobre todo destacó la heterogeneidad del repertorio de acción revolucionaria que se desplegó en esos quince días: desde una insurrección francamente revolucionaria (con constitución de un poder alternativo del Estatal) en Asturias y parte de León a una huelga general con atisbos de movilización armada en Madrid o Vizcaya, y una huelga general pacífica en buena parte del país. En el espacio agrario meridional afectado por la represión de la huelga general campesina de junio apenas hubo movilización.

A ello habría que agregar un conato de golpe de Estado en Cataluña. Así podría entenderse la rebelión de la Generalitat, que no buscaba la secesión, sino que reivindicó, como hizo Macià en 1931, la República catalana federable con otras experiencias similares que Companys esperaba que brotarían en el resto de España.

-¿Podrías resumir el balance de la represión por parte del Gobierno derechista (bienio negro), por ejemplo respecto al número de revolucionarios que perdieron la vida en Asturias?

Según las cifras oficiales del Ministerio de la Gobernación, murieron 1.137 personas, de las cuales 282 eran agentes de la fuerza pública (militares, guardias civiles, guardias de Seguridad y Asalto y Carabineros) y 855 eran civiles muertos por la fuerza pública (en su gran mayoría, revolucionarios), 677 de los cuales cayeron en Oviedo. Hubo entre 69 y 86 muertos por los revolucionarios en toda la provincia de Asturias. El gran problema de este recuento es que hay cientos de víctimas mortales en la capital asturiana que no fueron registradas. Su identificación es, a día de hoy, una tarea que sigue pendiente.


-¿Por qué razón atribuyes la condición de “principales protagonistas” al PSOE y al nacionalismo catalán de izquierdas?

La iniciativa de la movilización revolucionaria corrió a cargo del PSOE, la UGT y las Juventudes Socialistas, que participaron en el Comité Nacional Revolucionario y los comités provinciales y locales que se fueron constituyendo. A ellos les cupo la responsabilidad de impulsar un movimiento pésimamente organizado y peor dirigido desde Madrid. Como dijo en su día Santos Juliá, los socialistas se prepararon de forma fatalista parala revolución, pero no prepararon la revolución.

En cuanto a la rebelión de la Generalitat, siguió una dinámica propia, marcada por las tensiones crecientes con el gobierno de Madrid en torno a la cuestión rabassaire. La imagen que se fue construyendo de la Cataluña autónoma como último baluarte de la República reformista tuvo mucho que ver con esa ruptura institucional que derivó en abierto enfrentamiento.
-¿Cómo definirías las Alianzas Obreras, una herramienta revolucionaria en 1934? ¿Participaron las organizaciones comunistas y anarquistas?

Los socialistas no se pusieron de acuerdo sobre el alcance del aliancismo, pero la mayoría lo vio como un modo de controlar la movilización obrera en zonas donde el socialismo tenía una débil implantación. Interpretaban las Alianzas Obreras como las organizaciones que dieran cobertura (logística y política) a una insurrección que debía ser dirigida en exclusiva por el PSOE. Pero los comunistas y algunos anarcosindicalistas (los que firmaron el pacto aliancista en Asturias y León, ya que, en el resto de España, prefirieron mantenerse a la expectativa) las contemplaron como un instrumento de insurrección y un embrión de poder revolucionario.

-¿En qué consistió la Comuna asturiana? (“Los rebeldes controlaron la tercera parte de la provincia y al 80% de la población”).

Como he dicho, en Asturias se vivió un proceso francamente revolucionario, donde la clase obrera (sobre todo la procedente de los valles mineros) tuvo un protagonismo destacado. No sólo se controló buena parte del territorio provincial, sino que los sucesivos comités revolucionarios que asumieron el control de la situación tomaron medidas tendentes a crear una nueva sociedad de signo colectivista, pero sin un plan concreto y detallado que ejecutar en tan poco tiempo.


-Por último, en febrero de 1934 tuvo lugar en Francia un levantamiento de la extrema derecha; y en la década anterior en Alemania -octubre de 1923-, gobiernos obreros en Turingia y Sajonia ¿En qué contexto internacional  ubicarías el Octubre español?

Europa vivía en ese año aún bajo el impacto de la llegada al poder de Hitler en enero de 1933 y su asunción de plenos poderes en marzo. La sucesión de acontecimientos en París (con el intento de asalto de las ligas de extrema derecha al Parlamento) o Viena (con la rebelión y la liquidación de la socialdemocracia austriaca, uno de los referentes ideológicos y organizativos para el PSOE) en febrero, e incluso la «Noche de los Cuchillos Largos» (la eliminación por orden de Hitler de la tendencia populista revolucionaria de las SA) en julio dejaban entrever un avance incontenible de la contrarrevolución, que en España se identificaba preferentemente con la CEDA.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.