Catedrático de Economía Aplicada y desde hace un año rector de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Berzosa ha acuñado el lema del ‘cambio tranquilo, pero profundo’ en uno de los centros universitarios más complejos de todo el país, tanto por el número de alumnos como por la dispersión de sus facultades en distintos campus. […]
Catedrático de Economía Aplicada y desde hace un año rector de la Universidad Complutense de Madrid, Carlos Berzosa ha acuñado el lema del ‘cambio tranquilo, pero profundo’ en uno de los centros universitarios más complejos de todo el país, tanto por el número de alumnos como por la dispersión de sus facultades en distintos campus. Hombre de profundas creencias de izquierda, declara sentirse contento con lo logrado en su primer curso, sobre todo en la activación de la política cultural de una universidad que estaba muerta en este aspecto y en el fomento de las actividades sociales y culturales de los alumnos.
F. Blanco / jun 04
Hoy (26 de mayo) los profesores de las universidades madrileñas están en huelga. ¿Por qué? «Porque hace cuatro años se firmó un convenio en la Comunidad de Madrid entre el consejero de Educación, sindicatos y algunas personas más, donde se recogía un complemento retributivo a los profesores durante tres años y sucesivos, que era igual para todos independientemente de su categoría. El año pasado, el gobierno de la Comunidad de Madrid aprobó en dos consejos de gobierno unas cantidades, y pidió a las universidades que adelantaran el resto que sería restituido luego por la Comunidad de Madrid. Eso fue con Ruiz-Gallardón como presidente; ahora, los nuevos, con Esperanza Aguirre, dice que no, que las universidades han gastado más de lo que debían, sin reconocer ese pago adelantado. Bueno, eso importa sobre todo a la dirección de los centros universitarios; pero hoy los profesores protestan porque el complemento retributivo ha cambiado y que, en conjunto, se cobrará menos».
Esperanza Aguirre, presidenta de la Comunidad de Madrid, ha declarado que el trasfondo de todo es el de una huelga política ante la cercanía de las elecciones europeas del 13 de junio. «Eso es lo que están diciendo. No es cierto. Es una excusa que están dando para justificar que no han cumplido los acuerdos anteriores y que para este año han aprobado una cuantía bastante escasa. Dicen que son huelgas políticas contra el PP y eso no es verdad».
Pero Esperanza Aguirre tiene a Gregorio Peces Barba, presidente de la CRUMA (Conferencia de Rectores de las Universidades Madrileñas), como interlocutor y que es, a su vez, una persona muy significada dentro del PSOE. «Yo creo que no es así. Peces Barba diferencia muy bien su militancia dentro del PSOE de la de rector de la Universidad Carlos III y presidente de la CRUMA. De hecho, el escrito de la CRUMA, dirigido al gobierno de la Comunidad de Madrid, está firmado por los rectores de las seis universidades públicas madrileñas, y entre los rectores hay de todo. Los hay cercanos al PP, otros a IU, otros al PSOE. Esa no es una buena excusa. En esta crítica a la Comunidad de Madrid estamos todos juntos. Prueba de ello es que era más fácil el entendimiento con la administración regional anterior que con la de ahora, y ambas han sido y son del PP».
El 29 de mayo se cumple un año de su elección como rector de la Universidad Complutense. ¿En qué ha cambiado? «A mí, por mi carácter, me hubiera gustado ir más deprisa, pero creo que se han hecho bastantes y buenas cosas. Creo que se ha hecho un esfuerzo meritorio en convergencia europea, de lo que no había casi nada; también políticas de reconversión del profesorado en lo que estamos a la cabeza de las universidades madrileñas. Y también en la política del alumnado. Pero yo pondrían el acento en la política cultural».
¿A qué se refiere, en concreto? «Antes, la política cultural de la Complutense era como un vicerrectorado menor. Hoy tiene una importancia grande, tiene una presencia muy activa con grupos de teatro, cine, música, más muchas conferencias y personajes del mundo de la cultura que han pasado por aquí. Me decían algunos catalanes que la Universidad Complutense empieza a ser un espacio de libertad. Me siento muy contento por toda esta actividad cultural y la expresión de libertad que eso significa».
Su lema ha sido el de «cambio tranquilo». No sé muy bien cómo interpretarlo, si como la necesidad de ir cambiando poco a poco o, más bien, porque las condiciones de trabajo rígidas de la Complutense así lo exigen. «Es esto último; es un lema prudente. Si digo que vamos a hacer un cambio rápido podemos frustrar muchas expectativas. Hablo, eso sí, de un cambio tranquilo pero profundo, todo ello previsto en un programa electoral de cuatro años. No se puede hacer todo el primer año; lo primero es ver la situación de la casa, su estado económico, cuál es su orden, hacer que funcione cada día en sus aspectos cotidianos. Y luego llevar a cabo ese cambio. Pero sí hay cambios, y eso se ve cuando echas la vista atrás, aunque, insisto, a veces quieres cambios sociales más profundos y a un ritmo más rápido».
Hace unas fechas se publicaba una cifra bastante llamativa: las universidades públicas españolas han perdido 30.000 alumnos en el último año. Es decir, que se ha pasado de la masificación en muchas facultades a aulas semivacías. ¿Se ha hablado de ese tema entre los rectores? «Más bien poco, aunque sí hemos tratado la forma de cómo atraer estudiantes buenos a la universidad. Ese bajón es consecuencia del descenso de la natalidad y que ha afectado a todas las universidades. Lo importante no es perder cuota de mercado y, afortunadamente, eso no ha sucedido en la Complutense. El año pasado entraron en primer curso más alumnos que en los dos años anteriores».
¿Tiene eso algo que ver con el distrito abierto, donde los alumnos pueden elegir universidad y, por tanto, buscan aquellas de grandes ciudades como Madrid, Barcelona, Valencia, por ejemplo, en detrimento de Andalucía, Murcia, Castilla-La Mancha…? «Claro, siempre tiene más atracción Madrid, la Complutense. El distrito abierto favorece esta tendencia. Esa es la percepción de la gente. En la Complutense, en concreto, lo que más ha bajado es el número de alumnos de los centros privados adscritos a la Complutense».
Sin embargo, en 1992 existían cinco universidades privadas; hoy, hay 21. «Las privadas en Madrid son siete; las públicas, seis. No obstante, el 90% de los alumnos estudian en las universidades públicas. Las privadas tienen, algunas veces, un respaldo económico privado fuerte; también están captando alumnos de centros públicos en los que hay mucha demanda, alumnos de peor nota -con excepciones- o en especialidades en las que la pública está muy limitada».
¿No sería mejor, digamos, menos centros universitarios pero de más calidad? «Sí, puede ser. Creo que ha habido un exceso en la proliferación de títulos nuevos. La universidad tiene que ofrecer una buena formación general, aunque muchas veces se nos dice lo contrario, es decir, que ha de ser pragmática. La práctica está muy bien, pero la teoría es fundamental. La universidad tiene que enseñar a razonar, a pensar, a ordenar la mente y saber cómo actuar luego en la vida, porque en muchas ocasiones no se acaba trabajando en aquello que se ha estudiado en la universidad. Por eso, la preparación profesional y capacidad flexible es esencial».
¿Ya no basta obtener la licenciatura, sino que es necesario obtener un master adicional -que cuestan muchísimo dinero- para acceder al mercado laboral? «Esa proliferación de master está ahí. También la universidad pública ofrece estos cursos, y en mi opinión demasiado caros. Si ahora la universidad se ha democratizado y accede a ella los hijos de familias humildes, lo que antes no sucedía, los master suponen una nueva discriminación. Si la universidad pública no tiene títulos propios en estos campos, a buenos precios, es un signo de desigualdad. ¿Quién se puede pagar un master de un millón de pesetas, cuando, además las becas son muy limitadas? Esa dinámica es grave. El posgrado debería tener precios públicos, pero en estos momentos la enseñanza pública no puede financiarlos».
Por último, usted, un hombre de fuertes convicciones republicanas, ¿cómo vive el actual baño de monarquía? «No estoy de acuerdo con tanto fasto. Además, se ha perdido la oportunidad de hacer una boda más modesta, guardando el luto del 11 de marzo».