María Fernández (@Maria_Feber) habla con activistas del 15-M y del soplo de aire fresco que supuso para los movimientos sociales con la creación de una nueva generación de activistas y nuevas formas de lucha
Pilar Martínez tiene 64 años, es jubilada, militante de la asamblea del 15-M Alcorcón y miembro del colectivo Mayores 15-M. Elena Martínez, que tiene 33 años, trabaja «cada vez en una cosa distinta» y es activista de la Coordinadora 25-S. Estas mujeres de generaciones distintas nos dan su personal visión de los retos, las transformaciones y lo éxitos a los que se ha tenido que enfrentar el 15-M durante sus dos años de existencia.
Ambas coinciden. El movimiento 15-M nace del malestar y de la indignación ante un modelo político y económico que ataca a la clase trabajadora y a los sectores más populares. Para Pilar Martínez, la falta de un horizonte claro animó a la gente a manifestarse, a apoyar a esos jóvenes que espontáneamente decidieron acampar en la Puerta del Sol de Madrid. Se acabaron las discusiones en corrillo, en la barra del bar con los amigos. Tocaba demostrar todo lo que se había defendido hasta ahora, había que salir a la calle y hacerse oír.
Estalló la «burbuja inmobiliaria» pero también lo hizo la «burbuja de la Transición» y a la crisis económica y política se sumó la social, la cuestión nacional y la crisis de la izquierda institucional. «Es necesario llevar a cabo una autocrítica desde la propia izquierda», afirma Elena Martínez.
Venían de todas partes, algunos estaban organizados, otros y otras nunca habían participado en una asamblea, pero todos tenían algo en común, estaban hartos, y decidieron exigir a la clase dirigente un replanteamiento de todo el sistema. Todos y todas eran bien recibidos, ya que como dice Pilar Martínez, «el 15-M es un espacio donde te puedes expresar libremente. A las asambleas se va para escuchar y aprender». «Para exigir justicia social, defender lo público, participar, decidir, ser soberanos, recuperar los barrios…Y algo muy importante a destacar en este movimiento, la enorme participación de mujeres», añade Elena Martínez.
Como en cualquier movimiento de masas, al principio reinó la desorganización, luego se fue estructurando desde la base y llegó el momento de ir a los barrios, al entender que la lucha debía seguir a pequeña escala, atendiendo las demandas más locales, con el objetivo de crear conciencia, dejando a un lado las hazañas individualistas.
A partir de ese momento, el movimiento empezó a perder asistencia. Pero la legitimidad del movimiento continuó. Elena Martínez interpreta este descenso sin alarmismo ya que «un movimiento popular lo integran personas que aportan y colaboran de muchas formas, desde distintos niveles de compromiso. Es más, la capacidad de visibilización y de cierta incidencia política continúa». Además, cuando se hacen llamamientos masivos, la población responde de manera muy positiva. Porque la conciencia permanece, aunque la constancia se haga de rogar. Basta recordar la marcha de apoyo a los mineros, el 25-S, la huelga general del 14-N, los desahucios, etc. Pilar Martínez considera que trasladar la lucha a los barrios debilitó algo más el movimiento, pero ambas comparten que el haberlo hecho así era necesario, sobre todo para una ciudad como Madrid. El 15-M «no está muerto, todo lo contrario, ya que las condiciones económicas y sociales son peor ahora que cuando surgió». Es reseñable también, destacar el nivel de actividad política que se ha mantenido, así como las luchas sectoriales.
Luchas que empezaron a florecer cuando el gobierno del PP inició su misión de ataque hacia el maltrecho Estado del Bienestar, recortando salvajemente los presupuestos destinados a la sanidad y la educación pública.
La respuesta del pueblo no se hizo esperar. Surgieron las mareas sectoriales, organizadas de forma similar al 15-M. Desbordando en ocasiones a las direcciones de los sindicatos mayoritarios, y rebosaron los propios centros de trabajo. La lucha se organizó también en torno a asambleas. El 15-M había sido un buen precedente. Y siguieron su política, caracterizada por actos no violentos, por una actividad insaciable de concienciar a la gente. Aunque en este punto Elena Martínez sí considera que ha habido una redefinición de las bases, pues la lucha se ha hecho más contundente, ahondando más en el abajo y a la izquierda. En parte, por el hecho de haber establecido más relaciones con otras luchas y otras organizaciones.
¿Qué hemos aprendido de estos dos años de luchas, manifestaciones, protestas y enfrentamientos directos contra las fuerzas de seguridad del Estado? Que para resistir, para frenar las distintas ofensivas, y para iniciar un proceso constituyente y destituyente, es necesaria una gran acumulación de fuerzas, que confluyan las distintas luchas, ya que ni el 15-M, ni ningún movimiento u organización logrará hacerlo por sí solas a menos que pretenda ser un movimiento de masas radical que defienda la autoorganización y la lucha desde abajo.