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La crisis de Izquierda Unida: continuismo sin futuro o catarsis con esperanza

Fuentes: Rebelión

Los desoladores resultados electorales de IU el pasado 9 de marzo han tenido la virtud de poner de manifiesto sin tapujos la extrema gravedad de la crisis de la organización, cuyas raíces son profundas, largo su proceso de gestación, con un punto culminante en la orientación suicida de la campaña electoral conducida personalmente por Gaspar […]

Los desoladores resultados electorales de IU el pasado 9 de marzo han tenido la virtud de poner de manifiesto sin tapujos la extrema gravedad de la crisis de la organización, cuyas raíces son profundas, largo su proceso de gestación, con un punto culminante en la orientación suicida de la campaña electoral conducida personalmente por Gaspar Llamazares, que al postularse para entrar en el gobierno socialista ha hundido la credibilidad del discurso crítico hacia el PSOE, ha desarmado IU frente a la llamada al voto útil y desorientado a una parte importante de su base social que se ha refugiado en la abstención.

 

La crisis viene siendo denunciada desde hace tiempo: la candidatura Marga Sanz tuvo esos propósitos y fue una respuesta lúcida para evitar el desastre anunciado, y en algún momento, no por clarividencia sino por ser evidente, llegamos a decir que la camarilla que dirigía IU eran los sepultureros del proyecto. El equipo que ha dirigido la organización durante los últimos años en lugar de abrir a tiempo una salida colectiva y democrática a la crisis, ha preferido cerrar los ojos, enrocarse, aplicar un estilo autoritario que ha destruido la pluralidad intrínseca al proyecto de IU, ha demolido su organización y ha ejercido todo tipo de abusos de poder, de los cuales el conflicto con la federación de Valencia en vísperas electorales y la defenestración de algunos miembros del PCE de la Comisión permanente de IU han sido los casos más conocidos recientes.

 

Es verdad que para llevar a cabo esa política durante la anterior legislatura el Coordinador general ha contado hasta el último momento con una mayoría en el Consejo político (hasta el caso de Valencia) y la Presidencia Federal, que deben considerarse como cómplices necesarios del proceso de degradación sufrido por IU. Y decimos cómplices en el sentido más estricto de la palabra. Se pretende por muchos hablar de responsabilidades en el mejor de los casos, para evitar con ello mencionar la palabra culpabilidad, pero cuando una política ha sido ejecutada sin sujetarse a las reglas de la democracia sino a través de engaños, fraudes, falta de respeto al sentir de la organización, abusos de poder, no puede sólo hablarse de mera responsabilidad. Entre esos colaboradores hay que distinguir en particular, por su peso mayoritario en EuiA, a la alianza formada por los dirigentes del PCC y POR, que ha respaldado en todo momento a Gaspar Llamazares y ha practicado una política de colaboración con el social liberalismo a través de la coalición electoral con ICV y la participación en el gobierno tripartito de la Generalitat. El fracaso electoral de IU ha ido acompañado con similares resultados por la coalición Iniciativa-Euia, sin que deba olvidarse además que ICV apoyó a la candidatura escindida de EUPV.

 

A nuestro entender, la crisis de IU es una crisis global, si cabe la expresión. A estas alturas no se sabe cuál es la naturaleza de IU, si un movimiento político y social organizado o un partido al uso, enrevesado y con una amalgama ideológica inoperante. Tampoco se conoce cual es el espacio político que pretende ocupar, si es una fuerza transformadora y anticapitalista o una fuerza que aspira esencialmente formar parte de las instituciones de poder y gobierno. Por ello tampoco se sabe si su trabajo básico debe ser fortalecer los movimientos sociales o actuar en las instituciones tratando de elevar a ellas las reivindicaciones populares. Si luchar o gobernar. Menos claro aún están los aliados políticos y sociales con los que debe entenderse IU. Ser lazarillo del social liberalismo o formar tejido con los sectores antisistema. En el caso de los sindicatos CCOO y UGT, tratar de llevarse bien con las direcciones mirando para otro lado ante su desastrosa política o impulsar y formar parte de los sectores críticos y de las organizaciones sindicales de izquierda y combativas. Asumir responsabilidades de Estado a pesar de la insignificancia del peso político o trabajar coherentemente con criterios de clase por los derechos de los trabajadores y demás capas sociales oprimidas y explotadas. En la cuestión del modelo de Estado, la defensa del derecho de autodeterminación ha quedado para los días de fiesta y el objetivo de una República federal y solidaria se ha limitado a las declaraciones rituales de costumbre.

 

La propia IU no ha definido de modo consecuente y estable el carácter de su proyecto: no se sabe si es una fuerza política con vocación federal, sin perjuicio de que se articule territorialmente con federaciones que se corresponden con las nacionalidades y comunidades autónomas, o es un aglomerado de federaciones cada una con soberanía propia, que convierten a la organización en un reino de taifas, porque sería demasiado considerarla una confederación en este caso, dada la desigualdad de situaciones.

 

En el plano organizativo interno la descomposición de IU en estos momentos no tiene parangón con ningún momento del pasado. Los militantes, el más preciado patrimonio de una fuerza política de izquierdas, no cuentan, no existen, ni para decidir e influir ni para llevar a cabo tareas políticas. La vida en la organización se limita a cambalaches, contubernios, reuniones de grupos, sensibilidades, sectores, en la que los barones, marqueses, duques y demás advenedizos pretenden imponer sus criterios y acaparar poder olvidándose de la política. De ahí a hablar de que todo se mueve por intereses de grupo o particulares queda un paso, que se ha recorrido. Los órganos de dirección no funcionan y sólo se reúnen para cumplir algunos requisitos formales y dar amparo a decisiones tomadas por las capillas fuera de ellos. Los censos son falsos y distorsionan la democracia interna hasta el esperpento. Los estatutos son un galimatías en el que pueden encontrar respaldo las actuaciones más arbitrarias y antidemocráticas y no existe desde hace muchos años una Comisión de garantías digna de tal nombre. La situación financiera de IU, o más claramente, la crisis financiera de IU nunca ha sido conocida y tratada por los órganos.

 

Los datos anteriores no agotan la descripción de la descomposición política y organizativa de IU, pero si dan una idea suficiente de la intensidad de la degradación padecida. Los resultados electorales de IU pueden explicarse perfectamente por la situación interna, sin perjuicio de la influencia que desempeñan otros factores y de una ley electoral injusta, que han hecho que el retroceso numérico de los votos y la pérdida de tres diputados sea valorado por la gran mayoría de IU como una debacle. En todo caso además, la tarea de recuperar IU, o un proyecto de izquierdas que ocupe el espacio político que se pretendió en sus orígenes, para salir del atolladero en que la izquierda anticapitalista esta sumida, pasa esencialmente por remover todas las deformaciones sufridas en los últimos tiempos como condición necesaria, aunque no suficiente. El drama es que hay que volver a empezar y tener que volver a hacer realidad la frase tan repetida de que si IU no existiera habría que inventarla.

 

El desastre electoral el 9 de marzo debería de haber producido la inmediata e irrevocable dimisión del Coordinador general y su equipo próximo. Se echó de menos una reacción como la dimisión de Almunia cuando fue derrotado contundentemente por Aznar en las elecciones del 2000. En lugar de desaparecer, de hacer mutis por el foro, de abrir puertas y ventanas para que entre nuevo aire, de provocar una conmoción en la organización para que ésta con sus fuerzas afronte la cruda realidad, Gaspar Llamazares volvió a recurrir a las artimañas con la intención de seguir manejando la organización o al menos para preservarse un papel importante en el futuro. Anunciar que no se presentaría a la reelección de Coordinador era una concesión gratuita a la galería, puesto que estatutariamente ya ha sobrepasado los mandatos posibles. Siempre se había especulado con que en el peor de los casos habría un intento de supervivencia del «llamazarismo» sin Llamazares, y este se ha prestado a trabajar por dicho objetivo con el apoyo de sus decepcionado colaboradores.

 

Cabe afirmar que si el «llamazarismo» sobrevive en IU, cualquiera que sea su versión, no habrá recuperación posible del proyecto. En esa situación, tampoco es pensable ni creíble una IU como catalizadora de la regeneración de la izquierda política en un sentido más amplio. En nuestra opinión, tampoco se conjura este peligro con la decisión adoptada por la Presidencia federal de constituir una comisión que prepare la próxima Asamblea federal. Ante la gravedad de la crisis, se ha recurrido a la manida respuesta de crear una comisión, pero una comisión además gestada con todos los vicios que IU arrastra en su funcionamiento: una parte de los barones, sectores y sensibilidades, repartiéndose burocráticamente un pastel minúsculo con la intención de ir tomando posiciones para, en su momento, asegurarse la mejor parte del poder institucional que le puede quedar a IU. Para colmo, ya se empieza hablar de alianzas entre dirigentes de federaciones, de operaciones para centrar el proyecto, que excluyen a una parte de las alternativas y de la pluralidad, e incluso de postulantes al cargo de Coordinador general. En fin, pensamos que se están dando los pasos para, una vez llegados al borde del precipicio, arrojarnos por él.

 

Lo actuado hasta aquí después del gravísimo revés electoral nos pone en camino del desastre total. La salvación de IU es una tarea llena de dificultades al punto de que verosímilmente no sea posible. No obstante, en nuestra opinión, conociendo la realidad de la organización, la degradación que sufre, el desánimo que recorre a sus mejores militantes, podemos asegurar que el continuismo por el que parece haberse optado no lleva a ninguna parte, que así no saldrá IU de la profunda sima en que ha caído. Sólo la ruptura con el pasado, sólo una catarsis que remueva y renueve en profundidad la organización, puede poner las bases para el renacimiento de la izquierda política en nuestro país.

 

La candidatura de Marga Sanz pudo representar en su momento una oferta de la reforma necesaria. Contenía, y son asumibles, los elementos programáticos y organizativos necesarios para evitar la ruina final y para emprender una recuperación a medio plazo. Los 8,000 votantes que optaron por Marga Sanz son indiscutiblemente un capital político no desdeñable: representan sin duda un patrimonio militante considerable para todo intento de reconstruir IU. Sin embargo pensamos que en estos momentos, ya, esa reconstrucción no puede limitarse a los efectivos de IU pues la organización está, tras las elecciones, muy devaluada política y socialmente, y, sobre todo, creemos que la política y el funcionamiento de la organización han ido alejando y dejando en la cuneta a muchas gentes de izquierda y colectivos que no han podido soportar ese proceso de degradación, pero que siguen formando parte de la izquierda real y por tanto son susceptibles de unirse a un proyecto ilusionante de renacimiento de la izquierda anticapitalista y alternativa en nuestro país, cuyo espacio y necesidad creemos que esta fuera de discusión. Sirva como ejemplo, no único, el caso de Izquierda Alternativa que ha dejado de reconocerse como una corriente en el seno de IU.

 

Advertidos, por nuestra parte, de los peligros que amenazan la salida de la crisis de IU y apostamos de manera decidida por un a un gran debate interno abierto en todo lo posible a la sociedad que nos circunda, por una reflexión sobre la realidad política, por la superación de la esquizofrenia que significa pretender ser a la vez organización de lucha y de gobierno, por la actualización de un programa para la transformación social y de un modelo de Estado garante del derecho de autodeterminación, por el impulso resuelto a la movilización social y la solidaridad con las luchas, por el desarrollo y construcción de los movimientos sociales, en especial la reconstrucción del movimiento obrero sobre bases anticapitalistas, democráticas, internacionalistas y solidarias, y, en fin, por la radical renovación de la organización para levantar una fuerza política estatal sobre una base federal, democrática, participativa e integradora, y respetuosa de la pluralidad.

 

La crisis del capitalismo y la inestabilidad del sistema financiero internacional tendrán graves consecuencias sobre la economía española, recorrida de graves desequilibrios y contradicciones. El colapso del sector de la construcción arrastrará a otros sectores de la industria y de los servicios, el déficit exterior avisa de nubarrones en el horizonte, el endeudamiento desorbitado se verá agravado por las dificultades crediticias, la extrema precariedad hará estragos en el mundo laboral, la disminución de los fondos europeos reducirá el margen de maniobra al gobierno de Zapatero. Con menos ingresos y más necesidades de gastos se tensarán todas las contradicciones existentes, las sociales, con nuevas amenazas sobre la clase trabajadora, y las territoriales, que pondrán al desnudo los problemas de fondo del actual modelo de estado. En suma, las condiciones para la movilización social estarán al orden del día.

Las ilusiones en el gobierno del PSOE se irán desvaneciendo al ritmo de la crisis y de la lucha social. La elección del Presidente Zapatero con la abstención de la derecha nacionalista de CiU y PNV anuncia futuros pactos de estabilidad que empujarán al PSOE en su viaje a la derecha. El voto negativo de ERC en la investidura del Presidente de gobierno presagia las tormentas sobre el gobierno tripartito de Cataluña. La insatisfacción por los resultados electorales no sólo afecta a la afiliación de IU, también afecta en mayor o menor medida a ERC, ICV, PNV, EA, CiU, CC, etc., también al PP.

¿Sabrá IU ser útil a la clase trabajadora y al conjunto de oprimidos en los próximos años? ¿Aprovechará esta oportunidad para ser un referente de la izquierda anticapitalista? En nuestra opinión, una respuesta positiva a estos interrogantes sólo es posible si se produce una verdadera catarsis durante el proceso y celebración de la próxima Asamblea congresual, que debe convocar de manera abierta y con credibilidad al renacimiento de una izquierda auténticamente alternativa y anticapitalista. Todo lo demás es prolongar una agonía.

 

 

 

 

Pedro Montes y Diosdado Toledano son miembros de la Presidencia Federal de Izquierda Unida