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La cruzada de los tridentinos

Fuentes: sinpermiso.info

No es que la sección española de la multinacional de la fe católica esté de campaña, es que lleva años de cruzada. Que es peor. Porque España se ha convertido en un territorio de misión. Otra cosa es que la gran derecha española haya encontrado en ese caladero de gentes que viven del pecado que […]

No es que la sección española de la multinacional de la fe católica esté de campaña, es que lleva años de cruzada. Que es peor. Porque España se ha convertido en un territorio de misión. Otra cosa es que la gran derecha española haya encontrado en ese caladero de gentes que viven del pecado que condenan, no sólo la base espiritual de su programa, sino a los artilleros ideológicos de la campaña antisocialista. Y otra cosa es que esa iglesia, retroalimentada durante siglos de la sangre de sus adversarios, fagocitada por el insondable calibre de sus propias contradicciones, desorientada por la bancarrota espiritual que sacude a sus propios fieles y no tan fieles, y la fuga constante de una gran parte de su capital humano, ahora necesite aliarse, como lo ha hecho siempre, con la derecha ultra ortodoxa mediática y política del reino de España.

No es nuevo este movimiento desestabilizador de la Iglesia católica dirigido por un trío de alabarderos espirituales anclados en las disposiciones tridentinas. Porque Rouco, Cañizares y García Gasco no son de esta tierra. Tampoco de la del más allá. Aunque ellos se sientan elegidos y ungidos por un Dios que se olvida de acudir a las citas más dramáticas de la historia. Y es que esos purpurados, capaces de resucitar las tesis de Trento y amparados en una doctrina moral que nadie entiende, porque la retuercen hasta hacerla incomprensible y maleable hasta desfigurarla, se presentan en sociedad como si todavía fueran alguien en el mundo. Quiero decir alguien con posibilidades de gestionar la vida política y pública de la ciudadanía. Y no es así. Afortunadamente no es así en un Estado aconfesional. Ellos se creen los amos de las convicciones pero no más que testaferros de las emociones. Y éstas son, sobre todo, humanas, no religiosas. Lo que ocurre es que siguen teniendo poder. Porque el Estado todavía les permite utilizar el poder simbólico que ejercen. Pero además, pese a la presunta inocencia y pureza ideológica de la que hacen gala, no son buenos teólogos. Porque, como decía un amigo, un buen teólogo es aquel que sigue haciendo teología, aun después de haber llegado a la certeza de que Dios no existe. Pero esto es otra historia.

Esta cruzada está respaldada por el auge de los movimientos neocatecumenales ultraortodoxos españoles de base sectista. Pero este aparente impulso de la religiosidad católica es falso. Porque nunca como hoy, según datos del CIS, la práctica religiosa en España había caído tan bajo. Menos del 10% de la población es practicante. Y, mal que les pese a los prelados tridentinos, el 57% de la gente decide vivir junta diciendo sí al juez en vez de al cura. ¿Es esto una degradación, o una conquista de la libertad personal? Por eso deberíamos preguntarnos el porqué de todo esto. Esta cruzada es una poderosísima arma destrucción del sistema de libertades públicas. La iglesia lo sabe. Y la gran derecha también. Pero además de la desestabilización política, los tridentinos, pretenden mantener sus privilegios. Esa es su verdadera batalla teopolítica. Por un lado, la cruzada trata de presionar al Estado para que éste ceda en su empeño laicista, un tesón bastante descafeinado, por cierto. Se olvidan que la Iglesia católica española lleva siglos compadreando con el poder absoluto, por encima del poder civil y de las constituciones. Sin ir más lejos, durante la Segunda Republica, la Iglesia boicoteó cuantas medidas laicas implementó el gobierno legalmente constituido. Y lo hicieron porque desde que los Reyes eran Católicos, sus miembros han gozado de prebendas y privilegios incalculables. Y el propio capital de la Iglesia, pese a la decimonónica Desamortización de Mendizábal, sigue siendo considerable. Mucho más que alguna de las más grandes corporaciones inmobiliarias del mundo.

Más recientemente, infames personajes la hicieron partícipe del poder temporal. Franco murió, pero el Consejo de Regencia se componía de tres civiles, un militar y un prelado de púrpura. Antes, sus cardenales se sentaron en las Cortes franquistas y se hartaron de batir palmas al dictador. De eso también convendría hablar. Y no por resentimiento. Sino por pura honestidad con la verdad. La Iglesia ha tenido tanto y tan desmesurado poder, que ahora siente el vértigo de su decadencia. Aún claman al cielo que reclaman los tridentinos, los acuerdos anticonstitucionales que regulan las relaciones entre la Iglesia y el Estado del 3 de enero de 1979, firmados por un gobierno que carecía de legitimidad para firmar lo que firmó. Porque lo que se firmó, la Iglesia lo había conseguido compadreando con el régimen franquista.(1)

La Iglesia sabe que goza de privilegios, pero se queja. Y ante la queja de su falta de financiación, por ejemplo, hay que ser claros. Zapatero financiará y costeará en 2008 a la Iglesia Católica de manera exclusiva. Nada más y nada menos que con 136 millones de euros. Dinero de todos. Esa contribución permitirá que dos millones de alumnos sigan siendo clientes potenciales de la mega red de adoctrinamiento encubierto desplegada en los miles de colegios, universidades y parroquias concertadas y subvencionadas con dinero público, incluso de los no creyentes.(2) La Iglesia debería reconocer su posición de dominio. Y callarse un poco. En aras a la verdad objetiva. Porque se aprovecha de las carencias de un Estado de Bienestar en crisis que no puede atender a dos y medio millones de desasistidos por el Estado y que son asistidos por instituciones de beneficencia y socio-sanitarias de carácter religioso que se benefician de una concertación pública. Y hay que reconocer esta tarea. Pero a las cosas hay que nombrarlas por su nombre. Y es que esta es una de las partes cautivas del Estado de Bienestar. Y hablando de lamentaciones eclesiásticas: dijo el Papa en el último Sínodo de los Obispos que Occidente era «una viña devastada por jabalíes», otro prelado dijo también que la Iglesia nunca se encontró con nada parecido. Patrañas. Con perdón. Se olvidan ambos de las persecuciones de Diocleciano, de las mazmorras de Nerón, de las Revoluciones Liberales o de las pérdidas de los Estados Pontificios con lo que ello significó para la Iglesia y el Vaticano. (3)

Más aún. ¿Cómo se puede decir que la democracia está en peligro, cómo se puede tergiversar la realidad y agitar en la misma coctelera explosiva el terrorismo, el derecho al aborto, la homosexualidad y las leyes igualitarias desde una de las instituciones más antidemocráticas y más intransigente del mundo, incluso con sus propios miembros? De 150 personas que integran la cúpula de la Conferencia Episcopal, sólo hay cinco mujeres ejerciendo tareas secundarias ¿Cómo se puede estar en contra de la homosexualidad sabiendo que tus propios compañeros de trabajo, los propios sacerdotes, entre el 15 y el 20 % también lo son? ¿Cómo se puede decir que nos dirigimos a la liquidación de la democracia formando parte de la institución menos democrática del mundo, aquella que no permite que las mujeres ocupen ningún puesto de representación en la propia Iglesia? ¿Cómo se puede decir que se rompe la familia, cuando a tus propios trabajadores les impides formar una? O, ¿cómo vocear, contra corriente, un modelo familiar que bloquea la planificación familiar, limita la geografía femenina a la cocina y a los hombres condena a ser cabezas de familia como únicos garantes asistenciales del conjunto familiar? Esto no se sostiene. Porque la realidad va en otra dirección. El CIS afirma que el 61% de los católicos, ya sean practicantes o no, no se sienten identificados con estas directrices familiares de la Iglesia. (4) ¿Qué decir del movimiento antiabortista, de esa kale borroka católica jaleada por los muyahidines tridentinos apoyados por los movimientos sociales reaccionarios más intransigentes que gustosamente quemarían las clínicas de planificación familiar?

Esto es una cruzada. Para no perder privilegios. Para ganar más posiciones sociales, políticas y religiosas. Para imponer una manera de vivir. Para seguir manteniendo unos acuerdos políticos entre la Iglesia y el Estado que perduran desde el Concordato de 1979, acuerdos que deberían liquidarse para que la Iglesia se autofinanciase y se eliminasen los privilegios de que gozan sus instituciones de enseñanza y beneficencia. (5) Porque el laicismo crítico y social lo requiere. De lo contrario, el fundamentalismo religioso seguirá empeñado en ejercer su derecho de veto sobre la vida y la legislación civil. Y eso genera un gravísimo enfrentamiento social en una realidad donde la mayoría de la ciudadanía va de laica por la vida.

NOTAS:

(1) Ver Javier Pérez Royo, «Acuerdos leoninos», El País, 5-01-2008.

(2) «Cría obispos, que te sacarán los ojos«, SinPermiso, G. Búster.

(3) G. Búster, Op.cit.

(4) G. Búster, Op.cit.

(5) ver Javier Pérez Royo, «Acuerdos leoninos», El País, 5-01-2008.

* Paco Roda es historiador y trabajador social del Ayuntamiento de Pamplona.